Capítulo 10
Dicen que mientras más se ama, más se sufre. En mi opinión, más sufre el que nunca ama.
A🌙 A
Presente.
Narra Candy.
Lo tomo con mis manos y comienzo pasando la lengua por toda la punta, eso lo hace estremecer debajo de mí. Decido que quiero hacerlo sufrir un poco, así que rodeo primero todo su miembro con mi lengua, humedeciéndolo por donde paso. Cuando ya está lo suficientemente empapado —y mi sexo también—, lo introduzco en mi boca.
—¡Oh, mierda! —Sus manos presionan mis nalgas con fuerza por lo que jadeo aún teniendo su miembro en mi boca. Eso lo hace decir otro impropio.
Subo y bajo de manera constante, intercalo lamidas con mordidas ligeras, también utilizo mis manos para acariciar la parte que ya no me cabe y descubro que cuando le paso la uña por sus testículos, salta.
Veo la apuesta perdida, apenas alza mi trasero, mueve mi hilo a un lado y pasea su lengua por toda la longitud de mi vagina. Debo parar un momento, porque la sensación fue alucinante.
—No te detengas —ordena. Como sus deseos son órdenes, continuo. Vuelvo a succionar con una fuerza moderada.
Él sigue haciendo maravillas allá abajo, por lo que cada vez, se me dificulta más seguir el ritmo de mis succiones. Pero como de verdad quiero ganar, decido darle un poco de su propia medicina y me restriego cada vez más contra él, pidiendo más atención. Por otro lado, su miembro palpita en mi boca cada que jadeo.
Aprovecho que ya encontré su punto débil y lo utilizo a mi favor. Subo, bajo y al volver a subir, Jadeo, repito eso unas cuatro veces seguidas, siento como su miembro se endurece de más, dándome a entender que está por correrse. Apenas me llena la boca con su semen, suelto el orgasmo que había estado reteniendo. Gané.
Trago todo el líquido, me enderezo, limpio mi boca, y me giro para verle la cara. Está con los ojos cerrados. Creo que sigue en otra galaxia.
—¿Te gustó? —inquiero, como niña inocente. Abre un ojo y sonríe.
—No creas que será el único orgasmo que vas a darme. —Quién alza las cejas ahora, soy yo.
—¿Y los tatuajes? —insisto con mi faceta inocente.
—Voy a tatuarme tu sexo alrededor de mi boca, porque no te imaginas cuánto amo tenerlo ahí. —Río estrepitosamente por su ocurrencia.
—Lastimosamente, no puedo tatuarme el interior de la boca, porque a mí también me encantaría tatuarme tu miembro dentro de ella. —Saborea sus labios, complacido. Debería estarlo, él es el único que ha tenido su hombría dentro de mi boca.
—Eso me lo ha puesto duro, de nuevo. —Veo hacia esa dirección, es cierto, de nuevo está erecto y apetecible.
—¿De verdad vas a tatuarte eso? —cuestiono sorprendida. Gideón asiente sin dudar. Veo de nuevo el extraterrestre que eligió para tatuarse y no lo entiendo—. Creí que sería algo así como un tatuaje en pareja —me quejo bajito, no quiero que nadie escuche.
Es básicamente nuestra relación. No importa lo cerca que estemos, nunca duramos juntos, en cambio, siempre que estamos lejos, queremos y sentimos la necesidad de tocarnos y estar juntos. Es bizarro, lo sé. Gideón sonríe, se aleja un momento para buscar al chico que va a tatuarnos.
—Tú primero, Caramelo. —Asiento. El chico comienza a acomodar las cosas que va a utilizar e imprime también el dibujo en una hoja blanca. Pasado unos diez minutos, ya está todo listo. Me acuesto en la camilla, boca abajo. Voy a hacérmelo en la parte de atrás del brazo, justo arriba del codo.
Durante todo el tatuaje, veo a Gideón que me sonríe.
—Eres muy fuerte, Caramelo, no has arrugado el rostro en ningún momento. —Sonrío.
—Es un dolor placentero. Descubrí que me gusta la sensación de la aguja perforando mi piel —admito.
—Me gusta como resalta la tinta en tu piel trigueña —me halaga.
—Mejor no te digo como me encantan los tuyos. —Siento mis mejillas calentarse. Me ha dado vergüenza decir eso delante de un desconocido. Él ríe feliz.
—Terminamos contigo. —Me levanto para ver el tatuaje en el espejo que tiene en la pared. Me encanta. Todo quedó perfecto. Es el turno de Gideón.
—¿Tienes un baño? —cuestiono cuando prepara la aguja para empezar a tatuar a Gideón. Asiente. Me indica cual es la puerta, le agradezco y los dejo solo para caminar hasta ahí.
Apenas entro, me encargo de vaciar mi vejiga. Mientras me lavo las manos, me veo al espejo y recuerdo todo lo sucedido el día de ayer. Cuando salgamos de aquí, nuestra burbuja se explotará y él tendrá que volver a su vida, esa vida en la que yo no formo parte.
Me permito llorar un poco con el recuerdo de su próxima paternidad.
Tendrá un hijo.
Un hijo que no llevará ni mi apellido ni mi sangre.
Un hijo con otra mujer que no soy yo.
Un hijo que lo unirá eternamente a ella.
Un hijo que no será nuestro sino de ellos.
Un hijo que me recordará mi perdida por siempre.
Llevo las manos a mi vientre y me siento en el suelo para llorar en silencio.
Lo que mata no es el saber, es el recuerdo de lo vivido.
Y yo tengo muy nítido el recuerdo de las palabras del doctor, la extracción, el dolor en el pecho qué me desgarraba el alma cuando salí de ese hospital sintiéndome vacía y desolada.
El recuerdo de los días posteriores a ese, cuando lo único que podía mirar en los ojos de Moni y Stevie, era lástima y compasión. No la quería. No la quiero de nadie.
Perdí lo único que me podría unir a Gideón.
Perdí a la única persona que amé sin ver.
¿Cómo puede no matar ese dolor?
¿Por qué valdría la pena seguir viviendo después de eso?
Quiero leerlos.
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