Capítulo 6
Cariño, no creas en el que dice amarte, sino en el que te demuestra que lo hace sin pronunciarlo.
A🌙A
Suspiro y cierro la portátil, veo a Gideón que aún duerme y recuerdo dos cosas, la primera, que le prometí a Moni que yo haría la cena. La segunda, que nunca había visto dormir a Gideón. En nuestros encuentros anteriores, nunca me quedaba lo suficiente para darle tiempo de dormirse él o yo. Era solo un "aquí te pillo, aquí te mato", sin llegar a nada más. Decidida a que sea él quien pague por la cena, por haberme dejado cansada, lo muevo por el brazo. Pronuncia palabras inteligibles y después abre los ojos despacio.
—¿Qué sucede? —Muerdo mi labio, su voz está más ronca. ¿Ya he mencionado que me encanta su voz gruesa? Pues, aprovecho de hacerlo ahora.
—Quiero pizza, le prometí a Moni que haría la cena hoy. —Gideón frunce su ceño confundido.
—¿Quieres dinero o permiso? —pregunta igual de confundido. Suspiro.
—¿Por qué te pediría permiso para comer pizza con mi compañera de piso? —cuestiono obvia. Continúo antes de que responda—. Por supuesto que quiero dinero, estoy cansada por tu culpa y no me apetece hacer la cena. —A medida que voy hablando, voy subiendo el tono de voz. Gideón se sienta en la cama, quedando a mi altura.
—No sé cómo era tu relación con él, no sé si estabas acostumbrada a pedirle permiso hasta para comer una pizza con una amiga —explica a diferencia de mí, muy tranquilo—. Segundo, puedes tomar el dinero que quieras, con solo saber que te he dejado exhausta, me doy por bien servido, además, tú me has dejado igual, Caramelo. —Se inclina poco a poco hasta que choca sus labios con los míos, le sigo el beso sin oponerme. Al separarnos, recoge su pantalón y saca su cartera. Cuando ya la tiene en la mano, me mira—. ¿Y si mejor te invito a cenar afuera? —propone. Niego.
—Te dije que le debo la cena a Moni —recalco. Gideón sonríe lobuno.
—Que ella también venga —resuelve fácil. Bufo.
—Jamás aceptaría salir con nosotros después de cómo nos encontró. —Recuerdo su rostro rojo de vergüenza. Gideón chasquea la lengua.
—Vale, entonces, ¿qué te parece si me acompañas a comprar algo que a ella le guste y así me disculpo por la escena que presenció. —Frunzo el entrecejo. ¿Por qué quiere tomarse tantas molestias con Moni?—. No pongas esa cara, no quiero tirarmela —aclara, lo miro poco confiada de sus palabras. La palabra perro la debe tener tatuada en algún lado—. Hablo en serio, solo quiero que ella vea que no te tiras a cualquier hombre, quiero que vea que aunque cogemos como animales, soy decente. —Ruedo los ojos.
—A Moni no le importa a quién me tiro, mucho menos si es decente o no. Así que si quieres complacerla comprándole algo que le guste, hazlo. Es tu dinero, pero no utilices esa excusa barata. —Me levanto de la cama y camino directo al baño para darme una ducha.
Me percato de cerrar la puerta con seguro. ¿Quiere que Moni vea que me tiro a un buen hombre? Por favor, un buen hombre no se mete en una relación ajena.
Por supuesto que una buena mujer no deja que eso pase, pero equis. Estamos hablando de él. Me baño rápido queriendo quitar todo rastro suyo, salgo envuelta en mi paño y ya no lo encuentro. En su lugar, dejó una nota sobre la cama:
"Me encantas y tus celos también...
Ruedo los ojos, no son celos. Sigo leyendo
...¿Te gusta el sushi? Soy alérgico a la pizza...
¿Quién rayos es alérgico a la pizza? Eso me hace reír. Sigo con la nota
...Iré por sushi. Te veo enseguida. Por cierto, no quiero tirarme a tu amiga, contigo tengo más que suficiente."
Bufo, no quiero que conmigo tenga más que suficiente, no quiero entrar en una relación con él, tendré que dejárselo claro cuando regresé, y ahora que lo pienso, tendré que buscar un nuevo apartamento si de verdad quiero alejarme. Mi vagina no está de acuerdo con esa decisión, recuerdo los cuatro orgasmos que me arrebató hace un rato y me estremezco. Busco un pijama en mi armario y encuentro una de dos piezas de girasoles. Me encantan los girasoles. Salgo de mi habitación mientras seco mi cabello con el paño.
—Creí que habías salido, escuché la puerta hace un rato. —Encuentro a Moni comiéndose un sándwich en el sofá, sonrío viendo la mesa, ella sigue mi mirada y me mira mal—. Lo dije en serio, ahora no podré comer ahí. —Río.
