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Capítulo 11 (Ryan)

Han pasado tres semanas, las tres mejores semanas de mi vida desde que inicié mi relación con el vampiro, todas ellas cargadas de pasión y ternura, casi hubiese podido jurar que los malos sucesos de los últimos meses no han sido más que horribles sueños, desastrosas pesadillas.

No me he sentido tan feliz desde antes de la muerte de mis padres. Era como si tuviese una nueva razón para vivir y la tengo, todo gracias a Tobías.

Su carácter, su libertad y sus hermosos ojos verdes me tienen totalmente rendido a su merced, incluso su sarcasmo y nuestras pequeñas discusiones lograban excitarme como nunca antes en mi vida. Al final terminábamos resolviendo casi todos los problemas de terquedad en la cama ¡Por Dios! Con solo sentir su olor lograba excitarme por completo. Me he convertido una bestia en celo constante, solo deseo colocarme entre sus piernas y poseerlo en todas las posiciones posibles; llenarle de marcas, besos y mordidas. Sin embargo, no todo se resume a lo sexual, también amaba esos pequeños momentos de soledad y risas que compartíamos acostados en algún sofá viendo la TV o cuando el oba a visitarme al taller.

Me da miedo pensar en este nivel de amor que estoy sintiendo, por una parte, es como todo fuese demasiado irreal aun, como si se tratara de un hermoso sueño y en cualquier instante la alarma me fuera a despertar. Pero seguro estoy de que ocurra lo que ocurra no voy a permitir que Tobías se vaya de mi lado; aunque todo no es tan sencillo.

Entre todo el caos andante y la mala relación entre ambos clanes acordamos que nuestras reuniones fuesen en secreto por el momento, solo lo sabemos nosotros dos y Michael quien fue el que nos ayudó a unirnos. Al comienzo Tobías no parecía estar muy de acuerdo con esta decisión, pero no dijo nada, aceptó mi petición. Creo que, en el fondo, ambos sabemos que aún tengo miedo de lo que piense el resto de la manada sobre su líder.

«Sigo siendo un idiota». Y quizás ese sea el verdadero motivo de mi temor en lo referente a que todo terminé mal, temo que Tobías se percate de lo infantil y egoísta que estoy siendo y que por ese motivo me abandone.

Michael no deja de mofarse de mi comportamiento inmaduro. Sin embargo, aún le debo las gracias de que, por obra suya, en estos momentos, soy más feliz que nunca, así que no me incomodo por sus burlas. Justamente ahora me encuentro con mi amigo en la cocina de mi cabaña tomando un par de cervezas.

— ¿Tú no aprendes la lección? —Me reprende—. Realmente eres tonto. —Ríe mi compañero como si no tuviese la menor duda de su propia afirmación—. ¿Hasta cuándo piensas ocultar lo tuyo con la rata voladora?

Ante mi mirada de regaño, con una nueva carcajada que no mostraba arrepentimiento alguno, rectifica:

—Perdón, con el vampiro.

—Sé que no soy justo con Tobías. —Exhalo un suspiro—, Pero solo será por un breve tiempo. Todos no son tan tolerantes como tú y por el momento en que estamos no puedo permitir divisiones entre la manada o con el resto de clanes.

«¡Dios! Hasta a mí me parece patética mi propia justificación».

—Primero que nada: nadie es tan suicida como para ir en contra de una orden tuya y segunda: eres el alfa, ¿Entiendes? El alfa, eso quiere decir que no le debes explicaciones a nadie sobre tu vida, ni siquiera los ancianos del consejo te pueden ordenar que abandones al vampiro, ¡Es tu vida joder! —Luce exaltado—. Además, sabes que cuando un lobo encuentra pareja esa persona pasa a formar parte de la familia y todos están obligados a respetarlo.

Mencionar al grupo de vejestorios del consejo me hizo sonreír al recordar a Nolan, de seguro se divertiría de lo lindo con toda esta situación entre Tobías y yo. La última vez que hablé con el anciano lobo parecía como si ya el sospechara algo.

Por otro lado, me es alucinante ver como el tipo lleno de tatuajes que le encanta burlarse de todo lo que se mueva, que no cree en el amor y que se encuentra sentado delante de mi es capaz de brindar semejantes consejos y lo peor es que tiene razón, pero no voy a confirmárselo y hacer que su vena narcisista salga a la luz.

—Cambiando de tema, tienes alguna nueva noticia sobre los asesinatos.

Michael, endureciendo el semblante, gesticuló negativamente con la cabeza.

—Nada, parecen sombras. Nadie sabe quiénes son los asesinos, cuando vendrán o a quienes atacarán y luego, como si fuera poco, se marchan sin dejar rastro alguno. —Bebió de su cerveza antes de proseguir—. Sabes amigo, tengo la sospecha de que todo lo que sabemos es porque esas criaturas así lo tienen planeado.

Lamentablemente, yo pensaba igual que Michael y mis opciones comienzan a terminarse. Necesitamos un milagro.

«¡No quiero seguir perdiendo camaradas!»

El silencio inunda la estancia. Tanto Michael como yo intentamos pensar en una solución para el mal que nos acecha cuando una voz a mis espaldas se hace notar

—Quizás yo pueda ayudarlos.

No necesito mirar para saber de quién se trata. El tono de su voz, su olor, toda la estancia cambia con su sola presencia, es como si de repente la todo a mi alrededor perdiera sentido, como si mis instintos hubiesen perdido su efecto y todo gira en torno a su persona...todo lo que importa es él. Incluso, casi olvido hasta el motivo de nuestra conversación.

— ¿Y qué sugieres? —pregunto volteando hacia Tobías con una sonrisa en mis labios. El tema es serio, sin embargo, no puedo evitar sentirme dichoso de verle.

