Capítulo 4
Samson
Observo el amplio paisaje neoyorquino a través del enorme conjunto de cristales que forman la ventana de mi apartamento. Siento como mi visión se va perdiendo éntrelos grandes edificios y rascacielos que componen a la ciudad; a lo lejos, incluso, puedo divisar el azul del mar que casi alcanza tonos grises debido a los opacos cielos y las bajar temperaturas y, frente a las templadas aguas, se alza la estatua de la libertad como un estandarte de identidad. En la dirección opuesta, resaltan los hermosos tonos rojizos de los árboles de Central Park; algunas de sus hojas varían sus colores y, en ocasiones, la nieve cubre alguna que otra rama como clara señal del transcurso del otoño al invierno. Quizás ese pequeño claro de naturaleza sea el único punto de similitud con respecto al pequeño pueblo de sobrenaturales del que me acabo de marchar o a los enormes campos de Escocia en los que Castiel y Declan decidieron morar durante mucho tiempo.
Tan similares estas tonalidades, pero a la vez tan diferentes.
Me alejo de la ventana de cristales cuando comienzo a percatarme de que mis pensamientos dejaron de seguir el mismo rumbo de mi visión desde hace algunos minutos. Me había perdido dentro de mi propia mente sin darme cuenta de que los minutos habían pasado y, si soy sincero, ese es el último lugar en el que deseo estar ahora mismo. Incluso en una ciudad como Nueva York, tan rodeado de personas, es fácil sentirse solo uno mismo.
Vuelvo a sentarme en el sofá donde paso mis dedos por el desgastado libro de magia y runas antiguas que estaba leyendo y, al mismo tiempo, llevo un vaso con brandy hacia mis labios. El alcohol quema mi garganta, pero la sensación se agradece; al menos me ayuda a concentrarme en algo que me impida soñar despierto.
De forma inconsciente mi mente vuelve a vagar hacia Declan y a mi ingenuo deseo. Una risa histérica se apodera de mis labios al darme cuenta de que, a pesar de los años de decepción volví a esperarlo. Antes de montar en el avión le esperé durante horas en el aeropuerto, con la esperanza de que apareciese esta vez, ¿qué tan patético pudo ser eso?; sin embargo, ya todo terminó. Me cansé. Es irónico que un ser con una cara tan adorable sea capaz de hacer tanto daño. ¿Cómo es posible que aun conociendo los resultados continúe arriesgándome a los mismos errores una y otra vez? ¿Cómo a pesar de saber cuánto daño va a causarme le sigo anhelando tanto?
Nunca pensé que el deseo y el odio podían ir tan unidos de la mano, jamás imaginé que iba a aborrecer tanto a alguien que al mismo tiempo deseo en mi cama. La risa vacía y sin emociones vuelve a escapar de mis labios. Tan ridículo. Lo odio por hacerme quererlo y me odio a mí por no saber alejarme; siempre es así, simplemente no puedo estar lejos, pero terminé con esto. Estoy cansado.
Es difícil resistirse a la provocación en sus palabras, el anhelo en sus ojos, su tacto buscando la cercanía. Es por ello que decidí alejarme y no volver. Me centraré en lo que soy bueno; si anhelaban un sobrenatural para el consejo eso haré. No más Declan, aunque eso me desgarre. Ya basta de puñaladas invisibles, de su posesión extrema y terror constante a que mire a alguien más; basta de falsas ideas y necesidades vacías. Basta de anhelas un futuro imposible, porque la eternidad es un tiempo demasiado largo para sufrir por alguien que no te necesita.
Mi móvil suena unos instantes y logro reconocer el timbre que indica los mensajes. Estiro la mano para agarrarlo y mis labios se curvan en una sonrisa cuando veo el nombre de Maddox en la pantalla; no obstante, estoy seguro que mi rostro luce más como si tuviera una mueca y no una risa.
Maddox: ¿Cómo estás gatito?, ¿has vuelto a casa?, ¿necesitas hablar o quieres que nos veamos?
Maddox era, quizás, la única persona a la que en verdad me atrevo a llamar amigo. Es el único ser sobre la faz de la tierra que, además de Declan, me ha visto derramar lágrimas. Aunque no es para menos, me ha escuchado hablar borracho casi desde que nos conocimos. Fue hace algunos años, luego de mi primer encuentro verdaderamente cercano con Declan, estaba en un bar y Maddox hacía un trabajo por la zona, antes de poder evitarlo terminamos conversando yo contándole mi vida y él sorprendiéndome con la suya pues, para mi asombro, Maddox era humano y yo acababa de contarle sobre el mundo sobrenatural. Por si fuera poco, el hombre no era cualquier humano, era asesino a sueldo.
