Capítulo 4
Christian
Luego de nuestra conversación de hace algunas noches, había intentado evitar al hombre a toda costa. Su presencia me desconcertaba y molestaba a límites imaginables. Nunca he sido dado a poseer compañía; sin embargo, tener a Maddox cerca creaba en mí una irritación que no había sentido antes en mi vida y, lo peor de todo, es que él parecía disfrutar de ello.
Sus miradas arrogantes cada vez que sus ojos se hallan con los míos. Incluso, cuando no me observa fijamente o se encuentra realizando otra labor, puedo sentir sus instintos fijos en mi persona. Si quiero ir a la cocina, a la sala, la biblioteca ¡Lo que sea! Él siempre está allí. Recordándome de forma silenciosa sus amenazas sobre colocarme una correa.
«(...) no me importa que seas el Dios de la anti vida porque, para que te quede claro, yo soy la muerte. Soy un asesino y si esto. —Señaló la venda en su ojo—. No logró matarme o asustarme, no lo harás tu ¿queda claro?». Esas habían sido sus exactas palabras. Su mirada de color oscuro atravesándome, como si pudiese ver a través de mí. Por unos instantes me sentí desubicado, ofendido, reacio a la idea de que un estúpido humano me hablase de esa forma. Por otra parte, el alivio que sentí, de cierta manera, me desconcierta incluso a mí mismo. Quizás fuese la carencia de imágenes preconcebidas sobre mi persona, quizás...
«—Debes de estar cansado que te comparen con Declan, esas mejillas y ojos. Pero no se parecen en nada». Sí, creo que fue eso lo que me dejó fuera de base. Toda una vida, adaptado a la comparación; como si hubiera sido creado a su imagen y semejanza y ahora...
Ahora llegaba un hombre que, a pesar de su imprudencia y carácter de mierda, me observaba como si me mirasen realmente por primera vez en la vida. Y, la verdad, no sé qué hacer con eso.
El único lugar que Maddox no ha pisado es mi recamara; no obstante, ni siquiera yo soporto estar ahí. Era él único sitio de todo este maldito castillo que, en verdad, se sentía como un encierro. Miro las sábanas intactas de mi cama, no he dormido ahí ni una sola vez. Incluso yo debo descansar de vez en cuando; sobre todo ahora con mis poderes menguados. Aun así, prefiero dormir en una maldita silla antes que aquí. Antes dormía en el sofá de la sala, pero con Maddox acostándose a altas horas de la noche es algo que tampoco me apetece.
Miro las paredes de piedra que me rodean a la par que termino de atar mi larga trenza negra. Necesito salir de este sitio antes de volverme loco. Un último vistazo a mi reflejo en el espejo de mi habitación y solo me detengo unos segundos para contemplar la imagen que ven mis ojos. Mi cabello ha crecido, ni siquiera sé porque lo continúo manteniendo de esta manera. Todo no fue más que un intento de...
Trago en seco, no voy a permitirme a mí mismo caer en esa dirección. En lugar de eso miro mis ropas. Los pantalones negros con pequeñas zonas ripeadas en las piernas se ajustan bien a mi muslo. La camisa blanca que me cubre resalta los tatuajes en mis brazos, no me gustan especialmente los colores claros; pero, dentro de estas paredes, tanta oscuridad me está matando incluso a mí.
Cuando me siento mentalmente preparado para afrontar el nuevo día, salgo de la habitación directo a la cocina para beber una taza de café. El caliente líquido es relajante, solo el aroma ya es capaz de calmar mis tensos brazos. Considero ir a tomarlo cerca de la ventana que da a la cascada y a la oculta vista del valle. No obstante, el sonido de una respiración entrecortada acompañado por murmullos de conversación llama mi atención.
Avanzo con paso vacilante hacia una de las habitaciones cercana a la cocina, no recuerdo que tuviéramos hoy visita; sin embargo, solo soy capaz de escuchar la voz de Maddox. La puerta se encuentra entre abierta, por lo que no dudo en empujar para entrar. La visión de Maddox en shorts cortos y camisa desmangada me recibe por sorpresa. El hombre es una enorme pared de músculos. La piel olivácea de uno de sus brazos y espalda está cubierta por completo de tinta oscura que conforman diversos tatuajes. Uno en específico llama mi atención, está en la zona superior de su brazo. Se trata de medio cráneo difuminado en humo, la otra mitad es un reloj bordeado por las palabras en latín: Vive Menor Leti, vive recordando la muerte.
Desvío la mirada y sigo contemplando, Maddox está sentado en algunas sillas haciendo variadas repeticiones de mancuernas. El sudor se expande por todo su cuerpo, provocando que la desmangada camisa se pegue a él como una segunda piel. No comprendo con quien habla hasta que veo los manos libres sobre su oreja, su mirada se halla dirigida a un ordenador en una mesa cercana, con fotos de diversas personas cubriendo la pantalla.
—No me importa lo difícil que sea, necesito ese rastreo —le dice con voz molesta a la persona del otro lado de la línea. Tiene el ceño fruncido y no parece contento con lo que le están diciendo.
Termino de abrir la puerta para entrar y el sonido debe de llamarle la atención dado detiene su rutina de entrenamiento y se gira en mi dirección. Puedo sentir el bajo murmullo de la persona hablando en su oído; pero tanto su atención como la mía, se encuentran ahora en nuestras miradas. Evaluándonos y examinándonos. Cuando solo alza la curvatura de sus labios en una sonrisa de burla, un ligero deseo de arrojarle la taza de café por la cabeza me corroe. Pero si no he perdido mi compostura en milenios, no lo haré ahora por un tonto humano. Así que solo avanzo tranquilo a la habitación.
Maddox no aparta ni un solo segundo la mirada de mi figura; su sonrisa se vuelve más amable y, por sus siguientes palabras, imagino que va dedicada a la persona del teléfono.
—¿Sabes que no tienes que venir? No eres mi madre —Más palabras que no escucho y la risa divertida de Maddox, es irónico que un hombre tan capullo pueda presentar una personalidad tan divertida—. Entonces nos vemos mañana, no te preocupes, estaré bien. —Algo más—. Le diré a tu novio que me estás coqueteando si sigues con esto y ambos sabemos lo celoso que se pone, así que no jodas más.
Una última sonrisa y luego cuelga. Como acto de magia, su rostro vuelve a presentar una máscara de sarcasmo e indiferencia a mi persona.
—¿Quién viene mañana? —interrogo intentando que mi tono no suene demasiado interesado.
Me dirijo a la mesa donde está el ordenador y observo las fotos que muestra. Hay tres hombres y dos mujeres con variadas descripciones junto a sus imágenes. Sus edades, nombres, trabajos y características personales. Son todos humanos, sicarios y guardaespaldas. Maddox detiene sus ejercicios y acercándose a mi lado, baja la tapa del ordenador.
—Vendrá Samson con un médico a revisarme el ojo. —No puedo evitar tensarme.
—¿Solo ellos?
—¿Quieres que venga alguien más? —Para mi sorpresa, no hay burla en su tono, pero si verdadera curiosidad. Mis manos se tensan alrededor de la taza y desvío el tema de conversación.
—Se supone que no debes ejercitarte con el ojo así.
—Cuidado puerco espín, sigue así y voy a pensar que estas preocupado por mí.
Dejo la taza con un ruido sordo sobre la mesa. Mi sonrisa irónica sobre mis labios. Esto era un desafío silencioso, una batalla, un duelo.
—¿Qué te hace pensar que estás a mi nivel?
—¿Qué te hace pensar que estás tú al mío? —responde con total calma y el tic nervioso vuelve a aparecer en mi ojo.
—Solo un idiota como Samson se fijaría en ti, eres un troglodita.
Bufa.
—Mira puerco espín, dejemos algo claro, Samson es mi mejor amigo; no me interesa. ¿Puedes decir tú lo mismo?
Por primera vez, verdaderamente siento total indiferencia con sus palabras.
—Puedo, Samson no es mi estilo de hombre; mis intereses en él eran más profesionales.
—¿O sea que llamas profesional a llevártelo solo para darle celos a tu ex?
—Eres un imbécil.
La ira sube por todo mi cuerpo. Otra vez siento los truenos a la distancia, la naturaleza respondiendo a mi enojo. Un enojo con un único desencadenante, un desencadenante que este hombre no para de utilizar para humillarme.
—Lo soy, pero no voy por ahí mirando hombres ajenos, ni siquiera si me interesaran los hombres lo haría.
—De todos modos, dudo que haya hombre en la tierra que te soporte. Te juro que cuando salga de aquí voy a matarte.
Maddox sonrió volviendo a sentarse en las sillas para tomar las mancuernas.
—Vuelve a repetirme eso cuando no me preguntes por el bienestar de mi ojo y quizás me lo crea.
Bufo molesto, mirándole fijamente mientras sé que el solo continúa divirtiéndose con toda la situación. Lo odio, odio que me haga perder la compostura tan rápido, que tumbe los muros y me haga explotar.
—Si tan amigo eres de ellos deberían ofrecerte ser híbrido o curarte con más de su sangre para que no tengas problemas con tu visión ni quede cicatriz.
Escupo las palabras con roña, pero, para mi sorpresa, es la primera vez que le noto verdaderamente serio.
—Lo ofrecieron —dice con calma y parpadeo sorprendido—. Reyes quería convertirme y Samson quería darme su sangre.
—Pero, entonces...
—Me negué.
No entiendo, para alguien como él eso le otorgaría un poder inmenso, ¿porqué negarse? Además...
—¿Y qué ocurre si te queda una cicatriz? —Ya podía ver algunas comisuras blancas que destacaban debajo del parche y del vendaje—. ¿Qué pasa si no puedes ver?
—Recordaré que, aunque crea en mis habilidades, no soy invencible y que estoy vivo.
El labio me tembló, mis ojos abiertos de inigualable sorpresa. Este humano...
Maddox se puso en pie y caminó en mi dirección. AL llegar a mi lado me sostuvo el mentón como la primera noche que estuvo en el palacio.
—Ahora no seas más chismosos de temas que no te tocan, o de verdad pondré esa correa mañana en tu cuello. Si quieres chillar y dar una pataleta, lo haces mañana con Samson; esos tipos de juegos no son los que llaman mi atención.
Me dio un ligero toque en la nariz y salí casi corriendo de la habitación. Este hombre era enigmático y odio su facilidad de seguirme humillando.
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