Capitulo 16
Si el error no es placentero, ¿para qué cometerlo?
~Aixa de Alsina
A🌙 A
Presente.
Despierto junto a Gideón. Cierro los ojos de nuevo, no me acostumbro a despertar envuelta por sus brazos, claro está que tampoco debo acostumbrarme a tal cosa, porque eso no debería de suceder. Me levanto de la cama y no me sorprende que me duela todo el cuerpo. Anoche nos pasamos un poco con todo lo que hicimos, ni siquiera la alfombra se salvó de tener nuestros cuerpos sudorosos sobre ella.
Lavo mis dientes y salgo de la habitación, colocándome encima el blusón de pijama. Rebusco algo decente para cocinar y solo encuentro huevos, pan y leche. ¿De nuevo lo mismo? Necesito hacer las compras.
Recuerdo que hoy saldré de viaje con Gideón, el pulso se me acelera. Si me hubiera mantenido firme en no seguir teniendo sexo, quizás no estuviera tan preocupada, pero sé, estoy segura que él tomará este viaje de trabajo como viaje de placer. Por supuesto que a mí feminidad eso no le causa problema alguno.
Bufo, he quemado el huevo. Cojo otro y repito el procedimiento, lo quiebro y lo echo a freír. Me quedo como estúpida viéndolo para que no vuelva a quemarse y al estar listo, lo saco y lo sirvo junto al pan. Sirvo la leche en tres vasos, guardando el de Moni en la nevera. Acomodo el plato de Gideón y mío en la bandeja, junto a la leche y camino hasta el cuarto.
En todo el trayecto mi corazón no deja de bombear sangre más rápido de lo normal. ¿Llevar el desayuno a la cama será mala idea? Me recuerdo que no lo hago por él, lo hago solo como agradecimiento de la noche de ayer. Puff, eso es peor. Estoy agradeciéndole por darme sexo.
Dejo de pensar y coloco la bandeja sobre la mesa de noche que está a un lado de la cama. Tomo uno de mis panes, entro al baño y abro el agua de la ducha para que vaya agarrando la temperatura ideal. Al regresar al cuarto por una muda de ropa cómoda, encuentro a Gideón restregándose los ojos. Acaba de despertar.
—Buenos días. —Me hago la desentendida buscando en mi armario un conjunto de ropa. Saco un deportivo con una blusa corta y lo acompaño con unos tenis negros.
—¿Cómo amaneciste? —Su voz ronca tiene un efecto inmediato en mi entrepierna, por lo que debo apretarla. Me enderezo dándole frente.
—Muy bien, gracias. Tu desayuno está sobre la mesita. —La señalo con mi mano y Gideón voltea a verla, para después mirarme de regreso con una ceja levantada—. ¿Qué? —Cuestiono nerviosa.
—Nada, es solo que preparaste el desayuno para mí. —Ruedo los ojos.
—No te ilusiones, es solo pan, huevo y leche —aclaro dándome vuelta para regresar al baño. Me quito el blusón e ingreso a la ducha, cierro los ojos dejando que el agua me quite todo estrés.
—No es solo pan, huevo y leche. Es pan, huevo y leche que preparaste para mí —susurra Gideón en mi oído. Ruedo los ojos, ya hasta sonó como Moni.
Contengo un jadeo cuando ahueca uno de mis senos. ¡Benditas sean sus manos! Amén.
Doy un brinco hacia atrás al sentir su otra mano en mi feminidad, mala idea, ahora tengo mis nalgas pegadas a su miembro.
—No tengo fuerzas —confieso. Gideón empieza a acariciar mi sexo suavemente. Echo la cabeza hacia atrás apoyándola en su hombro.
—No te dejaré caer —promete. No discuto, siento mis piernas flaquear, pero Gideón cumple su promesa y no deja de sostenerme fuertemente—. Ya vengo —avisa. Asiento sin voltear a verlo.
Vuelvo a introducirme debajo del chorro de agua. Gideón regresa con una silla en sus manos, ¿De dónde la sacó? Sigue desnudo. ¿Salió hasta la sala para buscarla? ¿Salió desnudo? ¿Moni lo vería? Me hace a un lado dejando la silla donde antes me encontraba yo y se sienta.
La vista más erótica se encuentra ahora frente a mí, Gideón siendo mojado, su cuerpo brillando, su sexo erecto y listo para entrar en mí. Muerdo mi labio. Quiero fotografiar este momento. Ahora soy yo quién sale del baño en busca de mi celular y le tomo varias fotos. Gideón me mira divertido mientras lo hago y me pide que le entregué el celular, se lo paso.
—Sube. —No dudo en obedecer y subo sobre él, introduciendo su miembro en mí. Jadeo al sentir mis músculos adaptándose a él. Apoyo mis manos en sus hombros y comienzo a moverme suavemente de forma circular. Gideón gruñe en mi oído al abrazarme con sus brazos. No tengo idea de dónde habrá dejado mi celular y tampoco me interesa. Se siente tan bien—. Me tienes loco —confiesa en mi oído. Jadeo en el suyo.
—Y tú a mí —declaro en respuesta. No miento, me vuelve loca su cuerpo, el como me eleva con un simple roce. Cada que estamos juntos el calor que desprende de ambos es como si ardiéramos en el infierno, pero yo siempre me siento en las nubes.
Gideón calla un jadeo besándome con vehemencia. Arrastro mis uñas por su espalda presa del deseo. El orgasmo llega como una ola arrasadora y muerdo el labio de Gideón, me levanto antes de que el acabe y me mira mal. Sonrío de lado.
Me agacho frente suyo, cojo su miembro que está cubierto por mis fluidos, lo introduzco en mi boca antes de que el agua de la ducha lo limpie. Mi sabor es dulce y fuerte, me encanta. No duro ni tres minutos haciéndolo cuando Gideón sostiene mi cabeza fija mientras se corre en mi interior.
Hago mi mayor esfuerzo para tragarmelo todo, al terminar, lo saco de mi boca saboreándome los labios. Gideón tiene los ojos encendidos. Me alza sentándome de nuevo sobre él sin penetrarme.
—¿Cómo esperas que me aleje de ti, si haces esas cosas? Me vuelves loco —repite. Lo beso para no tener que responderle. Al separarnos, Gideón estira el brazo agarrando el champú, se vierte un poco en la mano y me mira pidiendo permiso. Se lo concedo, cierro los ojos y comienza a masajear mi cabello esparciendo el shampoo.
No creo que sea buena idea lo que está haciendo justo debajo del agua, pero se siente muy bien sus masajes, por lo que no me quejo.
—¿Me dejas? —Abro los ojos para verlo y tiene en sus manos la esponja de baño. Asiento, presiento que volverá a excitarme. Gideón toma aire antes de comenzar a restregar mi cuerpo suavemente. Mi celular suena interrumpiendo el momento. No le hago caso, pero sigue y sigue sonando.
—Necesito ver quién es —pido recordando que puede ser mi abogado. Gideón asiente y me señala el celular que está en el suelo fuera de la ducha. Me levanto, seco mis manos con el paño para tomar mi celular—. Es José —le aviso a Gideón. Asiente levantándose de la silla—. ¿Buenas? —contesto con el celular en altavoz para no mojarlo con mi cuerpo.
—Hola, Alejandra, era para recordarte que el avión sale en dos horas, necesitas estar en el aeropuerto en una hora. —Miro a Gideón que asiente tranquilo.
—Por supuesto, no lo he olvidado. Ahí estaré —prometo. La baba debe estar rodando por la comisura de mi labio. Las manos de Gideón recorren su cuerpo limpiándolo y yo siento celos queriendo hacerlo yo.
—Perfecto. —Cuelgo sin despedirme. Vuelvo a la ducha para sacar el jabón de mi cuerpo.
[***]
Gideón insiste en ayudarme con el pequeño bolso que traje, solo serán dos días. No llevo tanta ropa, pero él es muy necio, por lo que dejo que lleve el bolso. Entramos al aeropuerto, permito que sea Gideón quien me guíe. Solo he venido un par de veces a recibir a Sebastián, nunca para yo viajar. Estoy nerviosa. Llegamos a la sala de espera y nos encontramos con las otras dos chicas y Tatiana. Le sonrío enseguida.
—¿Vinieron juntos? —pregunta la que imagino es Natasha. Me mira con cierta molestia. Estoy por hablar cuando Gideón se adelanta.
—Dormimos juntos. ¿Algún problema? —Lo miro aterrada. ¿Cómo pudo decir eso? Las tres mujeres nos miran en silencio. Tatiana me mira con más sorpresa aún. Por supuesto, sabe que soy casada. Se lo conté cuando la conocí durante el casting.
Gideón toma mi mano y me sienta en una de las sillas. Tatiana se sienta dejando un puesto vacío entre ambas. Suspiro molesta.
Anuncian nuestro vuelo y todos nos levantamos. Busco mi pasaporte en mi mochila y camino delante de Gideón. No montaré una escena acá, pero me escuchará al llegar. El avión es como en las películas, ubico mi asiento según el número que me tocó y agradezco que no sea junto a Gideón. Me mira desde su asiento junto a Tatiana. Volteo la cabeza mirando a la ventana. Aún no sé con quién me tocó, sigue vacío el asiento a mi lado.
—Buenas. —Escucho una voz varonil a mi lado. Giro y me fijo en el hombre junto a mí. Él tiene su mirada clavada en su teléfono. Tiene una capucha puesta, por lo que no puedo distinguirlo bien.
—Buenas —respondo educada. Me coloco los audífonos que me entregaron al mostrar mi boleto y los conecto con la tablet que trae mi asiento. Navego un rato buscando una canción que me guste. Dejo justo la que baile con Gideón hace unos días.
Puedo entender mucho mejor ahora cada letra de esa canción, cómo declaraba tan seguro que él es el malo que no dejo de querer. Quizás no lo asocie tanto con eso de querer, pero si es el malo que no quiero que deje de cogerme. Me ruborizo ante ese pensamiento tan sucio.
La azafata anuncia por los altavoces que ya vamos a despegar, me pongo nerviosa. Nunca he hecho esto, recuerdo todos los accidentes de avión que he visto en el noticiero. No quiero morir.
—¡Hey, tranquila! No pasará nada. —El hombre a mi lado tiene una mano sobre mi pierna e intenta darme ánimos. No era consciente de estar respirando tan agitada. Asiento queriendo creerle, pero entonces siento cuando el avión comienza a moverse. Aferro mis manos al reposabrazos a mi lado. Cierro los ojos, ver por la ventana mientras nos elevamos no es buena idea. Mi estómago se remueve y empiezo a llorar en silencio.
—Quítate. —Escucho la voz de Gideón a lo lejos.
—Este es mi asiento —Responde el hombre.
—Está entrando en crisis, puedo calmarla —insiste. Quiero poder también cerrar mis oídos para no escuchar a nadie, ni el ruido del avión. ¿Qué me pasa? Pequeños fragmentos de la conversación de mi padre con la policía en México llegan a mi mente y me dan más miedo. Siento las manos de Gideón acariciar mis brazos—. Está bien, Caramelo, estoy aquí. —No abro los ojos. Sigo llorando en silencio. Gideón separa de a poco mis manos del reposabrazos y enrolla las suyas con las mías.
—Mírame, Caperucita. —El que haya utilizado los dos apodos que me puso, quiere decir que realmente me veo mal. Pienso por un momento en todas las personas que deben estar viéndome y empiezo a relajarme. Me abraza contra su pecho, suelto sus manos para pasarlas alrededor de su cuerpo. Pasado unos minutos ya no estoy llorando y puedo abrir los ojos. Veo la ventana, pero ya tiene la cortina cerrada—. Estás bien, no dejaré que te pase nada —promete. Deposita un beso en mi frente, me alza la cara y empieza a secar mis lágrimas. Menos mal que no me puse maquillaje hoy.
—Mi mamá murió en un accidente de avión —confieso. Las lágrimas se aglomeran nuevamente en mis ojos. Lucho por mantenerlas a raya. Gideón asiente colocando un mechón de pelo detrás de mi oreja. DEja un casto beso en mis labios.
—Lo siento mucho, pero te prometo que eso no te pasará. No sucederá nada, yo estaré aquí durante todo el trayecto. —Quiero creer en sus palabras. El que no preguntara nada más ni hiciera más comentarios, lo agradezco. Nos acomodamos en nuestros asientos y apoyo mi cabeza en su hombro. Veo al hombre que antes estaba sentado a mi lado junto a Tatiana y platican animados. Espero que no se haya molestado. Gideón acaricia mis brazos suavemente. Cierro los ojos para dormir—. Te quiero, Caperucita. —Lo escucho susurrar. Suspiro lento. ¿Qué estamos haciendo?
—Te quiero, Lobo —le prometo también en un susurro. Gideón me presiona más contra él para que note que lo escucho. No se sintió tan mal al confesarlo.
No se emocionen jajaja.
Y un consejo aquí entre dos: Hagan lo de la silla en la ducha jajajaja.
Me retiro lentamente...
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