Capítulo 7
El sexo es una de las nueve razones para la reencarnación. Las otras ocho no son importantes.
Henry Miller.
FlashBack.
Diciembre 16/2017
Veo mi atuendo nuevamente y estoy satisfecha, anoche recibí el correo electrónico, confirmando que estaba dentro. La emoción no cabía en mí, aunque también estaba nerviosa, corrección: estoy nerviosa. No por hacer algo mal, sino por la mirada de Gideón, anoche tuve sueños con él, mejor ni les cuento que clase de sueños.
Bufo y salgo de mi habitación, tomando mi bolso de mano, una vez afuera, subo al auto y dejo que James me lleve al edificio, apenas llegamos, bajo sin esperar que abra mi puerta.
Solo por precaución, me detengo en la recepción y le pregunto a dónde debo dirigirme. No es el mismo salón de ayer, así que hice bien en preguntar.
Hago todo como ella me indica y toco dos veces la puerta al llegar. Pasados unos minutos, justo quién abre es Gideón, me escruta con la mirada y aunque llevo puesto un vestido de mangas tres cuartos y hombros descubiertos de color piel, creo que estoy desnuda delante de él. Me pongo nerviosa.
—¡Alejandra, llegaste! —Tatiana sale del interior del salón y me envuelve en un abrazo, lo agradezco para así sentir que ya no me desnuda. No entendí de dónde salió su familiaridad, pero tampoco la cuestionaré—. Ven, te estábamos esperando.
Coge mi brazo adentrándome, hoy hay más personas que ayer, un grupo al fondo sentados en los sofás que tal parece son quienes manejan todo por cómo ven y señalan cada cosa.
—Te presentaré a quién será tu maquilladora hoy. —anuncia—. Aquellos de allá atrás, son los organizadores. Haz de cuenta que esto es un ensayo, tu solo haz lo que te diga Gideón, él ya es experto. —Trago saliva y asiento.
Por mi mente pasa la pregunta de en qué sentido se refiere que es experto. Porque yo creo, que debe ser experto en todo lo que hace. Eso me hace humedecer mi feminidad. Me reprendo mentalmente. Estoy casada. Llegamos frente a una chica de cabello morado y atuendo de rockera, me encanta.
—Clarita, ella es Alejandra —me presenta Tatiana.
—Mucho gusto, Ale. ¿Puedo decirte así? —Su voz me sorprende, aunque su aspecto es rudo, su voz es muy suave. Sonrío y asiento.
—Por supuesto, el gusto es mío —confieso. Tatiana se va diciendo que volverá en un rato. Clarita, se pone manos a la obra y comienza quitando todo rastro de mi antiguo maquillaje.
Cierro los ojos cuando me lo ordena y los abro cuando vuelve a pedirlo. Al cabo de unos cuantos minutos, creo que más o menos un cuarto de hora, ya estoy lista. Parpadeo varias veces para acostumbrarme al peso de las pestañas postizas, mis ojos marrones se ven relucientes con los tonos vivos que utilizó. El rosa es uno de los que predomina, el amarillo le sigue y termina con un sutil verde limón en el lagrimal del ojo. Me quedo enamorada.
—Me encanta como me veo —confieso sin dejar de verme al espejo. Veo a Clarita sonreír satisfecha—. Muchas gracias, el tono nudes en los labios me fascina. Me veo sexy, pero a la misma vez neutral. —No dejo de verme en el espejo, hasta que cierto hombre musculoso lleno de tatuajes y ojos grises como el plomo, hace acto de presencia.
—Déjame verte.
No suena como un pedido normal, no, por supuesto que suena como si fuera una orden y no entiendo porque eso llega directo a mi sexo y me hace charcos. Suspiro y me levanto para dar vuelta y encararlo. Gideón me escanea todo el rostro y su mirada se queda unos segundos de más en mis labios
—Perfecta, hiciste un gran trabajo Clari —la halaga y contra todo pronóstico, ella se sonroja. ¿Es en serio? No es más que un moja bragas—. ¿Ya estás lista? Tatiana me dijo que te diera unos tips. —De nuevo mi mente se desvía y nos imagino a ambos hablando de otros tipos de tips en cualquier parte de este salón.
¿Qué estoy pensando? Asiento y me despido de Clarita luego de agradecerle. Gideón sigue de largo el salón hasta el otro extremo, donde no hay tanta iluminación, pero sí la necesaria para no dar de qué hablar. O no acelerar más mi corazón.
—¿Me estás escuchando, Caramelo? —Parpadeo varias veces mientras niego.
—Lo siento —hablo apresurada. Gideón sonríe de lado y me acaricia el rostro, me alejo por inercia.
—Bien, lo primero que debes saber, es que nunca puedes dudar. No te preocupes viendo a los periodistas o al público, tú solo concéntrate en sonreír y mirarme a mí. Mis fotos serán las que estarán en las revistas, si me das una buena toma, te verás en las primeras planas. —Cojo aire, el tono profesional que utiliza contrasta con el tono que utilizó al llamarme caramelo. Asiento
—¿Algo más? —cuestiono atenta a sus consejos.
—Eres hermosa, mantente segura de eso y lucirás el doble. —Vuelvo a asentir—. Por último, Caramelo, no olvides que habrán miles de personas deseando tener tu cuerpo, tu suerte, pero yo —susurra, bajando un poco de voz y se acerca más. No me muevo—, yo seré el afortunado de poder tocarte y besarte cuando bajes.
Trago saliva, la seguridad que tiñe sus palabras, me hace creer que así será y no sé porque una parte de mí se encuentra deseando eso. Estoy loca. Mi lado descarado sale a la luz y sonrío creída.
