Capítulo 21
Prefiero morir por una verdad,
Que condenarme con una mentira.
—Aixa de Alsina.
A🌙A
Presente.
Veo mi edificio y después a Gideón.
—¿Quieres subir? —Saboreo mis labios. Gideón sigue el movimiento con sus ojos.
—Quiero dormir contigo —reconoce. Trago saliva. No sé porqué estoy tan nerviosa.
—Tu hermana te espera en tu apartamento —le recuerdo.
—Está acostumbrada a dormir sola, no le importará —asegura.
—Duerme conmigo entonces. —No me acostumbro a dormir a su lado, pero eso no quita que me guste hacerlo. Gideón sonríe genuinamente, se acerca a mí y besa mis labios. Es un beso corto, de agradecimiento.
Gideón vuelve a encender el auto y entra al estacionamiento del edificio, escoge un espacio vacío y apaga el vehículo. Abro la puerta con el corazón a mil. ¿Qué me sucede? No es la primera vez que lo hacemos. La diferencia es que esta vez lo estamos planeando. Las anteriores no.
Gideón sale y rodea el auto llegando hasta mí. Me toma por la cintura y ambos entramos al living del edificio. Saludo al portero y presiono el botón llamando al ascensor, unos segundos después llega y abre sus puertas. Entro con Gideón aún sosteniendo mi cintura. Las puertas se abren en mi piso y salgo sujeta por Gideón. Creo que no piensa soltarme.
Abro las puertas con mis manos temblando, Gideón ríe acariciando con su nariz mi cuello. Me estremezco. Al otro lado, las luces están apagadas y no hay rastros de Moni por ningún lado. Gideón solo espera que cierre la puerta para estrellarme sobre ella y besarme. Jadeo en sus labios.
—Te quiero. Maldición. Te quiero tanto —susurra en mis labios. Me entran ganas de llorar. Vuelve a besarme, me alza y nos conduce a ambos hasta mi habitación.
Sin bajarme, abro la puerta y la cierro con los pies. Me deja en la cama con cuidado y saca su celular. No me sorprende el flash al tomarme una fotografía, debo verme horrible, pero él siempre cree que es un buen momento para tomar fotos. Le hago señas para que ya no demore más. Sonríe y guarda el celular.
Camina y apaga la luz que encendió al entrar y regresa para encender la lámpara que tengo junto a mi cama. Se desviste sin despegar sus ojos de los míos. Me levanto para hacer lo mismo, pero me toma de las manos impidiendo que lo haga.
—Yo lo hago. —Asiento. Gideón se arrodilla bajando mi deportivo, en el proceso besa mi abdomen y después de quitarlo sube despacio retirando también mi blusa corta. Quedo con el sujetador y tanga. No me avergüenzo. Gideón clava sus ojos en los míos.
Me deposita nuevamente en la cama quedando él sobre mí, besa mis labios dulcemente. Disfruto el beso mientras acaricio su espalda.
Deja mi boca y reparte besos en mi clavícula. Me estremezco. Desabrocha mi sujetador y lo saca cuando levanto las manos para ayudarlo. Vuelve a besarme.
En el momento que entra en mi interior me mira a los ojos. A mi mente viene que esta vez es diferente. Esto no es sexo, me está haciendo el amor y eso está arrugando mi corazón.
Lo abrazo con fuerza apoderándome de su boca. Me gira después de un rato en la misma dirección, quedo arriba. Me acomodo y comienzo a moverme lento, tal y como ha sido todo.
Hago un corazón con mis dedos en su pecho sobre uno de sus tatuajes. Él sonríe y toma mi mano depositando un beso en ella.
Me inclino hacia adelante sin dejar de moverme y me acurruco en su pecho dejando besos en su cuello.
—Te quiero, Gideón —confieso. Él busca mi boca y se la entrego.
La mañana nos agarra sin haber pegado ojo durante la noche, después de hacer el amor, Gideón me contó el significado de sus tatuajes. Tiene 49 tatuajes en el cuerpo. Dice que el número 50 que se haga será especial. No pregunté el porqué.
Prometió llevarme a conocer a su tatuador y pagar por mi primer tatuaje. Me he reído, no creo que me tatué en algún momento. Me encanta cómo se ven en él, pero no me veo con alguno.
