Capítulo 36
La atracción mental es más fuerte que la física.
De una mente no te libras ni cerrando los ojos.
FlashBack
Diciembre 22 de 2017.
—Muchísimas gracias —le digo a la chica de recepción, dejando la taza sobre el mostrador. Ella me sonríe cálidamente.
—No deberías de salir con esta lluvia, sería mejor que descansarás hasta mañana —aconseja. Suspiro.
—Debo hacerlo. Es importante —resumo. ella asiente. Le sonrío y salgo, maldigo el no tener sombrilla a la mano. Corro rápidamente para cruzar la calle y refugiarme un poco bajo el techo de las tiendas. Aferro mis manos al interior del bolsillo de mi abrigo y camino calmada. Algo que contrasta con el bullicio de la ciudad.
Hay quienes pasan por mi lado corriendo para no mojarse y otros que me dan un poco de sombra en algunos momentos con sus sombrillas. Sacudo mi cabello una vez llego al frente del edificio donde vive Gideón. Saludo al portero y entro.
Sigo pensando que este edificio tiene una muy mala seguridad. Es la segunda vez que entro y no me revisan. Entro al elevador, presiono el número nueve y cuento los segundos que me toma llegar hasta dicho piso. Exactamente dieciocho segundos. Muy poco tiempo como para arrepentirme y huir.
Trago saliva. Mis tacones suenan en el piso de madera. Toco dos veces antes de escuchar su voz decir: Voy. Apenas abre, la boca se me vuelve agua. Él también acaba de bañarse, lo sé por el paño que sostiene secando su cabello. Pero no es eso lo que me ha encantado, es el pantalón de vestir que tiene puesto y la camisa desabotonada. Se ve tan sexy y provocativo.
—Caperucita. —¡Qué bien queda ese apodo ahorita! Porque sí, ahorita soy la presa, no el cazador. Se hace a un lado para dejarme entrar y lo primero que capta mi atención es la forma en la que está decorada la mesa del comedor. Un mantel blanco la cubre elegantemente, sobre él reposan un par de candelabros, cada uno con tres velas encendidas y dos platos sin alimento. Suspiro.
—¿Eso es para nosotros? —cuestiono sin dejar de mirar la mesa. Gideón me abraza desde atrás, repartiendo besos a lo largo de mi clavícula, mueve mi cabello a un lado para seguir con su trabajo. Como soy muy débil, inclino mi cabeza hacia un lado dejándole más fácil el camino.
—Hoy es una noche especial —confiesa.
—¿Y eso? —musito bajo. Ya mi cuerpo empieza a ceder a sus caricias y debo controlar los constantes jadeos que luchan por salir de mi boca.
—Si te portas bien, te lo diré más tarde. —Cierro los ojos.
—Yo también tengo algo que decirte. —Gideón me da vuelta, aprovechando mi confusión, me besa sin apuros. Le correspondo el beso con la misma intensidad suya.
—Ya tendremos tiempo luego para hablar, primero comamos —pide. Asiento, acepto la mano que me ofrece y camino hasta la mesa. Mueve mi silla y tomo asiento. Antes de él sentarse, se abrocha la camisa.
Se retira un momento a la cocina, al volver tiene una botella de vino en sus manos. Sirve ambas copas, deja la botella en el centro y regresa a la cocina.
—Te estás tomando muchas molestias, quiero saber el motivo —suplico curiosa. Ríe, retira los platos que antes estaban vacíos y deposita unos nuevos ya con la comida servida. Mariscos. No sé qué tan recomendable es cenar mariscos, pero después de todo el daño que me he hecho a mí misma, envenenarme con mariscos sería algo bueno.
—No deberías de ser tan curiosa, pero igual te lo contaré. —Sonrío satisfecha—. Hoy es mi cumpleaños. —Eso hace que termine de destruir mi ser. ¿Vas a dejarlo el día de su cumpleaños? Por supuesto que lo haré, porque la pregunta correcta sería ¿Alguna vez lo he tenido? Yo creo que no.
—¿Por qué no me dijiste antes? Te hubiera comprado un regalo. —Hago puchero, eso lo hace reír.
—Me conformo con que me dejes fotografiarte. —Algo se calienta en mi bajo vientre.
—Ya lo has hecho —le recuerdo.
—No como me gustaría hacerlo, quiero tener fotografías solo para mí. —Ya me imagino que clase de fotografías quiere.
—Adelante —acepto. A Gideón le brillan los ojos de emoción. Si hoy será la última vez que lo vea, por lo menos se merece que sea especial—. Pero primero cenemos, estoy hambrienta. —Y no es mentira. Gideón asiente sonriente.
Fin del FlashBack
Hablando de hambre, mi estómago ruge. Dejo la portátil en mi cama y camino hasta la cocina en busca de algo. Lastimosamente solo encuentro unas mandarinas que de seguro Moni compró. Quiero seguir escribiendo ahora que por fin he tomado el coraje para hacerlo, pero de verdad tengo mucha hambre como para ignorarlo. Regreso a mi habitación por ropa decente y mi cartera. Una vez que tengo ambas, salgo del apartamento dejándole una nota a Moni de que volvería en unos minutos.
No puede ser, ¿por qué de las tantas personas que hay en el mundo, yo tengo que encontrarme con él? Enfoca su mirada en mí, siguiéndome.
—No tengo nada que hablar contigo, James —sentencio sin dejar de caminar.
—Señora, por favor, escúcheme —súplica sosteniendo mi brazo para impedir que continúe caminando.
—Estoy segura que no me importa nada de lo que tú tengas que decir. —James gira los ojos y yo me sorprendo de verlo hacer eso.
—Créame, si no fuera importante, no habría venido —asegura.
—Bien, tienes un minuto desde ahora. —Veo la hora en mi reloj de muñeca.
—La señora Andrea falleció y el Sr. Sebastián se encuentra muy mal, ya no sé qué hacer y temo que se quite la vida. —A medida que él habla, voy sintiendo la impotencia correr por mi cuerpo. Creí que cuando Andrea se muriera yo por fin tendría paz, pero no. La muerte de otro ser humano no le da más sentido a tu vida. Al menos, no es mi caso.
—Lamento muchísimo saber eso, James, pero debes entender que yo ya no soy nada de Sebastián, no puedo hacer nada por él —hablar así me hace sentir el doble de perra. James suspira resignado.
—Al menos lo intenté. —Sonrío, palmeando su hombro.
—Llévalo a él y a su hermana, Ivonne, al club de golf. No dejes que ellos se encarguen de nada. Contrata una funeraria y haz que ellos simplemente se relajen haciendo algo que les gusta —le ordeno. James asiente sin dudar—. Si necesitas mi ayuda, puedes llamarme, pero eso sí, nada que implique que tenga que ir a ver a Sebastian —aclaro.
—Sí, señora, dudo mucho que tengan ganas de ir a jugar golf, pero lo intentaré. —Asiento.
—Hasta la próxima, James —me despido y sigo mi camino.
Suelto el aire contenido al entrar al supermercado. Me es necesario sostenerme a una de las paredes cuando siento como mis piernas tiemblan. Andrea muerta, eso no es fácil de asimilar. ¿De qué pudo haber muerto? Era una mujer fuerte y saludable, al menos hasta donde yo tengo entendido.
Dejo de darle vueltas al asunto y me concentro en comprar lo necesario para comer bien unos días más. Cancelo todo y regreso caminando a casa, en el camino me da por comprar un regalo para Gideón. Ahora que empecé a escribir sobre ese día, recordé que no le dí ningún regalo. Se merece miles. Espero que lo que le compré, le guste.
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