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Capítulo 17.

Declan

El siniestro silencio que nos rodeaba se vio interrumpido por el eco del disparo que aun resonaba entre los pasillos del abandonado hospital. La ola de pensamientos que me habían estado embargando se detuvieron casi al instante en el que la bala lanzada se hizo escuchar en los rincones de las vacías estancias, o casi vacías...

En algún lugar del edificio en ruinas, Christian aguardaba tranquilo por nuestra presencia. Podía sentir su poder emanando, su energía vibrando como un faro en medio de la tempestad, esperando por nosotros.

Dirijo mis ojos hacia Reyes que parece demasiado entretenido, cargando su arma por segunda vez en caso de que surja la oportunidad de lanzar un nuevo disparo. Cuando le conté a todos que Christian se encontraba en este sitio no quise que nadie me acompañara, sería reabrir demasiadas viejas heridas para los miembros del pueblo, es espacial Ryan; además, esto es algo que debía de resolver solo. Sin embargo, por más que lo intenté, no fui capaz de deshacerme del pequeño psicópata que ahora se encontraba a mi lado.

—¿Te cuento algo? —digo con la voz cargada de ironía y el ceño fruncido—. Si quisiera que Christian detectara mi presencia tan rápido habría entrado tocando una pandereta.

La comisura de los labios de Reyes se alza evidenciando la pequeña y sutil sonrisa que inicia a mostrarse en su boca, al mismo tiempo, un fugaz brillo centella en sus ojos carmesíes. No es un secreto para nadie la diversión del híbrido sobre las situaciones que puedan terminar en baños de sangre y muerte. Este niño nunca fue demasiado cuerdo en su vida humana, el cambio a híbrido solo resalto esas tendencias psicópatas que ya se encontraban en su mente; es por ello que siempre fue el candidato perfecto para dirigir la horda de híbridos descarriados y sanguinarios. Aún lo es y prefiero mantenerlo de aliado antes que de enemigo.

—Aunque seguro te verías bien moviendo las caderas al compás del sonido, no creo que la pandereta sea lo tuyo, pero seguro que un arpa te pegaría de las mil maravillas —bufo molesto por la sarcástica respuesta y esto solo parece aumentar el humor de Reyes—. ¡Oh, vamos Declan! —exclama volteando sus ojos con aire dramático—, lo de llegar a este sitio en un ataque sorpresa es pura mierda —Señala todo su alrededor moviendo los brazos de un lado a otro como si yo fuera idiota y acabase de perderme algo evidente—. ¡Mira este sitio! Tu ex novio obviamente nos está esperando, incluso sin mi disparo sabe que estamos aquí. ¿En serio piensas que luego de llevarse a Samson esperaría con un cartel de Neón al estilo de Las Vegas? ¡Pues no! Si estamos aquí, es porque él lo ha planeado así.

Quiero contestarle y decirle que guarde su lengua donde no le da la luz del sol. Sin embargo, mi mirada vuelve a vagar por los sucios y desolados pasillos del viejo manicomio abandonado. Sé que Reyes tiene razón. Todo este tiempo, Christian ha sido un experto maestro titiritero que movía los hilos con tanta eficiencia que las ilusas marionetas parecieron poseer vida y mente propias. Las Moiras me lo contaron todo; me narraron como Christian fue quien le dio a Zack la clave para crear a los híbridos, como encontró a los gemelos Reyes y Logan y planeó su transformación solo para luego sentarse tras bambalinas y ver como se desarrollaba el show.

Estuvo también detrás del asesinato de los ancianos del consejo pues, a pesar de que no los mató por mano propia, sí le dio a Liar las claves para realizarlo. De igual manera, le indicó como secuestrarnos a todos meses atrás y lanzar sobre mí la maldición de mortalidad que casi acaba con mi vida. Si las propias hijas del destino temen por el futuro por venir que causará el Dios de la nada, es una señal más que evidente de que las acciones de Christian han llegado demasiado lejos. No más de una vez me he preguntado cuando inició el cambio en el Dios, me niego a pensar que toda nuestra relación pasada no fue más que un juego para él. Me niego a pensar que siempre fue tan frío y calculador durante tantos milenios, pero, al mismo tiempo, lo dudo; ya no tengo nada por lo que creer en él y, a pesar de ello, lo sigo necesitando...

«Todo esto tiene que acabar».

Christian ha causado demasiado caos y dolor en muchos de mis amigos, es por eso también que no tuve el valor de pedirle a ninguno que viniese conmigo. Es hora de que, por fin, tengan la paz que se merecen y puedan disfrutar de sus propias familias.

No obstante, a pesar de que las Moiras me lo contaron todo hay algo que no termina de convencerme en las acciones del Dios de la anti vida. Si bien, Christian jamás necesitó demasiados motivos para crear problemas y desgracias, algo no cuadra; es como si a todo este inmenso puzle le faltase una pieza.

Este último pensamiento es el que me lleva a avanzar varios pasos siguiendo la energía que emana de Christian; soy como una mosca caminando a la trampa de la araña, pero ya me da igual. Solo deseo encontrar a Samson y llevarlo de nuevo a casa.

—No bajes la guardia. —Le informo a Reyes en voz baja—. No sabemos lo que planea y, sobre todo, cuando le encontremos, recuerda no matarle.

—¿Por qué crees que nos está esperando? —interroga Reyes dejando el aire de las bromas a un lado.

—No lo sé, pero es evidente que algo planea. —Subimos las escaleras hacia el segundo piso del abandonado hospital, las tablas del suelo crujen bajo mis pies a modo de amenaza de que podrían derrumbarse en cualquier momento. Al llegar a los pasillos superiores debo de contener el aliento para que las náuseas no se apoderen de todo mi cuerpo. Las paredes se encuentran llenas de oscuras manchas de las que emana el repugnante olor de la sangre; sin embargo, debido al deterioro del propio color es evidente que no son recientes, sino de un tiempo pasado. El aroma de los híbridos llena el perímetro de igual manera, aunque el rastro es débil, ya no están aquí, sino que se ocultaron en este sitio antes. Las únicas esencias que predominan son las de Christian y Samson —. Por aquí.

Indico el camino acelerando mi paso. Mi corazón agitado en mi pecho y, por primera vez desde que llego a este sitio, siento miedo de que algo pueda haberle sucedido a mi cachorro. Reyes debe de notar mi inquietud porque su mano toca suavemente mi hombro para llamar mi atención.

—Él va a estar bien, si Christian lo quisiera muerto habría ordenado su asesinato desde el encuentro de los ancianos en Escocia.

Niego con la cabeza.

—Christian necesita a Samson para que utilice las runas.

Ahora es Reyes quien bufa.

—¡No! Lo necesita para que sea la carnada, siempre Samson fue la carnada.

Parpadeo lleno de asombro. Abro mis labios para preguntar a qué se refiera Reyes, pero una puerta al final del pasillo se abre en un sonoro crujido. Mis ojos se dirigen en esa dirección, pero no veo a nadie esperándonos al otro lado del desgastado umbral; sin embargo, puedo sentir la fuerte energía proveniente de esa habitación y, como una señal divina, la voz de Christian resalta en un llamado de atención.

—Si nuestros queridos invitados tuvieran la oportunidad de avanzar y dejar de cotillear como viejas chismosas. —La burla destaca en su voz—. Es de mala educación hacerme esperar por tanto tiempo y el pequeño gatito también se está aburriendo.

La sola mención de Samson es como si activase algún interruptor en mi interior y, antes de poder detenerme me encuentro corriendo hacia la puerta abierta para mí. Puedo sentir a Reyes detrás de mis talones, sin embargo, mi única preocupación está al otro lado. Con solo cruzar el umbral, es como si hubiésemos llegado a un edificio completamente nuevo. Las paredes se encuentran cubiertas de una fina pintura rojiza, sin rastro alguno de las manchas de sangre que se hallan en el resto de la edificación. Una pequeña mesa con diversas botellas de alcohol decora la estancia mientras que, cerca de la misma, la chimenea encendida otorga un aire casi hogareño.

