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Epílogo.

Ella tomó el segundo erróneo en una historia de dos segundos.

"Cashback" (2006) Sean Ellis

Presente.

Narra Gideón.

—¡Estoy cansado de esto, necesito respuestas, maldición! —Estrello mi mano contra el escritorio del detective privado que contraté. José me sostiene de los brazos para calmarme.

—Sr. Gideón, es hora de que acepte lo que le he estado diciendo desde que me contrató: la señorita que usted busca, murió. Es imposible encontrarla si ya está muerta. —Cierro los ojos, me niego a aceptar eso. Me suelto del agarre de José y salgo de la oficina del detective.

Apenas llego al auto comienzo a golpear el volante con fuerza. Las lágrimas no tardan en aparecer. Las seco antes de que José suba al auto.

—Bro, de verdad ya debes dejarla ir. No puedes seguir posponiendo tu vida, yo te necesito en el estudio, Alice también te necesita. Te necesitamos, hermano. —Enciendo el auto, haciendo caso omiso a sus palabras.

En el camino recuerdo ese día: Iba conduciendo lo más rápido que podía hacía el aeropuerto, no podía perderla por segunda vez, necesitaba verla y pedirle que dijera de frente lo que había escrito en el mensaje. Pero cuando llegué al aeropuerto, todo estaba colisionado, las personas corrían de un lado a otro.

No fue hasta que detuve a un policía del aeropuerto que le pregunté qué sucedía. Al contarme que un avión se había estrellado, mis alarmas se encendieron. Pero todo en mí se rompió cuando dijo que era el que iba a Las Vegas. Recuerdo exactamente que durante la llamada escuché ese vuelo ser mencionado por los altavoces.

Me volví loco corriendo a todos lados buscándola. No pasó mucho tiempo antes de que supiera de qué aerolínea era el avión que se había caído. Ya en ese momento estaban algunas personas frente a una de las taquillas de dicha aerolínea, preguntando por sus familiares.

La mujer solo dijo que no podía darle esa información, por lo que esperé que todos se fueran, tres horas y once minutos, para ser exacto, y luego me acerqué nuevamente hasta la chica. De la manera más amable y calmada que encontré, solo le pedí que revisara la lista de pasajeros a ver si había una mujer llamada Alejandra Cortés en ella. Después de tanto insistir, la chica accedió y averiguó. Efectivamente Alejandra había subido a ese avión.

—¡Gideón! —José toma el volante, enderezándolo. Parpadeo varias veces intentando enfocarme en el presente. Detengo el auto orillándome y bajo de él—. Sé cómo te sientes, hermano. —Alejo la mano que José coloca en mi hombro.

—No, no lo sabes. No tienes idea de lo que es perder a la única mujer que has amado. No tienes idea de la opresión en el pecho que siento cada vez que la recuerdo. No puedo seguir así, no puedo. —Me importa una mierda que esté en la calle, me dejo caer contra el auto, tapo mi rostro y permito que las lágrimas me bañen.

—Ven acá. —José me abraza mientras sigo llorando como un chiquillo.

—Lo logré. Logré que me amara —balbuceo.

—Lo sé, mamá estaría orgullosa. —Niego con la cabeza. Me enderezo y seco mis lágrimas. No me importa que las personas me vean extraño.

—Nunca te agradecí por lo que hiciste por mí. —José frunce el ceño—. El no contarle a Alejandra lo de la sociedad del estudio. —Sonríe.

—Eres mi hermano, tal vez no de sangre, pero eres mi hermano. Tú mamá me recibió como su hijo cuando no tenía nada, estaré siempre con ustedes. Son mi familia. —Una sonrisa sincera, por fin adorna mis labios.

—Somos hermanos —acepto. Nos damos un abrazo más.

—¿Quieres comer algo? —Sugiere. Veo a nuestro alrededor, observo un McDonald 's cerca, mis pies toman vida propia y comienzo a caminar hasta ahí. Escucho a José gritar algo de las llaves del auto, pero no le presto atención.

El sonido de la campana al entrar, me transporta a aquella vez que comimos juntos. Recuerdo que luego de eso pasó lo del perro. Debería comprar o adoptar uno. Ella dijo que siempre quiso tener un perro y no pudo por Sebastián. Yo tendré uno por ella.

