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Capítulo 22

No se trata de necesitar estar con alguien, se trata de que aun teniendo la libertad de elegir, elijas a esa persona diariamente.

Aixa de Alsina.

FlashBack.

Diciembre 19 de 2017

—Caramelo —susurra Gideón rozando sus labios con los míos. Me remuevo. No quiero levantarme. Al recordar donde estoy me entra el pánico y me levanto de golpe asustada—. ¡Mierda! —exclama, sobando su cabeza. Lo imito, lo he golpeado al levantarme. 

—Lo siento. —Gideón asiente. Saboreo mis labios nerviosa—. ¿Qué hora es? —pregunto preocupada. Sigo la mirada de Gideón hasta un reloj de mesa junto a la cama.

—09:18 hrs. —Trago hondo.

—James ya debe estar en casa —comento más para mi que para él.

—Te llevaré —sentencia y se levanta entrando al baño. 

Me levanto y salgo del cuarto para buscar mi ropa. La encuentro en la cocina, me visto rápido y solo por picardía, dejo mi hilo sobre la barra y me coloco el vestido sin ropa interior. Siento mis mejillas calentarse. Sonrío y camino hasta la puerta para irme, veo una vez más a la puerta de la habitación de Gideón y salgo. Bajo rápido en el ascensor y sigo caminando rápido una cuadra más abajo en busca de un taxi.

Maldigo al darme cuenta de que dejé mi cartera en el apartamento de Gideón. ¿Cómo se puede ser tan estúpida? Estoy muy lejos de casa y obviamente no puedo llamar a James, es que ni siquiera traje mi celular anoche. ¡Ya háganme una estatua por idiota!

—Sube —ordena Gideón bajando la ventanilla de su auto. Cierro los ojos, soy patética. Subo al auto y mantengo mi vista al frente para no ver la cara de pocos amigos de Gideón—. ¿Harás siempre lo mismo? —cuestiona con notable molestia en la voz. Lo miro confundida—. Cogemos y luego quieres huir sin despedirte ni nada —reclama. Suspiro.

—No huyo. Es que tú pretendes mostrarte como un amigo delante del chófer y mano derecha de mi esposo, ¿cómo pretendes que eso no me aterre? —me defiendo. Gideón estaciona frente a un semáforo y me mira.

—No me interesa hacerme amigo de nadie, mucho menos tuyo, no me presentaré como tu amigo, jamás haría tal cosa —confiesa—. Debes entender que aunque sea salvaje en muchas cosas, nunca permitiré que después de pasar la noche a mi lado, te vayas sola a casa. —Sigue alzando la voz. Dudo que sea consciente de eso.

—Ese es el problema, Gideón, ¡yo no vivo sola, yo no tengo casa, yo no soy libre! —estallo. Gideón no dice nada, entra a un auto-McDonald y se detiene junto a la ventanilla para hacer un pedido.

—Dos Big-Mag con todo, papitas y dos refrescos grandes. 

Mi estómago gruñe en aprobación. La chica toma el pedido y le indica que continué. Avanzamos unos cuantos metros más y nos detenemos en la siguiente ventanilla, Gideón cancela su compra y recibe la bolsa con los dos refrescos. Me entrega todo y le agradece para detenernos dentro del mismo estacionamiento de McDonals.

—Desearía que lo fueras y al mismo tiempo deseo que no lo seas. —Lo miro confundida—. Quiero que tengas tu libertad, pero que también estés a mi lado —explica. Suspiro.

Como ve que no digo nada, abre la bolsa, saca una hamburguesa y una papita y me la entrega. Toma también uno de los refrescos que sostengo en la mano y saca lo restante que queda en la bolsa y se acomoda para comer. Lo imito en silencio.

Cada bocado es la gloria para mi estómago. No comía una hamburguesa de McDonalds desde antes de casarme con Sebastian. Él asegura que esto es comida chatarra y que no es buena para mi figura.

—Gracias por la hamburguesa, tenía más de seis años sin comer una — le confieso cuando regresa al auto después de botar la basura. Me mira y sonríe.

—¿Debería alegrarme de saber eso? —Ya está de mejor ánimo. Su tono de voz juguetón me lo hace ver. Sonrío también.

—Yo me alegro de que así sea —admito. 

Gideón toma mi mano y deja un beso en ella antes de enrollarla con la suya. Enciende el auto con su otra mano libre y conduce durante todo el camino con esa mano. Me pregunta donde vivo y le doy la dirección, resignada. Le pido que estacione mucho antes de llegar. El auto de James está afuera de mi casa. Tomo aire y miro a Gideón.

—Gracias por todo. —Englobo también la noche de ayer.

—¿Te veré de nuevo? —Sonrío, siempre pregunta lo mismo.