No veo a Christian por ningún rincón; no obstante, mis ojos se abren horrorizados de par en par cuando al otro lado de la habitación la cautiva figura de Samson choca con mi mirada. Sus manos y piernas están atadas por diversas enredaderas con espinas que emergen de las paredes, las espinas destacan en las raíces y puedo notar las pequeñas gotas de sangre que corren por ellas en las zonas en que envuelven los tobillos y muñecas del leopardo. Sus ojos están cerrados y su respiración demasiado serena, como si estuviera completamente dormido. Sé que hay gato encerrado, que es una trampa, pero no me importa. Simplemente salgo corriendo en su dirección, sosteniendo las mejillas de Samson entre mis manos para dar pequeños golpecitos sobre su cara en un intento de despertarle.

—¡Samson! —exclamo sintiendo el nervio en mi propia voz —. ¡Samson despierta!

Reyes se acerca a mi lado, sus ojos igual de preocupados al centrarse en el rostro del leopardo; noto como olfatea el área y su ceño se frunce todavía más.

—Es como si estuviera drogado, pero no puedo oler nada que le identifique.

Vuelvo a fijarme en las enredaderas y es que me percato que, junto a la sangre de Samson que gotea de las espinas, un fino líquido ocre se fusiona con las mismas. Las propias raíces no parecen ser las de una planta común llena de vida como las que suelo crear, sino, más bien, son como enredaderas negras y marchitadas; casi sobrenatural. Viejos recuerdos llegan a mi mente, he visto estas plantas en otra ocasión, en tiempos muy lejanos; eran utilizadas como armas de tortura y traían la muerte con ella. A pesar de que muchos brujos, humanos y cambiaformas las habían utilizado a su favor en las épocas medievales oscuras o en las antiguas guerras, ellas habían nacido de las sombras de la muerte, de un jardín secreto lleno de anti vida. Nacieron de Christian.

Miro a Samson y me percato que empalidece a cada segundo que pasa. Coloco mi mano alrededor de su cintura intentando sujetarle con demasiada fuerza.

—Ayúdame a sujetarle —exijo a Reyes de forma alarmada —. Son las enredaderas, le roban la energía.

Reyes, por primera vez desde que le conozco, no me cuestiona, al contrario. Mientras yo agarro la cintura de Samson, el híbrido sostiene su torso por la zona que se haya bajo los brazos como si quisiera abrazarle. Al asegurarme de que Samson no terminará en el suelo cuando le quite las malas hierbas, pongo mi mano sobre las oscuras raíces y emitiendo finos rayos de sol de mi poder, las matas retroceden en las paredes como si huyesen despavoridas provocando que Samson caiga como un peso muerto sobre nosotros. Casi al instante, sus ojos inician a abrirse, puedo notar su dolor y agotamiento; no volverá a toda su energía hasta que el veneno de las espinas desaparezca completamente de su cuerpo. Sin embargo, haciendo uso de la poca fuerza que mantiene, el leopardo abre sus labios en vanos intentos de hablar.

—Mi... —Su voz es carrasposa, como si hubiese tenido la garganta seca por demasiado tiempo.

—No hables, —susurro preocupado —solo respira tranquilo.

Pero Samson niega con la cabeza y sus oscuros ojos cansados chocan con los míos.

—Mi... mi bolsillo, tómalo.

Sin poder terminar de entender lo que ansía decir, coloco mi mano los bolsillos de su pantalón y, en uno de ellos, mis dedos rozan con una pequeña jeringuilla de cristal. Samson asiente y la sorpresa invade mi cuerpo cuando agarro el pequeño objeto, sin embargo, antes de poder decir nada, la puerta de la habitación se cierra en un sonoro estruendo provocando que toda mi atención se centre en esa dirección. Los azules ojos celestes de Christian chocan con los míos y la suave sonrisa que dibuja en sus labios es casi repugnante; la delicada acción envía horribles escalofríos en todo mi cuerpo. Hubo un tiempo en el que esos labios causaron una alegría sin igual en mi persona; sin embargo, luego de todo lo que ha sucedido y de tantos años en la miseria, simplemente, Christian ya no causa nada.

