Capítulo 39
La vida es el arte de dibujar sin borrar.
Narra Gideón.
Jueves.
No dejo de acariciar la mano de Candy, que reposa en mi pierna. Venimos de tener la segunda cita con la psicóloga, y la verdad, me gusta mucho la actitud que Candy ha ido formando con esto. Se siente bien poder hablar de tus dificultades, que alguien las entienda y te ayude a mejorarlo. Además de que Candy se está tomando enserio esto de mejorar, y ciertamente, lo ha hecho.
Me gusta que poco a poco va tomando la confianza en ella. En nosotros.
—Quiero que vayamos a un sitio —le aviso. Ella asiente, mirándome.
Llegamos a la casa para recoger el equipaje que le pedí a Alice, que por favor, hiciera para nosotros. Candy me mira acusadora. Solo me río y voy hasta la habitación para cambiarme.
Esta semana ha sido muy difícil para Candy. Ni siquiera necesito que me lo diga, lo sé muy bien.
Gabriela se la ha pasado llamando por cualquier cosa, incluso se aparece a mitad de la noche.
Sé muy bien que está poniendo todo de su parte para no explotar y rendirse. Y no la jugaría. Yo mismo estoy hartándome de Gabriela y su insistencia.
Salgo con un deportivo, abrigo y listo. Candy viste similar. Ya el invierno empieza a sentirse, así que es mejor abrigarnos bien.
—¿Lista? —inquiero. Ella asiente, sonriente. Salimos del apartamento, con el único bolso que Alice, preparó para ambos y con Loba. El taxi que pedí, ya se encuentra afuera.
—¿A dónde iremos exactamente? —Se había tardado en preguntar. Sonrío.
—A donde podamos olvidarnos de todos —sentencio. Asiente. Llegamos a la parada de buses, y nos toca esperar un poco para que salga. Mientras, nos organizamos en los asientos de atrás y colocamos a Loba en el medio de los dos, en el suelo.
Candy se duerme en todo el viaje. Es la primera vez que viajamos juntos vía terrestre. Y es la primera vez que lo hacemos como pareja en sí. Suspiro, besando su frente.
***
A penas el bus estaciona en nuestro destino, despierto a Candy. Se frota los ojos, para enfocar su vista en el exterior, a través de la ventana. Una sonrisa se forma en sus labios.
—Gracias por traerme. —Se tira a mis brazos, una vez estamos afuera del autobús. Le correspondo el abrazo, besando su frente.
—Te mereces esto y más —aseguro. Sonríe, sosteniendo a Loba y yo llevo el equipaje.
He contratado a una guía para que nos enseñe el lugar por completo en estos dos días que estaremos aquí.
Mientras la guía nos va explicando todo, yo solo voy fijándome en la sonrisa de Candy. Incluso creo que hasta Loba está feliz. No deja de mover su cola y olfatear todo a su paso.
Candy tampoco ha parado de preguntar cada cosa que viene a su mente.
—Estoy muy feliz de estar aquí —confiesa. Sonrío. Terminamos de subir a nuestra habitación en el hotel.
—Yo también lo estoy, amor —admito. Noto que sus ojos se iluminan al llamarla así, pero es la verdad, ella es mi amor... El amor de mi vida. Se cuelga de mi cuello, besándome.
La abrazo contra mí. Al separarnos, no dejo de abrazarla.
—Te amo —susurra, sobre mi pecho. Beso su frente en señal de que también la amo.
Espero que estos días alejados de todo lo que está pasando en nuestra vida, ayude a que al volver, no le permitamos que nos afecte.
Sigo pensando qué puedo hacer con Gabriela. A mala hora le vine a hacer caso a José de intentar algo con ella. Sé muy bien que no puedo alejarla completamente, está esperando dos hijos mío, pero sí necesito hacerle entender que no estará en mi vida como Candy. Ella solo será la madre de mis bebés, más nada.
—¿Nos duchamos juntos? —Candy me devuelve a la realidad. Asiento. Caminamos juntos al baño, al entrar, Candy me mira emocionada—. Hagamos un juego —propone. Muevo la cabeza para que prosiga—: Al ducharnos, vayamos contando nuestras cosas favoritas. Si yo digo color, ambos debemos decir cuál es nuestro color favorito. —Río.
Ella se está tomando tan en serio nuestra relación, que estos días se ha encargado de que nos conozcamos más. Confieso que me gusta mucho esta nueva etapa. Conocerla es mejor que hacer suposiciones.
Entramos a la ducha, ella toma la esponja de baño y mientras frota mi cuerpo con ternura, comienza a preguntar.
—¿Postre? —inquiere, mirándome el pecho. Tomo un poco de champú en mis manos y lo vierto en su cabello, masajeandolo.
—Tarta de limón —confieso. Sonríe, viéndome brevemente los ojos—. ¿Color? —pregunto yo ahora.
—Rojo y helado de maracuyá —admite. No me esperaba lo del sabor de helado. Nunca lo ha pedido de ese sabor—. ¿Comida? —prosigue.
—Pollo frito —reconozco. Vuelve a sonreír.
—Hamburguesa de McDonald's. —Saboreo mis labios. Me gusta eso. Beso su frente. Cierra los ojos, cuando abro la cascada de agua, para lavar su cabello.
—¿Deporte? —interrogo, al terminar de sacar todo el champú de su cabello.
—Natación. —Alzo una ceja. Eso no me lo esperaba.
—Boxeo —confieso el mío.
—Tienes el porte —reconoce, viéndome lujuriosa. Rio fuerte. Me da la vuelta, metiéndome a mí, debajo del chorro de agua, para sacar todo el jabón—. ¿Pasatiempo? —Sé que mi respuesta la va a sorprender.
—Jugar videojuegos. —Abre los ojos.
—Pensé que era la fotografía —admite. Sabía que pensaba eso.
—La fotografía es un oficio para mí, no mi pasatiempo —explico. Asiente—. ¿Sabor favorito? —
Una cosa es tener un postre y una comida favorita, pero lo otro es tener un sabor que te enloquece. Veo como se sonroja. Son muy pocas las veces que lo hace, pero cuando lo hace, no creo que exista algo más tierno en el mundo que ella.
—Paso —susurra. Niego con la cabeza, haciendo que ella levante la mirada y la fije en mis ojos.
—Te diré cual es mío al mismo tiempo que tú, dirás el tuyo, ¿hecho? —Pasa saliva.
—¿Para qué quieres escucharme decir que mi sabor favorito en el mundo son tus labios? —Parpadeo—. ¡Mierda! —Se queja, bajando la mirada.
—Porque amo cuando reconoces que me amas, sin decirme te amo. —Beso sus labios con dulzura—. Porque amo que me ames y que yo te ame —prosigo, al separarme. La alzo, haciendo que su rostro quede ahora, un poco más arriba que el mío—. Mi sabor favorito no son tus labios —confieso. Desvía la mirada de mi rostro—. Mi sabor favorito eres tú. Todo tu cuerpo me enloquece. Cada centímetro de tu piel es un manjar para mí. No quiero dejar de probarte nunca, amor mío —confieso, al mismo tiempo que entro en ella con suavidad.
Abre la boca soltando un pequeño jadeo, sin dejar de verme a los ojos.
Nos perdemos en la mirada del otro, jadeando y gruñendo pequeñas confesiones. La beso cuando admite que soy a quien más ha amado en su vida.
Yo nunca amé a nadie antes. Solo a ella.
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