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Capítulo 31

Todo santo tiene un pasado y todo pecador tiene un futuro.
Oscar Wilde.

Narra Candy. 

Parte 1/2

Estamos en el auto de Gideón, vamos camino a algún restaurante para poder hablar. Anoche luego de que se fue para ver a Gabriela, le pedí a la enfermera papel y lápiz y anoté todas las preguntas que quiero que responda. Solo espero que sea capaz de hacerlo.

—¿Cómo están los bebés? —la pregunta escapa de mis labios antes de poder detenerla. Gideón me mira brevemente.

—Están bien los tres. Gabriela tendrá que tener mucho reposo, porque ahora está teniendo un embarazo riesgoso. —Pequeños Flashback vienen a mi mente del momento en que la doctora me dio el diagnostico de mi embarazo.

—Espero de corazón que salgan de peligro y puedas tener a tus bebés. —Intento que no se note cuanto me afecta 

—Gracias, yo espero lo mismo. Sé que es algo que debe costarte hablar, pero valoro mucho que preguntes y desees lo mejor. —Agradezco que lleguemos a un restaurante y no deba responder a eso. Bajo del auto sin necesitar su ayuda. Lo sigo hasta el interior del restaurante. Eligió uno de comida italiana. 

Nos ubicamos en nuestra mesa, enseguida un joven se acerca a nosotros, ordenamos y él se retira.

—Estoy listo para responder tus preguntas sobre todo lo que quieras saber, sobre ese vídeo que viste. —Suspiro.

—De ese video solo quiero saber si desde un principio pensabas hacer eso mismo conmigo, si utilizabas las mismas palabras que me dijiste a mí en ese estacionamiento sobre la vulnerabilidad del lobo y la caperucita. —Gideón cierra los ojos, como si mis palabras le afectaran. 

Dudo que le afecten más que lo que a mí me afectó escucharlo llamar a otra mujer, como me llama a mí.

—Sí y sí. —Parpadeo varias veces, evitando que las lágrimas caigan—. José me habló de ti alrededor de un mes y medio antes de conocerte. Me mostraba fotos, vídeos de tu día a día. En ese momento salíamos con una chica. Una vez se venció el tiempo para estar con ella, era hora de ir por ti. Tienes que entender que yo no deseaba en ese tiempo tener una relación estable con alguien, me gustaba la vida que tenía. No era personal. —Llevo las manos a mi rostro, secando unas cuantas lagrimas traicioneras.

—¿Por qué mujeres casadas y no solteras? —Esa pregunta no está anotada en mi pequeña lista, pero la curiosidad puede más. Gideón se remueve incómodo. 

—Era más emocionante y desafiante estar con una mujer que ya tuviera una relación. —Aprovecho que el chico vuelve con nuestra orden, para ordenar un poco mis sentimientos—. Desde el momento que te conocí, no quise compartirte con José —aclara. 

—Si no era esa tu intención, ¿por qué usaste las mismas palabras que con las otras? ¿No podías ligar conmigo de manera diferente? —Me sorprende que mi voz se mantenga tan calmada. Contrasta con todo lo que pasa en mi interior.

—No sabía ligar de otra forma. No sé ligar de otra manera —confiesa—. Llevaba usando las mismas técnicas desde los 19 años. Son más de siete años diciendo lo mismo—. ¡Dios! ¿Siete años? ¿Cuántas mujeres pueden haber pasado desde entonces? Obviamente, muchas.

—¿Qué significado tiene para ti ese tatuaje que te hiciste? —Por fin, me mira a los ojos antes de responder.

—Tú eres mi debilidad. El cazador resultó cazado —responde firme. Evito emocionarme por sus palabras.

—¿Tuviste intención en algún momento de contarme todo eso? —Se suponía que esa debía ser la primera pregunta.

—No. Desde que entraste en mi vida, empezó a avergonzarme mi pasado, lo que hacía. No quería que supieras nunca la clase de sádico que era. —En su mirada puedo ver que está librando una gran lucha en su interior.

—No te juzgo por tu pasado, Gideón. Todos tenemos uno. Y a algunos no nos enorgullece. —Por un segundo veo un destello de esperanza en sus ojos—. Lo único que me afecta de tu pasado, es el hecho de que en tus planes originales, yo no estaba ni en tu presente ni en tu futuro. Eso sin mencionar, todo lo que ese pasado me ha traído a mi vida —explico. 

La pasta que tengo frente a mí, se ve muy apetitosa, pero no tengo ganas de comerla. Por lo que la hago a un lado.

—No quería que nada de esto sucediera. —Le creo. Sé que no pensó que esto pudiera haber sucedido.

—Pero pasó. Yo tuve que pagar por cosas que ni siquiera sabía que existían en tu vida. No me estoy haciendo la víctima —aclaro—. Yo quise estar contigo, en ningún momento tú me obligaste a fallarle a Sebastián o algo por el estilo. Yo decidí hacerlo. Pero no veo bien el hecho de que tú y José solo querían probarme y luego desecharme como saco de basura —sentencio—. ¿Cómo hubiera sido? ¿Tú me decías que tenías un amigo con el que podríamos estar los dos? ¿Qué pasaba si yo no aceptaba? ¿Tampoco hubieras estado conmigo? ¿O acaso primero tenías que probarme tú para ver si valía la pena decirle a José que tan bien cogía y entonces determinar si botarme ahí? —He alzado un poquito la voz, pero no lo suficiente para llamar la atención de los pocos clientes que hay en el restaurante.

—Te dije que apenas te vi no quise compartirte con José. —Ruedo los ojos.

—Quiero saber cuál era el protocolo a seguir en caso de que no te hubieras encaprichado conmigo —explico. Gideón bufa.

—¿Para qué quieres saber eso? —inquiere, notablemente confundido e irritado.

—Quiero saber cómo hubiera sido nuestra relación si todo hubiera seguido su curso original. —Soy masoquista, lo sé.

—Bien. Hubiera hecho lo mismo que te hice esa noche, pero con más morbo, hubiera grabado cada segundo del acto y luego lo hubiera visto con José. Él seguramente se habría enamorado instantáneamente de tus movimientos, de tus gemidos, de tus gestos... —Hace una pausa. Yo voy sintiendo como el dolor me invade—. Y entonces, me hubiera presionado para incluirlo rápidamente en nuestros encuentros. Te habría comentado de él, tú te hubieses negado, porque eres de las que tiene que poner siempre problema, y entonces él me hubiera obligado a terminar eso hasta ahí, y si no quería que tú lo supieras, por muy bien que lo haya pasado contigo, me habría alejado, porque hasta ese momento, él era mi hermano y la única persona que me interesaba tener permanentemente en mi vida. A parte de Alice, claro. —Giro mi rostro, para evitar que me vea llorar.


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