Capítulo 3
Declan
Era pasada la medianoche y me encontraba en una de las habitaciones superiores que Robert y Castiel compartían, para ser más exactos, se trataba de la habitación del bebé. Hace algunas horas había terminado la celebración del bautizo y algunos de los sobrenaturales fueron hacia el bar de Michael para la celebración, sin embargo, yo tomé la decisión de venir aquí con la pareja y el niño. Aunque ahora mismo solo estaba yo en la habitación dado que Castiel aun cargaba al bebé en la planta baja, no quise salir de aquí. En pocos días me di cuenta que estar cerca del bebé o en su entorno era una de las pocas cosas que me estaba dando paz, me hacía sentir menos deprimido y culpable. Como si estar con él pudiese redimir toda la carga que llevo sobre mis hombros, como si tuviera la ilusión de que hago lo correcto.
Por otro lado, estar con el niño también es sencillo; aún es muy pequeño para juzgar. Me da paz, cuando estoy cerca de él me prohíbo pensar.
Doy un nuevo sorbo a la botella de cerveza que Robert me trajo hace unos minutos, por suerte para mí tanto el lobo como Castiel no cuestionan mi necesidad de estar en este sitio. Simplemente no hacen preguntas, aunque creo que en el fondo es porque lo saben todo...
Alzo la mirada al reloj en la pared para comprobar que hora es por cuarta vez en cinco minutos. En estos momentos ya Samson debe de encontrarse rumbo a Nueva York. Pienso en las palabras que me dijo esta tarde y el duro significado detrás de ellas. No volveré a verle, es el fin. Sé que lo más sensato sería dejarle irse, me lo digo día y noche; lo hago con la misma intensidad en que busco excusas para verle.
¿Es egoísta? Sí...
¿Es tóxico? Por supuesto...
¿Debo de dejar que el cambiaformas busque a alguien que en verdad pueda hacerlo feliz? No me cabe la menor duda, pero esa idea me repugna...
Una pequeña sonrisa sin gracia se forma en mis labios a la par que paso mis dedos por mi rostro en un vano intento de relajar la tensión creciente. No es la primera vez que desearía poner fin a todo y buscarlo, pero simplemente no puedo. Aun cuando soy un Dios que ha perdido su forma y sus poderes tengo obligaciones; sobre todo con los molestos híbridos rebeldes dando por culo. Castiel necesita de mí, Sloane necesita de mí, el consejo también lo hace...
O quizás este sea un medio de auto tortura. Más de una vez me digo que debo de mirar a Samson como si fuese un hijo, pero él no es Castiel, lo deseo más de lo que debería ser correcto y al mismo tiempo me lo prohíbo a mí mismo. Es un castigo, yo no merezco ser feliz y tenerle, he hecho muchas cosas por las que debo pagar. No sería bueno tenerle... Pero, como siempre, soy egoísta y termino volviendo a él; llamándole cuando sé que no es correcto. Buscándole y creando excusas para aparecerme en su camino. Siempre que hay un problema con los ancianos del consejo exijo verlo a él como una excusa, siempre una excusa...solo que ahora Samson, con sus motivos, se ha cansado de mí.
«Tienes miedo». La voz de Samson resuena en mi cabeza y cierro los ojos con fuerza. ¿Lo tengo?
Vuelvo a abrir los ojos y me coloco en pie para salir de la habitación, es obvio que hoy no me tranquilizará ni siquiera estar cerca de la presencia de mi nieto. Bajo por las escaleras en busca de la puerta que da al patio trasero mientras termino mi cerveza. Solo espero que el fresco aire nocturno y el alcohol puedan despejar mi mente. Sin embargo, todos los ¨quizás¨ qué embargan mi mente día tras día se niegan a darme un minuto de paz. No puedo evitar imaginar lo diferente que fuera todo su solo ambos tuviésemos otras vidas o fuésemos seres distintos, como todo cambiaría si yo no necesitase torturarme a mí mismo.
