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Capítulo 10

Echó mucho de menos a Eric durante la semana. A su madre aún no le había dicho que estaban juntos, hasta que pudieran darle ambos la noticia al siguiente fin de semana. A Eva, en cambio, sí le había contado y su amiga estaba feliz por ella y deseando conocer al afortunado que se ganó por segunda vez su corazón.

Durante la semana que pasó en casa de Eva, compartió en par de ocasiones con Dirk, el novio de su amiga, quien le pareció muy agradable. Las entradas para el ballet eran para el viernes en la noche, así que Eva le insistió para que invitara a su novio también, ya que les sobraba una.

—Hablaré con él —prometió Amy—, aunque no sé que planes tenga.

En los últimos días se habían escrito varios mensajes, pero Eric estuvo algo atareado en el Congreso y tuvo poco tiempo para charlar. Su conferencia fue un éxito, y regresó el jueves por la noche a Zúrich, aunque aún no se habían visto.

Amy se decidió el viernes a pasarle un mensaje:

“Dentro de poco iré a la Universidad, me preguntaba si podría verte. Te echo de menos. Mi amiga Eva nos invita a salir con su novio esta noche. ¿Podrás ir? Un beso grande”.

Eric le respondió casi en el acto:

“Lo siento, mi amor hoy no podré pues se me presentó algo con mis padres y hermana. Estaré en con ellos todo el día, y solo pasaré por la Universidad un instante. Nos vemos mañana en Winti con seguridad. Un beso más grande”.

Amy no pudo esconder su desencanto, y Eva lo advirtió cuando regresó a la cocina.

—¿Qué sucedió?

—Eric no puede esta noche.

—No te preocupes, ya habrá otras oportunidades para que lo conozca —le tranquilizó su amiga.

Amy asintió.

—Cariño, no te pongas así… —Eva lo confortó—. Estoy segura de que muy pronto se verán…

Amy asintió por segunda ocasión, pero no dijo nada.

—¿Qué es lo que te preocupa?

—Son tonterías mías…

—No pueden ser tonterías si te has puesto así —le respondió Eva sentándose frente a ella—. Sabes que puedes decirme lo que desees.

Amy suspiró.

—Tengo malas experiencias con Eric y los viajes —contestó—. Ya sé que estoy alucinando, pero no dejo de pensar en lo que sucedió hace trece años en otro. He intentado mantenerme serena sin escuchar mis desvaríos, pero cuando me dijo que tiene planes para hoy con sus padres y que ni siquiera puede verme un momento, me derrumbó. Antes me había confesado que quería que los viera, ¿por qué no invitarme también a lo que sea que tengan esta noche?

—Amy, solo te puedo darte dos consejos: el primero, tienes que confiar en él, porque de lo contrario, las cosas pueden salir muy mal y no solo hacerte daño tú sino hacerle daño al hombre que quieres. Segundo, lo que tengas por dentro compártelo con él y permite que mañana te de una explicación. No sabes los problemas que tenga o la razón por la cual considera que no es el momento de llevarte con sus padres. Escúchalo, sé paciente y dile lo que te preocupa, pero siempre confiando en él.

—Gracias por los consejos, me hacía falta —Amy sonrió—. He permitido que el pasado se abra paso, y no es justo para él luego de que le haya dado una oportunidad.

—Por eso, cariño, no piensas más y alístate para ir a la Universidad. Hoy tengo la mañana libre, así que puedo dejarte.

Amy se lo agradeció y se levantó de la mesa para irse a vestir.

El último año se iba de excursión para Schützenweiher, un camping cercano en la misma ciudad de Winterthur. Todos debían asistir, solo Amy se debatía entre ir o no hacerlo, ya que las condiciones no eran las mejores para alguien con una prótesis.

Eric le insistió mucho para que fuera. La perspectiva de burlar la supervisión de sus profesores y pasar la noche juntos en una casa de campaña, lo seducía mucho. Amy decidió ir, pues también deseaba pasar tiempo a su lado e incluso se encargó de convencer a su mamá para que la dejara ir.

Sin embargo, a último minuto, Eric la convenció de no asistir.

—Yo tampoco iré —le dijo Eric—. Es mejor que nos quedemos en casa.

—¿Por qué? —ella estaba extrañada—. ¡Estabas tan ilusionado!

—Lo sé, pero no tiene sentido, de verdad.

—Eric, ir a la excursión en parte de la nota de Ciencias. Solo conmigo el profesor puede hacer una excepción y si inventas que enfermaste no te creerá mucho. Él sabrá que lo hiciste por quedarte conmigo. Si tienes miedo de que me suceda algo, pues me quedo. No dejes de ir tú por mi causa.

