Capítulo 2
Samson
Me mantengo a un costado del pequeño altar mientras que Castiel y Robert cargan al pequeño bebé en sus manos. Han pasado algunas semanas desde el nacimiento del pequeño dragoncito y todavía, desde lo profundo de mi mente, intento comprender porque Castiel me llamó para que fuese el padrino de su hijo. Mis ojos se centran en la criatura de pocos días de nacida, no hay duda alguna de que es una pequeña copia de su papá y, la verdad, no sé cómo sentirme con respecto a ello. Aun no tengo del todo claro mi papel o la importancia de mi presencia en este sitio; Castiel y yo nunca hemos sido cercanos, las diferencias entre nosotros son más de las que ambos podríamos contar durante siglos. Castiel no es un hombre de estar de acuerdo con las decisiones del consejo y yo lo dirijo, debimos crecer como amigos, pero más de una situación ha creado riñas. Sin embargo, un cariño especial me envuelve hacia ese pequeño; quizás sea porque viene de él, de su línea de sangre.
Es difícil odiar a algo que proviene de alguien que no logras sacar de tu pecho.
Y, como si la necesidad superase mi auto conservación, alzo la mirada a modo de búsqueda entre la multitud que llena la iglesia hasta que por fin le veo. A pocos metros de mí, sus adorables rizos rubios y rebeldes envuelven su redonda cara; sus grandes ojos azules se evidencian amorosos hacia la pareja del altar, por otro lado, logro notar una pequeña vulnerabilidad en ellos, una pizca de dolor que muchos no comprenderían o que ni siquiera serían capaces de percibir, no obstante, yo lo noto. Incluso en esta forma, tan pequeño como si fuera un adolescente en comparación con los cambiaformas que llenan la iglesia, Declan no ha perdido la belleza y el poder que poseía antaño. No ha perdido el encanto que ha sido mi ruina desde que le conocí, la fuente de un vacío inagotable.
El Dios alza sus ojos en mi dirección y por unos instantes nuestras miradas chocan. Puedo sentir una súplica silenciosa en sus ojos, pero aparto la mirada. Debo de recordarme a mí mismo que esto no es sano, es tóxico y como si de un ciclo vicioso se tratase siempre terminamos de la misma manera; solo estoy harto. Ya tomé mi decisión, es hora de que Declan haga la suya, aunque no sea yo. Reprimo una mueca por el pensamiento, miles de veces he tenido esta conversación mental, me digo que debo estar preparado; pero el solo hecho de verle hace que las barreras bajen y algo se resquebraje en mí. Como es Escocia.
Perdí los estribos cuando Reyes sugirió que debería tener una pareja y Declan estalló por el hecho. Siempre es así: posesivo a pesar de que intenta negarlo, por un momento tuve esperanzas... Lástima que ya sé cómo termina el cuento.
Toda mi vida ha sido así, a la espera de su decisión; aguardando el momento de por fin dejar de ser la segunda opción. De vivir bajo la sombra de Castiel o de los deberes celestiales. Mi mente vuelve por segunda vez en menos de cinco minutos a los sucesos de hace algunos meses, Cuando Robert, Reyes y Declan fueron secuestrados por Liar, un miembro del consejo traicionero que poseía como objetivo crear un imperio a base de híbridos. Sentí que pude haber perdido mi maldita cabeza en ese instante; la sola idea de que le hubiera sucedido algo al rubio despertó en mí un grado de temor que no me importó romper la ley en ese momento y rebelé que utilizaba las antiguas magias prohibidas.
Una acción que me pudo de haber costado la muerte...
Luego de que la pesadilla terminó y los sacamos a todos de aquella cueva recuerdo que retornamos a este pueblo y se lo pedí y rogué como tantas veces en el pasado.
—Por favor, quédate conmigo.
Sin embargo, su respuesta fue la misma de siempre:
—Sabes que no puedo, no puedo dejarlos a ellos ahora, no puedo abandonar lo que soy. No es correcto Samson, yo te cree.
—¡No!, ¡no lo hiciste! Solo me otorgaste la posibilidad de nacer —rugí molesto—. Tan solo huyes de mí porque tienes miedo. Tienes miedo de lo que podríamos ser, temes abrirte a mí.
Sus labios temblaron y el dolor y la duda se reflejó en los iris azules, pero su determinación no cambió. Y entonces supe que era el fin.
—Aunque eso sea cierto no puedo Samson, lo siento. Es egoísta, pero no me dejes por favor, no quiero perderte.
Estábamos en el hospital en ese momento y mis manos soltaron las suyas. Recurrí a la frialdad como última salvación de la poca dignidad que me quedaba después de tantos años.
