Gavi lo miró con curiosidad, sus ojos reflejaban una mezcla de sorpresa y cansancio. No estaba en su mejor momento, pero el simple hecho de tener a Frenkie cerca ya le hacía sentir un poco mejor.

—¿Una sorpresa?—Preguntó con una leve sonrisa, aunque aún se notaba su melancolía.

Frenkie asintió y le tomó de la mano con delicadeza, ayudándolo a levantarse del borde de la cama donde estaba sentado.

Gavi hizo un esfuerzo por mantenerse erguido, aunque las muletas seguían siendo un desafío para él.

—No te preocupes, no iremos lejos.—Dijo Frenkie mientras lo guiaba con cuidado por el pasillo.

El holandés había preparado todo meticulosamente, queriendo darle a Gavi un momento especial sin que tuviera que esforzarse demasiado.

Cuando llegaron al salón, Gavi quedó boquiabierto. La habitación estaba decorada con luces suaves y una mesa perfectamente arreglada en el centro, con velas, flores y una cena sencilla pero hecha con amor.

El aroma de la comida casera llenaba el aire, y la calidez del ambiente era acogedora.

—Frenkie... —Gavi se quedó sin palabras por un momento, la emoción comenzando a llenar sus ojos.

—Es... Es increíble.

—Solo quería hacerte sentir mejor, amor. Sé que ha sido difícil para ti, pero quiero que sepas que estoy aquí para ti, pase lo que pase. No importa cuánto tiempo tome, te apoyaré en todo.—Dijo Frenkie con una sonrisa genuina mientras se acercaba para darle otro beso, esta vez más profundo y lleno de amor.

Gavi lo abrazó con fuerza, apoyando su cabeza en el hombro de Frenkie. Aunque las lágrimas comenzaron a deslizarse por sus mejillas, esta vez no eran de tristeza, sino de gratitud.

—Gracias, Frenkie. No sé qué haría sin ti.

Se sentaron juntos a la mesa, y aunque Gavi aún no estaba del todo recuperado, por primera vez en días, se permitió disfrutar del momento.

El dolor y la frustración seguían presentes, pero con Frenkie a su lado, sentía que podía enfrentarlos.

Frenkie mantuvo la conversación ligera, haciendo que Gavi riera.

Incluso jugó con la comida de una manera tonta, solo para arrancarle una sonrisa auténtica. Con el tiempo, Gavi comenzó a relajarse, sintiendo que, aunque su situación era complicada, no estaba solo en este viaje.

Frenkie había pasado horas en la cocina, luchando con la receta del pastel favorito de Gavi.

No era un experto en repostería, pero estaba decidido a hacer algo especial para su novio. A pesar de algunos percances—como casi quemar el pastel—, logró sacarlo a tiempo del horno, aunque con algunos bordes un poco más dorados de lo planeado.

Cuando llegó el momento de servir el postre, Frenkie presentó el pastel con un poquito de miedo, Gavi lo miró con curiosidad, y al primer bocado, una sonrisa se dibujó en su rostro.

—Este es el pastel más delicioso del mundo —Dijo con sinceridad, saboreando cada bocado como si fuera un tesoro.

Frenkie soltó un suspiro de alivio y rió suavemente.

—Me alegra que te guste, aunque casi lo quemo.

—Eso no importa.—Respondió Gavi, acercándose para darle un beso en la mejilla.

—Lo que importa es que lo hiciste para mí. Eso lo hace perfecto.

Frenkie sintió una calidez en su pecho al ver la alegría en los ojos de Gavi.

Al final de la noche, cuando ya estaban acurrucados en el sofá, Gavi miró a Frenkie con ojos brillantes y susurró.

—Prométeme que siempre estarás conmigo, sin importar lo que pase.

—Te lo prometo, Gavi. Siempre estaré contigo, en las buenas y en las malas.