Capítulo 15
La diferencia entre lo que dices y lo que eres, es lo que haces.
Presente.
Narra Gideón.
—¿Cómo van las cosas con Alejandra? —Frunzo el ceño.
—¿Para eso me traes para acá? ¿Para hablar de Candy? —menciono su nuevo nombre para que ya deje de decirle Alejandra. Suspira.
—Solo quiero tener un momento a solas con mi hermano. Ya no te he visto más. —Evito rodar los ojos.
—Tenía más de nueve meses sin verla, solo llevamos juntos cinco días y se irá dentro de dos —le recuerdo como si no fuera obvio.
—¿Si crees todo lo que dice? —No me está gustando el rumbo de esta conversación.
—¿Por qué no lo haría? —replico. José suspira.
—Hay cosas que no me parecen del todo ciertas —comenta. Veo a Candy ayudar a Alice llevando la comida a la mesa.
—Yo lo único que no puedo creer es que después de todo lo que ella ha vivido, tú la trates de la forma en que lo haces —sentencio. Me mira mal.
—¿Qué pretendes que haga? ¿Qué le haga una fiesta de bienvenida por haber aparecido luego de nueve meses en los que estuvo viviendo su vida relajada sin tan siquiera preocuparse por ti, su esposo o su padre? ¿O qué, ya te dijo que su padre murió y ella no vino a verlo, pero si vino al entierro de su esposo? —Evito hacer cualquier gesto que le dé la razón de que Candy no me ha dicho eso.
—En primer lugar, no estuvo viviendo una vida relajada —aclaro—. Y además, ¿cómo es que tú sabes tanto de lo que hizo ese tiempo? ¿Qué más sabes? —interrogo.
—Es claro que sé mucho más de tu mujercita, que tú. —Aprieto los puños. Odio que utilice esas palabras con ese tono sarcástico.
—A comer, chicos. —Me reservo mi comentario.
Camino hasta el interior de la casa, acercándome por instinto hacia Candy. Ella me sonríe triste.
—¿Qué tienes, amor? —Su falsa sonrisa deja de serlo, para ser una verdadera. Le gusta que le diga así y a mí me gusta hacerlo.
—Solo quiero ya poder estar contigo a solas. —Sonrío. Tomo su rostro con mis manos y le doy un pequeño beso en los labios.
—Es a comer la comida, no entre ustedes. —A veces la voz de Alice puede ser muy irritante. Sonreímos.
—Ya no me dejas estar con mi mujer —le reclamo. Tomo asiento junto a Candy.
—Estarás con ella apenas todos nos vayamos, mientras, mantengan sus manos un poco alejadas el uno del otro. —¿Ya dije que Alice parece una mamá gruñona? No quiero ni imaginarme como será de suegra.
Abro la botella de vino que Moni y Stevie trajeron, sirvo las copas y comemos amenamente, entre una que otra risa de vez en cuando.
Siento a Candy un poco distante algunas veces, es como si se perdiera en sus pensamientos por ratos. Eso me preocupa. Quiero hacerla lo suficientemente feliz para que no recuerde lo malo que ha vivido.
Después de comer, nos toca a los hombres recoger y lavar los platos. Lo hacemos en tiempo récord. Mientras que José lava, Stevie seca y yo guardo, ya que sé dónde va cada cosa. Somos un buen equipo.
—Deberíamos ir a la piscina —chilla Alice desde el sofá. Suspiro. ¿Sería muy mal si los corro a todos? Quiero estar solo con Candy. Aunque ya no sé si solo para hacerle el amor o también para preguntarle lo de su padre.
—Moni no tiene traje de baño —comenta Candy. Alice la mira un momento y luego se levanta del sofá de un solo brinco. Tuvo alguna idea.
—Yo tengo uno que podría quedarle. —Le mira el busto sin descaro a Moni, lo que hace que ella se sonroje. Sonrío—. Sí, estoy segura que va a quedarte.
Camina hasta su equipaje, lo abre en medio de la sala y comienza a buscar dentro. Al conseguirlo, lo alza, dejando ver un bikini que si creo que le guste a Moni. La parte de arriba es de mangas. Nunca había visto uno así, pero a ella de verdad si parece gustarle. Se levanta para tomarlo.
—Muchas gracias, te lo devolveré antes de irnos. —Alice hace un ademán con la mano, restándole importancia.