—Tú ya me perdiste Declan, es tarde, se terminó. —Retrocedí par de pasos alejándome de su cuerpo—. Estoy harto, cansado; no seguiré esta falsa de que me quieres a tu lado para que al segundo siguiente me digas que es incorrecto. No voy a fingir actuar como la familia feliz, no voy a fingir ser tu hijo mimado como Castiel porque simplemente no lo soy —rugí con ira—. No jugaré a medias contigo, o somos todo o no somos nada. Regresaré a Nueva York pronto, si esto todavía significa algo para ti ven conmigo, de otra forma no me busques más Declan. Simplemente me cansé.
Y, justamente, pocos días después, luego del cumpleaños de los híbridos gemelos Reyes y Logan, monté en un avión privado con rumbo a Nueva York...
Solo...
Retornando a la actualidad, aparto la vista de Declan intentando mostrar indiferencia, justo al tiempo para que Castiel gire en mi dirección y depositase sobre mis brazos al pequeño bebé. Puedo notar el orgullo y la alegría del dragón y no es pare menos, siempre pensó que viviría solo después de todo. Irónico, puede que no haya vivido tantos siglos como Castiel, pero sin duda alguna me puedo sentir identificado con esa emoción.
Acuno al bebé con suavidad ganándome una divertida sonrisa de Robert. Frunzo un poco el ceño, aunque si soy sincero es más por la preocupación. No puedo evitar sentirme nervioso, tener a un ser tan pequeño y delicado entre mis manos me está aterrando, tan pequeño y vulnerable que temo dañarle.
—¿Quién diría que un rudo y brabucón jefe de los ancianos sabría cómo cargar a un bebé? —se burla divertido Robert.
—No te equivoques, trabajar con las personas del consejo es como cambiar pañales pequeño lobo, igual de molesto.
El tono de mi voz suena en broma. Robert y yo no comenzamos nuestra relación con el mejor pie, pero la verdad es que no me desagradaba el lobo; tan solo cumplía el papel que decidí desempeñar hace tanto tiempo. Paso mis dedos por el cabello del bebé Sloane notando como el pequeño me observa con sus hermosos ojos celestes y me da la sensación que, con ese tono de ojos, no solo se parece a Robert.
—Aun no entiendo porque me eligieron de padrino cuando, obviamente, hay tantos interesados en el puesto.
Ya me habían contado sobre las perretas de Michael por no ser el padrino del niño y, debo de admitir, que una parte de mí sintió regocijo y diversión ante la situación. Castiel da un pequeño golpecito en mi hombro con una sonrisa en sus labios.
—Me ayudaste a salvar a Robert, además, siempre te consideré mi familia.
Un gruñido exasperado escapa de mi garganta.
—No somos hermanos...
Por mucho que en ocasiones se sienta así a pesar de las diferencias.
Castiel solo se encoge de hombros.
—La verdad, te veía más como un padrastro.
Le miro de forma fija y puedo notar la comisura de sus labios alzada en una pícara sonrisa. Siento como mi garganta se reseca poco a poco y me obligo a mí mismo a intentar relajarme. Lo sabe, definitivamente el cabrón lo sabe. ¿Desde cuándo? ¿Acaso Declan le dijo algo? ¿Vio algo? ¿Por qué?...
Son demasiadas preguntas y no llego a formular ninguna, no es el lugar para hacerlo, pero, sobre todo, no creo desear conocer las respuestas. Tan solo le devuelvo el niño con suavidad al enorme dragón, no siento en estos instantes que mis manos sean capaces de sostenerle como deberían. Cuando hablo, intento que mi voz se muestra seca y distante, a pesar de que en el fondo de mi mente no tengo claro si lo estoy logrando.
—Yo no vivo de ilusiones Castiel, no te equivoques. Que un dragón consiguiese a su doncella no representa que los cuentos de hadas sean reales.
Noto que el hombre de oscuros cabellos quiere decirme algo más; no obstante, niego con la cabeza y alzo la mano para detenerle.
—Hoy es un día importante para ti y tu familia, no es el momento de este tipo de charlas. Ve con Robert y disfruten de las fiestas.
Asegurándome de que la ceremonia haya concluido, comienzo a caminar hacia el exterior de la iglesia. Necesito sentir el aire fresco del otoño en mi rostro, obligar a mis pulmones a que respiren, pero, en especial, deseo unos pocos segundos de soledad, por lo que comienzo a caminar por el sendero del bosque. Lo único que quiero es regresar a mi avión y marcharme a casa, sin embargo, no puedo hacerle eso a Castiel luego de que me invitaron para ser el padrino de Sloane.
—¿Te vas tan pronto?