—Hola Declan, espero que no pensaras irte sin saludar.

Reyes suelta una de sus manos del cuerpo de Samson dispuesto a sacar su arma, pero antes de que pueda ejercer la opción Christian mueve un dedo señalando de Reyes a la pared y, en menos de un segundo, el híbrido es arrojado a la misma. Nuevas enredaderas negras emergen de los muros para amarrarle, solo que esta vez ninguna posee espinas.

—Luego te veré a ti pequeño gatito, ahora los adultos tienen que hablar —dice Christian de forma burlesca y, acto seguido, centra sus ojos en mi figura por segunda vez —. Me siento muy dolido Declan, no escucho unas gracias de tus labios por haberte salvado la vida.

Aunque hace un puchero, logro ver la diversión centelleante en sus ojos.

—No te debo nada Christian, tu causaste todo esto, tu causaste que casi muera.

Mueve las manos en negación.

—Patrañas bebé, nunca te he querido muerto. —Sus palabras me hacen recordar por unos segundos lo que Reyes me estaba comentando antes de llegar a la habitación, Samson era la carnada. La sonrisa de Christian se amplía al percibir la comprensión en mi rostro. Observo con preocupación a Samson, sus ojos se cierran cada pocos segundos como si el agotamiento fuera demasiado para permanecer despierto, solo me mira casi de manera de ruego—. Veo que lo vas comprendiendo poco a poco Declan, nunca tuvo razón matarte.

—¿Y cómo le llamar a dejarme casi al borde de la muerte? —interrogo agachándome con suavidad para poder dejar a Samson en el suelo y que no haga demasiada fuerza estando en pie.

—Castigo, le llamo un castigo que te merecías. —Sorprendentemente, sus ojos adquirieron un tono serio, casi frío—. No tiene sentido matarte, si estás aquí estoy más que seguro de que las Moiras ya te advirtieron; nos necesitamos.

Una risa nerviosa escapa de mis labios al ponerme en pie por segunda vez.

—¿Y se supone que olvide todo lo que has hecho y simplemente vuelva contigo?

Christian no dice nada al momento, sino que camina en mi dirección a paso suave, con cada andar su figura iba cambiando poco a poco frente a mis ojos. Sus cabellos seguían igual de largos en un profundo tono azabache, sin embargo, su estatura aumentó hasta ser casi del tamaño de Samson. Su rostro pasó a ser más serio, aun así, sorprendentemente continuaba poseyendo una enorme dulzura; ya ni recordaba lo adorable que solía lucir Christian, era como el envoltorio hermoso de un frasco de veneno.

—Esto lo hice para nosotros —dijo casi en un susurro alzando sus manos para acariciar mis mejillas—. No tenemos que rendirle cuentas a nadie cuando somos los dioses principales; podemos volver a ser venerados, recordados; incluso tu cachorrito puede quedarse.

La forma despectiva en la que habla hace que mi sangre hierva y de un solo manotazo le aparto mi mano para acto seguido envolver mis dedos en su cuello y arrojarle hacia una de las paredes. Christian hace una mueca de dolor, pero la risa desquiciada escapa de sus labios.

—Claro, es tonto haberte dado la opción. —Me miró fijamente y un puñado de resentimiento se filtró de su mirada—. Después de todo, yo nunca fui una opción para ti. —Intentó incorporarse nuevamente fuera de la pared, sus ojos ya no demostraban dulzura, sino una fría ira—. Pues bien, las Moiras solo me dicen que no debo matarte, pues entonces la solución será volver a encerrar tu poca magia y dejarte en una cueva a que se marchite tu vida.

