Capítulo 8
La imaginación es al sexo lo que el viento al saxo.
FlashBack
Diciembre 16/2017
No consigo mantenerme quieta en el auto mientras Gideón conduce. Sé muy bien que quiero estar aquí, no hay otro lugar en el que quisiera estar ahora mismo. Por mi mente pasa la imagen de mi cama, en mi casa, pero no. ¿Cuánto más voy a negar lo que Gideón provoca en mí? Ese deseo ferviente de que me desnude y me posea. Es que solo de pensarlo me he puesto húmeda.
Ya Gideón me entregó mi teléfono y le envié un mensaje a James diciéndole que saldría con unas chicas que conocí. Le envié lo mismo a Sebastián, quien me hizo sentir mal por un momento diciendo que aprovechara y brindara por él. Me recordó que me ama y le respondí que yo igual.
¿Qué clase de mujer le dice que ama a su esposo mientras va en camino a serle infiel?
—Llegamos. ¿Estás segura? —Gideón aprieta mi mano dándome ánimo. Asiento. Sonríe y abre la puerta de su lado, rodea el auto y llega hasta mi puerta. La mantiene abierta para mí. Veo a los lados y salgo, lo menos que quiero es que alguien me vea. Gideón lo nota y habla—. Es privado, solo yo tengo acceso a esta plaza —explica.
Asiento, estando más tranquila. Dejo que cierre la puerta del coche y le permito colocarme la mano en la espalda baja para guiarme hasta un elevador a unos cuantos pasos. Noto las cámaras de seguridad que hay en cada esquina, pero me mantengo con mi cabeza agachada para que no capten mi rostro. Trabajar en aquel club me enseñó muchas cosas. Dentro del elevador, Gideón presiona una tecla, no veo cuál. Los primeros lugares con cámaras de seguridad son los elevadores, mantengo mi vista clavada en mis zapatos de tacón.
Cualquiera creería que saldré corriendo en algún momento, pero no, solo quiero llegar rápido al apartamento de Gideón y ver si las expectativas que me he hecho de él, se quedan cortas o sí al contrario, son muy altas. Las puertas se abren dando acceso a una sala de estar, me sorprende que el ascensor nos trajera justo a su apartamento. Gideón me guía al interior y ahora sí me permito levantar la cabeza y ver todo el lugar. Las paredes son en tonos gris y la que está frente al elevador tiene un diseño abstracto en tonos gris, blanco, negro y azul. Un poco de calor para este frío lugar.
—¿Vino o jugo? —pregunta siguiendo derecho hasta lo que parece ser la cocina, lo sigo.
—Jugo, por favor. —Gideón ríe bajo.
—¿Por favor? Realmente estás nerviosa, Caperucita. —Niego con la cabeza. Me gustan mucho los cuadros que cuelgan en sus paredes, son todos de figuras, sin ningún orden en específico, pero llenos de colores. También hay unos que son paisajes y, que imagino, son fotos tomadas por él. Son sensacionales.
—No tengo miedo —declaro cuando ya tengo el vaso en mis manos y Gideón mirándome fijamente.
—¿Por qué estás tan callada, entonces? —cuestiona. La manera en la que lleva la copa a sus labios sin despegar la mirada de la mía, como se saborea limpiando el rastro de líquido, me sube el libido.
—No me has sacado un tema de conversación —afirmo. Gideón vuelve a reír. Mis comisuras luchan por elevarse en una sonrisa, pero me mantengo seria.
—Tal vez sea porque quiero hablar de otra manera. —Empiezo a darme cuenta del ambiente sexoso que va formándose a nuestro alrededor. Bebo mi jugo.
—¿Cómo quieres hablar? —pregunto seductora. Lo miro con los ojos entreabiertos al igual que mis labios.
-—Técnicamente no creo que sea considerado una conversación —confiesa. Sonrío levemente—. Lo que quiero es escuchar tus gemidos y el sonido constante de mi nombre saliendo de tus labios. —Termino de beber lo que queda en mi vaso de un solo trago y ahora me arrepiento de no haber pedido vino. Mi cuerpo arde.