—Hasta que no llegue Sebastian, quiero seguir viéndote —confieso con cierta vergüenza. Soy una perra malagradecida.

—Y después de que él llegue, ¿qué sucederá? —inquiere.

—Aún no lo sé —reconozco. Gideón asiente lentamente.

—¿Cuánto tiempo nos queda? —insiste.

—No lo sé, dijo que llegaría hoy, pero siempre se demora más de lo planeado, espero que este sea el caso —admito sin ningún tipo de pudor. Gideón ríe bajo.

—Yo espero lo mismo, no quiero dejar de verte —confiesa. suspiro.

—Debo irme —le recuerdo. Gideón asiente. Se acerca para dejar un beso en mis labios, se lo correspondo. Aprovecha eso para introducir su mano por dentro de mi vestido y tocar directamente mi feminidad. Jadeo.

—Sino llega hoy, me gustaría pasar la noche contigo. —Se aleja, dejándome cachonda y ansiosa. Lo miro mal. Abro la puerta del auto y bajo.

Lo que duro caminando del auto de Gideón hasta la casa, me la paso pensando que excusa darle a James. De paso, estoy vestida como si viniera de un club. ¿Por qué no salí anoche con un pantalón y una blusa cualquiera? Ahora podría decir que simplemente fui a caminar. Entro a la casa y no veo a James por ningún lado, subo directamente hasta mi cuarto sin hacer ruido alguno. Hasta me quito los tacones para asegurarme de eso.

Fin del FlashBack

La alarma suena indicando que es hora de levantarme, genial. Otra noche más sin dormir. Me levanto perezosa y coloco música antes de entrar al baño. Canto a todo pulmón y al salir enrollo mi cuerpo en mi paño, cepillo mis dientes y al volver a la habitación, brinco asustada.

—¿Quién te dejó entrar? —Miro a ambos lados, mi celular está lejos de mi alcance para llamar a seguridad. Sebastian levanta la vista de mi ordenador y la clava en mi. Trago saliva.

—¿Ahora escribes la manera en la que me engañaste para burlarte más de mí? —inquiere furioso. Mierda.

—No tienes derecho de estar aquí ni de revisar mis cosas —aclaro. Sebastian se levanta de la cama cerrando mi portátil y sosteniéndola en sus brazos.

—Yo te regalé esto, déjame recordarte que todo lo que tienes ahora es gracias a mí. No olvides nunca del cabaret de mala muerte del que te saqué. —Empuño mis manos queriendo golpearlo.

—Nadie te pidió que lo hicieras. Me diste todo por tu propia cuenta —le recuerdo.

—Eras la puta que me cogía, supuse que así te mantendría contenta. —Cierro los ojos.

—Puedes llevarte todo lo que me diste, no lo quiero. No lo necesito, tengo mi propio dinero. —Levanto el mentón orgullosa.

—¡¿Tienes tu propio dinero?! —masculla—. ¡¿Posando como puta en una playa en Miami?! —Me alerto. ¿Cómo sabe eso?—. ¡¿Crees que no te sigo?! No, Caramelo, por supuesto que lo hago. —Me entran ganas de vomitar al escucharlo llamarme como Gideón lo hace.

—¡Vete de mi apartamento! —grito furiosa. Sebastian lanza el portátil contra el piso. Solo pienso en las horas que he pasado escribiendo todo. Siento la furia recorrer mis venas.

—¡Pasas la noche con él y yo que soy tu esposo no quieres verme. ¿En qué momento cambiaste lo nuestro?! —Mi respiración es entrecortada, veo la vena de su cuello hincharse y por un segundo me asusto.

Moni no debe estar, ya se hubiera asomado de ser así. Estoy sola, Sebastian podría hacerme lo que quiera y nadie se enteraría. Sin embargo, el susto es sustituido rápidamente por el odio que estoy sintiendo y eso nubla mi mente.

—En el momento que Gideón me penetró con su miembro, sus dedos y su leng... —No termino de decir la palabra cuando Sebastian me tiene contra la pared sujetando mi cuello. No ejerce suficiente presión para lastimarme, pero estoy tan asustada que siento que no respiro lo necesario para llenar mis pulmones de aire.

El paño se desliza por mi cuerpo y cae al suelo al llevar mis manos a las suyas para que me suelte. La mirada lujuriosa que me dedica Sebastian me estremece. Y no de placer.

Justo cuando coloca una mano en mi cintura y se inclina hacia delante para besarme, la puerta se abre dejando ver a Moni con Gideón y dos hombres de seguridad.

Las lágrimas no me permiten ver con claridad, creo ver a Gideón arrastrar el cuerpo de Sebastian hasta la cama y ahí empezar a golpearlo. Los de seguridad intentan separar a Gideón. Dejo de verlos cuando Moni me cubre nuevamente con el paño y susurra algo de que todo está bien.

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