—Dejaste las llaves del auto pegadas. ¿Quieres que se lo roben? —José se sienta ya reclamándome. Me encojo de hombros.

—Sabía que tú la sacarías —confieso. Él rueda los ojos.

—Cuentas mucho conmigo. ¿Qué vas a querer? —inquiere volviendo a levantarse.

—Big mag doble, con papas fritas. —Asiente. Saco mi celular y el fondo de pantalla de Alejandra, me calienta el alma.

Por puro masoquismo, entro en la galería y reviso las fotos que le tomé la última noche juntos. Ella está esposada a la cama del hotel, mirándome seductora. La cara que puso al mostrarle las esposas, era de expectación y placer.

—Ya deja de torturarte —me reclama, José.

Le hago caso y guardo el celular.

—Bien, ¿De qué quieres hablar? —Cruzo mis brazos por encima de la mesa, observandolo.

—¿No has pensado en retomar los planes que tenías antes de Alejandra? —Suspiro.

—No creí que quisieras hablar de ella —acuso.

—No quiero hablar de ella, quiero hablar de lo que tenías pensado ANTES de conocerla. —Hace énfasis en la palabra antes. Como si pudiera recordar algo de mi vida antes de que ella apareciera.

—No lo he pensado. No he pensado en nada que no sea ella —confieso. José bufa.

—Sería un buen momento para hacerlo. Dejaste de ir al estudio, dejaste de hacer fotografías, dejaste de salir con nosotros. Te estás apartando del mundo, hermano. Tú sigues vivo, entonces vive. —Lo miro mal.

—No sé quién te dijo que eras bueno levantando el ánimo, pero en realidad no lo eres, ya no digas más. De nada me sirve estar vivo si Alejandra se llevó mi vida consigo —declaro firme.

—Ahora suenas como una dramática suicida. —Eso me hace reír bajo. Llaman al mostrador para que retiremos nuestro pedido. Es José quien va por ellos—. Podemos hacer todos los arreglos para la exhibición. ¿Qué opinas? —Tomo aire.

—Está bien. Supongo que eso podría ayudarme —reconozco que la sola idea de tener mi propia y primera exhibición, me emociona mucho.

—Claro que lo hará, tienes mucho trabajo por hacer, tú enfócate en las fotografías, yo me encargaré del resto. —Le doy un gran mordisco a mi hamburguesa y asiento.

—Ya tengo suficientes fotografías. —José arquea una ceja desafiante.

—Bien, como quieras. Confío en ti. ¿Volverás a la oficina? —Suspiro.

—No me presiones. No quiero ver a todos mirarme con lástima. No la necesito ni la quiero —declaro.

—Despediremos a todos los que te miren de esa manera. —Sé que bromea, pero igual sonrío.

—Creo que nos quedaríamos sin empleados. —Le sigo el juego. José se encoge de hombros.

—Buscamos a personas nuevas que no sepan nada de lo sucedido. —Por eso lo quiero. Siempre encuentra soluciones cuando yo solo veo obstáculos.

—Dame una semana más —pido.

—Está bien. ¿Volverás como fotógrafo o ya como socio? —Termino de comer antes de responder.

—Socio. No quiero tener que fotografiar más, al menos no por ahora —admito. José asiente.

—Bien. Así será —acepta—. ¿A dónde vas? —pregunta, cuando salimos del McDonald's y yo cruzo hacia el lado contrario.

—Iré por un perro y un tatuaje —respondo sin dudar. José me mira confundido.

—¿Qué? —Sonrío.

—Quiero un perro y un tatuaje —explico.

—Mejor no pregunto más. —Se despide con la mano, antes de subir a un taxi me lanza las llaves de mi coche. Las atajo en el aire.

Desisto de la idea de ir en auto y sigo caminando. No creo que me lleve mucho tiempo encontrar esas dos cosas..., o eso espero.

Voy a recordarte siempre, Caramelo.

Voy a amarte eternamente, Caperucita.

Voy a seguirte al infierno y arderemos en nuestra Pasión de Infieles, amor.

Es una promesa.


REPITO: NO ME ODIEN.

YO LOS AMO.

Nos leemos al rato♡

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