Capítulo 26
Te di tanto amor que no supiste qué hacer con él.
Cincuenta sombras de mi papi, Grey♡
Narra Gideón.
—¿Qué puedo hacer para que te quedes? —Veo a Candy, terminar de empacar.
—Lobo, no te estoy dejando, no me iré para siempre, será solo este fin de semana, el lunes estaré de regreso y podremos estar juntos —repite lo mismo que me ha dicho los últimos minutos. Pero no quiero aceptarlo. No quiero que se vaya. No quiero que me deje.
—No quiero que te vayas, siento que no vas a volver. Vas a olvidarme —susurro bajo. Decirlo en voz alta desgarra por dentro. Cierra la maleta, posándose delante de mí.
—Voy a volver. Ya tienes los datos de mi vuelo, el lunes a primera hora estaré de regreso. Solo necesito estos días para liberar mi mente y poder organizar mis ideas. Te amo, Gideón, no voy a dejarte —promete. La abrazo, besando sus labios. Corresponde con la misma intensidad.
—El lunes. —Asiente segura. La ayudo con el equipaje. Salimos del apartamento en el auto, sin llevar a Loba con nosotros.
Durante todo el camino, Candy se la pasa viendo a la ventana, pero su mano sujeta la mía mientras reparte pequeñas caricias en forma de círculos. Su rostro no demuestra ninguna emoción, eso me asusta.
Intento conducir lo mas lento posible, pero sé que el avión parte en unos minutos, de nada serviría que llegue tarde, porque igual ella tomaría otro vuelo y se enfadaría conmigo.
Estaciono justo faltando cinco minutos para que su avión salga. Apenas entramos, se escucha por los altavoces el llamado de su vuelo.
—Nos vemos el lunes —promete, dejando un beso en mis labios, antes de enseñar su boleto al hombre. La veo en el pasillo, cuando se detiene, gira y me sonríe, agitando su mano de lado a lado. Le respondo el despido de la misma manera.
Espero uno minutos que el avión marche, al hacerlo, tomo mi teléfono decidido a ir a ver al causante de esto. Al segundo tono contesta.
—Voy para allá —advierto. Cuelgo, subiendo al auto. Contrario a como llegué, salgo rápidamente del aeropuerto.
En todo el camino voy pensando que es lo que le diré. No puedo decirle que no le conté toda la verdad a Candy, él se encargaría de decírselo de la peor manera.
Cuando llego al estudio, aparco el auto en mi puesto habitual. Me tomo unos segundos para calmarme, porque realmente estoy muy molesto. Confío en que Candy no está abandonándome, pero no puedo sacar de mi mente la mirada triste que tenían sus ojos al contarle todo. Lo peor es que ya entendió eso, más no le he contado todo. Me temo que al saberlo, si decida irse.
—¿Qué diablos crees que haces? ¿Por qué no puedes aceptar de una puta vez que jamás vas a tenerla? Es mía, José, solo mía. —Lo encaro, entrando a la oficina del estudio. Levanta la vista de los documentos en el escritorio y me dedica una mirada fría.
—Ese es mi problema, no quieres compartir. ¡¿Sabes cuánto me costó convencer a todo el jodido mundo para que pudieras conocerla?! ¡¿Y así es como me pagas?! —Se levanta del asiento, colocando ambas manos en el escritorio. No me intimida.
—¿Acaso pensaste que íbamos a hacer eso toda la vida? No, me enamoré de ella, no dejaré que la toques, es mía —repito. José cierra los ojos frustrado.
—No esperaba que lo hiciéramos toda la vida, ¡pero al menos esperaba poder tenerla! —espeta, dando un golpe seco contra la madera—. ¡Jódete Gideón! ¡Fui yo quien se interesó en ella! ¿Qué dijiste tú cuando te la mostré? No es mi tipo —repite mis palabras. Suspiro.
—No lo era, lo reconozco, pero no me enamoré de su físico, ¡Joder! —Me acerco de manera amenazante hasta él—. Solo te advierto, José, no más juegos. —Alza el mentón altanero.
—¿Si no qué? —me reta. Tomo aire.
—Me olvidaré de que eres mi hermano y conocerás lo peor de mí —advierto.
—Creí que lo peor de ti, era quedarte con algo que es de los dos. —Me enfurezco de que llamé a Candy como una cosa, lo tomo por la camisa acercando su rostro más al mío.
—Que te quede claro que ella jamás ha sido tuya y jamás lo será. Es mía. Es mi mujer y será mi esposa. —La única expresión que veo en su rostro es a lo último, al decir que será mi esposa.
—¿Se casarán? —inquiere, confundido. Lo devuelvo al suelo.
—Sí. Ya te lo dije, es mía. Nada de lo que haya hecho en mi pasado o en el suyo, importa ahora. Me ama —le restriego en la cara. Vuelve a endurecer sus facciones.
—Bien, si ella ya sabe todo tu pasado y aún así quiere estar contigo, no tengo ningún problema. —acepta. Asiento, dándome la vuelta para irme. Me detiene antes de salir—. Pero Gideón, te advierto que si se me da la oportunidad de estar con ella, no la voy a desaprovechar, así que cuídala mucho. —Cierro de un solo portazo, detrás de mí. Los chicos me miran confundidos.
Me dispongo a salir del estudio sin hablar con nadie, pero alguien me lo impide, Clarita. Se posa delante de mí, con una sonrisa enorme.
—¿Cómo está, Alejandra? —susurra bajo, para que solo yo escuche. Veo a nuestro alrededor. No hay nadie cerca.
—Está muy bien, gracias por preocuparte. —Su sonrisa se agranda.
—¿Crees que ella acepte salir conmigo hoy? —Suspiro.
—Hoy no se va a poder, pero le diré apenas llegue el lunes, ¿te parece? —propongo.
—¿Está de viaje? —pregunta, triste. Asiento—. Vale, tienes mi número, puedes avisarme si acepta. —Asiento. Paso por su lado, queriendo irme rápido. Su mano en mi brazo me lo impide—. Me alegra mucho que estén juntos. Se lo merecen. —Sonrío genuino. Me suelta y aprovecho para irme, después de agradecerle.
El aire fresco me da en la cara, al salir. Planeo recibir a Candy, con todo listo el lunes. Así que debo buscar rápido una empresa especialista en remodelación, para que terminen todo a tiempo.
Maldigo al ver el mensaje entrante.
Número desconocido:
17:33 hrs: El lunes a las siete de la mañana tenemos cita con el doctor.
No necesito tener el número registrado porque sé muy bien que se trata de Gabriela. Parece que me escribe de otro celular, porque aún no la desbloqueo.
Candy llegará el lunes a más tardar las diez de la mañana. Espero que esas tres horas de diferencia sean suficientes. No le respondo, coloco el recordatorio en el celular y subo al auto.
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