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05


Nam Joon.

Temí por ella.

— ¿A dónde vas, Nam Joon? —Gritó Tami desde el mostrador viendo que corría con urgencia fuera de Morezt cuando leí aquel mensaje de Hye Ri.


De: Hye Ri

Ya no puedo más, Nam Joon

Recibido 7:00 pm ✓✓ 


Me había escrito cegada por la ira o la tristeza, quien sabe.

Sentí nuevamente que mi corazón se agitaba intranquilo y digo nuevamente porque esto ya había sucedido antes. No era la primera vez que Hye Ri intentaba suicidarse y previo a ello me había escrito un mensaje similar.


 No lo soporto más, Nam Joon 


Dijo en aquella ocasión hace dos años cuando su padre la abandonó y su madre se convirtió en una mera sombra de la iglesia, el chisme y el resentimiento drenado sobre Hye Ri.

Recuerdo que en aquel momento se había dado una sobredosis con los tranquilizantes de su madre y sólo di con ella en el hospital cuando fui a buscarla a su casa luego de que no contestara mis llamadas y mensajes.

— Se la han llevado al hospital Saint Martin —Replicó el vecino ciego de Hye Ri al escuchar que la llamaba insistente golpeando la puerta de su casa.

Cuando llegué a la sala de emergencias donde deduje que estaría la encontré en pleno proceso de desintoxicación. Le estaban pasando soluciones endovenosas mientras que le realizaban un lavado gástrico con un tubo de plástico que tenía conectado a la boca.

El miedo llegó a mí como una ráfaga de aire gélido y casi pierdo la fuerza en las piernas pero no era el momento de palidecer, no se trataba de mí. Se trataba de que Hye Ri sobreviviera a todo ese veneno.

Su madre estaba de pie observando todo, a punto de tener una crisis nerviosa.

¿Qué madre no llora o no toma la mano de su hija moribunda en una situación como esta? Eso fue lo único que pude preguntarme en aquel momento además de si Hye Ri se salvaría.

Cuando aquella mujer —que no merece ser llamada madre —intentó sacar un cigarrillo fue echada del área por una enfermera.

— ¿Cómo pasó esto? —Le pregunté a la madre de Hye Ri a la salida de la emergencia.

Ella sólo me miró con los ojos perdidos en algún punto de mi rostro con el que no lograba dar mientras su mano temblorosa se llevaba el cigarrillo ahora encendido a la boca.

Nunca respondió. Tan sólo se esfumó del hospital a penas dada la primer inhalada a aquel artefacto.

Los siguientes días en los que Hye Ri estuvo internada en el hospital recuperándose fui yo quien estuvo a su cuidado, velando porque comiera bien y pronto saliera de aquel lugar. Su madre no volvió a visitarla y siquiera se ocupó en pagar las cuentas.

Allí supe el grado de condena y soledad en la que mi mejor amiga se sentía y por lo cual había optado por quitarse la vida.

En todos esos días no lloré de la impotencia y la desgracia que había sentido al pensar que se iría para siempre pero tenía el corazón deshecho al ver que la sonrisa y el entusiasmo que alguna vez había visto en Hye Ri había desaparecido por completo. Ni rastro de aquello que llaman alegría se asomaba por sus tristes y apagados ojos.

No lloré porque sabía que se sentiría culpable de mi tristeza y por lo tanto opté por sonreírle todos los días desde aquel día. Era una promesa auto impuesta.

— Cuando te vuelvas a sentir así, llámame. Iré corriendo hasta ti —Le había pedido una de las noches en las que salimos de aventuras mientras tomaba su mano.

Pero todo había salido mal. Ella no acudió a mí y nuevamente escogía hacerse un daño irreparable, sólo que esta vez no sabría si llegaría a tiempo.

Por suerte sabía dónde estaba porque en algún día de reflexión se me ocurrió activar el GPS de su móvil para estar al tanto de su ubicación. Sonará extraño y hasta perturbador, pero si le ocurría algo —como ahora— ¿quién correría tras ella? ¿quién la salvaría si no yo?

— El río Han —Dije en voz alta y casi sin aliento cuando me monté en mi auto y salí tan rápido como pude hasta ella.

Aguanta, por favor.

***


Jimin.

— ¿Cuántas veces tengo que decirte que no vengas a mi casa cuando quieras, Park Jimin? —Dijo Suga cabreado como de costumbre cuando me aparecía en mitad de la noche en su casa.

Sonreí infantilmente y levanté la bolsa con cervezas que traía para pasar la noche mientras jugábamos videojuegos.