—Fue Gideón —le cuento. Moni traga y asiente.
—Lo he pillado ahora —confiesa. Me siento a su lado y cierro los ojos—. ¿Él es el hombre del que me hablaste? —Asiento sin abrir los ojos—. Ya entiendo porque caíste, está como quiere. —No evito reír por su comentario y abro los ojos, tiene las mejillas sonrojadas.
—Sí, lo está —concuerdo con ella. Moni termina el sándwich y habla.
—Y se veía que te gustaba. ¿Intentarán tener algo ahora si? —Niego con la cabeza.
—No me gusta, me encanta —admito. Moni sonríe tímidamente—. Y no, no intentaremos tener nada. Solo fue por hoy, no se repetirá —sentencio más para mí, que para ella. Moni me mira divertida.
—Creo haber escuchado algo así cuando llegaste aquí. ¿Por qué cambió? —Suspiro.
—Me lo encontré en el súper, me siguió hasta acá y fui muy débil como para decirle que no —resumo. Moni bebe de su vaso mientras asiente—. Está comprando sushi, espero que te guste. —Moni alza las cejas, ruedo los ojos—. Después de comer se irá y no volveré a verlo —aclaro antes de que piense cosas que no son.
—Ya sabe dónde vives, no creo que sea de los que se da por vencido fácilmente sino, dudo que hubieran tenido algo, ¿o me equivoco? —Vuelvo a coger aire.
—Ya veré que haré.
Agradezco que unos golpes en la puerta se escuchen. Me levanto y antes de abrir, veo a Moni intentar correr a su habitación.
—Cenaremos los tres —hablo fuerte. Moni mira la mesa y yo río—. En el sofá, Moni. —Ella me mira poco convencida—. Por favor, quiere disculparse contigo por la manera en que lo conociste —explico. Moni suspira, asiente y vuelve a sentarse. Sonrío y abro la puerta. Gideón me sonríe mostrándome unas bolsas de papel. Lo dejo entrar.
—Como no sé si te gusta el sushi, te compré tamb... —Gideón calla al ver a Moni sentada en el sofá—. ¡Oh, hola! —saluda, pasándose la mano por el pelo, nunca lo había visto apenado.
—Hola —responde Moni tímida.
—Quería disculparme por lo de hace un rato, no respeté su hogar y me disculpo. Compraré otra mesa. —Abro la boca sorprendida. ¿Qué acaba de decir?
—No es necesario, acepto tus disculpas. —Gideón sonríe satisfecho y mira las bolsas que dejó sobre la mesa.
—Compré sushi, helado y para ti, Caramelo, te traje tu pizza. —Muestra una caja de pizza personal y hasta ahora es que me doy cuenta. Camino a su lado.
—Gracias —acepto la caja de pizza junto a las servilletas que me da y camino al sofá, sentándome junto a Moni—. ¿Quieres? —le ofrezco. Moni niega.
—Me gusta más el sushi, gracias. —Asiento y comienzo a comer sin poder disfrutarlo del todo.
Me concentro en mi pizza como si fuera la cosa más interesante del mundo y no me doy cuenta cuando Gideón le entrega un plato con sushi a Moni ni cuando me extiende una copa de vino a mí, Moni me codea. Alzo la vista y le agradezco al aceptarla. Nunca creí comer pizza con vino, pero tampoco sabe mal. La cena no es incómoda, pero si silenciosa. Hasta que Gideón habla.
—¿Estás trabajando ahora, Caramelo? —Recuerdo que me gustaba que me llamará caramelo, pero ahora no tanto. Menos al frente de Moni, en mi interior, sigo pensado que esto está mal, que si alguien se enterara me juzgarían sin dudar. Cojo aire.
—En nada, he enviado mi currículum a varias partes, espero que me llamen —confieso.
—Podría hablar con un amigo, estoy seguro que le encantaría tenerte de modelo. —Alzo una ceja, sonriendo.
—Déjame adivinar, tú eres el fotógrafo. —Gideón sonríe descarado.
—No necesito hablar con nadie para fotografiarte, pero sí, soy el fotógrafo. —La primera parte me encendió, la manera en la que me ha fotografiado, sé que lo recordó mientras lo decía y sé que lo hizo con la intención de que yo recordara. Por supuesto que funcionó.
—Te lo agradezco, pero no estoy segura si encajaría en ese ambiente —miento, muero por ser parte de eso. Ya he dejado claro que me encanta tener los ojos sobre mí, pero no creo que sea la mejor opción para alejarme de Gideón y de lo que causa en mi cuerpo.
