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Capitulo 24

Para mí, sin duda, la mejor manera de evitar, es ignorar.
A🌙A

Flashback.

Diciembre 19/2017

Sebas❤

18:38 hrs: Lo siento pequeña, el viaje se ha demorado más de lo planeado, prometo estar en casa antes del viernes.

Releo el mensaje de Sebastián por quinta vez y a medida que lo leo, mi corazón va acelerándose. El viernes es dentro de tres días. Ayer después de que llegué a casa, me la pasé todo el día esperando que Sebastián entrara por la puerta y contarle todo lo sucedido. Incluso ya tengo mi ropa acomodada en valijas. Sin embargo, no quiere decir que esté preparada para enfrentarlo.

Una parte de mí quiere que me calle la boca y siga fingiendo que somos felices, la otra, esa que ya conoció lo maravilloso de los orgasmos espontáneos, los besos prohibidos, las caricias en lugares públicos, el sexo en vestidores; esa parte quiere seguir teniendo más de eso. Más de Gideón.

Le respondo con un simple: Tranquilo, yo te espero. Bah, me siento estúpida. ¿Yo te espero? ¿En dónde? ¿En los brazos y la cama de Gideón? Soy una zorra.

Mi estómago ruge llamando mi atención. No recuerdo cuándo fue la última vez que comí algo. Salgo de mi habitación, dejando mi celular sobre la cama y camino directo hasta la cocina. En el proceso veo a James de espaldas hablando por teléfono. Al voltearse, cuelga. Sonrío y sigo mi camino.

—Creí que ya no comería nada, señora. —Lo miro mal por llamarme señora. Se disculpa rápidamente.

—No tenía apetito. —Me limito a responder sacando de la nevera lechuga, tomate y carne—. ¿Ya no hay pan? —pregunto abriendo el gabinete. James niega.

—Puedo ir por más, si quiere. —Niego.

—Yo iré. ¿Preparas la carne? —propongo. James mira las cosas sobre la mesa y luego a mí, confundido—. Quiero hamburguesa —explico. James frunce el ceño, claramente confundido.

—¿Cree que esté de acuerdo el señor Sebastián? Ya sabe lo que dice de las calorías. —Evito rodar los ojos.

—Guarda la carne, iré por pan para preparar sándwiches —espeto de mala gana. Salgo de la cocina y no me molesto en subir en busca de mi celular, observo como voy vestida y no estoy mal. Pantalón de gimnasio y sudadera.

Tomo las llaves del auto y camino fuera de casa. Me despido de James con la mano y conduzco furiosa. Le subo el volumen a la radio simplemente para no escuchar el latir acelerado de mi corazón.

No puede simplemente decidir hasta qué comeré. No puedo entender porque algo que antes no me molestaba, ahora sí lo hace. Cierro los ojos al estacionar frente a un supermercado. Bajo del auto sacando dinero de la guantera. Menos mal siempre hay dinero ahí, si no, hubiera tenido que devolverme.

Entro y enseguida mis hombros se relajan. Ver a las personas caminar de un lado a otro con sus compras me relaja, no sé muy bien porqué sucede eso. Pero me relaja mucho.

Camino directamente al pasillo de los panes y empiezo a escoger el más suave. Tengo esa costumbre de tocar todas las bolsas de panes para escoger siempre el más suave. Una vez lo tengo, camino en busca de jugo.

Me gustaría comprar alguna Coca-Cola, pero eso tampoco está permitido en mi alimentación. Regreso a las cajas haciendo mi fila para pagar.

—Me está volviendo loco tu culo. —Brinco al escuchar la voz de Gideón en mi oído. Al girarme, lo veo mirándome divertido.

—Respeta. —Es lo único que digo. Me gustaría decir que puede manosearlo cuando quiera, pero me reservo eso. Gideón sonríe lobuno.

—Tú sigues. —Extiende su mano señalando la caja vacía frente a mí. Dejo de mirarlo y camino, él me sigue.

—Ocho con noventa. —Le paso el billete a la cajera y como siempre hacen todas; lo revisa comprobando que no sea falso. Como si fuera a falsificar un billete de diez. Recibo mi cambio y salgo aprovechando que Gideón está cancelando sus compras.

Busco rápidamente mi auto con la mirada, al localizarlo, me encamino hasta él. El cuerpo de Gideón se presiona contra el mío, obligándome a que mi frente quede pegada a la puerta de mi auto. Jadeo involuntariamente.

—¿Huyendo, Caperucita? Y yo que creí que eras más una cazadora que una presa —bromea. Me estremezco queriendo que me libere. No funciona. Se restriega más contra mí. Me reservo otro jadeo.

—No huyo, no tengo tiempo. Debo volver a casa —zanjo. Gideón pasea su mano por uno de mis costados, enseguida se me eriza la piel.

—Siempre hay tiempo para un rapidin. —Muerdo mis labios para no reír..., o jadear.

Veo a los lados cuando recuerdo dónde estamos. Cualquiera puede vernos, debe haber cámaras de seguridad y si nos graban, podrían colocarlo en los noticieros. Sé que no soy importante como para ocasionar tal cosa, pero soy una miedosa por naturaleza. Si le sumamos a eso mi paranoia, es peor aún.