Un solo grito de ira escapa de mis labios y cuando me lanzo contra él ya no tengo mi pequeño cuerpo, sino que, con más velocidad de la que recuerdo en los últimos tiempos, mi forma cambia verdadera. Los rubios y largos cabellos caen sobre mi espalda y se mueven de un lado a otro cuando vuelvo a agarrar a Christian de la ropa con rabia. Múltiples enredaderas como la que sostenían a Samson salen del suelo para envolverse en mis brazos y detenerme, pero con mi magia desatada casi completamente y sin peligro de que me ocurra nada por ello, no me cuesta soltar una ola de calor que las deshace por completo.

Por otro lado, esa pequeña distracción le da a Christian el tiempo suficiente para agarrar mis mejillas y hacer que el aura de muerte llene mi cuerpo. No me hace completo daño, pero si es capaz de paralizarme por unos segundos; bajo su tacto, oscuras líneas se expanden por mi pálida piel como si fueran grietas en la carne. Es por eso que la vida y la anti vida no deben pelear; ninguna se lleva ventaja sobre la otra y la confronta podría durar eones enteros. No estamos diseñados para enfrentarnos, sino para convivir en armonía y crear un equilibrio. Bajo mis pies, puedo sentir el suelo retumbar, truenos sonoros se forman en el cielo y la luz de los relámpagos que entran a través de las rendijas de las ventanas iluminan la habitación. Cada una de estas señales de la naturaleza son un claro indicio de que estamos rompiendo el equilibro y las Moiras no se equivocaron cuando dijeron que esto sería letal para todos los seres vivos.

Volteo mis ojos hacia los otros miembros de la habitación. Reyes sigue inmovilizado contra las paredes, el poder del híbrido es fuerte, pero no puede superar al Dios de la nada. Por otro lado, Samson vuelve a abrir los ojos, aun se nota agotado y el sudor que se acumula en su frente no me da buena espina; sin embargo, su mirada luce sumamente decidida. Con pequeños golpecitos de sus dedos, señala el bolsillo de su pantalón en el que se haya la jeringuilla que sentí minutos antes y es entonces que me doy cuenta: Puede que yo no tenga la más mínima idea de cómo enfrentar a Christian, pero, en los días que lleva cautivo, quizás Samson pensó en algo.

Asiento como puedo a sus ojos suplicantes, aun así, antes de que sea capaz de realizar cualquier acción siento el filo de un cuchillo atravesar la piel de mi abdomen. Bajo la mirada encontrando la fuerza para moverme y me fijo en la pequeña daga cargada de antiguar runas en su hoja y mango, ahora ambas cubiertas por mi sangre.

Lo reconozco, hace siglos que no le veía, pero le conozco. Sobre todo, por el hecho de que esa arma la cree yo mismo a modo de regalo en una prueba de unión entre Christian y yo. Irónico que me esté dañando con ella, es de las pocas armas que conozco que son capaces de herir a un ser divino. Cómo si Christian entendiera mis pensamientos sonríe.

—Es dura la traición por alguien que quieres, ¿verdad?

Sin embargo, a pesar de mi desventaja con la herida, soy capaz de devolverle la sonrisa.

—Quizás, el día que sepas amar de verdad, lo descubras porque, seamos sinceros, tú no conoces el amor, no conoces el querer o el salir lastimado por alguien. —Escupo un poco de sangre al hablar—. A ti no te condena ser el Dios de la anti vida, sino que te mata su incapacidad de amar, esa es tu verdadera maldición.

Para mi sorpresa, las palabras parecen ejercer efecto en Christian, provocando que se tambalee y retroceda dos pasos, su pulso tiembla y es que obtengo mi oportunidad. Armándome de toda mi fuerza, encajo más el cuchillo en mi vientre para poder agarrarlo; el asombro destella en los ojos de Christian y puedo ver un raro brillo en ellos cuando le lanzo al otro extremo de la habitación; el sitio en el que se encuentra Samson. Christian cae a pocos pasos de él y, sin que nadie se lo espere, Samson saca la jeringuilla con mano temblorosa y la encaja en el cuello del Dios provocando que un grito de dolor llene el espacio calando hasta mis huesos. Me tambaleo varios pasos intentando acercarme lo más rápido que pueda a Samson, pero mis ojos no dan crédito a lo que ven.

