Capítulo 8
Christian
La mañana había llegado y yo continuaba sentado frente a las brasas ardiente de la chimenea. Las llamas parecían danzar de una forma casi magistral y cálida; no puedo evitar pensar lo hermosa que es la visión del fuego, aunque sea capaz de causar tanto daño. Generalmente, las cosas más bellas logran matar; ocurre incluso dentro de la propia naturaleza. Es irónico, porque toda la vida me han descrito así: pequeño y hermoso, adorable, pero capaz de destruir la tierra.
Excepto anoche...
Anoche Maddox me llamó hermoso, pero también salvaje. Como si la imagen que poseí por milenios para ser similar a Declan hubiese sido la errónea todo este tiempo. Lo peor fue ver la sinceridad en sus oscuras pupilas. La verdad en el suave tacto de sus dedos en mi mejilla. Hubo un tiempo en el que alguien más me mirada así; solo que con miles de esperanzas y deseos en sus ojos. Sin embargo, Maddox no parecía buscar algo o provocarlo, solo me observaba, en ese minuto, en esa fracción de segundo. Solo era yo.
Y eso me molesta tanto...
Tengo que salir de aquí, tengo que escapar. He pensado toda la noche en ello; no puedo permitir que me continúe observando como si con una sola mirada pudiese notar todos los demonios que habitan en mi alma. El mayor problema es que, con las barreras que rodean el castillo para que no escape y mis poderes debilitados, no hay mucho que yo pueda hacer por mi propia cuenta. A no ser que alguien me saque, me libere de esta mierda.
Se supone que enviaron a Maddox a mí porque no puedo provocarlo, no puedo chantajearlo ni comprarlo. No obstante, sigue siendo un humano; los humanos están llenos de deseos y sueños, de pecados que no dicen, de emociones y puntos débiles. Por lo que algo debe de haber que él anhele.
No puedo pensar en Declan diciendo cuan celoso está de él; en todos llamándole mentiroso por decirse heterosexual. Quizás, ahí exista una solución. Anoche parecía vulnerable; si logro continuar que siga así podría seducirlo. Los humanos son seres tan primitivos que no ha de ser difícil, algunas sonrisas y halagos; muestras evidentes de interés y puedo hacer que el propio humano me saque de aquí.
Eso es un buen plan.
Así que, en cuanto siento a lo lejos el sonido de pasos moviéndose de un lado a otro, sé que Maddox ha despertado para dirigirse a la sala que ha tomado como gimnasio particular. Eso debe de ser un buen comienzo; aunque la otra vez me echó a patadas de ahí.
Camino intentando aparentar normalidad, ser sereno. Con la sonrisa socarrona colada en mis labios, los muros alzados para que Maddox no logre penetrar en ellos como suele hacerlo con tanta facilidad.
«Yo manipulo, yo destruyo; soy la sombra que todos temen. No soy luz, no poseo vida, no poseo emociones. Soy el villano». Repito el mantra que me he dicho a mí mismo por tantos milenios, tomando aire con suavidad antes de abrir las puertas y entrar al salón en el que se haya Maddox.
Anoche, sus ojos lucían dolorosos, vulnerable como si estuvieran en carne viva. Su respiración era agitada y su energía inquieta, este hombre sufría. Sin embargo, cuando le observo al entrar, al igual que yo, parece haber colocado una fachada en su rostro. Maddox se hallaba realizando abdominales, la ropa llena de sudor pegada a su cuerpo, trazando curvas en cada uno de sus músculos y resaltando la oscura tinta de sus tatuajes. Su mirada se mantiene fija en el ordenador que siempre tiene encendido mientras realiza ejercicios con las imágenes de las mismas personas de siempre. Luce concentrado y eso me da chance a ver un poco su rostro; donde antes la venda cubría casi la mitad de su cara, ahora una cicatriz cursaba sobre su ojo, otorgándole más rudeza a su apariencia. Por lo visto, su ojo aun conserva algo de visión; pero, por la cantidad de veces que parpadea sin darse cuenta y lo restriega no parece estar del todo sanado.
—¿Querías algo o solo vienes a mirar? —Escucho su gruesa voz rompiendo el silencio de la estancia. Tan solo sonrío y camino hasta llegar a la mesa. Impulsándome con mis brazos tomo asiento en esta, justo al lado del ordenador para captar algo de su atención.
—¿Y quién dice que no vengo solo a echar un ojo? Este es un sitio muy aburrido, al menos puedo refrescar la vista.
Maddox detiene su rutina de entrenamiento para observarme con un aire curioso.