Gideón se lleva otro trozo de sushi a los labios y yo no me pierdo de vista todo el recorrido, la manera en que sus labios se abrieron un poco para darle paso al alimento, como cerro sus ojos al probarlo y la manera en que se saboreó después de tragar. Aprieto mis piernas para que no note cuánto me humedeció.
—Yo creo que encajarías perfecto, además de que estoy seguro que serás de sus favoritas, eres perfecta. —En otros tiempos me hubiese sonrojado, ya no.
—Ya veremos. —Termino con la conversación para no decir nada frente a Moni. Al terminar de comer, Moni se despide para ir a su habitación y dormir. Recojo todo ante la atenta mirada de Gideón.
—¿Por qué no quieres el trabajo? —pregunta al fin. Boto las bolsas y lo miro.
—No quiero tener contacto frecuente contigo —admito. Gideón me mira dolido. No me siento mal. No me permito hacerlo.
—¿Por qué? Si me pides que te deje en paz, lo haré, pero no creo que deberías perder esta oportunidad. José paga bien, no tendrás que estresarte o hacer gran cosa, solo lucir hermosa y eso se te da bien. —Aunque sus palabras son dulces, su tono es fuerte, está molesto. Muerdo mi labio.
—No quería ofenderte —me disculpo—, pero no creo que sea buena idea que se repita lo de hoy. Es mejor dejar las cosas así, Gideón. No necesitamos enredarnos más.
Gideón mira al suelo un segundo y después a mí. Separa la distancia que teníamos y coge mi rostro entre sus manos. No volteo la mirada, lo miro directamente a los ojos, aunque los suyos recorren todo mi rostro.
—¿Por qué siempre crees que es mala idea que estemos juntos? ¿Por qué insistes en estar sola si yo muero por permanecer contigo? ¿Por qué me niegas la oportunidad de hacerte feliz? —Cojo aire.
—Porque no quiero que lo hagas. No quiero que te confundas y creas que me he separado de Sebastián por ti, porque no es el caso. —Me alejo un poco de él para tener más control sobre mi cuerpo—. Me separé de Sebastián porque tú me hiciste darme cuenta de varias cosas. —Callo para enumerarlas por orden en mi mente.
—¿Qué cosas? —interroga Gideón con notable desespero en su voz.
—La primera, que me gusta ese rollo de seducción que te envuelve y de la que mi matrimonio carecía. La segunda, es que, aunque no lo admitía, añoraba volver a ser libre, vestir como quiero, salir cuando quiero. Tercero, estaba un poco aburrida de los orgasmos forzados, pero no podía saberlo porque no tenía con quién otra persona comparar. Sebastián fue el primer hombre en tomarme, en darme un orgasmo, pero nunca pasaba de eso, nunca tenía más de uno. Tú me has llevado hasta el séptimo infierno y me has enseñado en el proceso, lo beneficioso que eso puede llegar a ser para mi cuerpo. —Callo cuando veo cómo sus pupilas se han dilatado. Le excita saber que ha despertado todo eso en mí—. Pero no puedo seguir contigo, no me interesa hacerlo. No quiero ni pretendo ser la que deja al marido por el amante, no —declaro. Me mira con la llama ardiendo en su mirada.
—Puedes ser la que dejó al marido por no estar satisfecha y se quedó con el amante porque la sedujo hasta conseguirlo. —Sonrío ante su patético intento de hacerme caer.
—No insistas, confórmate con lo que vivimos y ya. Quizás algún día nos veamos y ya tú seas feliz con alguien —zanjo.
—¿Qué hay de ti? —Lo miro confundida—. ¿Por qué no ser tú ese alguien que me haga feliz? ¿Con quién serás feliz tú?
—Yo soy feliz sola, no necesito estar con nadie para serlo, tal vez deberías intentarlo. —Hago una pequeña pausa no lo suficientemente larga para que hable ni tan corta como para que no asimile mis palabras—. Tengo sueño, Gideón —confieso. Gideón ríe triste.
—Bien, lo entiendo, me iré. —Pasa a mi lado y sale de la pequeña cocina para después detenerse en la puerta. Lo miro—. ¿Quieres que hable con mi amigo para el trabajo? —Abro la boca para negarme, pero me lo impide levantando la mano—. Los días que tenga que fotografiarte, enviaré a otra persona. No te molestaré —promete. Suspiro. Recuerdo que ya no me queda mucho dinero, me toca arriesgarme.
—Te lo agradecería —acepto—. Sabes dónde vivo, también tienes mi correo —añado al darme cuenta de lo que dije. Gideón asiente, abre la puerta para salir y después cerrarla. Boto el aire que estaba reteniendo.
¿Eso fue un adiós??
Se siente bien raro leer a la Aixa de hace cinco años, jajajaja.
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