—Inténtalo —digo descarada. Gideón oscurece su mirada en varios tonos. Deja su copa en la barra a nuestro lado, lo imito. Separa nuestra distancia alzándome para sentarme sobre la barra. Jadeo.
—Dame otro —Pide. Niego sin saber a que se refiere—. Jadea para mí —insiste. Me acerco a su rostro paseando mi lengua por entre sus labios.
—Provócalos —replico.
Gideón gruñe y presiona mi trasero con fuerza, jadeo. Sonríe satisfecho. Me levanta un poco para subir mi vestido. Mi tanga de color piel queda a su vista. No es sexy, es una tanga de algodón que es cómoda y no se nota con este vestido. A él no parece importarle que no sea provocativo, besa mis piernas mientras reparte caricias en mis nalgas. Me dejo hacer, disfruto de las sensaciones que me embriagan. Salto cuando muerde mi zona íntima por encima de la tanga. Por instinto me cubro con las manos. Me mira divertido.
—No lo hagas —pido. Gideón borra su sonrisa.
—¿Por qué? —pregunta. Muerdo mi labio. Recuerdo cuando Sebastián me lo hizo dos veces anteriores y no pude disfrutarlo. Solo me daba ganas de llorar el no sentir nada. Por supuesto, no puedo contarle eso a Gideón.
—No me gusta —resumo. Gideón ladea la cabeza, pero asiente. Me alza cargándome, enrollo mis piernas por sus costados y escondo mi cabeza en su cuello. Reparto besos en esa zona. No quiero arruinar todo por no dejar que me hiciera sexo oral. Siento mi cuerpo ser depositado sobre algo cómodo y suavecito.
Salgo de mi escondite y veo que nos encontramos en la sala, estoy acostada sobre el sofá blanco y frente a nosotros está un tv plasma. Cuando Gideón regresa, ya no tiene su camiseta puesta y todos sus tatuajes me sonríen coquetos. Quiero pasar mi lengua por cada uno de ellos, quiero recorrerlos con mis uñas y quiero ver como se contraen mientras Gideón me toma de frente.
Fin del FlashBack.
Interrumpo lo que escribo cuando recibo un correo electrónico. Es de Gideón. Es corto y preciso:
Remitente: [email protected]
Destinatario: [email protected]
Hora: 10:05 hrs.
Asunto: Trabajo.
Mensaje: Hola. Lamento informarte tan tarde. A mi amigo le encantaría poder verte hoy a eso de las 14:00 hrs. ¿Crees que puedas?
No tardo en responderle diciéndole que sí y agradeciéndole. No recibo un mensaje de respuesta, por lo que vuelvo a abrir la ventana de Word para seguir escribiendo. Justo esto que estoy escribiendo, me tiene caliente. El recuerdo es tan vivo que incluso puedo sentirlo sobre mí. Suspiro y sigo.
FlashBack.
Diciembre 16/ 2017
Gideón se acomoda en mis pies quitando uno por uno mis tacones, al ya estar libres, comienza un delicioso masaje. No me quejo. Jadeo de satisfacción. No tengo dudas de que si resultara ser mal amante, sería un excelente masajista. Aunque lo de ser mal amante me parece imposible.
Abro los ojos cuando siento como empieza a subir mi vestido. Lo ayudo levantándome para sacarlo por mi cabeza. Me encuentro con la tanga de color piel y el sostén a juego. Por lo menos no está tan mal. Gideón pasa su dedo por toda la mitad de mi pecho, sigue su camino hasta mi feminidad donde deja la mano quieta.
—Desnúdate —le pido, sin descaro alguno. Gideón sonríe.