La suave voz que persigue siempre mi mente llega a mis oídos y me detengo en seco. Cierro los ojos maldiciendo en silencio mi mala suerte, intente salir sin que nadie me viese y, sin embargo, aquí está él. Poco a poco giro mi cuerpo en la dirección de la que procede el sonido de la suave y temerosa voz para encontrarme a Declan a escasos metros de mí. Quizás sea ese uno de los detalles que me aterra, el dolor en su voz; un dolor y temor que fastidia más que el odio profundo, porque refleja lo que se anhela y se niega a tener al mismo tiempo. Sus manos se ocultan en los bolsillos de su abrigo y sus dientes muerden su labio inferior, casi de forma tímida, como si dudase en cortar la distancia que nos separa o no.
—Solo doy un paseo, no regreso a Nueva York hasta la noche —carraspeo mi garganta para dar un tiempo a que las ideas se conformen en mi mente—. ¿No deberías estar ahora con tu nieto y tu hijo?
Las palabras salen con rudeza poco fingida y Declan retrocede un paso como si en vez de hablar le hubiese golpeado de forma brusca.
—Vi que te ibas y quise venir a verte. —Noto la súplica existente en sus palabras, como pidiendo permiso para quedarse.
—¿Y cuándo te ha interesado que me vaya?
Un brillo aparece en sus enormes ojos azules, pero lo ignoro apartando la mirada de forma rápida; no estoy dispuesto a volver a jugar a esto. Siempre es igual, es tóxico y molesto.
Declan avanza varios pasos en mi dirección hasta quedar solo a pocos centímetros de mi cuerpo. Por mi mente para la opción de retroceder y alejarme, sin embargo, cuando el suave olor de su colonia impregna mi olfato es como si un peso invisible me sujetara en el lugar y tengo que controlar los deseos de alzar la mano para apegarlo a mi cuerpo y enredar mis dedos entre sus rizos. Es una agradable mezcla entre jazmín y lavanda, desearía no tener que alejarme y solo ser capaz de olerle tranquilamente. Su mirada busca la mía en una silenciosa súplica y, para mi sorpresa, sus manos salen de sus bolsillos para acariciar mi mejilla y solo soy capaz de cerrar los ojos ante la suavidad de su tacto.
—Te he extrañado, no me has llamado.
—Tú tampoco. —El dolor en sus pupilas debido a mis palabras es casi palpable, pero no voy a mentir, lo disfruto; disfruto hacerle sentir mal en este momento, como si fuese una pequeña compensación por lo que he pasado yo. Quizás Declan no es el único tóxico de los dos—. Dije que se acabó Declan.
—No quiero renunciar a ti, no me pidas eso.
—¿Qué no te lo pida? —una pequeña risa sin humor escapa de mi boca—. Siempre lo has hecho, siempre fui tu segunda opción.
—¡No!, nunca; solo ha sido difícil, he intentado hacer lo correcto para todos, no puedo prometerte nada. No sería bueno corresponderte de esa manera, nos destruiría a ambos.
—Entonces no me busques más —respondo con dureza—. Yo sangro por ti Declan, por tus decisiones y no voy a seguir en eso. ¿Quieres que entienda tu postura? Perfecto, la entenderé. Eres la gran figura paterna y protectora de todos nosotros; pero necesito que te alejes de mí entonces. No voy a continuar con esta situación. Te di a elegir y tu elegiste, no hay más que hablar.
—Me destruye no tenerte, yo te necesito; eres mi sostén. Me mata pensar que me odias y que estás lejos. Casi me vuelvo loco en Escocia cuando pasabas junto a mí y ni siquiera me mirabas.
Su labio tiembla, pero le ignoro.
—A mí me destruye tener que extrañarte, incluso cuando estamos a pocos centímetros como ahora y podría besarte sin problemas.
Su respiración se entrecorta y me doy cuenta que es tiempo de comenzar a retroceder antes de que mi poca determinación se rompa y cumpla con mi palabra. Por suerte, Declan ayuda a que recobre la compostura con sus siguientes palabras.
—Eres mi familia Samson.
—No, —susurro—. Castiel es tu familia. Yo soy el hijo de la mujer que no podía tener descendencia y tú le disté el don de tenerme e, ilusamente, me enamoré de ti. Vuelve con tu familia Declan, yo volveré a Nueva York y, a no ser que sea de vida o muerte, no me busques más.
Aparto su mano de mi rostro y, antes de perder el valor, me doy media vuelta y me alejo caminando. Necesito intentar olvidar, iniciar de cero y seguir. Sin embargo, todo sería mucho más fácil si mis verdaderos deseos no fuesen dar la vuelva y volver a abrazarle. Todo sería más sencillo si cada célula de mi cuerpo o cada instinto de mi cambiaformas no fritase que le reclame.
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