Ya me era común tenerlo cerca, hasta le había regalado un juego de llaves de la cabaña pensando en la posibilidad de que se mudara conmigo, solo que aún no me animo a pedírselo, en cambio, la sugerí que me visitara y se quedase a menudo, siempre que quisiera, por ejemplo: Todos los días.

«¡Dios! ¡Qué cobarde soy!».

— ¿Has descubierto algo nuevo? —interroga Michael en mi lugar.

Por lo visto me quedé como un tonto mirando a mi chico.

—Hace un tiempo uno de mis chicos, siguiendo mis órdenes, revisó en solitario las escenas en las que fueron encontrados los cadáveres—comenta el vampiro sentándose junto a nosotros—, Sé que debimos contároslo, pero con todas las sospechas puestas sobre el clan vampiro deseaba asegurarme de poder confiar completamente en ustedes.

— ¿Por qué no me lo dijiste a mí? —Le observo fijamente—. Sé que la manada sospechaba de ustedes, sin embargo, yo siempre he confiado en ti.

Entiendo la posición de Tobías, el resto de los chicos hasta podrían pensar que los vampiros alteraron la escena si se llega a descubrir que uno de ellos estuvo ahí en solitario, pero, aun así, me duele el no haberme enterado antes.

—Aunque confiases en mí, el resto de mi gente sigue bajo sospecha. —Su gesto se endureció repentinamente—, Incluso yo no estoy seguro de que todos sean inocentes.

Solo asiento, tengo que darle la razón en ese aspecto. Más de una vez he pensado que algún vampiro fuese el causante de todo esto, Tobías no obviamente, pero no metería mis manos al fuego por el resto.

— ¿Y por qué nos lo cuentas ahora? —Quiso saber mi amigo.

—Sigo sin confiar en todos los lobos —aclara—, Pero sé que ustedes son de fiar. En Ryan siempre he creído, al igual que él en mí. También noto que él confía en ti más que en el resto y, por tanto, yo igual lo hago, aunque te considero medio loco.

Me inunda un orgullo que jamás seré capaz de expresar con simples palabras. Es emocionante ver como se refiere a nuestra conexión de esa manera.

Miro a Michael y parece complacido por la respuesta de Tobías, a pesar de que sigue parpadeando asombrado porque le acaban de llamar loco, sonrío divertido. Ya aclaradas las diferencias, llega la hora de analizar este misterio. Tomo a Tobías por una mano para reafirmar nuestra confianza y le pregunto:

— ¿Qué fue lo que descubriste?

Resulta ser que los grupos de rastreo no nos habían propiciado toda la información sobre los asesinatos, o bien la desconocían. Por lo que me contaba Tobías no solo los vampiros parecían culpables, sino que ahora la lista de sospechosos iba en aumento.

Como era sabido los cuerpos encontrados se hallaban totalmente drenados de sangre y, como me informaron hace cierto tiempo, los vampiros también fueron atacados. Sin embargo, lo que desconocíamos es que las escenas presentaban mezcla de los aromas de las tres razas que habitaban el pueblo. Esto no me resultó sospechoso hasta que Tobías agregó un dato inesperado sobre el hecho: los olores se entremezclaban sin poder identificar uno en específico, como si fuesen un solo ser.

Lo raro de esta declaración es que todos los que conocen nuestras especies saben que por mucho que nos relacionemos, nuestros aromas particulares nos definían entre el resto, incluso dentro de nuestras propias manadas teníamos un olor único. Era la primera vez que escuchaba que no resultaba ser así.

Las nuevas preguntas no dejaban de rondar por mi cabeza: ¿Cuál sería la causa de los distintos aromas? ¿Quiénes serían los más interesados en culpar solamente a los vampiros? ¿Por qué esta información no salió a la luz antes?

Estuvimos alrededor de dos horas discutiendo posibles explicaciones para cada una de esas interrogantes. El hecho de que mis patrullas no me hubiesen contado antes este dato continuaba preocupándome, no quería llegar al punto de tener que desconfiar de mis propios camaradas.

—Deberíamos hablar con los miembros del concejo en busca de su opinión—sugirió Michael.

—Pediré a Nolan que se reúna con nosotros mañana en la mañana para darle parte de las nuevas noticias, el considerará si es seguro avisar al resto del consejo.

Sin lugar a dudas, era el único de todos esos viejos en el que podía confiar con los ojos cerrados.

—Hay una posibilidad que creo que a los tres nos ha cursado por la cabeza y ninguno ha querido mencionar.

Michael y yo nos tensamos, suponía de lo que hablaba Tobías, pero no soportábamos la idea de que fuese así. Ante nuestro eminente silencio prosiguió:

—Creo que debemos comenzar a considerar que algunos de nuestros chicos nos traicionasen y se aliasen entre sí. La pregunta es ¿por qué?

Es exactamente esa teoría por la que no quería desconfiar de mis chicos. Admitir que alguno de ellos en verdad nos traicionó sería también admitir que fueron lo suficientemente desalmados como para atacar a sus compañeros y amigos de años. No quiero que en mi manada ocurriese eso.

Suena a locura esa teoría y es exactamente por ello nunca se nos ocurrió considerarlo, pero al unir todas las piezas comienza a tener sentido todo. Otra ola de nuevas preguntas surge: ¿Quiénes eran? ¿Qué buscaban? ¿Cómo se atrevieron a matar a sus propios hermanos y hermanas? Teníamos que encontrarlos y atraparlos con urgencia.

—Estén atentos—ordené con mi instinto alfa—. Ya no podemos confiar ni en nuestras sombras.

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