—¿Tan temprano y ya estás soñando despierto? —Me río bajo. Gideón sonríe mientras saborea sus labios. Parpadeo dos veces seguidas, coqueta—. Ya yo tengo quien me toque y me bese —declaro segura de mis palabras.
—Te aseguro que apenas yo te toque y te bese, no querrás que nadie más lo haga. —Y ahí se va la seguridad de mis palabras. Trago saliva. Nuestra pequeña charla se ve interrumpida por Tatiana, que nos avisa que ya quieren que comencemos.
Fin del FlashBack.
Recuerdo que ese día, todo fue normal, bueno, entre lo que cabe. Gideón se comportó profesional delante de los organizadores, hice todo tal como él me lo recomendó y no tuve en ningún momento que repetir mi pasarela. Por supuesto que todo el profesionalismo de Gideón, duró hasta el final del ensayo. Tomo un puño de palomitas del bol para seguir escribiendo.
FlashBack.
Salgo del edificio despidiendo con la mano a Tatiana y Clarita, prometiendoles que nos veremos en la noche para conocernos. Me llena el corazón de alegría conocerlas, tal vez podemos llegar a ser amigas. Me sorprende no ver a James estacionado afuera, busco mi celular en mi bolso y no lo encuentro. Bufo, tendré que tomar un taxi.
—¿Necesitas transporte, caramelo? —Me estremezco al sentir su aliento en mi cuello y doy unos pasos alejándome de él. Niego.
—No es necesario, ya vienen por mí —miento. Gideón se rasca la barbilla y me percato que tiene un rastro de barba de unos días, muerdo mi labio imaginandolo con barba. Sin duda, no le quedaría mal.
—Solo si pasas tus uñas por ella, siendo así, dejaría que me crezca si lo pidieras. —Suspiro, no me sonrojo. Pero sí estoy avergonzada de que haya escuchado eso. Miro a otro lado nerviosa—. Me parece que dejaste tu teléfono en el salón. —Lo miro aliviada. Podré llamar a James.
—¿Lo tienes? —inquiero, extendiendo mi mano. Gideón asiente.
—Lo dejé en mi coche, no pensé encontrarte aquí. —Arrugo el entrecejo.
—No iré contigo a tu auto —sentencio. Gideón me mira con una sonrisa petulante.
—¿Tienes miedo del lobo, Caperucita? —Bufo. ¿Cuántos apodos más va a ponerme?
—El lobo debería temerle a Caperucita —comento decidida. Gideón alza una ceja retador. Lo imito. Ríe.
—Vale, te creo. Te entregaré tu teléfono mañana, entonces. —Da vuelta y comienza a alejarse. Bufo. No puedo quedarme sin mi teléfono hasta mañana, Sebastián se volvería loco sin saber de mí y terminaría regresando antes de tiempo. Lo sigo.
—Quiero dejar claro que solo iré por mi celular —declaro, llegando a su lado. Gideón reduce la velocidad al entrar al estacionamiento techado. Asiente. Lo sigo y lo sigo sin detenernos en ningún momento—. ¿Dónde tienes tu auto? —pregunto después de unos minutos. Ya me estoy poniendo nerviosa. Gideón se detiene de golpe y me aprisiona contra la pared, jadeo por el choque.
—Dime, Caramelo, ¿por qué debería el lobo temer a Caperucita? —No creí que preguntara eso. Respiro agitada.
—Suéltame —respondo en cambio. Gideón hace un sonido con su lengua mientras niega con la cabeza.
—Respuesta incorrecta. En mi opinión, Caperucita ejerce el mismo efecto en el lobo que él en ella, por eso ambos son vulnerables. Los dos son peligrosos por separado, pero juntos son destructores. Son dinamita. Yo soy dinamita. —Se acerca más, pasea su lengua por mi cuello, no me muevo—. Y tú la chispa que me enciende —confiesa antes de dejar mi cuello y verme a los ojos. Mira mis labios y yo los suyos. No espera más y se apodera de ellos como si le pertenecieran, como si fueran suyos y está reclamándolos.
No me opongo, dejo que me bese y lo peor del caso, es que le correspondo el beso con la misma intensidad. Muerde, lame, succiona mis labios y yo me dejo hacer. Nunca me habían besado así, nunca me habían humedecido con un simple beso. No me doy cuenta cuando Gideón alza una de mis piernas haciendo que mi vestido se enrolle en mi cintura, aprovecha eso para tocar mi feminidad, suelto un jadeo que me da la oportunidad de coger más aire para seguir besándolo.
Mueve mi tanga a un lado y toca directamente mi clítoris, me muevo queriendo bajar mi pierna, no porque no me guste, sino por la vergüenza que me da que nos encuentren.
No me hace caso y sigue acariciando mi botón mágico. Justo cuando uno de sus dedos se introduce en mí, doy un brinco y digo su nombre. Me mira extasiado un segundo para volver a besarme al otro y seguir con su misión allá abajo. Presiono su dedo con fuerza en mi interior al sentir como se empieza a formar un orgasmo.
Deja mi boca y muerde mi cuello suavemente, susurrando que me corra. Lo hago. Me estremezco de placer mientras que le como la boca a Gideón. Cuándo ya no tengo espasmos, se aleja un poco llevando los dedos que introdujo en mí, a su boca y lamiéndolos con deseo. Respiro entrecortada.
—¿Vamos? —Señala su auto, medito un segundo. Si subo estoy segura que me llevará a su apartamento y terminaremos haciéndolo en cualquier parte. ¿Quiero eso? Al diablo, claro que quiero eso. Asiento y subo al auto después de que abre mi puerta.
Fin del FlashBack.
Eso fue todo. Un beso y un orgasmo en el estacionamiento le puso fin a mis seis años de matrimonio. Suspiro y cierro el portátil. Necesito un baño.
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