Capítulo 18
Los traidores son como las serpientes; silenciosos y arrastrados.
A🌙 A
Presente.
Narra Candy.
Claro a camina hasta nosotros. Me envuelve en un fuerte abrazo, que al principio dudo en corresponder, pero luego lo hago.
—¡Me alegra mucho que estés bien! —Está chillando, no hablando normal. Sonrío sin saber qué decir—. Tienes que contarme todo. ¡No puedo creer que estés viva, y juntos! —Mira a Gideón con gran emoción.
—Ella aún no está lista para hablar de todo —aclara Gideón. Clarita abre la boca, formando una O.
—Entiendo, tómate tu tiempo, yo estoy muy feliz de verte de nuevo. —Vuelve a mirarme con dulzura.
—Muchas gracias, a mí también me alegra haberte visto —confieso.
Gideón la toma por el brazo conduciéndonos a las dos a un lugar más apartado.
—Clarita, debes saber que nadie sabe que Candy está viva, no puedes decirle a nadie —sentencia Gideón.
—¿Candy? —Suspiro. De todo lo que dijo Gideón, ella solo se quedó con mi nuevo nombre.
—Ahora me llamo así, tienes que entender que legalmente yo morí —explico. Clarita repite la expresión de la boca abierta por la sorpresa.
—Entiendo, entiendo, no le diré a nadie —promete, extendiendo su dedo meñique. Entiendo la referencia, así que uno el mío al suyo, sellando un pacto.
Nos despedimos de ella, de los demás y salimos del estudio. Supongo que no pudimos hacer todo lo que Gideón quería, pero ahora es en lo último que pienso.
Solo espero que Clarita sea lo suficientemente fiel y guarde el secreto. De solo pensar en que otros conozcan mi existencia, me aturde.
—¿No más secretos? —Estamos de camino al cementerio. Suspiro.
—Solo uno más. —Gideón me mira de reojo—. No es malo —prometo.
—Bien, estoy listo para escucharlo. —Muerdo mis labios.
—Estoy en una lista para adopción. —Gideón frena en un semáforo en rojo, aprovecha para verme confundido—. Me inscribí en una institución para adoptar un niño, aún no me llaman y es claro que no lo harán. Nadie quiere darle un niño a alguien tan inestable como yo. —Parpadeo varias veces alejando las lágrimas de mis ojos.
—¿Qué pasa si quedas seleccionada? —Suspiro.
—Entraría en un tiempo de prueba, creo, eso implica que me visiten cada semana para ver en qué ambiente se encuentra el niño, y otras cosas más —explico lo poco que recuerdo de la reunión de aquella vez.
—Ya veo. ¿Y qué pasaría conmigo? —Arrugo el rostro sin entender. Gideón me mira brevemente, devolviendo su vista al frente—. ¿Tendré que cumplir algo para ser el padre? —Algo en mi pecho brinca.
—¿Quieres ser el padre de un niño que adoptaré? Bueno, en caso de que pase —añado rápido. Gideón sonríe.
—Quiero ser el padre de un niño contigo, no importa si es adoptado o no, mientras nosotros seamos los padres, es suficiente para mí. —No me resisto, me desabrocho el cinturón, colocando las rodillas sobre el asiento, me lanzo hasta él para besarlo. Gideón me corresponde el beso con una mano en mi espalda, la otra en el volante y sin dejar de ver la carretera.
—Te amo tanto —aseguro. Regreso a mi puesto, para evitar algún accidente o infracción.
—Y yo te amo a ti —promete. No me queda duda de eso.
—Se siente bien ya no tener más secretos que ocultar —comento sonriendo. Gideón ríe.
—Se siente bien escuchar eso —reconoce. También río.
—Creía que ibas a odiarme por saber todo lo que hice —confieso, viendo por la ventana. Siento su mano envolver la mía, lo miro.
—Nada de lo que hiciste es injustificado, a pesar de que no fue correcto, no puedo culparte. Mucho menos odiarte. —Saboreo mis labios. Es tan hermoso, no lo merezco. No después de todo.
***
La opresión en el pecho es casi insoportable, me cuesta respirar, mantenerme en pie, pensar con claridad, incluso, mi vista está nublada por las lágrimas que no dejan de salir.
—Perdón, papá. —Es lo último que digo, me inclino sobre su tumba dejando un beso en ella. Gideón me ayuda a levantar y me abraza fuertemente. Sigo desahogándome en su pecho.
Ya le he pedido perdón de mil y un formas a mi padre por todo lo malo, por no haber podido estar con él, por no cumplirle las promesas que le hice, por no haberle dado más. Pero creo que ya no sirve de nada.
—Todo está bien, Caramelo —susurra Gideón en mi oído. Asiento, es lo que quiero creer.
Salimos del cementerio después de dejarle flores en la tumba de Sebastián, también. Gideón incluso fue el que dió la idea.
Sin darme cuenta, estaciona frente a un McDonald's, instintivamente una sonrisa se instala en mis labios. Bajamos, le doy la mano a Gideón, pero el prefiere abrazarme por los hombros. Rodeo su cintura con mi mano.
—¿Lo de siempre? —Asiento. Ordena lo mismo para los dos, esperamos ahí mientras lo preparan. No hace falta hablar, ambos sabemos que este es nuestro lugar especial, y además, cuando el amor se nota, las palabras sobran.
Ubicamos una mesa con la mirada y caminamos hasta ella con la bandeja con nuestras hamburguesas.
A esta hora no hay casi mesas ocupadas, solo dos aparte de la nuestra.
—Estuve pensando en redecorar mi apartamento, ¿Tú que piensas? —Parpadeo volviendo a la realidad.
—¿No te gusta como está? —inquiero. Doy otro bocado a mi hamburguesa y bebo de mi Coca-Cola.
—Me gusta, pero creo que ya es hora de darle otro aspecto, una más alegre y menos sombrío. —Asiento.
—¿Y en qué estás pensando? —insisto. Siempre me gustó decorar cosas.
—No lo sé, me gusta el color rojo de tu cabello. —Sonrío—. El gris y el negro —culmina.
—¿Ya pensaste en contestar a una empresa de remodelaciones? —Sacudo mis manos sobre la bandeja al terminar de comer.
—Dame un momento para marcarles. —Imita lo que hice hace un segundo, saca su celular y teclea. Al llevarlo a su oído, mi celular suena. Lo saco de mi bolsillo viendo su nombre en él.
—Me estás llamando a mí —digo obvia.
—Lo sé, esperabas que tú lo hicieras, Caperucita. —Acaricia mi rostro con dulzura.
—Me encantaría. ¿Tienes alguna otra cosa que quieras aparte del tono de pintura? —Sueno como toda una profesional.
—Sí. —Lo miro esperando que continúe—. Que trabajes desnuda siempre que yo esté en el apartamento. —Rio a carcajadas.
—¡Pero si tú siempre estás ahí! —me quejo.
—Por eso —reconoce, guiñando un ojo. Vuelvo a reír.
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