— Sólo será esta noche —Respondí mientras me abría paso hasta el mueble de la sala.

— Llevas diez años diciendo lo mismo —Me miró resignado y cerró la puerta tras él.

Destapé dos cervezas y le ofrecí una a él.

— ¿Nada emocionante ha pasado por tu cuadra? —Pregunté recostándome mientas encendía la televisión.

Suga se sentó a mi lado mientras negaba con la cabeza.

— ¿Esperas encontrarte a otra Mary Lee para rescatarla como un héroe? —Dijo con sarcasmo.

— Puede ser —Bromeé fingiendo estar pensativo.

— ¿Cómo te ha ido hoy con ese nuevo trabajo? —Suga se refería al puesto que me habían ofrecido en mi antigua universidad como profesor de corrección de estilo.

— No he empezado hoy como tal. Sólo fui a que me hablaran sobre mi horario, funciones y esas tonterías —Comenté sin mucho ánimo.

Una de las razones por las cuales había aceptado el trabajo fue por insistencia de mi madre, mi hermano Jin y Suga.

— Sé que no necesitas el dinero Jimin pero eso puede ayudarte con el bloqueo que tienes —Dijo dándome una palmada en el hombro mientras iba a la cocina.

Me levanté y lo seguí.

— No creo que este bloqueo se solucione rápido —Respondí con inquietud mientras abría el refrigerador.

Estaba graduado en literatura desde hacía unos años y en mi muy limitada experiencia ya había publicado un libro y escrito varias docenas de poemas, cuentos cortos y otras cosas. El problema llegó hace un año cuando mi abuelo murió y con él se fueron mis ideas para escribir.

Desde entonces me estuve refugiando en casa intentando escribir una y otra vez, haciendo y deshaciendo, malgastando hojas y lapiceras. Tal frustración me llevó a rendirme y los siguientes meses sólo me dediqué a salir con mis amigos y a perder el tiempo como dice mi madre—.

Fue entonces cuando mi ex profesor favorito me contactó para que tomara el puesto en la universidad en la asignatura que ya aclaré, cosa que desde el principio no me convenció pero como dije, las personas más cercanas a mí se encargaron de insistir tanto que al final cedí.

— El profesor Stevens me ha dado una tarea especial —El olor del ramen que estaba preparando Suga empezaba a provocarme.

Levantó la mirada de la olla y me miró curioso.

— Es... esta alumna —Me eché el cabello hacia atrás con una mano —Quiere que sea su tutor para un concurso.

— ¿Y bien?

— Acepté —Respondí.

Me miró aún más extrañado.

— ¿Y esa mirada? —Dije fingiendo molestia mientras cruzaba los brazos sentado en el taburete de la mesa.

— ¿Por qué aceptaste? A Park Jimin le fastidian las chicas menores —Comentó levantando una ceja.

Lo miré unos instantes antes de contestar.

— Ella no es estúpida, creo —Dudé —Es un poco rara y... —Recordé la cara de aquella chica cuando me miró por primera vez y escondió rápidamente su rostro de mí —Muy insegura.

— Ah... —Soltó Suga frunciendo el ceño.

— ¿Qué significa eso? —Volví a mirarlo con recelo.

— ¿Qué cosa?

— Esa mirada —Repliqué.

Suspiró con los ojos cerrados.

— Tienes esa tendencia con la gente dañada, Jimin —Me miró fijamente.

Yo sabía a quién se refería pero no quería hablar de ella.

— No ahora, por favor —Pedí —No la quiero recordar. A mi ex novia.

— Sólo te digo que no te involucres mucho con esta alumna o terminarás perjudicado. Siempre quieres andar salvando a las personas y no puedes hacerlo con todos Jimin —Sabía que lo decía por mi bien pero no podía evitar sentirme molesto.

— Suga, detente —Pedí otra vez.

— Por eso fuiste a salvar a esa chica, Mary Lee. Ahora me hablas de esta alum...

— Nos vemos, hyung —Me levanté de la mesa y salí de la casa un poco molesto y otro tanto herido.

Sabía que Suga tenía razón pero aún no tenía la madurez para afrontarlo. Me encantaba involucrarme con lo que hyung llamaba personas dañadas o rotas.

Tomé una bocanada de aire y miré calle abajo donde aquella vez había visto a una chica con cabello rosa correr hacia nosotros pidiendo ayuda.

¿Estará bien?

Y sórdido por esa tendencia de héroe que me reprocha Suga caminé a paso lento calle abajo, directo hacia el bar Morezt con la tenue ilusión de conseguir a Mary Lee y saber si estaba bien.

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