Capítulo 26
Resulta muy difícil crecer en una familia perfecta, cuando tú no eres perfecto.
Cincuenta Sombras de mi papi Grey.
Pd: Me han entrado ganas de releer estos libros. Son arte 🥰
Presente.
—Volverás el jueves —le recuerdo. Gideón asiente y baja del auto. Lo he traído al aeropuerto y planeo entrar con él, solo para verle la cara a José y restregarle de cierta forma, que seguimos juntos. Aunque no creo que lo estemos cuando él regrese.
Lo imito y caminamos tomados de la mano hasta el interior. José sonríe irónico al vernos tomados de la mano. Por otro lado, Karoll y Natasha, sonríen cómplices.
Andrés y Fernando solo saludan a Gideón con el puño. El tiempo se pasa rápido hablando con las chicas, hasta que llega la hora de que aborden el avión. Gideón se gira al escuchar eso. Me desnuda con la mirada, como si no acabáramos de hacerlo hace unas horas. Tomo el aire que él con esa mirada, me quitó.
Se detiene frente a mí y toma mi rostro, conecta primero su mirada con la mía y después une nuestros labios. Deja mi rostro y las coloca en mis nalgas, apretándolas en el proceso. Nos separamos cuando comienzan a abuchearnos. Sonreímos, viéndonos a los ojos.
—Te quiero tanto —susurra bajo. Saboreo mis labios. Cada que dice eso, mi corazón se estruja, porque sabe que no puedo permitirle enamorarme de él.
—Y yo te quiero a ti —aseguro decidida. Sonríe y me da un último y casto beso antes de dar vuelta y seguir su camino con los otros. Me quedo sola con José—. Hasta mañana, José —me despido y doy vuelta para irme.
—¿Si sabes lo que haces? —inquiere. Me detengo para ver qué más tiene que decir y porque soy una estúpida—. Gideón no es la clase de hombre que te pedirá ser esposos, o que te será siempre fiel. Es inestable en sus relaciones. ¿Si sabes a lo que te estás exponiendo al estar con él? —Me giro para darle frente—. A un corazón roto —determina firme. Trago hondo antes de hablar.
—No necesito que me pida ser esposos, ya estoy casada —aclaro. José alza las cejas retador—. Además, no me importa la fidelidad. Gideón fue mi tentación, fue mi infidelidad, ¿para qué pedirle fidelidad, cuando yo no quiero alargar más mi relación con él? —cuestiono. José permanece callado—. Agradezco tu consejo, pero no lo necesito. No soy la típica chica que se enamora de Gideón y sufre cuando él encuentra a otra. Mucho menos, la que le ruega que permanezca a mi lado. Si aún seguimos juntos, es porque no he encontrado a alguien que me coja como Gideón lo hace —sentencio.
Sé que en parte es mentira, pero necesito convertirla en una verdad.
—Gideón te quiere —susurra como si no pudiera entenderme. Sonrío.
—Y yo lo quiero a él. ¿Acaso tú nunca has querido a alguien que te folla bien? —José parpadea varias veces, incrédulo—. No te confundas, José. La relación de Gideón y yo, no es más que sexual —explico.
—No lo creo. ¿Sabes qué creo? —Alzo la barbilla, invitándolo a seguir hablando—. Creo que quieres convencerte de esas palabras. Quieres convencerte de que no sientes nada por Gideón, y por ende, no debe importarte que él viaje por una semana entera. —Hace una breve pausa, para sonreír victorioso. Me mantengo serena—. Creo que te preocupas por él, como él lo hace contigo. Creo que es más que tu calienta bragas, estoy seguro de eso. —No me permito confundirme y hablo:
—Eres libre de creer lo que quieras. Si te sirve de consuelo. —Me acerco un poco más a su rostro, para susurrarle al oído—. En algunas cosas tienes razón, sí me importa que pase una semana fuera, quiere decir que no podrá calentarme las bragas. Al menos, no de frente. —Lo escucho tragar y me acomodo para ahora sí, dar la vuelta e irme.
Entro al auto, temblando. Coloco las manos sobre el volante y suspiro. Gideón, Gideón, ¿qué estás haciendo con mi vida?
Aunque es jueves y mañana debo trabajar, creo que necesito salir en la noche con Moni y divertirme. Con eso en mente, arranco hasta el apartamento. Al entrar, encuentro a Moni haciéndose las uñas en el sofá, sonrío.
—Qué bueno que te estés poniendo aún más bella, porque hoy quiero salir a mover el esqueleto. —Hago movimientos circulares con mi cintura y Moni ríe.
—Cuando el gato sale, los ratones hacen fiesta —se burla. Río con ella—. Deja que le escriba a los chicos a ver. —Asiento y camino hasta la cocina. Muero de hambre—. ¿Cómo te fue con tu papuchi? —Escucho a Moni preguntando desde la sala. Tomo una cuchara y el tarro de mantequilla de maní junto al pan y salgo.
—Bien, lo dejé en el aeropuerto y ya. —Doy el primer mordisco y cierro los ojos para disfrutar el sabor.