No sé en qué momento ocurrió, pero Samson se equivoca al pensar que no me interesa. El hombre fue, es y siempre será mi gran debilidad. Es ese fantasma que me persigue en cada uno de mis pensamientos y pasos; un recuerdo constante que se vuelve anhelo cuando por fin le veo y le tengo cerca. Solo hay que rememorar la cruda de necesidad de besarle que tuve esta tarde cuando estuvimos juntos en el sendero del bosque. Aunque soy un Dios recé para no ser cobarde y lanzarme, o que fuese él quien se arrojase y acortara la poca distancia que había entre nosotros, pero no tenía derecho de pedírselo...
En cada uno de nuestros encuentros siempre deseo que el día tenga más horas o que se detenga el tiempo para no tener que responder ante nadie. Incluso ahora, la piel de mi mano todavía quema, justo en la zona en que mis dedos rozaron su mejilla recubierta por la naciente barba.
Sonrío cuando su imagen aparece en mi mente. Tan alto y oscuro, otorgando al mundo una idea de frialdad e intocabilidad, de distanciamiento... Tan superior y mucho más poderoso que varios sobrenaturales que he conocido en mi vida, que no le importa matar o romper las leyes por motivos mayores; sin embargo, yo sé la verdad. Samson en el fondo continúa siendo un gatito pequeño a la espera de cariño, bondad y reconocimiento.
Y saber que es a mí a quien desea para ello provoca, incluso en este instante, que mi corazón lata rápido y desbocado y que mis mejillas se enciendan.
Mi risa solo se desvanece un poco cuando recuerdo como hace unos meses Samson utilizó las antiguar magias para protegerme. No puedo evitar inquietarme por ello, si alguien se entera no solo perdería el puesto en el consejo por el que tanto lucho, sino que de igual forma podrían condenarle a muerte. Ese poder fue prohibido por una razón; es la única magia capaz de dominar a los dioses...
Vuelvo a reír, ni que el cambiaformas necesitara de las runas antiguas para dominarme. Ridículo...
Estoy tan distraído en mis pensamientos que no me doy cuenta de la presencia de Reyes y Robert hasta que el primero de los dos hombres agarra mi hombro con fuerza provocándome un sobresalto.
—Tranquilo rubio, no quiero ir al infierno solo por matar del susto a un Dios —bromea con indiferencia ganándose un bufido de mi parte —Aunque seguro eso haría que me respeten más cómo híbrido.
—Créeme que asustarme es, de todas tus acciones, la que menos te condenaría al abismo.
Reyes se encoge de hombros, en ocasiones envidio la actitud del chico; solo reaccionando a lo que le place, sin que le importen las opiniones ajenas.
—Al menos puedo decir que tuve una vida divertida.
Sonrío por las ocurrencias del mocoso, sin embargo, cuando giro mis ojos a Robert la sonrisa desaparece al instante de mis labios. Puedo evidenciar la pizca de preocupación en la mirada celeste del lobo.
—¿Estás bien Declan?
Ese tono de amabilidad casi me destruye y me hace querer contar todo lo que me atormenta, casi...
—Por supuesto —respondo fingiendo tranquilidad—. Hoy han bautizado a mi nieto y Reyes no le arrancó la cabeza a nadie en la ceremonia, ¿por qué no estaría bien?
—Estás solo aquí fuera y has insistido todo el rato en estar en la habitación del bebé sin compañía, eso por no mencionar que nunca te he visto beber tanto.
Niego con la cabeza e intento desestimar sus palabras con un movimiento de la mano. Sí, he bebido bastante, sí, he querido estar solo; pero nada de eso representa que quiera conversarlo. Ni siquiera estoy listo, no sabría por dónde iniciar o qué pensarían e mí luego de que termine la historia. Simplemente intento cambiar de tema...
—¿No deberían estar con sus parejas?
Sé que Dylan también andaba por algún sitio de la casa con Castiel y el bebé; la pareja de híbridos había insistido en venir a traer más regalos para Sloane luego del bautizo.
Reyes solo mostró una sonrisa a mi pregunta.
—Iba en camino a buscarle cuando, a través de la ventana, te vimos aquí fuera parecer un alma en pena. Vamos que te ponemos música de fondo y eres una bala romántica para cortarse las venas.