—Te lo regalo. —Sonrío. Siempre me ha gustado la generosidad de mi loca hermana.
—Yo tengo unos pantalones de bermudas que les quedarán —comento para los hombres. Entro a la habitación para buscarlos. Alguien me sigue. Giro encontrándome con Candy. Sonrío—. Se irán pronto. —Asiente, suspirando.
—Te amo. —Beso sus labios con dulzura.
—Y yo te amo a ti. —Dejo otro beso, antes de salir con la ropa para los chicos. Si duro un minuto más dentro de la habitación con ella, terminaré haciéndola mía y posiblemente, Alice nos hubiese descubierto en plena acción. Las chicas entran al yo salir.
Mientras que lo hombres nos turnamos para cambiarnos en el baño de invitados.
Unos minutos después, las chicas salen dejándonos sin aliento. Bueno, excepto Alice, ella es nuestra hermana. Y dudo que a José alguna le quite el aliento. Pero hablo por mí y por Stevie, que no deja de mirar a Moni como si quisiera desnudarla. Algo similar estoy viendo yo a Candy.
Moni tiene puesto la parte de arriba del bikini con un short blanco, en los pies tiene puesta unas sandalias de Candy.
Alice luce un traje de baño entero, color azul rey, con un short de Jean.
Mientras que mi diosa, lleva un bikini roba suspiros. Es de dos partes, color verde limón que resalta mucho con el rojo de su cabello. En vez de short, lleva es una falda de tela, blanca. Sus tetas se ven muy apetecibles.
—Estás preciosa, Caperucita. —Sonríe complacida.
—¿Te digo un secreto? —Asiento. Se acerca más a mi oído—. Mientras que me vestí, solo pensé que disfruté mucho la piscina aquella vez que no teníamos ropa. —Suspiro, apretando su espalda.
—Espera que se vayan, Caramelo, después, vas a pedirme que pare —advierto. Muerde su labio inferior.
—Estoy deseandolo —admite descaradamente.
—Andando —ordena Alice, al ya todos estar listos. Salimos.
Como era de esperarse, en la piscina no hay tantas personas, solo un grupo de amigos y una pareja. Ubicamos una mesa para nosotros.
Junto con los chicos vamos a la barra para comprar unos tragos, eso es algo un tanto bueno y malo del edificio, no está permitido traer tu propia comida o bebida, debes comprarla en la barra. Imagino que para más ganancia del dueño.
Al regresar, las mujeres están aplicándose bloqueador. No pierdo la oportunidad. Tiendo a Candy de espaldas en una silla reclinable. Suspiro viendo su culo en ese hilo que se pierde entre sus nalgas. Me controlo de darle una palmada. Aplico la crema en mis manos, para después repartirla a lo largo de su espalda.
Una erección comienza a formarse en mis pantalones, por lo que termino rápido, me quito la camisa por encima de la cabeza y me lanzo sin aviso a la piscina. Cuando salgo, la única persona que me importa que me mire, lo hace con deseo. Extiendo mi mano en su dirección. Se levanta de la silla de extensión, camina hasta mí, ella no se lanza, solo se sienta en la orilla, esperando que yo la alce para bajarla.
—Todas las mujeres te están viendo —acusa. Río.
—Y a ti todos te ven el culo y las tetas. —Gira los ojos, sonriendo.
—Pero yo solo te miro a ti —sentencia.
—Y yo a ti —declaro. Por fin podemos besarnos sin que Alice nos diga algo.
Pasamos la tarde charlando, bebiendo y dándonos chapuzones de vez en cuando. Cuando ya el sol se empieza a esconder, solo estamos sentados Candy y yo, el resto sigue dentro de la piscina.
—¿Puedo preguntar qué estaban hablando temprano en la terraza? —Detecto pánico en su voz. La miro.
—Ya estás preguntando, Caramelo. —Intento bromear, pero ella solo finge una sonrisa. Suspiro.
—¿Tu padre murió? —inquiero. La siento tensarse en mis brazos. Esa es una respuesta—. ¿Por qué no viniste a su entierro, pero sí al de Sebastián? —cuestiono. Intenté colocar mi tono de voz neutral, que no se notara cuanto me fastidió el enterarme por José y no por ella. Lo intenté, pero no sé si lo logré.
Dejen sus amenazas con cuchillitos, plis, jajaja.
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