Capítulo 34
No dejes que se muera el sol, sin que haya muerto tus rencores.
Parte 1/2
Narra Candy.
Justo cuando el taxi estaciona frente al edificio de Gideón, lo veo saliendo con Gabriela. La está abrazando por la cintura y le dice algo que a ella la hace sonreír. ¡Qué rápido se le pasa el amor! Alice y Moni, también lo ven, pero me impiden pedirle al taxista que siga de largo. Bajo.
Su cara se descompone y a la vez se alivia al verme. Gabriela me fulmina con la mirada.
—Buenas noches —saludo. Noto que Alice y Moni, están paradas a mi lado.
—Hola —responde Gideón. Gabriela no se molesta en saludarnos, simplemente se despide de Gideón con un beso en la mejilla y sube al mismo taxi del que acabamos de bajar.
—¿Nos invitas a pasar? —inquiere Alice a su hermano, con cierto tono de enfado—. Olvidaba que tú también vives aquí, así que vamos. —Me toma de la mano y nos conduce hasta el interior del edificio. Me obligo a mantener mi vista al frente.
Cuando entramos al ascensor, me mira.
Es un lugar muy pequeño para nosotros cuatros, no tanto por nuestros cuerpos, sino por la vibra que transmitimos. Todas chocan entre sí.
Apenas el ascensor se abre, Alice nos arrastra hasta la puerta del apartamento de Gideón. Él abre la rápidamente.
—Siento que esto no será una batalla justa, ustedes tres están aliadas —se queja, Gideón, apenas cruzamos el umbral.
—No estamos aliadas, venimos con la intención de hacerlos entrar en razón. A los dos —sentencia Moni. Suspiro.
—Ahora, siéntese ambos en el sofá del centro —ordena Alice. Gideón y yo nos miramos como niños pequeños y obedecemos. Hay una distancia prudencial entre cuerpo y cuerpo, de aproximadamente unos 10 centímetros. Eso es mucho para lo junto que hemos estado en este sofá —. Bien, no voy a preguntar quién era esa mujer que estaba hace un rato contigo, espero que no sea nadie importante —comenta Alice. Suspiro. Si tú supieras.
—Solo me interesa saber qué diablos van a hacer con su relación, porque la última vez que los vi, estaban felices, ahora no entiendo porqué Candy iba a irse. —Alice levanta las manos al cielo, para explicar del todo, su punto.
—Ella siempre se va cuando algo le asusta, pero no voy a hablar de eso con ustedes —zanja, Gideón. Ruedo los ojos.
—Oh, sí lo harás, cariño —sentencia Alice—. Ambos lo harán. Nosotras seremos sus consejeras, de no aceptarlo, los enviaremos con unos profesionales, desconocidos, que no les interesa si ustedes se arreglan o no, solo les importa cobrar, entonces, no hay discusión. Comencemos. —Toma asiento en el sofá de enfrente, cruzando una de sus piernas por encima de la otra.
—A mí no me interesa ser su consejera, yo solo voy a decirle a cada uno lo que opino de ustedes como pareja, ¿bien? —Gideón y yo asentimos a las palabras de Moni—. Bueno, Gideón, creo que eras una horrible persona, sin sentimientos. Sin ofender —añade cuando Gideón intenta decir algo—. Pero he visto tu evolución con Candy, he visto cómo la miras, como si no hubiera una obra de arte más hermosa que ella. —Paso saliva.
—Es que no la hay. Es tan perfecta que su escultor debe enorgullecerse de su creación. —Lo miro fijamente a los ojos. Si él piensa eso de mí, ¿yo que puedo decir de su hermosura?
—Vale, es lindo escuchar eso —confiesa Moni.
—Muy lindo —la apoya Alice. Bajo la cabeza, apenada.
—A ti, Candy, te vi ser más fuerte cuando te conocí, ¿dónde quedó esa chica que no vivía del qué dirán? Te vi comerte el mundo de un solo mordisco, pero ahora dejas que él vomite sobre ti, ¿por qué? Juro que no lo entiendo. —Quisiera confesar que yo tampoco lo sé—. El problema tuyo es que no buscas solucionar nada, solo huyes. Ya no está ni tu padre ni Sebastián para malcriarte, ya debes hacerte cargo de tus propias acciones —continúa hablando. Suspiro.
—Aquí es donde entro yo —comenta emocionada Alice—, voy a hacerles la pregunta del millón —advierte—, ¿quieren volver a intentarlo o ya se van a dejar definitivamente? —inquiere. La sola pregunta, me aterra.
—Debemos hablar. —Es todo lo que dice Gideón. No sé cómo interpretar eso.
—Bien, nosotras nos iremos —acepta Alice. Ambas se levantan de sus puestos y salen del apartamento sin decir nada más. Suspiro.
—No podemos seguir así, Candy —habl, Gideón. Se acomoda en el sofá para verme mejor—. No puedo seguir pensando que en cualquier momento te volverás a ir de buenas a primeras —confiesa. Pasa las manos por su rostro con cierto desespero—. Sé muy bien que no fue fácil asimilar mi pasado de golpe, pero no entiendo porqué siempre para ti, la solución es dejarme. ¿Qué pasará el día que ya yo no quiera recibirte? ¿Qué pasa si ya yo no quiero hacerlo ahora? —Paso saliva. No quiero eso. No quiero que me deje.
—No quiero que me dejes —susurro bajito.
—¿Y crees que yo si quería que me dejaras las tres veces anteriores? —reclama. Pongo todo mi autocontrol a trabajar para no derramar lágrimas.
—Sé que no —confieso. Me siento en un juzgado..., y por como van las cosas, terminaré condenada.
—No sé qué hacer, Candy. —Se levanta del sofá, comenzando a dar vueltas en el mismo sitio—. Creo que tú no estás lista para nuestra relación. —Me levanto, igual, tomando sus manos.
—No quiero terminar con esto, Gideón —suplico. Desvía la mirada.
—Eso no fue lo que pareció cuando me dejaste arrodillado en el restaurante —reclama. Cierro los ojos.
—Estaba asustada —confieso—. Tienes razón, todos la tienen, soy una cobarde que siempre termino huyendo en vez de afrontar las cosas. Pero no sé cómo hacerlo. Enséñame —pido. Su mirada poco a poco, vuelve a la mía.
—¿Cómo sabes que me amas? —cuestiona. Frunzo el ceño sin entender.
—¿Qué? —pregunto.
—¿Cómo sé yo que no volverás a dejarme? ¿Cómo puedo estar seguro de que lo tuyo es amor y no costumbre o peor aún, miedo a quedarte sola? —explica.
—No voy a prometerte cosas que no sé si pueda cumplir, pero sí te prometo, que no voy a volver a tener la huida como única salida. No quiero volver a dejarte, Gideón —confieso—. Y sé que te amo, juro por Dios, que sí lo hago. Costumbre era lo que tenía con Sebastián, pero ¿cómo puedo acostumbrarme a ti, si siempre te tengo por poco tiempo? —inquiero.
—Porque tú así lo decides. Eres quien se va, yo siempre he estado en el mismo sitio. —Se sienta de nuevo en el sofá, sin soltar mis manos. Me siento a su lado.
—Lo sé. Y no tengo miedo a quedarme sola, tengo miedo a quedarme sin ti —admito.
—Tienes que tener presente que ya no habrá vuelta atrás, Candy. Si decides quedarte, es para quedarte permanentemente. Me cansé de tu intermitencia —zanja. Asiento sin dudar.
—Será permanente —prometo
A🌙A
Buenos días, mis amores, bellos.
No saquen conclusiones tan rápido 😅🤭
Eso de ahí es la Aixa del 2021. Les confieso que yo no me acuerdo de nada del libro, por lo que cada vez que empiezo a leer un capítulo, es como ser una lectora y no la autora. Pero por esa nota mía al final, hasta yo misma me doy miedo y ya no le creo a Candy ni lo que reza, jajajaja. Si se vuelve a ir, de verdad me voy a enojar mucho con la Aixa del 2021.
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