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Epílogo.

Poéticamente hablando, quiero que tu cuerpo y el mío rimen.

Un mes después.

Narra Candy...

—Adelante —digo, apenas escucho los dos toques en la puerta. Veo a Gideón por el espejo. Me giro. Tiene una expresión de terror marcada en su cara—. ¿Qué sucede? —inquiero. Gideón suspira, acercándose a mí. Me besa, quitando por completo mi labial. Genial.

—Te necesito —susurra sobre mis labios, al dejar de besarnos. Acaricio su espalda con mis uñas.

—Cariño, vamos a casarnos en unos minutos, no te dejaré hacerme el amor antes de que aceptes ser mi esposo —sentencio. Ríe bajo.

—Vamos a casarnos —susurra como si no pudiera creerlo—. ¿Serás mía? —cuestiona, alejándose un poco para verme a los ojos.

—Ya soy tuya, ¿acaso no lo ves? —interrogo. Sonríe.

—No quiero tener que esperarte en el altar, quiero que salgamos juntos. No puedo esperar ahí hasta que tú llegues, me volveré loco —reconoce. Río.

—Lobo, debes esperar a que tu presa llegue hasta a ti, no puedes caminar con ella de la mano. Además, quiero verte esperarme —admito. Ahora es Gideón quien ríe—. Ya me estás viendo aquí y no deberías, así que calma, ve al altar y espérame ahí, llegaré. Te lo prometo. —Gideón suspira.

—Estoy muy nervioso —confiesa. Asiento.

—Lo noto, yo también estoy nerviosa, pero no por lo que pasará, sino porque estoy deseando ser tu esposa, ser la Sr. Davidson. —Ambos sonreímos.

—Te amo —acepta. Beso sus labios dulcemente.

—Y yo te amo a ti, ahora ve y espérame —pido. Gideón asiente, dándose la vuelta para salir de la habitación—. Una cosa más, cuando me veas caminando hacia a ti, mírame como si no hubiera nada mejor en el mundo —suplico, haciendo que se detenga antes de salir. Se gira un poco para verme.

—No hay nada ni nadie mejor que tú, Caramelo —declara. Sonrío como el gato de Alicia en el país de las maravillas. Gideón sale.

Vuelvo a verme al espejo, veo la caja pequeña de regalo, en la mesa con el resto de maquillaje. Busco un labial rojo y me lo aplico. Mi vestido es rojo, no podía casarme con un vestido blanco, no con Gideón. Así que es rojo y por si fuera poco, mi velo es una capa roja que aún no me la pongo, porque es de tres metros de largo, así que solo me lo pondré antes de entrar al salón, para que esté bien estirada.

Gideón, pues, Gideón se ve demasiado sexy en el traje negro que ordené para él, camisa roja y sin corbata. Toda la boda es con temática del cuento de Caperucita y el Lobo, no podía ser de otra manera, ¿cierto?

Vuelven a tocar la puerta, si es Gideón, me va a tocar salir tomada de su mano o temo que no se presente en la boda. Abro la puerta y Moni me mira sonriente.

—¿Lista? —Asiento, aceptando el brazo que me ofrece. Será ella quien me entregue a Gideón. Después de todo, es gracias a ella que estamos juntos de nuevo.

Tomo una bocanada de aire al estar frente a las enormes puertas del salón. Moni está estirando mi larga capa roja, al terminar, regresa a mi lado. Toco dos veces la puerta y estas se abren al mismo tiempo que la música empieza a sonar.

Yo quería casarme al aire libre, pero ahora que veo a Gideón, parado junto al juez que va a casarnos y la sonrisa que adorna sus labios, sé muy bien que el lugar es lo de menos. Estoy por casarme con el hombre que amo, nada importa más que eso.

Agradezco estar sujeta a Moni, porque de seguro, de no ser así, ya me hubiera caído. Estoy temblando. Gideón se seca una lágrima traicionera al tenerme frente a él.

Tomo su mano, para demostrarle que esto es real, que lo amo y estaré con él para siempre. Espero que ese gesto le diga todo.

—Comencemos —habla el juez, dando inicio a la ceremonia.

Todo es perfecto, cuando llega el momento de los votos y los anillos, Gideón toma la canasta —Sí, en vez de una simple almohadilla, nosotros preferimos una canasta, simbolizando mejor lo de Caperucita y la canasta de manzanas— con los anillos adentro y toma uno.

—Caperucita, te prometo serte fiel, cuidarte, amarte, entregarte cada día lo mejor de mí. Te prometo que me dedicaré a velar por ti, para que veas tus sueños cumplidos. Prometo que eres tú el amor de mi vida y que solo contigo quiero vivirla. Te amo, Caramelo. —Termina de colocar el anillo en mi dedo. Sonrío. Es mi turno.

—Lobo, no prometo serte fiel porque tú fuiste mi infidelidad más placentera —susurro avergonzada. Gideón sonríe lobuno, satisfecho, cosa extraña porque estoy admitiendo no saber si le seré fiel y él luce feliz—, pero sí te prometo enamorarme de ti cada día más, prometo que solo en tus garras quiero estar. Te prometo amor mío, que eres el hombre de mi vida, con el único que quiero envejecer y ver nuestros hijos crecer. Te prometo que me esforzaré en ser cada día mejor que el anterior para ti y nuestra familia. Te amo, Lobo —concluyo, colocando el anillo en su dedo.

Se escuchan aplausos y vítores cuando el juez nos declara marido y mujer.

Gideón abraza mi cuerpo, luego de levantar mi velo, para besar mis labios como solo él sabe. Jadeo al finalizar.

—Eres mío —declaro en sus labios. Sonríe.

—Todo tuyo —reconoce. Nos alejamos un poco, sin soltar nuestras manos unidas, para comenzar a caminar hasta el resto de los invitados.

Es curioso que ahora no soy Candy Davidson, sino, Candy de Davidson. Me gusta esa combinación.

La fiesta comienza, no dejamos de recibir regalos y buenos deseos. Hay mucha gente, a la mayoría ni la conozco. Son amigos de Gideón, tanto conocidos por el estudio, como clientes de sus fotografías.

Clarita me hizo llorar hace un rato con un hermoso discurso que nos dedicó a Gideón y a mí. En más de una ocasión confundió mi nuevo nombre con el viejo, pero no importa.

Ahora estoy sentada con Gideón, mientras que Alice está hablando para nosotros.

—Y sí, creo fervientemente en que son la mejor pareja, tienen tanto el uno del otro, que se complementan a la perfección, cada uno encaja en la vida del otro. Les deseo lo mejor del mundo porque lo merecen, merecen ser felices, merecen todo lo bueno del mundo —culmina su discurso. Seco otra lágrima. Gideón toma mi mano, dejando un beso en ella.

—Te amo —susurro, viendo a Gideón. Besa mis labios con dulzura. Se ha desabotonado los primeros botones de la camisa, dejando al descubierto un par de tatuajes. Suspiro.

—Y yo te amo a ti —admite. Sonrío.

—Yo también les tengo un regalo. —Gabriela llega hasta nuestra mesa, dejando un regalo en todo el centro. Ya la barriga le ha crecido bastante, pero se ve mucho mejor que antes. Se ve fresca, tranquila y en paz.

Gideón lo toma, y a diferencia de todos los regalos que yacen a nuestras espaldas sin abrir, ese lo abre de una vez. Agradezco que todo esté saliendo tal cual lo planeamos y su curiosidad no nos defraude.

Al abrirlo, arruga el rostro con confusión.

—¿Qué significa? —inquiere, sacando el conjunto amarillo junto a la hoja con los resultados. Mira a Gabriela y ella a mí. Sonrío, nerviosa.

—Mira la hoja —pide Gabriela. Gideón devuelve el conjunto, desdoblando la hoja. La ojea un poco y luego me mira.

—¿Estás..? —susurra, quedándose callado un momento—. ¿Estás embarazada? —inquiere. Sonrío, asintiendo.

—¡Felicidades! —habla Gabriela, haciendo que ambos la miremos.

—Gracias por la ayuda —confieso. Ella se encoge de hombros, caminando de regreso a su mesa.

—No puedo creerlo. ¿Cuánto tiempo? ¡Dios! ¡Soy tan feliz! —Besa mis labios con devoción, sin darme tiempo de responder.

—Me enteré hace unas semanas —confieso, al separarnos.

—Gracias —susurra nuevamente contra mis labios.

—No tienes nada que agradecer, amor. Seremos padres —comento sin poder creerlo aún.

Poco a poco todo ha ido cogiendo el lugar que debe tener. Cada vez nos hacemos más fuerte, tanto individualmente, como pareja. Las terapias ya ni siquiera creo que las necesitemos, pero seguimos yendo porque durante esa hora podemos presumir todo lo que hemos mejorado.

Somos felices, eso es lo importante.

—¿Nos vamos? —propone Gideón, cuando ya es pasada la medianoche. Asiento. Lo necesito. La última semana estuve viviendo con Alice, porque ella insistió en que Gideón no podía verme. Si supiera que me vio minutos antes de la boda, de seguro le da algo.

Ambos nos levantamos y tras miles de aplausos por el resto de los invitados, salimos directo a nuestra habitación.

Una vez en la habitación, Gideón me recorre entera con la mirada, desnudandome con la vista, como solo él sabe. Se acerca despacio, como un verdadero cazador... Acechando.

Me desviste lento, seductor, sin dejar de besar cualquier parte descubierta de mi cuerpo. Mi corazón se estruja cuando se arrodilla y besa repetidas veces mi barriga. Cierro los ojos acariciando su cabello con ternura. Amo a este hombre.

A🌙A

Terminó lo que se daba, señores, por fiiiiiiiin, ajajaj. Espero que hayan disfrutado estar en esta montaña rusa con estos personajes.

Gracias por todo.

Aixa.❤️

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