Me estremezco mucho más y ahora sí funciona. Gideón da unos pasos hacia atrás, me giro para encararlo.

—No ahora, este no es ni el momento ni el lugar —sentencio. Gideón me imita y mira a los lados. Después sonríe salvaje.

—Sube al auto —ordena. Trago hondo. No pienso hacerlo en el auto de Sebastián, eso sería como hacerlo en nuestra cama. No puedo ser tan perra.

—Subiré y me iré. No lo haremos aquí. No lo haremos hoy —declaro. Gideón me mira sin dejar de sonreír. Está tan seguro de que lo haremos , que hasta yo empiezo a creerlo.

—Solo sube al auto —repite. Cierro los ojos y obedezco. Él rodea el coche y sube de copiloto. Hace señas con su rostro de que avance. Bufo y lo hago. Conduzco con rumbo a mi casa, porque bueno, debo llegar—. Detente aquí y apaga las luces —ordena. Lo miro como si estuviera enloquecido. Estamos rodeados de casas, ¿qué pretende?—. Hazlo —insiste. Estaciono el auto pegado lo más posible a la cera y lo apago.

—¿Qué pretendes hacer? —inquiero confundida. Las luces de un auto alumbran el interior de este, me alerto. Vuelvo a respirar cuando sigue de largo.

—Quiero cogerte. —Cierro los ojos. La intensidad de sus palabras arruinan mi coraza—. Si no quieres aquí, lo haremos en el mío. —Abro los ojos cuando señala un Mercedes. No lo había visto antes. ¿Qué tantos autos puede comprarse un fotógrafo?

—¿Qué te hace pensar que tendremos sexo hoy? Cualquiera puede vernos. No inventes —pido más para mí que para él. Gideón ríe.

—Confía en mí. —Niego sin dudar.

Fin del Flashback

Me levanto de la cama, dejando mi computador a un lado, se me ha subido el libido solo de recordar lo que hicimos esa noche. Aún no puedo creer que yo haya hecho eso, exhibirme de esa manera, arriesgando que cualquiera nos viera a plena siete de la noche. Pero tampoco puedo negar la excitación que recorría mi cuerpo mientras cabalgaba a Gideón en su auto. Trago saliva.

Entro al baño para lavarme la cara a ver si así se me baja la calentura. Como hago desde hace tres días que nos mudamos, observo todo a mi alrededor.

Creo que estaré siempre agradecida con Moni por haber aceptado mudarse conmigo a otro lugar, y con Gideón por habernos conseguido este apartamento, mucho más grande y también es económico. Por otro lado, mi nueva computadora es un regalo de Gideón, al principio me molestó mucho, luego lo dejé estar. Gracias a que guardé todo en Google Drive, no tuve que empezar de nuevo el libro. Eso me hizo muy feliz hace un rato.

Quería escribir más, pero ya es tarde y debo dormir. Últimamente no duermo mucho y ya las ojeras están delatandome.

Regreso a la cama y apago el portátil luego de guardar todo. Suspiro mirando el techo. La semana que viene tendré una reunión con Sebastián, su abogado y el mío, espero que se decida de una vez a firmar el divorcio. No puedo seguir así.

Cierro los ojos dispuesta a dormirme, después de un rato, lo logro.

[***]

—Buenos días, ¿larga noche? —Moni me mira por encima de su hombro mientras vierte el café en las tazas. Suspiro.

—Buenos días. Y pues, preferiría seguir durmiendo —respondo bostezando. Moni ríe.

—Tienes trabajo —me recuerda como si fuera a olvidarlo. Asiento—. Nada mejor que un buen café para despertarse y empezar la mañana —sentencia, colocando la taza frente a mí. La tomo encantada. Tiene razón.

—Gracias. —Moni coloca también ambos platos de comida. Comemos entre charlas sobre el trabajo de Moni. Omito contarle lo de la reunión con Sebastián la semana entrante. Quiero afrontarlo sola.

—Te veo a la noche. Compraré la cena —prometo. Moni me mira entrecerrando los ojos. La miro mal—. Si vendré a cenar —refuto. Moni se encoge de hombros, riendo. Ruedo los ojos y salgo del apartamento.

Camino a la parada de buses en toda la esquina y como ha hecho desde que nos mudamos, el auto de Gideón está estacionado ahí. Subo sin avisar. Levanta la vista de su móvil sorprendido, se relaja al verme.

—Deberías ponerle seguro —sugiero. Gideón asiente. Deja su celular sobre su pierna y se inclina hacia mí para besarme, no me opongo. Me he acostumbrado a esto. No sé si eso sea algo bueno o no.

—¿Cómo dormiste? —inquiere al separarnos. Hago una mueca. Siempre pregunta lo mismo cuando me ve ojerosa.

—Muy bien, la verdad. —No es del todo mentira. No tuve malos sueños y eso es un plus. Gideón me mira durante un rato y después asiente encendiendo el auto.


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