Varias runas antiguas se expanden por la piel de Christian de forma casi fantasmal. Poco a poco, su tamaño se encoje hasta llegar a la joven apariencia de un chico de dieciocho años. Sus ojos parecen cristalinos y pesados mientras intenta arrancar la jeringuilla de su cuello y, aunque lo logra, ya es tarde, ya no queda líquido en el instrumento médico, todo lo han inyectado en el Dios.

—Me... me las van a pagar. — sus palabras son casi agonizantes, mezcladas con dolor y rabia—. Cuando salga de esta. —Me mira fijamente—. Lo voy a matar, te lo voy a quitar todo...

Sin embargo, su amenaza queda inconclusa. Los ojos de Christian se vuelven blancos antes de cerrarse y caer desmayado. Puedo sentir su pulso aun latiendo, pero es demasiado débil. Casi al instante las enredaderas que sostienen a Reyes desaparecen provocando que el híbrido caiga en el suelo lleno de asombro, yo solo me agacho junto a Samson para poderle sostener en mis brazos, está sudando y temblando producto de la fiebre que causó el veneno de las espinas y sé que por su mirada perdida volverá a perder el conocimiento en cualquier momento.

—¿Qué le ha sucedido? —interroga Reyes avanzando con cuidado hasta el cuerpo de Christian dormido—. ¿Está...?

Samson niega con la cabeza y me observa acariciando mi mejilla.

—Tiene el mismo hechizo que te inyecté a ti cuando tuve que huir, estuve guardando un poco para él, pero no será eterno. —Traga en seco haciendo una mueca de dolor—. Tienes que sellarlo antes de que despierte o esto no acabará.

Niego fuertemente con la cabeza comprendiendo a qué se refiere.

—No...no puedo...

—No vas a matarlo, pero necesita ser detenido o el peligro nunca acabará, es su merecido.

Cierro los ojos, sé que Samson tiene razón; pero las decisiones correctas raramente suelen ser fáciles de realizar.

—Reyes ——digo con voz segura cuando vuelvo a abrir los ojos, casi al mismo tiempo en que los de Samson se cierran perdiendo el conocimiento. Esto ya ni siquiera es una elección, cuando está mi gatito de por medio nunca lo es—. Llévate a Samson, vayan con Castiel y cuéntale todo, él sabrá que hacer.

El híbrido no lo piensa, se agacha para cargar el enorme cuerpo de Samson y, debo de admitir, estoy completamente sorprendido con la fuerza del más joven. Aunque su estatura es mucho más pequeña que la del leopardo no posee ningún tipo de problemas en llevarle. Cuando va a salir por la puerta se gira en mi dirección.

—¿No vienes? —el asombro es evidente en su voz.

Asiento, intentando que las lágrimas no llenen mis ojos.

—En unos segundos, primero tengo algo pendiente que hacer.

Reyes asiente y sale corriendo. Espero varios minutos hasta que puedo sentir como los aromas de ambos sobrenaturales se alejan de este mugriento edificio. Solo entonces me arrodillo junto al cuerpo inconsciente de Christian y, destapando la ensangrentada herida de mi vientre, paso mis dedos por el fuerte líquido carmesí; me embarro lo suficiente la mano como para asegurarme de que el rojo se transfiera a la piel de Christian cuando dibujando exactos patrones en su cuerpo. Me acerco a su oído para susurrar variadas palabras en lenguas muertas y, una vez que termino, todo el cuerpo del Dios de la nada emite una fuerte luz y un gemido de malestar escapa de sus labios. Christian no será feliz cuando despierte.

—Lo siento —susurro, aun sintiendo el cálido recuerdo por el hombre que una vez llegó a significar algo, pero que todo el odio en su interior destruyó—. Es hora de terminar toda esta historia, es hora de decir adiós...

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