¿Acaso no son divertidas las casualidades de la vida? Cuando pasó la borrachera, al menos había ganado a un buen amigo.
Vuelvo a leer el mensaje, el asesino es uno de los pocos al que dejo llamarme gatito y continuar vivo. Pienso en su propuesta unos segundos, pero la verdad es que me apetece estar solo.
Samson: Estoy bien, estoy en casa. Luego te llamo y hablamos.
Intento continuar leyendo; no obstante, en estos momentos hasta las palabras más sencillas lucen como acertijos de vida o muerte. Cierro el libro de un tirón cuando me convenzo de que leer será imposible en mis condiciones actuales. Escucho mi móvil sonar por segunda vez y suspiro agotado. Vuelvo a estirar mi mano para agarrar el teléfono celular pensando que es Maddox quien continúa llamando. Sin embargo, observo sorprendido la pantalla cuando noto que es el número de Castiel el que sale en el registro de llamadas. Dudo un momento, no es que odie al dragón; pero ahora mismo no me sienta bien responderle a la persona por la que fui dejada de lado en parte. Tan solo lo dejo sonar hasta el cansancio y espero a que la llamada se caiga. Pero cuando luego de unos segundos comienza a sonar de nuevo me resigno a contestar, con el tema híbrido molestando no puedo dar a nadie de lado.
—¿Qué sucede? ¿Me echas de menos tan pronto?
—¡¿Declan está contigo?!
La desesperación en sus palabras hace que una rara incertidumbre se apodere de mi cuerpo y me siento de forma más recta y tensa en el sofá.
—¿A qué viene esa pregunta?
—Solo responde...
—¡No! Declan no está conmigo —escucho como la desesperación va apoderándose de mis palabras e incluso olvido lucir poco preocupado—. ¿Ahora quieres decirme a qué viene esa maldita pregunta?
—Declan desapareció Samson—Puedo escuchar el temor en su voz y algo me dice que la historia no termina ahí—. Estaba muy mal anoche, bebiendo sin parar y Robert y Reyes fueron a buscarlo; sin embargo, de la nada se arrojó al suelo por un dolor muy fuerte y cuando le dejaron en una habitación del hospital que retornaron a buscarlo Declan ya no estaba, había desaparecido.
Siento mis manos sostener con más fuerza el teléfono y me obligo a mí mismo a suavizar el agarre para no destrozar el fino objeto.
—Quizás retornó a Escocia, no tiene sentido que viniese aquí. —intento ser razonable—. Quizás solo está resolviendo algo, no es tan descabellado que desaparezca. —Sin embargo, eso luce poco creíble incluso a mis oídos.
—Estaba pálido Samson, sufriendo, ¿Cuándo fue la última vez que viste a un Dios así? —Mantengo silencio, ambos sabemos la respuesta, los dioses no sienten sensaciones como el dolor humano—. Si lo ves llámame, seguiré buscando.
—Él no va a venir. —¿Por qué lo haría?
Puedo sentir como Castiel ríe al otro lado de la línea a pesar de la tensión de su voz.
—Él siempre te busca a ti Samson, siempre eres tú.
La llamada se cae, pero aún me mantengo sosteniendo el teléfono junto a mi oído. ¿Qué quiso decir Castiel? Me pongo en pie dejando el móvil en una esquina. Necesito un baño para pensar con claridad e intentar relajarme.
«¿Qué diablos está sucediendo Declan?».
Me dirijo hacia mi cuarto de baño y comienzo a quitarme la camisa y los pantalones. Sentir el agua de la ducha sobre mi cuerpo es relajante y adictivo. Mientras las tibias gotas caen sobre mi rostro considero lo ridículo de la situación. ¿Por qué ahora que por fin he decidido alejarme Declan parece ser nuevamente el futuro centro de mi atención? Es como si el destino se burlara de mí.
Y lo que dijo Castiel...
Simplemente preocupante, ¿por qué Declan luciría enfermo? Los dioses no poseen padecimientos humanos y Declan estaba bien ayer en la mañana cuando le vi. Por otro lado, Castiel no tiene motivos para mentirme, nunca lo ha hecho y no creo que inicie en algo como esto. ¡Joder! Siento como si mi cabeza fuese a explotar con todas las ideas intentando coexistir en paz con mis neuronas medio nubladas por el alcohol.