—Es más seguro para ti que te quedes —Eric le enmarcó el rostro con las manos y le dio un beso—. Gracias por ser tan comprensiva, te prometo que te compensaré y que haremos juntos un plan mejor que el de la casa de campaña.

Amy sonrió y le devolvió el beso, sin saber lo que les depararía la vida.

Llegó a la Universidad temprano, para continuar con las pruebas previas a la utilización de la prótesis. Se encontró en el salón con sus compañeros de ensayo clínico, que la saludaron muy amablemente.

—Pensamos ir a almorzar después —le dijo Juliette—. Aquí mismo en el campus hay un café muy bueno. ¿Quieres acompañarnos?

Amy no se rehusó.

—Nos vemos entonces más tarde —repuso Daniel con una sonrisa, pues las pruebas se las hacían por separado—, en la puerta del instituto.

—De acuerdo —Amy se despidió de ellos y entró al cubículo donde se encontró con Mayla.

La joven le sonrió cuando la vio y la ayudó a sentarse en una camilla que era algo alta.

—¿Cómo has estado? —le preguntó la chica.

—Muy bien, gracias —respondió Amy por ser cortés—. Supe que estuviste en un congreso muy importante. ¿Te resultó provechoso?

—Mucho —afirmó ella con una sonrisa—, se lo debo al jefe que pensó en mí. Estos días en Múnich fueron muy buenos.

Amy sintió un escalofrío, pero no dijo nada más. La joven investigadora le pidió que se quitara la prótesis y eso hizo. Luego Mayla le colocó un brazalete sobre el muñón para continuar guardando información sobre sus movimientos. Fue al ver sus manos, colocándole el aditamento, que Amy advirtió que la chica llevaba en la izquierda una manilla de metal como la que había hallado en casa de Eric. Su rostro se descompuso, y pensó si aquello podría ser casualidad.

—Perdona —la interrumpió—, ¿eres diabética?

—Sí, desde muy joven —afirmó la mujer, mientras hacía su trabajo—. A mi abuela la amputaron a causa de la diabetes, y desde entonces me percaté de que quería ayudar a las personas con su condición a que tengan una mejor calidad de vida. Por cierto, ¿cómo lo sabes?

—Por la manilla… —apuntó Amy, mirándola todavía.

—Ah, sí, es cierto. A veces olvido que la tengo puesta. Es muy útil. También tiene mi grupo sanguíneo. Casi enloquezco cuando la perdí en casa de mi pareja la semana pasada.

—¿En casa de tu pareja? —el rostro de Amy se desfiguró por completo. Mayla la miró, pero no sabía por qué se sorprendía.

—Sí, alguien la encontró por casualidad, pero ya la tengo conmigo —le explicó, sin más detalles—. Ya conmigo has terminado, iré a llamar a la doctora Ángela.

Amy asintió, pero sentía que se desmayaba. ¡No podía ser cierto! ¿Mayla tenía un romance con Eric? ¿Podía ser posible que se tratasen de dos manillas distintas que se perdieron casualmente en el mismo lapsus de tiempo? Aquello le parecía poco probable, pero no podía pensar con claridad y se resistía a pensar que Eric le estuviese haciendo lo mismo de nuevo.

Cuando terminó sus sesiones de ejercitación, Amy se encontró con sus compañeros a la salida del edificio, y se encaminaron al consabido café. Estaba repleto de estudiantes, pero lograron hacerse de una mesa en la terraza delantera. Amy apenas podía seguirle el hilo a la conversación, pero no quería hacerles un desaire, así que hizo su máximo esfuerzo por comer algo.

Al filo del mediodía, vieron pasar a Mayla, quien los saludó con una sonrisa. Llevaba varias bolsas de comida.

—Esta vez me correspondió comprar la comida del equipo —les comentó antes de despedirse—. Es lo que pasa cuando aún no te haces doctor —rio—. Buen provecho, nos vemos la próxima semana.

Juliette y Amy se despidieron, pero Daniel se quedó en silencio, pensativo, mirando a la joven alejarse hacia el edificio de investigaciones.

—¡Hermosa e inteligente! —suspiró—. ¡Lástima que tenga novio!

—¿Cómo lo sabes? —Amy saltó en su asiento, súbitamente nerviosa.

—Escuchamos una conversación entre ella y su tutor. Estaba preocupada porque conocerá esta noche a sus suegros —fue Juliette quien le respondió.

—¿Su tutor es Hofer? —preguntó Amy con un hilo de esperanza, pensando que tal vez se referían al segundo jefe del equipo.

—No, a Schweizer —le rectificó Daniel.

—¡No puede ser! —exclamó Amy, quien se había quedado pálida—. ¡No puede ser cierto!

—¿Qué pasa? —Juliette la miró con extrañeza.

—Nada, nada —disimuló—, es que puede ser complicado y hasta poco ético que tutor y aspirante tengan una relación íntima.

Daniel concordó con ella.

—Tal vez por eso lo disimulan tan bien, aunque hoy los descubrimos. Mayla estaba muy atormentada por ese encuentro con sus suegros y el doctor Eric la estaba confortando diciéndole que sus padres eran muy buenas personas y que no tenía nada que temer.

Amy tuvo que hacer un último esfuerzo casi sobrehumano, para poder sobrellevar el resto de la conversación. En cuanto pudo se retiró y comenzó a llamar a Eric, desesperada. Él tenía el teléfono apagado, por lo que sus intentos fueron en vano.

Frustrada, temerosa y muy alterada, llegó a casa de Eva, y permaneció horas encerrada en la habitación de invitados sin saber qué hacer. Todo apuntaba en su contra, pero algo dentro de su corazón le decía que todo era un gran malentendido y que ese hombre de los chocolates que decía amarla no podía estar jugando con ella de esa manera.

Intentó serenarse, confió en que al día siguiente aclararía las cosas con él, y se vistió para el teatro. Eva estaba en casa de Dirk y allí se alistó para la función y luego pasaron por su departamento para recogerla. Amy apenas habló durante el trayecto, pues el temor se había alojado en su cabeza, como trece años antes.

Llegaron al teatro, que era una construcción muy moderna de color gris. Amy llevaba un vestido negro que la hacía lucir muy hermosa, ya que era ajustado y le sentaba como un guante. Eva había optado por un traje de color rojo que resaltaba el color de sus ojos. En lo que Dirk se estacionaba, las jóvenes prefirieron entrar.

—Amiga, lo lamento, pero no pude comprar entradas para platea, ¡ya se habían agotado! Siento que tengas que subir estas escaleras —le dijo Eva apenada, cuando entraron al interior de la sala.

—No te preocupes —respondió Amy—, con cuidado puedo subirlas sin problema alguno.

—Pronto tendrás tu nueva pierna, esa que con tanto amor ha diseñado Eric para ti, y subirás las escaleras más rápido que yo —replicó Eva sonriendo, sin percatarse de que, al mencionar a Eric, el rostro de Amy se ensombreció más aún.

Las posiciones que tenían eran muy buenas, ya que eran en la primera fila del balcón, justo en el centro. Las butacas eran de terciopelo verde, y en el interior seguía siendo tan moderno y minimalista como se podía deducir por su fachada.

Dirk no demoró en unirse a ellas. Compró el programa de esa noche: uno variado de piezas del Ballet Bolshoi de Rusia que estaba de gira por Europa ese verano.

—Aquí tienen, señoritas —les dijo el arquitecto, dándoles el consabido panfleto.

Ambas le agradecieron. Amy iba a leerlo cuando se quedó petrificada al reconocer a un grupo de personas que caminaban por uno de los pasillos de platea.

—¡Santo Dios! —exclamó.

—¿Qué sucede? —Eva se giró hacia ella, alarmada.

Amy se quedó por unos instantes sin habla, observando cómo las cinco personas se sentaban en la platea: Wolfgang y Gretha; Eric, Mayla y Simone. En la distancia pudo observar cómo conversaban animadamente, y la imagen  de Eric y Mayla juntos la hizo sentir cada vez peor.

—Amy, me estás asustando, ¿qué sucede? —insistió Eva.

—Es Eric, con sus padres, hermana y… —titubeó—, y su novia.

—¡No puede ser!

Los ojos de Amy se llenaron de lágrimas, y con lentitud le explicó que ya lo suponía, pero que corroborarlo con sus propios ojos había sido muy duro para ella.

—Me ha engañado, como en el pasado.

Eva le dio un abrazo, pero intentó pensar con la cabeza más fría.

—Ve ahora mismo y habla con él.

—No, no puedo. Estoy muy alterada y no pienso hacer un escándalo. Lo mejor es que me marche.

—Nos iremos contigo entonces, ¿verdad Dirk? —Eva buscó apoyo en su novio.

—Yo hago lo que ustedes deseen, pero pienso que Amy debe hablar con él.

La aludida volvió a negar con la cabeza.

—Quédense ustedes, no quiero arruinarles la noche. Yo, en cambio, no soportaría quedarme aquí por más tiempo.

—Sería muy mala amiga si te dejara ir sola en el estado en que estás —le dijo Eva—. Nos iremos los tres y le encontraremos una explicación lógica a esto hasta que puedas hablar con él.

Amy les agradeció por su gentileza, pero para ella no podía haber otra explicación: Eric la había traicionado con su alumna aventajada. Mayla era maravillosa: hermosa, inteligente, tenían las mismas aspiraciones en el mundo científico, y no le faltaba ningún pedazo. Ella, en cambio, estaba cada día más rota, porque además de la pierna tenía mutilado el corazón.

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