Quita su mano para levantar ambas al aire. Entiendo el mensaje y me levanto quedando sentada, llevo las mías al inicio de su pretina y sin preguntar, le bajo el deportivo. Muerdo mi labio. Tiene un boxer negro que por lo visto lucha por mantener a la bestia en casa. Respiro entrecortada. Lo miro a los ojos y él asiente dándome permiso de bajarlo. Lo hago y su amigo brinca delante de mí. Me permito tomarlo con mi mano, es grande, pero no en exceso. Lo suficiente como para sentirlo, pero no tanto como para llegar a lastimar.
Su cuerpo moreno brilla con solo la luz de las lámparas a nuestro lado. Saboreo mis labios y por la misma excitación del momento, hago lo que jamás pensé hacerle a un hombre: se la chupo. Empiezo pasando la lengua por la punta, veo como Gideón se estremece. Eso me da confianza y paso a introducir un poco en mi boca, con mi mano me ayudo a estimular las partes donde no llego. Me tomo mi tiempo disfrutando la sensación. Mientras chupo, hago también movimientos con mi lengua. Escucho a Gideón gruñir y eso es música para mis oídos.
—Detente, Caramelo, o me correré en tu boca —advierte.
Me detengo sonriendo satisfecha. Gideón me vuelve a acostar sobre el sofá, no se preocupa en quitar mi tanga o mi sostén, solo mueve hacia un lado la tanga para introducirse en mí. Me aferro a sus brazos mientras mis músculos se contraen para recibirlo. La sensación es alucinante. Cierro los ojos disfrutando cada segundo.
Gideón entra y sale lento, pero contundente. Al momento de entrar choca sus caderas con las mías haciéndolas sonar. Jadeo sin contenerme. De un segundo a otro, paso de estar debajo de él a estar a horcajadas sobre su cuerpo. No doy tiempo de nada y me muevo, Gideón jala mi cabello hacia atrás, más gemidos y chillidos se escuchan de mi parte.
Lo cabalgueo con desespero y él me premia dándome una nalgada. Chillo fascinada. Sin importarme el dolor en mi cabello echo la cabeza hacia adelante y lo beso, no duda en responderme. Calla cada uno de mis gemidos pronunciando su nombre cuando el orgasmo llega.
Me da unos minutos para reponerme, pero no sale de mi interior y sigo sintiéndolo erguido. Gideón se levanta del sofá conmigo encima y nos lleva por el largo pasillo. Abre una puerta empujándola con el pié y me tumba sobre una cama. Sale de mi interior solo para darme la vuelta y dejarme de espaldas. Me alza las caderas, dejándome mejor conocido como "en cuatro" lo siento posicionarse en mi entrada para después introducirse con fuerza. Mis músculos ya más sensibles por haber tenido dos orgasmos con muy corto tiempo de por medio, lo reciben gustosos.
Esta vez es más duro, no hay otra cosa que se escuche en la habitación que no sea nuestro cuerpos chocando al unirse y nuestros sonidos de placer. Los de Gideón son gruñidos grotescos, la manera en la que me llama Caperucita de vez en cuando me tiene encendida. Quiero llamarlo lobo, pero la verdad es que me encanta como suena su nombre en mis labios. Otro orgasmo llega y con este también el suyo. Caigo desplomada en la cama con él encima de mí. Minutos después, siento como reparte besos en mi espalda. Me estremezco. Tres orgasmos en una hora, eso si que es un récord. ¡Y vaya récord!
Fin del FlashBack.
Muerdo mis labios después de escribir eso. Me enciende solo de recordarlo. Tendré que darme otra ducha. Veo la hora y ya debería empezar con el almuerzo. Quiero llegar puntual a la entrevista, confío en que ya Gideón habló por mí, pero me gustaría que me conociera y se decidiera.
Una parte de mí, esa que conoce a la perfección a Gideón, se niega a creer que no me pida nada a cambio. Lo peor es que la otra parte de mí, anhela que lo haga.
¿Quién puede entenderme? Un día le digo que no podemos volver a vernos y al siguiente quiero que me coja. Estoy loca. Me levanto decidida a preparar ese almuerzo y ducharme para bajarme el calentón.
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