Un ruido llega desde la sala y mi cuerpo se tensa. Son como pasos en la estancia, suaves y lentos. Poco a poco cierro el grifo y envuelvo una toalla alrededor de mi cintura. Busco el arma que siempre guardo en el estante del cuarto de baño y me aseguro que esté cargada; no obstante, la pistola es solo una apariencia. Si en verdad el intruso representa una amenaza para mí, el arma será la menor de sus preocupaciones. De todos modos, solo con el hecho de que haya alguien dentro de mi hogar es un importante elemento a tener en cuenta.
No debería de haber nadie en mi casa sin mi permiso, no con el hechizo que tengo activado para mantener lejos a los sobrenaturales. Salgo del baño caminando con suavidad y silencio, intentando no ser detectado. Puedo sentir una fuerte energía, pero que parece aumentar y disminuir por segundos, como si no fuera capaz de mantenerse en modo constante. Llego a la sala y apunto con el arma directamente a una cabeza llena de risos rubios y unos enormes ojos azules.
Declan parece sorprendido al verme con el arma y yo no logro encontrar una reacción que explique cómo me siento. No sé qué me tiene más inquieto, el hecho de que Declan esté en mi casa sin aviso ninguno luego de la separación que tuvimos o su apariencia. El Dios luce demacrado, con ojeras oscuras manchando su agraciado rostro.
—¡¿Qué carajos haces aquí!?
Declan parece agitado, como si acabara de correr una maratón; sus hombros lucen caídos y su rostro se halla un poco pálido.
—Hola a ti también, antes de hablar ¿podrías bajar el arma y desactivar la barrera? ¿Sabes lo difícil que es atravesar esa cosa, incluso para un Dios?
Bajo el arma y chasqueo mis dedos provocando que la barrera se desactive. Instantáneamente puedo notar mejoría y alivio en el rostro de Declan, No obstante, su piel continúa presentando un fuerte tono grisáceo. No puedo evitar volver a pensar en las palabras que me dijo Castiel hace algunos minutos a través del teléfono y, poco a poco, noto como la inquietud llena mi cuerpo de forma involuntaria.
—¿Cómo pasaste la barrera? —interrogo molesto, sin embargo, no termino de tener claro el verdadero motivo de mi enojo.
Los ojos de Declan viajan a los míos y siento como mi garganta se seca cuando su mirada comienza a descender por todo mi cuerpo, haciéndome muy consciente de que a penas llevo puesta una fina toalla en la cintura. Mi pulso se dispara y mi sangre se caliente cuando la punta de la rosada lengua de Declan lame sus labios y se acerca un paso a mí. Me obligo a mí mismo a respirar con calma, esto tiene que ser una maldita broma, una pesadilla; no puede estar ocurriendo.
—Tu hechizo solo prohíbe la entrada a cambiaformas, vampiros o demonios; los dioses somos otro estilo de sobrenaturales; no obstante, si nos debilita y nos quita energías.
—¿Qué diablos haces aquí Declan? —Mi enojo aumenta y retrocedo un paso cuando veo que el pequeño rubio avanza en mi dirección—. Tú hijo y todos en el pueblo te están buscando preocupados porque se supone que estás muy enfermo; los dioses no enferman Declan, así que dime que pasa.
—Necesito tu ayuda...
Niego con la cabeza al ver la necesidad en sus ojos.
—No, terminamos; no más ayuda, busca a tu hijo.
—Te necesito a ti. —Tengo que soltar una risa sarcástica, si no tuviera a un Dios frente a mí diría que hay un gran poder burlándose de mi vida; o quizás si lo hay, quizás el destino se esté descojonando de la risa a mi costa.
—Dame una razón para hacerlo.
Declan guarda silencio un segundo y por unos instantes luce perdido en sus propios pensamientos. Ese corto período de tiempo me ayuda a aclararme y a serenar mi mente, pero ni siquiera eso me preparó para las siguientes palabras que iba escuchar.
—Me estoy volviendo mortal Samson, me están buscando para quitarme lo poco que me queda, necesito tu ayuda. —Corta la distancia que nos une, no llega a abrazarme, solo recuesta su frente a mi desnudo pecho y me sorprende lo fría que se siente su piel—. Por favor gatito, sé que no tengo derecho, pero, por favor, te necesito...
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