Frunzo el ceño con un gruñido y lo único que alivia mi molestia es ver a Robert pegarle en la zona trasera de la cabeza al molesto psicópata. Sin embargo, pensando en las palabras de Reyes, no puedo evitar sentirme un poco patético, a esto he llegado. A que un híbrido engreído y un lobo que no posee ni cien años de edad me digan que me asemejo a un alma en pena.
—Estoy bien —respondo a regañadientes—. Solo quiero estar solo.
Voy a dar la vuelta para volver al interior de la casa, pero la voz de Robert me detiene.
—Pudiste haberle pedido que se quedara más tiempo contigo, o simplemente debiste irte con él. Estoy seguro que te esperó en el aeropuerto.
Giro de nuevo en la dirección de los hombres y comienzo a sentir como mi espalda se tensa.
—No sé de qué hablas. —Siento a mi voz titubear y maldigo para mis adentros.
—Declan. —sonríe Robert con suavidad y es peor que una puñalada—. Qué ustedes finjan que nada ocurre no significa que el resto de nosotros nos creamos esa mentira. —De in instante a otro su mirada es compasiva—. Por qué dejas que Samson se vaya como si nada si luego de ello siempre acabas teniendo comportamientos autodestructivos.
Quiero negar, pero la severidad en los ojos de mi yerno me impide hacerlo. En el fondo sé que tiene razón. Siempre que me alejo de Samson paso días apartado y en silencio, bebiendo y, en algunas ocasiones, fumando. Aplico la ley del hielo a cuanta persona cercana a mí se encuentre.
—Ni siquiera debería de estar teniendo esta conversación contigo sobre uno de mis hijos —respondo a la defensiva.
—Pero él no es tu verdadero hijo —agrega el híbrido—. No como Castiel, ni siquiera lo creaste.
—Le di a su madre la oportunidad de concebirlo. —Comienzo a perder la paciencia e intento alejarme de ambos sobrenaturales, lástima que ninguno de ellos parece dispuesto a dejarme en paz.
—¿Podrías explicarte? —interroga Robert y yo solo suspiro, no odio a ninguno de los hombres, incluso puedo admitir que me he sentido cercano a ellos en los últimos meses. Pero, en estos instantes, mis instintos asesinos están aumentando gratamente.
—La madre de Samson fue una de las primeras cambiaformas de su especie, ayudó a muchos dioses en el tiempo de las grandes guerras sobrenaturales. Cuando no pudo tener un bebé le di el don para que lo concibiera junto a su pareja.
—Eso no te hace su padre —responde Reyes sin mirarme—. Te hace un experto en inventar excusas para no llamarlo.
—¡Cierra la boca, híbrido! —le observo desafiante—. Cierra la maldita boca antes de que te la cierre yo, ¡no sabes nada!
Robert coloca su mano en mi hombro y mi mirada se suaviza de forma involuntaria.
—Castiel me contó que perdiste una oportunidad de estar con Samson por ayudarlo a él, no deberías de sacrificarte por los demás Declan. Quizás deberías ser más egoísta y pensar en ti.
Solo puedo sonreír por la ironía de la situación. ¿Acaso no he sido bastante egoísta ya? Y, la verdad, Castiel no fue la única razón, aunque incluso Samson piense eso.
—Caer en la tentación solo sería sacrificarle a él. Dejen el tema así y no pregunten más.
Ambos hombres van a darse la vuelta para marcharse ante la causa perdida de la situación; no obstante, se detienen abruptamente cuando un sonoro grito escapa de mis labios sin que pueda contenerlo. Un fuerte ardor se forma en mi pecho como si fuego vivo me quemase la piel. Llevo mis manos a la tela de la ropa intentando quitármela, el calor provoca que el aire escasee en mis pulmones y logro sentir el sudor frío recorrer mi espalda. Quiero gritar, pero incluso esa acción es difícil dado que mi voz se tranca en mi garganta. Esto nunca me ha pasado, nunca he sentido una molestia así. Como si fuese un simple ser mortal.
