Capítulo 13
Gastamos dinero que no tenemos, en cosas que no necesitamos, para impresionar a gente a la que no les importamos.
Sabias palabras de Will Smith♡
Presente
Narra Candy.
¿No les pasa que a veces todo anda bien y aun así, están predispuestos a que algo malo va a pasar? Pues, así estoy yo ahora.
Se vuelve casi una necesidad el que algo malo pase, para poder entender, que algo bueno estaba sucediendo.
Y yo no quiero eso, quiero poder estar feliz ahora que tengo lo que tanto me atormentaba por no poder tener, tengo a Gideón a mi lado, sabiendo lo malo que hice, lo inestable que soy. Me convertí en todo lo que siempre dije que no sería... una persona insegura de sí misma.
Y no hablo de mi cuerpo, estoy bastante segura con mi cuerpo. Es algo más allá, más mental, más interno.
Es la seguridad de que en cualquier momento voy a recaer, y querré apartarme del mundo solo por no poder apartarme de mi propio infierno.
¿Por qué ahora me cuestiono cada decisión más de una vez, si antes bastaba con pensarlo para saber que quería hacerlo? La respuesta es fácil, porque al hacerlo, al pensar en hacer cualquier cosa, me recuerdo las diferentes malas decisiones que tomé en el pasado por simplemente no pensar en nada.
Y no es arrepentimiento, saben que yo no conozco esa palabra. No me arrepiento de mis decisiones, sino de lo que esas hicieron en otras personas.
—¿Necesitas ayuda? —Hago una mueca de dolor. Me he cortado con el cuchillo. Gideón llega rápidamente hasta mí, inspeccionando mi dedo.
—Estoy bien, tranquilo —aseguro. Me ayuda lavando la sangre bajo el chorro de agua. Duele, pero no la aparto.
—Yo seguiré con la comida —insiste. Niego.
—Déjame hacerlo a mí, por favor, casi no me has dejado hacer nada estos días —me quejo. Es cierto, hace ya tres días que le conté lo de nuestro hijo, desde entonces, se ha dedicado a hacerme sentir bien, lo ha logrado, por supuesto, pero también me ha hecho sentir inútil.
Todavía quiero saber qué hará con la tal Gabriela, jamás permitiría que ese hijo crezca sin la presencia de un padre en su vida. Supongo que todavía no le pregunto porque me iré en dos días para revisar lo de la editorial. Ese tiempo puede usarlo para pensar qué hacer conmigo, por eso no quiero arruinarlo ahora que estoy flotando en una nube de felicidad.
—Quiero que estés cómoda, Caramelo. —Sonrío. Estoy siendo una perra malagradecida.
—Lo sé, Lobo, es solo que necesito sentirme útil, por favor —insisto.
—Voy a ayudarte, entonces. —Suspiro. Será difícil convencerlo.
—Bien, tú picas los condimentos. Ya deben estar por llegar todos. ¿Alice te confirmó su vuelo? —Gideón me mira con los brazos cruzados, usa algunos dedos de su manos derecha para ocultar la sonrisa que tiene. Lo miro mal—¿Qué sucede? —cuestiono.
—Nada, es solo que me gusta como te desenvuelves en mi apartamento..., en mi vida. —Sonrío. Me reservo el comentario recordándole que ya he sido esposa antes, por lo que sé muy bien cómo mantener un hogar. Ignoremos el hecho de que también sé cómo destruirlo.
—Me gusta estar aquí contigo —admito. Me acerco a él para besar sus labios, pero unos toques en la puerta, me impiden profundizar—. Yo iré, tú sigue picando eso —le ordeno. Gideón levanta las manos en señal de paz, río.
Abro la puerta, el primero que veo es a José, sonrío falsamente, pero rápidamente sustituyo mi falsa sonrisa, por una verdadera, cuando Alice sale del ascensor quejándose. Al verme, deja su equipaje en el suelo y corre hasta mí. La abrazo enseguida.
