Capítulo 19
A veces ignoramos el poder que un GRACIAS tiene para aquel que nos ha ayudado sin pedir nada a cambio.
Empecemos a pedir menos y agradecer más.
A🌙 A
Narra Candy.
—¿Estás bien? —Parpadeo enfocándome en Gideón. Asiento—. Volverás a verlos, tranquila. —Sonrío para aligerar el ambiente. Acabamos de hacer el amor, lo que menos quiero es que piense que no me gustó, porque me ha encantado estar nuevamente en sus brazos.
—Lo sé, amor, es solo que los echaré de menos. —Hace unos días comencé a decirle amor, sé que le gusta por cómo sus ojos se iluminan cada que lo hago. Al igual que a mí me gusta cuando es él quien me llama a mí así. Termina de colocarse la camisa, se agacha y deposita un beso en mis labios.
—Lo sé, Caramelo. Recuerda que podremos ir a verlos cuando quieras. —Vuelvo a sonreír como idiota.
—Te amo —susurro en sus labios.
—Y yo te amo a ti. —Deja un suave beso en mi frente—. Tengo que irme. —Hago pucheros. No quiero que se vaya, incluso sabiendo que solo serán unas horas. Gideón ríe, besa de nuevo mis labios y sale de la habitación.
Después de un largo suspiro, me levanto de la cama sin importarme el estar desnuda. Me doy una ducha rápida y me visto con algo cómodo. Un jean, un top y unas deportivas.
Se supone que hoy debía volver a Las Vegas y hablar con la editorial, pero Moni es mi representante luego de mis sube y baja, ella es mi representante legal y aseguró que se haría cargo de todo para que yo no tuviera que alejarme de Gideón nuevamente.
Aún no le he contado sobre el hijo que él espera y tampoco hemos vuelto a tocar el tema.
En el fondo, creo que lo estoy evitando para no romper esta perfecta burbuja de amor en la que estamos. Sé que espera un hijo con otra mujer y estoy segura de que no seré quien separe a ese bebé de su padre, pero por el momento, solo quiero disfrutar de esto sin dejar que los demonios en mi cabeza me atormenten y me hagan irme nuevamente.
Hoy iré a pedir los materiales que necesitaré para comenzar la remodelación del apartamento. Estoy algo nerviosa, sé que es algo importante para Gideón, además de que aunque no lo hemos hablado, ya vivimos juntos, ¿cierto?
Entonces quiero que sea algo que nos represente a los dos tanto juntos como por separado. Tengo a mi cabeza dando vueltas fon un montón de ideas diferente.
Salgo del edificio en uno de los autos de Gideón. La verdad amo conducir sus autos, me parece increíble que ni siquiera con Sebastián que trabajaba en una empresa de autos conocida, tuviera un solo auto... Gideón tiene tres y una motocicleta.
Me detengo en una panadería para comprar algo de desayunar y sigo mi camino. Hice una lista de los sitios en los que puedo conseguir todo lo que tengo en mente. Cabe resaltar que la lista de las cosas es el triple de la lista de los lugares. Espero que puedan tener todo lo que me he inventado.
Llego a mi primer destino. Saludo mis manos para eliminar cualquier rastro de haber desayunado en el auto, retoco mi labial y bajo sonriente con la lista de las cosas en una mano y mi cartera en la otra.
Tras salir de ahí, me siento más confiada. Más de la mitad de las cosas fue muy fácil de hallar. Además de que los tonos de pintura, también fue fácil encontrarlos. Yo creía que tendría que mezclar varios tonos para llegar a ese rojo y resulta que hasta nombre tiene... ¡Fantástico!
Para cuando termino de las contraer todo lo necesario, regreso al apartamento. He pedido dos cosas de más que de seguro que a Gideón van a encantarle. Ya solo falta que en el transcurso del día lo traigan todo.
Veo la hora cuando tocan la puerta con tanta insistencia. Dejo de hacer la comida, lavo y seco mis manos para caminar hasta ella. Es José. Me alerto.
—Hola —saludo. Mantengo la puerta a medio abrir. No quiero que pase.
—Necesito hablar contigo. —Arrugo el rostro. ¿Ahora qué quiere? Ya le he contado todo a Gideón. Ya no hay nada con lo que pueda manipularme.
—¿Qué sucede? —cuestiono.
—¿Me dejas pasar? —Tomo aire. Me hago a un lado, entra. No toma asiento, solo permanece de pie a escasos metros de mí.
—Dime. —Paso por su lado directo hasta la cocina. Necesito refugiarme. Devuelvo el guiso de pollo que estoy preparando. Él me sigue hasta la barra donde toma asiento en una de las sillas altas.
—Investigué un poco más, Sebastián dejó un fondo bastante bueno para ti. ¿Por qué no lo has reclamado?
—Recuerda que legalmente estoy muerta y la verdad te agradecería si dejaras de estar investigando sobre mi vida. —Doy vuelta para encararlo.
