Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 30

Los dolores deberían ser como las tangas: Fáciles de quitar. 😅
Aixa de Alsina

Narra Gideón

—No tengo palabras para disculparme contigo por todo lo sucedido, Caramelo —comienzo. Candy toma aire.

—No tienes que disculparte conmigo, Gideón. No quiero que lo hagas —aclara. No sé si tomar de buena o mala manera el que esté hablando tan calmada.

—Dime lo que quieres que haga y lo haré —declaro. Ella saborea sus labios antes de responder.

—Quiero que por hoy, me dejes pensar todas las preguntas que quiero que respondas mañana. —¿Está pidiéndome de forma educada que me vaya?

—¿Quieres que me vaya? —inquiero, dudoso. Asiente.

—Podemos comer mañana en un lugar público y ahí hablar —susurra. 

Siento que está usando todas sus fuerzas para parecer fuerte y fingir que nada de lo sucedido le ha afectado, pero yo la conozco y sé que muere por salir huyendo y alejarse de mí, de mi infierno. El infierno que la envuelve cuando está conmigo.

—Me gustaría quedarme contigo, pero entiendo que quieras tu espacio. Estaré en el pasillo por si decides que pase. —Asiente, desviando la mirada. Aprovecho para caminar hasta ella y dejar un beso en su frente que la hace cerrar los ojos—. Te amo, Caramelo —le recuerdo y salgo.

Froto mi cabello con mis manos, al sentarme nuevamente en la misma silla mullida.

Temo por todas las preguntas que ella tiene. No creí que José se volviera tan loco con Candy. No lo había visto tan enfrascado en una mujer desde que terminamos con Angie, pero a ella nunca se atrevió a tomarla por la fuerza.

Tengo tantas ganas de verlo y molerlo a golpes por lo que pudo haberle hecho a mi Caramelo.

Cada vez que cierro los ojos, lo recuerdo quitándole la ropa a Candy, ella con los ojos cerrados y sus mejillas inundadas por sus lágrimas. ¿Qué tanto le hizo antes de que llegáramos?

Golpeo mi pierna con frustración.

—Señor. —Alzo la cabeza, fijando la mirada en la misma doctora que ha estado atendiendo a Candy desde que llegamos—. Debería ir a es descansar, la señorita será dada de alta a primera hora de la mañana. Los exámenes han salido muy bien —explica. Asiento.

—Me gustaría permanecer acá por si sucede algo. —Me niego a irme y dejarla sola. Por dejarla sola es que pasó todo esto. No quiero que se repita.

—Bueno, si insiste. Sólo trate que los guardias no lo vean siempre en el mismo sitio. —Asiento nuevamente.

—Vale, muchas gracias. —Ella sonríe cálido antes de irse. Suspiro.

Una idea fugaz pasa por mi mente. Quizás eso le guste a Candy. Me levanto con eso en mente, salgo del hospital, subo a mi auto y conduzco lo más rápido que pueda hasta el autoservicio más cercano. No quiero demorarme tanto.

Pido lo de siempre y regreso al hospital. En cuestión de menos de media hora, ya estoy ingresando nuevamente a la sala de esperas donde me encontraba antes.

Verifico que nadie me esté viendo y toco la puerta dos veces antes de entrar a la habitación donde se encuentra Candy. Ni siquiera esperé a que me permitiera entrar. Veo como pasa saliva al verme.

—Te traje algo. —Levanto la bolsa para que no me corra. Me dedica la primera sonrisa genuina en todo el día. Es más, creo que es la primera sonrisa que me ha dedicado hoy.

—Gracias. —Dejo su hamburguesa en sus piernas, luego de ayudarla a sentarse en la camilla. Saco las papas fritas de la bolsa y le entrego una de las dos Coca-Cola que compré—. ¿Crees que nos digan algo por estar comiendo esto? —susurra bajito. Termino de tragar y respondo.

—No lo sé, pero sería algo sin importancia. Esto está muy bueno. —Asiente, dándome la razón.

Quiero preguntarle si está bien, si me odia, si ya no quiere darme una oportunidad.

Quiero preguntarle tantas cosas, pero sé muy bien que no podré preguntar nada hasta que ella me haga sus propias preguntas.

Solo deseo que esté lo suficientemente preparada para escuchar todas las crudas respuestas que puedo darle.

Me cansé de disfrazar la verdad. No llegaba a mentirle, pero es peor decir un pedazo de la verdad y esconder el resto, que decir una mentira completa y mantenerla firme como si fuera una verdad. Ya me cansé de eso.

—¿Has hablado con Moni? —Abro los ojos al recordarlo. Niego.

—Lo olvidé por completo. Debe estar muy preocupada. ¿Quieres llamarla? —Candy no tarda en asentir. Me levanto un poco de la silla para sacar mi celular del bolsillo de mi pantalón y extendérselo. Lo desbloquea y en cuestión de segundos, se lleva el aparato al oído.

Se nota ansiosa.

—Hola —murmura, imagino que apenas Moni contesta. No sé qué están hablando, pero lo deduzco todo por las expresiones de Candy. Se me hace tan fácil leerla.

Unas cuantas lágrimas resbalan por su mejilla al asegurarle a Moni que se encuentra bien. Una punzada de dolor atraviesa mi corazón, cuando le cuenta que gracias a los oficiales, José no le hizo más nada.

Fui yo quien guió a los oficiales hasta ese viejo sótano. Ni siquiera sé cómo es que José aún tenía acceso a eso. Se supone que eso le pertenece a los nuevos dueños de la que era la casa de mis padre.

Me ofrece el celular al colgar.

—Gracias. —Niego con la cabeza.

—No tienes nada que agradecer, Caramelo —aseguro. Terminamos de comer en silencio, más no uno incómodo. Es agradable.

Justo cuando me levanto, para recoger todo y dejarla descansar, mi celular suena con afán. Es un número desconocido.

—Aló —contesto. Se escucha mucho ruido al otro lado. Personas gritando que ya viene alguien y no sé qué más. Es difícil fijarse en una sola cosa cuando tantas personas están hablando.

—Gideón. —Es Gabriela. Su voz se nota preocupada. Me alerto.

—¿Qué pasa, Gabriela? ¿Dónde estás? —Candy me mira atenta.

—Gideón —repite y comienzo a alterarme—. Me caí, Gideón. Estoy sangrando. —Escucho como llora. Mi corazón se acelera. Justo hoy vimos al doctor en la mañana y todo estaba bien.

—¿Dónde estás? Iré por ti —declaro. No deja de llorar al otro lado de la línea.

—Estoy subiendo a la ambulancia. Me llevan al hospital. Te necesito ahí, Gideón —súplica. Asiento como si pudiera verme.

—Aquí estaré. Te esperaré afuera —prometo—. Gabriela, todo estará bien —le aseguro. Cuelgo luego de que escucho como dice que espera que así sea.

Candy me mira igual de preocupada que yo.

—Debo irme. —Asiente.

—Ve con ella. Te veré mañana. Todo estará bien —repite mis palabras. Me permite dejar un casto beso en sus labios y salgo, directamente hasta la entrada del hospital.

Cuento los minutos en mi mente hasta que veo a una ambulancia estacionar al frente de mí. Espero que dentro esté Gabriela y todo esté bien.


Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro