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Capítulo 1

Puedes cerrar tus ojos a las cosas que no quieres ver. Pero no puedes cerrar tu corazón a las cosas que no quieres sentir.

~Johnny Deep.

Presente.

Nueve meses después del accidente.

Narra Candy.

El corazón me martillea frenético en mi caja torácica, si sigue así, voy a vivir un ataque cardíaco en cuestión de segundos.

—No tienes que bajar del auto si no quieres. —Volteo a ver a Stevie. Niego.

—Quiero hacerlo, solo tengo miedo de lo que suceda cuando lo vea —confieso. Él sonríe cálido, toma mis manos con cariño.

—Puedo ir contigo si quieres —sugiere. Vuelvo a negar.

—Debo hacerlo sola, los veré en el hotel. —Dicho esto, beso su mejilla y salgo del auto.

Froto mis manos mientras ingreso al edificio. Camino sin saludar a nadie, entro al ascensor justo antes de que las puertas se cierren.

—Buenas noches —saludo a todos—. Piso tres —respondo la pregunta silenciosa del chico que presiona el número del piso. Cuando las puertas se abren, mi pulso aumenta.

Las piernas me tiemblan durante el camino. Escucho como del otro lado se oyen murmullos. Estoy por darme vuelta e irme, cuando la puerta se abre y un hombre me mira cordial dándome la bienvenida.

La música de fondo está a un nivel ideal para poder hablar con comodidad. Veo los cuadros de fotografías por todos lados. Sonrío. De verdad me gusta mucho ver las cosas maravillosas que ha creado.

Me detengo en seco al ver toda una sección con fotografías mías, la más grande es la última que me tomó. Salgo esposada a la cama del hotel y mi mirada, mi mirada es de deseo. Deseo por él.

Escucho su voz cerca de mí, enseguida me pongo nerviosa. Volteo, sus ojos se detienen en mí y se calla. Ahora llevo el cabello rojo y un poco más corto que antes, pero sigue reconociéndome. Deja de hablar con las personas a su alrededor y camina hasta mí.

—¿Caramelo? —Cierro los ojos. Las lágrimas pican por salir—Mírame, por favor. —Abro los ojos nuevamente y los suyos ya están cubiertos de lágrimas. Eso me destroza. Me atrevo a levantar mis manos para acunar su rostro.

—No llores, Lobo, no lo hagas —suplico.

—Te creí muerta —murmura sin poder creerlo. Evito decir que estuve a punto de morir. Ya se lo contaré luego si me lo permite.

—Tengo muchas cosas que contarte —admito. Gideón asiente. Como su mirada es muy intensa, desvío la mía hacia los cuadros—. Son hermosos. No creí qué tuvieras tantas fotos de mí, ni qué exhibirías unas que eran solo para ti —acuso viendo mi foto en la que salgo sobre la alfombra de su cuarto, después de haber tenido sexo y con su cobija que a duras penas, cubría las partes esenciales de mi cuerpo.

—Eres mucho arte como para solo permanecer en mi memoria. Todos deberían de verte —declara. Cierro los ojos. Sigue sabiendo qué decir y cómo hacerlo.

—No creí que lo hicieras —reconozco. Gideón me mira con notable confusión—. Recordarme, no creí que me recordaras —explico. Suspira lento.

—Desde que supe de la caída del avión, no hago más que recordarte, Caramelo. Te convertiste en una película sin pausas ni cortes comerciales. Eras todo lo que veía si cerraba mis ojos, pero ahora estás aquí, viva, cambiada y, en cierto punto, me siento entre decepcionado y aliviado de verte —confiesa. Suspiro lento.

—Te debo muchas explicaciones, Gideón. Solo espero que puedas escucharme y darme la oportunidad de recibir tu perdón —suplico. Mira a ambos lados. Las personas que había olvidado por completo, vuelven a ocupar mi atención. Todas miran con entusiasmo las diferentes fotografías de Gideón. Las que ven en las que yo soy la protagonista, me da un poco de pena. Sobre todo en las que salgo a medio vestir y mirando con deseo a la cámara. Mejor dicho, al hombre que estaba detrás de ella.

—Solo quiero saber una cosa —dice. Lo miro atenta esperando que prosiga—. ¿Estabas escondida de mí todo este tiempo? ¿Quisiste que te imaginara muerta? —Aunque su voz no suena acusatoria, su mirada me lo transmite. Suspiro.

—¿Podemos hablar de todo eso al terminar tu presentación? —propongo. Gideón suelta el aire retenido y asiente.

—¿Alejandra? —José aparece frente a nosotros. Me sorprende que me haya reconocido.

—Candy. Me llamo Candy —aclaro viendo solo a Gideón. Por una fracción de segundos puedo notar una pizca de orgullo en sus ojos.

—Caramelo en inglés —acota como si no fuese obvio. Asiento lentamente.

—Curioso nombre —comenta José—. Creí que habías muerto. ¿Dónde estuviste todo este tiempo? —interroga. Suspiro. A él no le debo explicaciones y parece ser el más interesado en tenerlas.

—Es una larga historia —declaro sin ganas de contarle algo a él. José arruga el rostro.

—Tenemos todo el tiempo del mundo. ¿Cierto, hermano? —le pregunta a Gideón. Quién arruga el rostro ahora soy yo. ¿Hermano? Gideón no ha despegado sus ojos de los míos.

—Hablaré con ella al terminar esto. ¿Crees que puedas encargarte de terminar la exhibición? —Gideón se dirige a José. Este último suspira largamente y asiente perezoso.

—Solo mantén tu mente conectada, ¿sí? —le pide José. No entiendo el contexto de su petición. Gideón une sus cejas de mala manera y asiente. 

Seguido de eso, su mano envuelve mi muñeca, enviando corrientes eléctricas por mi cuerpo que explotan justo en esa zona. Cuatro meses sin sentirlo y ahora ese simple gesto, me ha recordado a quién pertenezco.

—¿Qué quiso decir José con eso? —cuestiono cuando estamos caminando con rumbo desconocido. Gideón no me responde hasta que nos detenemos frente a su auto. Utiliza el control para desactivar el seguro y luego abrir la puerta del copiloto para mí. Entro sin decir nada.

—Te desapareciste nueve meses, Candy. Meses en los que yo te creí muerta y me creí muerto contigo. Nueve meses en los que no me reconocía. Así que es lógico que mi hermano y único amigo me pida que te escuche y deje a un lado mi amor por ti para poder comprender tu justificación de todo este tiempo desaparecida —explica. 

Me aterra lo serena que suena su voz. Es como si en su interior tuviera un volcán, aparentemente en calma, pero que se controla para no hacer erupción. El problema es que los volcanes hacen erupción sin poder impedirlo. Suspiro.

Los primeros 11 capítulos son completamente nuevos, escritos por mí en el 2021, después de que decidí bajar el libro. De ahí en adelante, tienen ciertas modificaciones sin cambiarlos por completo que he estado haciendo y sigo haciendo en este momento, luchando conmigo misma para no dejarme llevar por mis gustos de ahora, jajajaja.

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