Tanto Reyes como Robert van a estirar sus manos para agarrarme. Sin embargo, de un instante a otro el tiempo parece detenerse. Como si de una película se tratara logro ver todo en cámara lenta, ambos chicos dirigiéndose a mi cuerpo con cara de preocupación y yo solo en el suelo. Alzo mi mirada buscando a mi alrededor alguna señal de lo que está sucediendo, cualquier cosa, pero todo luce demasiado borroso como para distinguir algo. El dolor comienza a desaparecer y a medida que vuelvo a ver sin problemas me doy cuenta de las nuevas presencias que me rodean, de los nuevos poderes...
Me pongo en pie, aun agitado por el malestar en mi pecho y, finalmente, las diviso. Tres figuras femeninas con capuchas se encuentran muy cerca de mí y me giro en su dirección para enfrentarlas, aun un poco aturdido por los mareos dejados del malestar. Cuando retiran las telas de sus rostros me percato que una de ellas es tan vieja como la propia muerte, con arrugar en el rostro y canas que emblanquecen lo que alguna vez fue un oscuro cabello del que solo quedan destellos; la segunda posee la belleza de una mujer veinteañera, joven y vivaz, llena de energía. La tercera, un poco mayor que esta última, continúa luciendo hermosa, pero es una belleza otorgada por la experiencia y la sabiduría de la vida. Estas dos últimas aún conservan sus cabellos negros como el ébano y ojos huecos, de un profundo vacío y, si alguien se fija bien entre ellas, se logra notar un parecido casi familiar de una a la otra. Como si las tres fuesen la misma mujer en diversos períodos de su existencia.
Sonrío a los poderosos seres cuando las reconozco, pero incluso para mí la acción luce como una mueca. Y no es para menos, la presencia de estas mujeres nunca anuncia nada bueno.
—¿A qué debo el inmenso honor de tener a las poderosas Moiras en mi presencia?
Pregunto con cortesía avanzando algunos pasos, no es bueno ofender a estar mujeres. Aun mi mano toca mi propio pecho apaciguando los pocos rastros de dolor que permanecen en mi cuerpo.
—Venimos a avisarte Declan —aclara la primera de ellas.
—Por nuestra vieja amistad —continúa hablando la mediana, como si sus voces fuesen una sola.
—¿Avisarme de qué? —el terror se evidencia en mis palabras.
La más joven de todas se acerca a mí y estira su mano hacia mi mejilla. El tacto es frío, como una serpiente acariciando mi piel. No puedo evitar el estremecimiento de repugnancia que me invade. Cuando retrocede unos pasos veo que, entre los dedos que acaban de acariciar mi rostro, hay un pequeño hilo dorado, sin embargo, sus puntas lucen desteñidas y marchitas como cenizas de cigarrillos.
—Te estás volviendo mortal Declan, te han quitado tus poderes y tu forma; tu energía está muriendo y junto con ella tú.
Me quedo unos instantes tieso, antes de que la risa histérica escape de mi cuerpo.
—¿Me estás diciendo que me muero? —La interrogante escapa de mis labios casi que con una pizca de incredulidad; no puede ser, es imposible.
Sé que perdí casi todos mis poderes, pero algo continuaba habitando en mi cuerpo ¿Cómo es que me estoy volviendo mortal?
—Exactamente —responde la mujer y coloca su mano en mi pecho, justo en la zona donde tuve el dolor segundos antes y, de repente, el ardor vuelve a mi pecho casi que robándome el aire en el proceso—. Te estás muriendo, deshaciéndote como la cera ante el fuego; van a venir a por ti. Quieren que sufras hasta el último instante, ten cuidado Declan, el reloj corre.
Y en menos de lo que dura un parpadeo, las tres mujeres desaparecen y el tiempo vuelve a la normalidad. Siento mi cuerpo acostado en el suelo con Robert y Reyes sobre mí intentando ayudarme mientras que el dolor solo va en aumento y, segundos después, pierdo el conocimiento y todo en mi visión se vuelve negro.
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