—Si quieres refrescar tírate un cubo de agua encima. —responde con indiferencia luego de darme una mirada desinteresada de pies a cabeza. No voy a decir que no me siento ofendido, soy muy consciente de mi figura y de lo lindo que soy; soy un puto Dios, pero este hombre solo me mira como si fuera una mosca sin interés.
Puedo sentir un tic nervioso en mi ojo. Intento respirar, me dice a mí mismo que Maddox no me molestaría.
—¿Sabes? —digo con descaro recostándome más a la mesa hasta quedar semi acostado—. Para ser un hombre tan frío y soso has logrado que Declan tenga muchos celos de ti.
Mi comentario solo le hace reír y se pone en pie para buscar unas pesas. Puede que le haya dicho soso, pero vaya espectáculo visual el que me está dando con sus shorts bien ajustados.
—Puede que, sin querer, le haya hecho creer que tuve una relación con Samson. —Me guiña el ojo de la cicatriz con malicia y eso me llena de preguntas.
—Pensé que eras heterosexual.
—Lo soy, pero eso no significa que no me divierta molestando a Declan; esos dos parecen unos putos osos cariñosos, es lindo ver a Declan alterado.
—¿Te parece lindo Declan? —E irónicamente, la pregunta despierta verdadera curiosidad en mí.
—Es lindo; sin embargo, aunque me gustaran los hombres no estaría con él; demasiado adorable, como un algodón de azúcar. No es lo mío.
—¿Y Samson? —La pregunta sale antes de que pueda detenerla.
Maddox no responde, tan solo se mantiene observándome por varios segundos. La curiosidad brillando en sus pupilas color ébano. Suelta las pesas en el suelo y, como un depredador peligroso asechando a su presa, camina despacio hacia mí. Es un humano, herido, débil; no obstante, el aura de poder y peligro que transmite, logra hacer que se erice cada bello de mi cuerpo y un estremecimiento recorra toda mi columna vertebral.
Maddox se detiene justo enfrente de mí y coloca sus manos sobre la mesa a cada lado de mi cuerpo, aprisionándome contra él y la madera. Su rostro con una sonrisa que promete miles de cosas malas tan cerca que soy capaz de oler su aroma, viril y masculino.
—Cuéntame puerco espín, ¿por qué te importa eso?
El susurro es tan bajo y lleno de peligro que no puedo evitar que mi garganta se reseque; ¡mierda! No debía de ser así.
—Solo quiero saber, si te gustaran los hombres ¿cuál sería tu tipo?
La comisura de sus labios se curva aun más, su respiración rozando mi rostro.
—¿Interesado puerco espín?
¡Joder! Tengo que recuperar el control de esto. Es un medio para un fin, solo una artimaña, un juego. Fingiendo la mejor sonrisa coqueta que soy capaz de simular, rodeo su cuello con mis manos para acercarlo a tal punto que nuestros labios casi se rozan.
—Quizás, podríamos divertirnos ambos. Estaremos aquí mucho tiempo y este sitio es aburrido, podrías complacerme y yo te dejaría.
Rozo sus labios con los míos, pero, cuando quiero volver a intentarlo, una de las manos de Maddox se encuentra agarrando mis mejillas con tal fuerza que me impide cualquier movimiento. Se retira a una distancia que puedo ver mejor su rostro y la sonrisa de autosuficiencia que muestra y que pone mi sangre a hervir.
—Si estás caliente, date un baño de agua fría y utiliza tus manos, para algo tienes dos. —Me suelta alejándose y se retira como si no le hubiese afectado nada—. Y no me molestes, no eres tan caliente como crees que eres.
—¡Cabrón! —chillo molesto bajándome de la mesa, queriendo salir de ahí, pero recuerdo algo—. No me dijiste si te tirarías a Samson o no —Y encuentro que esa respuesta comienza a molestarme, pero Maddox solo se encoje de hombros.
—Samson es como mi hermanito, si fuera gay, buscaría a Reyes; es jodidamente caliente y problemático.
Mis labios se abren de par en par guiado por la ofensa.
—¿Estás diciendo que un maldito híbrido es más caliente que yo?
—Sí, pero no te asombre; solo no tienes lo suficiente para encantarme.
Me guiña el ojo y voltea a ignorarme. Siento la furia florecer de todo mi cuerpo.
—¡Vas a rogarme que esté contigo pedazo de mierda!
Salgo dando un portazo, el enojo solo aumentando al sentir su carcajada a mis espaldas. No importa lo que suceda; Maddox va a desear ser mío.
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