—Debemos ir a trabajar —susurra sobre mi cabeza. Asiento siguiendo repasando con mis dedos sus tatuajes.
—Lo sé. —No me levanto y él ríe.
—¿Nos duchamos juntos? —propone. Un escalofrío recorre mi cuerpo.
—¿Una ducha como la de la otra vez? —pregunto burlona. Lo escucho reír.
—Si tú quieres, sí. —Ahora río yo.
—Estoy agotada —confieso.
—Te consentiré, entonces. —Trago saliva. Se levanta de la cama y me hace señas junto a él. Hago puchero y me levanto. Me sorprende alzándome sobre sus hombros. En el baño me deja sobre el lavado y abre la llave—. Me encanta tu cabello. —Lo acaricia mientras moja un paño de manos. Ya humedecido lo pasa por mis pechos. Rápidamente mis pezones se colocan erectos por el frío. Sigo desnuda, él también lo está. Sigue limpiando mi cuerpo de manera delicada. No contengo las lágrimas que salen de mis ojos. Lo nota y me besa.
Me aferro a su cuerpo. Si supieras lo que haré, no harías esto. Me repito una y mil veces.
Limpia mis piernas, al llegar a mi sexo me mira a los ojos mientras lo hace. Saboreo mis labios. Cuando termina me coloco de pie y le quito el paño para limpiarlo de la misma manera a él. Tengo claro que esto no cuenta como baño, pero sí como íntimo.
Ya después de estar ambos limpios, nos vestimos entre miradas furtivas. Me coloco un vestido suelto y unas deportivas. Gideón por supuesto se coloca lo mismo que traía anoche.
Salgo de mi habitación y Moni no se ve por ningún lado. No nos da tiempo de hacer comida, por lo que Gideón propone comprar algo en el camino, así que salimos al estacionamiento y subimos a su auto. La emisora coloca una canción de Andrés Cepeda y Gideón toma mi mano besándola. No la suelta el resto del camino.
Cuando Andrés Cepeda canta la estrofa que dice: Que podamos estar juntos hasta el final. Gideón presiona mi mano. No soy estúpida, sé que lo de anoche significa mucho para él, y no lo niego, para mí también. Pero no puedo, no puedo confundirme.
Lo quiero, no es la primera vez que nos lo decimos, pero si, la primera que hacemos el amor. Es que la sola mención de esas palabras me molesta. No debí dejar que eso sucediera. ¿Pero, cómo arrepentirme si me gustó cada segundo? La diferencia fue notoria, ayer abundaba el cariño y sobraba el deseo.
Ahora empieza otra canción de Andrés que asegura que es mío completito. Tengo la necesidad de apagar el equipo, Gideón parece aprovechar cada canción para hacerme ver que es para mí.
El camino al trabajo se me hace eterno, cuando llegamos, Gideón abre su puerta y cierra la mía con seguro. Lo miro mal. Ríe y abre de nuevo con el control, me ofrece su mano y la rechazo. Ríe detrás de mí.
Camino al interior, antes de llegar me toma del brazo deteniéndome. Enrolla nuestras manos y por algún motivo desconocido se lo permito. Ignoro la mirada de Danfne, también la de José, la de Clarita y Natasha. ¿Todos van a mirarme? Gideón se despide con un beso en mis labios. Natasha se apresura a llegar hasta mí.
—¿Le diste la oportunidad, entonces? —inquiere curiosa. Ruedo los ojos. Clarita también se acerca con ojos brillosos.
—No sé que tenemos, pero no durará —les aseguro. Ambas me miran curiosas.
—¿Por qué? —cuestiona Clarita.
—No lo entiendo —confiesa con molestia Natasha. La miro extrañada—. Te gusta, eso se nota. A él también le gustas, ¿por qué no crees que duren? —pregunta molesta.
—Ya te lo dije —le recuerdo. Ella bufa y me mira mal.
—Vale, tú te lo pierdes. —Se da vuelta y se va.
—Le gusta Gideón, tú tranquila —asegura Clarita. Suspiro.
—Vayamos a trabajar —ofrezco. Clarita asiente y caminamos hasta el resto de las chicas.
¿Me pase de sentimental? Jaja.
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