Creo que su energía excesiva la necesito en mi vida.
—¡Dios, me alegra muchísimo que aún sigas con mi hermano! —Río, viendo a Gideón.
—A mi me alegra seguir con él —admito. Ella codea mi hombro—. Entren, la comida pronto estará lista. —Me hago hacia un lado para que pasen. José termina buscando el equipaje de Alice, mientras que ella camina directo a la cocina, le arrebata el cuchillo a Gideón, y por supuesto, que habla sobre sus dotes culinarios.
—Te he dicho que yo me encargo de la comida, ustedes pueden ir por cerveza, porque hoy sí que quiero mucho alcohol. —Gideón la mira, mejor dicho, todos la miramos raro—. ¿Qué? No me miren así y vayan por mi cerveza —ordena.
—Yo iré —sentencia José. Es mi oportunidad para saber por qué me estaba investigando.
—Yo voy contigo. —Parece que hoy es el día de sorprender a todos, puesto que los presentes, abren sus ojos sorprendidos—. Hablaremos de negocios —susurro en el oído de Gideón.
Asiente, encantado. Aún tiene la esperanza de que lo acompañe al estudio. Me ha contado la verdad, nunca fue solo un simple fotógrafo, es socio de José en el estudio y me ha ofrecido trabajo. Me he negado porque todavía no sé lo que nos depare el futuro, además, ahora tengo tatuajes, pero él sigue insistiendo en que me quiere ahí.
Le he recordado que se supone que Alejandra está muerta y que volver al estudio con él sería meterme en problemas, por lo que Incluso dijo que podía darle un día libre a los chicos que me conocen y así presentarme a los nuevos. Según dijo, se muere por presentarle su mujer a todos.
José sostiene la puerta para mí. Me toca regresarme antes de ingresar al elevador, porque José notó que no llevaba zapatos, solo unas medias puestas. No voy a hablar de cuán vergonzoso fue. Pero ya caminamos fuera del edificio, y tengo puesto unos tenis.
—¿Qué es lo primero que quieres saber, Alejandra? —Odio que me llame así.
—Candy, ahora me llamo Candy —replico. Gira los ojos.
—Eso fue uno de las cosas que me dificultó el encontrarte —reconoce.
—Quiero saber como lo hiciste. ¿Cómo me encontraste?
—Bueno, ya sabes que no fue fácil, contraté tres detectives diferentes. Dos en Las Vegas y el otro acá. —Llegamos al supermercado.
—¿Por qué querías encontrarme? —inquiero confundida sin esperar que siga su relato.
—Porque mi hermano estaba sufriendo por ti. —Se detiene y me mira como si fuera obvio. Trago saliva—. Esperaba encontrarte en algún hospital, con pérdida de memoria o algo, inclusive, si hubieses estado muerta habría sido mejor que saber que estabas en Las Vegas, viviendo tranquilamente y de pasó, habías tenido un hijo que le ocultabas a Gideón. ¿Qué crees que quise hacer cuando te encontré, Candy? —dice mi nombre con total desprecio en la voz.
—Nunca tuve un hijo de Gideón —aclaro. Seguimos de pie en el medio del supermercado. Frunce el ceño confundido.
—Pero el detective dijo que te habías realizado una prueba de embarazo y que había dado positiva, ¿Qué hiciste con el niño, Candy? —Me suelto de su agarre. Las personas nos miran.
—Tuve que abortar. —Mantengo mis lágrimas a raya. José me mira con odio. Me apresuro a hablar antes de que piense lo que no es—. No podía tenerlo, José, venía con una enfermedad que no permitía que viviera. —Volteo la cara para que no me vea llorar.
—Estás mintiendo —acusa. Niego con la cabeza—. Es imposible, Alejandra, tengo fotos tuyas cargando un bebé en un parque. —Busca en su celular. Suspiro al ver la fotografía.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro