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Capítulo 28

Con el tiempo aprendes que es mejor cuidarse de las personas que de las armas, porque las armas no se disparan solas. 

Narra Gideón.

Decido llamar a Moni, al ya haber pasado más de una hora desde que el vuelo de Candy debió haber llegado y ella no aparece. Al tercer tono contesta. 

—¿Aló? —contesta.

—Hola, Moni, soy yo, Gideón —aviso. Continuo tras un saludo de ella—. Quería saber si Candy te dijo algo de que su vuelo se retrasó, aún no ha llegado —explico.

—¿Cómo así? —Se escucha alterada—. Gideón, Candy viajó ayer, no hoy. —Mi corazón se salta varios latidos. 

—¿Qué? —Necesito saber si escuché bien. 

—Gideón, yo misma la despedí en el aeropuerto. Su vuelo salió a las doce del medio día. —La escucho hablar con alguien. Yo sigo sin poder procesar todo—. ¿Sigues ahí? —inquiere, minutos después.

—Aquí estoy. —Espabilo, saliendo del aeropuerto.

—¿Has hablado con ella desde entonces? —interroga. Recuerdo que su ultimo mensaje lo recibí ayer en la noche. Solo decía que me amaba. 

—Anoche me escribió un mensaje en la noche, decía que me amaba —le cuento. 

—Es imposible, Gideón —Sentencia—Según el GPS de su celular, dice que está en el aeropuerto de allá. —Regreso de prisa al aeropuerto, pero no la veo. Ni siquiera me interesa preguntar el porqué ella tiene acceso a la ubicación de Candy. Han vivido mucho juntas, así que no me importa—. ¿Crees que alguien la tiene? —Su voz titubea. 

Presiono el celular con fuerza, pensando enseguida en una sola persona. 

—Voy a averiguarlo —Prometo. 

Cuelgo el celular, saliendo como alma que lleva el diablo. Subo a mi auto, conduciendo como loco. Le marco al celular de José, pero no contesta. Maldigo, lanzándolo contra el asiento a mi lado.

—¡Juro que si le pones un dedo encima, te mato! —le advierto, al sonar mi celular y contestarlo.

—Le he puesto más que un dedo y ella no parece quejarse —se burla. La furia recorre mi cuerpo. Freno de golpe, estacionando el auto frente a su edificio.

—Te lo advierto, José, te mataré —siseo. Rie maniático.

—Ahora entiendo porque te gusta tanto, es exquisita. —Cuelga tras decir eso. Golpeo repetidas veces el volante, desquitando mi furia con él. No soy consciente de que estoy llorando, hasta que las lágrimas mojan mis brazos. 

No voy a perdonarme nunca lo que le está haciendo. Sabía que él era capaz de esto y no hice nada para protegerla. Ella volvió antes, volvió por mí. 

—¡Maldición! —grito, frustrado. ¿Qué debo hacer? ¿Ir a la policía? Esa sería la mejor opción, pero necesito matarlo al encontrarlo. No me interesa que se pudra en prisión por lo que está haciendo, necesito ver como la vida se escapa de su cuerpo cuando lo esté matando. 

Salgo del auto, necesitando aire fresco. Sé que en su apartamento no va a estar. Así que debo pensar muy bien los lugares que hemos visitado juntos y que servirían para eso. 

Recuerdo la llamada que me hizo. Tal vez pueda encontrar a alguien que me diga de donde provino. ¡Dios! Necesito algo rápido. 

Me desespero, por lo que vuelvo al auto. Sé que no le interesa matarla, pero si él la tiene desde ayer, ya le ha hecho de todo. Debo ir a la policía, no sé qué más puedo hacer.

Narra José. 

Veo a Candy dormir plácidamente. Realmente ha dormido mucho. La droga que le dí no es tan fuerte, solo necesitaba que no viera el lugar a donde la traje, sin tener que golpearla. 

Me gusta mucho su rostro, no quiero verlo amoratado. Poco a poco despierta. Al hacerlo, sus ojos recorren el lugar, para por último, posarse en mí, veo cómo se aterra en cuestión de segundos. 

—Hola, Alejandra. —Me gusta su viejo nombre, el nuevo es por Gideón, así que no me gusta. Noto como pasa saliva asustada—. ¿Tienes sed? —inquiero. 

Ella se mantiene inmóvil en la cama. Claro, que tampoco es como que pueda moverse mucho con las esposas que le puse. 

—Puedo darte agua o vino, ¿qué prefieres? —Su silencio empieza a enfadarme. Estoy tratando de ser cortés. Atenderla bien, pero ella me lo está poniendo muy difícil—. Habla, Alejandra o tendré que hacerte hablar por las malas —advierto. Una lágrima desciende por su mejilla.

—Agua, por favor —susurra, bajo. Sonrío conforme. Sirvo agua en un vaso y camino hasta ella.

—¿Te gusta el lugar? —cuestiono,  frente suyo. Lo mira nuevamente todo—. Acá empezamos Gideón y yo a compartir mujeres. Ya sabes esa historia, ¿cierto? 

Aparta el rostro, cuando la acaricio. Sostengo fuertemente su mandíbula para que se quede quieta mientras recorro su mejilla con mi lengua. Presiona los ojos con fuerza derramando unas cuantas lágrimas. 

—Te creía más fuerte, Alejandra —me burlo. Inclino el agua en su boca, pero por no tomarla toda, termina mojándose su camisa, lo que hace que se pegue a su cuerpo, notándose así, el sostén que lleva puesto. Suspiro—. Quiero tomarme el tiempo para disfrutarte, por lo que necesito que estés despierta y colaborando —advierto.

Hace unos sonidos quejumbrosos. Al verla, está llorando. Eso me desespera. 

—Deja de llorar. Te gustará, lo prometo. Pero primero, ¿qué te parece si vemos una película?  —Le doy play al video beam. En la pared de fondo, comienza a reproducirse uno de los tantos vídeos que grabé junto a Gideón.  Candy alza la vista al escuchar la voz de Gideón.

—¿Te contó sobre eso?  Le encanta hacer vídeos. Los vendimos a muy buenos precios. —Sus ojos no dejan nunca de mirar la cinta—. ¿Creiste que solo a ti te llamaba Caperucita?  —me burlo al ver como arruga el rostro—. A todas les decía así porque a todas las hizo pecar. ¿Sabías que siempre buscamos que fueran mujeres casadas o a punto de hacerlo? ¿Qué sentido tendría compartir a una mujer libre? La adrenalina de lo prohibido es lo excitante  —repito las palabras de Gideón.

Alejandra se estremece con violencia. Quito el video para colocar uno nuevo.

—Con el dinero de los vídeos y los cuadros vendidos es que montamos el estudio, solo con el fin de poder estar más cerca de mujeres hermosas a las cuales tentar. —Alejandra cierra los ojos con fuerza. No deja de llorar—. ¿No te contó eso? —pregunto, haciéndome el inocente.

—Detente, por favor —suplica. Pongo en pausa el vídeo.

—¿Acaso no quieres ver cómo el hombre que amas, seducía a otras mujeres con las mismas técnicas que usó en ti? —Alzo su mentón,  perdiéndome en esos hermoso ojos cafés que tanto me gustan. 

Sin poder aguantarme, me acerco a ella para besarla. Aunque no es un beso correspondido, no me separo. Al contrario, ahora es que comienza mi momento de disfrutarla.

🌙
No me odien.
Nos leemos mañana.

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