—Sino te caigo bien, pues genial, pero eso no te da derecho de andar fisgoneando sobre mi vida pasada. Ni tú ni Alice ni nadie tiene derecho para hacerlo. Ya saben lo que quieres saber, ya déjenme en paz. Gideón es feliz conmigo y yo soy feliz con él, ¿qué mierda es lo que quieren? —Termino alterándome, por lo que he alzado la voz varios tonos. José me mira sin emitir palabra.
—Si fisgoneamos en tu pasado es porque tú no quieres hablarlo. No puedes pretender que después de aquel accidente, todos nos quedaríamos de brazos cruzados dándote por muerta. —Me mantengo quieta evitando rodar los ojos.
—¿Acaso has pensado que quizás eso era lo que yo quería? Deben aprender a dejar a los muertos en paz —declaro. José ríe, pero toda su risa es carente de diversión.
—Ese es el problema, tú no estás muerta, nunca lo estuviste.
—¿Cuándo te enteraste de que yo están viva? —inquiero algo que me interesa saber desde hace mucho. José se acomoda en su asiento.
—Mi detective te encontró cuando viniste al funeral de Sebastián. —Suspiro.
—¿Por qué no le dijiste en ese momento a Gideón que yo estaba viva? —interrogo al mismo tiempo que Gideón entra al apartamento.
—Me gustaría escuchar esa respuesta —admite, cerrando detrás de sí. José se saborea los labios.
—Porque tú no mereces estar con él —responde, mirándome solo a mí. Gideón se acerca, abraza mi cintura, pegándome a su cuerpo. José rueda los ojos.
—¿Desde cuándo eres el que decide quién me merece y quién no? —inquiere con notable enfado en su voz.
—Desde que fui yo quien tuvo que verte pasar por toda esa mierda en la que ella te dejó. ¿O acaso olvidas todo por lo que pasaste por creer que estaba muerta? —Para ese momento, ya José se encuentra de pie y me señala cada dos por tres—. ¡Maldición, Gideón! ¡No puedes enloquecer por un maldito culo! —Gideón me suelta. Agradezco que la barra americana los separe.
—¡Ya te he dicho que Candy no es un maldito culo! —Espeta—. ¡¿Y qué si la amo?! ¡¿Qué mierda te importa a ti si quiero estar con ella siempre?! —Me acerco a él por atrás, reteniéndolo. Siento que en cualquier momento va a saltar la barra y se lanzará sobre José.
—¡Me importa mucho, maldición! —José pasa las manos por su cabello, desesperado—. No quiero verte hacer tu vida con alguien que te ha mentido por tanto tiempo. —Baja la voz. Quiero llorar. Están hablando como si yo no estuviera presente. Tampoco está diciendo algo que no sea cierto.
—Todos mienten, todos tienen secretos, fíjate tú, creí que eras mi hermano y me ocultaste por meses que ella estaba viva. —José intenta hablar, pero Gideón se lo impide—. Después de que viviste conmigo todo lo que pasé, te callaste, José. Me ocultaste su existencia, ¿cómo puedo confiar en ti? —Me oculto detrás de Gideón, llorando. Todos estamos llorando.
—¿Confías en ella? —Alzo la cabeza para ver a Gideón asentir—. Entonces deberías confiar en mí también. ¿Cuándo te he mentido? Ocultar información y mentir, son dos cosas diferentes. Nunca te he mentido, Gideón, y aún así, estás cuestionando nuestra hermandad. Estás poniendo por encima de nosotros una relación de unos meses. ¿Llamas a eso ser familia? —Sé que ha dicho las palabras justas para impactar en Gideón, porque ahora cubre su rostro llorando más fuerte.
—Eres mi hermano, pero debes entender y aceptar que yo amo a Candy, que ella es mi mujer y que no voy a dejar de estar con ella después de todo. Si tú puedes vivir con eso, respetarla, entonces todo estará bien. No me hagas elegir con quien quedarme, por favor, porqué sé que siempre voy a elegirla a ella. —Un jadeo lastimoso sale de mis labios al ver la mirada triste de José. Gideón me abraza fuertemente.
—Bien, si es esa tu decisión, la respeto, espero que tú también respetes la mía de querer alejarnos un poco. Necesito tiempo para asimilar todo. —Seca rápidamente las lágrimas de su rostro y sale del apartamento dejándonos solos.
—No debiste decir eso —susurro contra su pecho. Me es imposible dejar de llorar.
—No voy a dejarte. Puede venirse el mundo contra mí y aún así yo permaneceré a tu lado —promete.
—Mi mundo eres tú, pero tú tienes más personas que te quieren, no puedes alejarlas a todas por mí, no lo valgo —sentencio.
—Mírame, Caperucita. —Alza mi barbilla, haciendo que lo mire. Seca mis lágrimas—. Ya conocí la gloria en tus labios y la inmortalidad en tus pliegues, ¿cómo preferir lo terrenal a nuestro infierno personal? —Vuelvo a llorar.
—Te amo tanto.
A la Aixa de ahora le estresa mucho que se digan te amo cada dos por tres, jajajaja.
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