—¿Cuándo van a formalizar lo que tienen? —Frunzo el ceño.
—¿Por qué todos se empeñan en darle un título a mis encuentros con Gideón? —Sueno más brusca de lo que pretendía. Suspiro y me relajo un poco—. No hay nada que formalizar, no somos nada, solo nos acostamos y listo —repito, de manera más suave, a Moni no me gusta hablarle vulgarmente. Ella es muy inocente. Moni asiente y se concentra de nuevo en sus pies.
—Está bien. Son lo suficientemente adultos para saber cómo manejar las cosas, solo no quiero que sufras luego. —Vuelve a levantar la cara y me mira con ojos realmente preocupados. Sonrío.
—No sucederá. Soy la que tiene más claro las cosas —sentencio—. Ahora, ¿por qué no le escribes de una vez a tus amigos? Iré a darme un baño —aviso. Moni asiente y toma su celular.
Entro a mi habitación y me voy desvistiendo de camino al baño. No pienso pensar en Gideón. No pienso pensar en lo que siento por él. Necesito seguir manteniendo firme mis pensamientos y alejarlos de mis sentimientos.
Dejo que el agua se lleve consigo todo rastro de sus besos de mi cuerpo este día. Cierro los ojos y lo recuerdo todo. Cómo comenzó a besarme despacio de la clavícula, siguiendo por el medio de mis senos, deteniéndose el tiempo suficiente en los círculos de mis pezones, dándoles la debida atención a cada uno mientras que con su mano se abría paso entre mis pliegues y jugaba con mi botón, el hecho de que me tuviera esposada a la cama, aumentaba mucho más la expectativa y terminaciones nerviosas de mi cuerpo.
Era consciente de cada músculo de mi jadeante cuerpo. Necesitaba que fuera más rápido, que por fin se hundiera en mí y me llevara al círculo del infierno mientras me sentía en la gloria, pero no, Gideón tenía otros planes y se dedicó a tomarse su tiempo.
Al terminar con mis pezones, succionó suavemente el camino hasta mi feminidad, me recuerdo jadeante, suplicante y sobretodo, extasiada. La manera en cómo devoró cada rincón de mi sexo con su boca, fue voraz, alucinante, me arrebató un orgasmo explosivo. Todo lo atrapó con su habilidosa boca y la última lamida de su lengua, envió señales eléctricas a todo mi cuerpo. Con los espasmos del orgasmo, por fin se hundió en mi interior y lo que le siguió a eso, fue puro éxtasis. Sus besos, haciendo que probara de su boca, el sabor de mi intimidad, son sin duda, mi nuevo sabor favorito.
Si creía que era bueno con la lengua en mi sexo, en mi boca me demostró que es experto. Experto en hacerme alucinar de placer.
El no poder tocarlo me tenía loca, necesitaba besar su cuerpo, pero también me encantaba que fuera él, quien manipulara el mío a la perfección. Como siempre sabe donde tocar para elevarme.
El segundo orgasmo fue mejor que el primero y fue acompañado con el suyo. Una sensación tan gratificante. Sus espasmos, me encanta como me mira cada que se corre en mi interior. Esa mirada de deseo que no se extingue.
Le subo la temperatura al agua, para ver si con el agua más fría, se me baja el calentón. Termino de ducharme y me enrollo en el paño, por precaución, decido no aplicarme crema. No me siento capaz de tocar mi cuerpo sin imaginar o desear, que son las manos de Gideón. Seguramente terminaría haciendo una pésima versión de lo que sus dedos ágiles, hicieron temprano.
Me enfundo en un vestido entallado, no tan corto. Unos tacones de aguja negro, del mismo tono del vestido. Como mi cabello sigue mojado, lo dejo suelto, me aplico un fuerte labial rojo en los labios y levanto mis pestañas con el rizador. Lista.
Por tentación, tomo mi teléfono y me hago unas fotos. Gideón debe seguir viajando, pero no me aguanto y se las envío.
Guardo el móvil en un bolso de mano y salgo de mi habitación. Encuentro a Moni, vistiendo un sexy conjunto de falda y top con lentejuelas. Sonrío.
—¿Lista? —Moni asiente colgando su llamada telefónica. Salimos del apartamento, luego de cerrar y apagar las luces. Llegamos abajo riendo, no recuerdo de qué.
—Ya vienen por nosotras. Deben estar por... —No termina la oración, porque un auto se detiene frente a nosotras. Lo reconozco al instante. Moni sonríe y sube a la parte trasera. Saludamos a los chicos y arrancamos.
—¿A dónde quieren ir, preciosuras? —pregunta Fabrían, que es quien va al volante. Moni me mira y yo me encojo de hombros.
—Al mismo de la última vez —responde por las dos. Por no ser fin de semana, no nos tardamos tanto para ingresar. Ocupamos la misma mesa y los chicos se van rápidamente a la barra por nuestras bebidas—. Espero que hoy sí bailes —advierte amenazante Moni. Río bajito.
—Me apetece bailar sola —aclaro. Moni rueda los ojos y asiente. Los chicos regresan con las bebidas y comenzamos a ponernos al corriente de todo. Me disculpo cuando mi celular suena. Me sorprendo al ver que es el número de Gideón. ¿Tan rápido pasaron tres horas?—. Debo contestar, ya vuelvo. —Ninguno me presta atención, por lo que bufo y me levanto. La llamada termina y pasado unos tres segundos, vuelve a sonar. Entro al baño y contesto.
—¿Estás sola? —Observo a mi alrededor y parece que sí. Entro en un cubículo antes de responder.
—Lo estoy. —Lo escucho suspirar. Ya debe estar en el hotel, no se escucha ningún ruido.
—Estás muy hermosa en esas fotos. ¿Dónde estás? Quiero quitarte ese vestido con mis dientes. —Me guardo un jadeo. Presiono mis piernas y me cercioro de que el retrete esté limpio, bajo la tapa y me siento sobre él.
—En la misma discoteca de aquella vez —respondo.
—Quiero tocarte —confiesa. Otro jadeo contenido.
—Me gustaría que lo hicieras. —Muerdo mi labio.
—Te haré una vídeo llamada. —Sin más, cuelga. No me da chance de nada, el teléfono vuelve a sonar. Veo mi cámara encendida y contesto. Él está sin camisa y apoyado en el respaldo de su cama de hotel. No evito recorrerlo con la mirada. Lo nota y sonríe—. Ábrete para mí. —El tono ronco que utiliza, me eriza la piel. Lo miro mal.
—Es un sitio público —le recuerdo. Gideón sonríe lobuno.
—Deja el celular en el piso y hazlo —insiste. Me levanto del retrete y pego mi oído a la puerta. No se escucha nada. Hago lo que Gideón dice, solo porque saben que me encanta jugar con fuego.
Dejo el celular en el suelo apuntando hacia mí, me subo el vestido hasta la cintura y me abro de piernas, sentándome de nuevo en el retrete. Aunque está lejos el celular, imagino sus ojos dilatados.
—Tócate para mí. —Jadeo.
—No quiero hacerlo, no sé hacerlo como tú —replico. Gideón ríe suave.
—Solo imagina que soy yo, pero no con mis dedos, sino con mi lengua. —Otro jadeo. Con el corazón bombeando sangre mucho más de prisa y deteniéndose en mi palpitante sexo, hago lo que pide. Muevo mi hilo a un lado y me toco. No cierro los ojos. Disfruto viendo la cara de Gideón desearme—. Me encanta tanto el sabor de tu sexo, chuparlo con fuerza. —Muerdo mis labios para no gemir más fuerte, cuando subo la velocidad de mis dedos—. El vaivén de tus senos cuando me cabalgas, me vuelve loco, me gusta devorarlos, dejarlos erectos y rosados para mí. —No evito jadear fuerte—. ¿Puedes sentir como te penetro con mis dedos y te hago probar tu sabor, llevándolos a tu boca? —Cierro los ojos extasiada.
Demasiadas corrientes me recorren. Me pongo nerviosa cuando escucho varias voces femeninas entrar. Miro a Gideón y por instinto, alejo la mano de mi sexo. Gideón lleva sus dedos a sus labios en señal de que haga silencio. Asiento, ahora, chupa esos mismos dedos y los baja lentamente por su torso, dejando un camino húmedo. Vuelvo a tocarme, aunque no enseña a la cámara, lo puedo imaginar tocándose el miembro, su rostro se ha desfigurado de placer.
Echo la cabeza hacia atrás un segundo y al volver a ver la pantalla, muestra cómo se masturba en mi nombre. Muerdo fuertemente mis labios.
Enfoca nuevamente su rostro y yo prosigo con lo mío. Afuera, se escucha todavía a las mujeres hablar, pero no les presto atención. Solo me concentro en el intercambio de miradas de Gideón y mía, el sudor recorre mi cuerpo y el suyo brilla con el mismo sudor. Cuando ya siento cerca el orgasmo, escucho la puerta volver a abrirse y ya no se escuchan más voces. Aprovecho de hablar.
—Voy a correrme —aviso—. Gideon se endereza en la cama, bajando los pies de la misma y asiente. Aumento un poco la velocidad y al mismo tiempo que me corro, Gideón apunta para que vea como se corre en su mano y el semen se desliza y muere en el suelo de la habitación.
Estoy jadeante, necesito aire. Cuando me vuelve a mirar, sus ojos son dos esferas muy brillantes.
—Te deseo tanto, Caramelo. —Saboreo mis labios. Nunca había visto a un hombre masturbarse, mucho menos, compartir la masturbación con él. Debo reconocer que fue una experiencia maravillosa.
—Yo desearía que no hubieras viajado y que este orgasmo, me lo hubieras sacado con tu boca. —Gideón maldice. Aunque quiero convencerme de que es mejor estar lejos, cada vez que lo veo, mi cuerpo reacciona de manera diferente.
Mi mente quiere alejarse, mientras que mi cuerpo, ruega por tenerlo cerca.
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