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Capítulo 15

Un segundo junto a la persona correcta le da sentido a todo una vida.
A🌙A

Presente.

Mi alarma suena avisando que debo despertar, pero como ha sido todo el fin de semana: yo estoy despierta. Creo que en estos últimos dos días si he dormido ocho horas entre ambos es mucho. No estoy deprimida ni nada por el estilo, de hecho, me encuentro tan llena de energía que no he podido parar de escribir, no creí que esto fuera tan sensacional. Los recuerdos viejos se unen con los recientes y crean en mi cuerpo explosiones de emoción y adrenalina.

Salgo de la habitación solo para comer, porque no tienen idea de lo insistente que es Moni en que debo comer algo siempre. Posiblemente de no ser por ella hace mucho que me hubiera desmayado. Mi celular no lo he encendido desde el viernes en la noche cuando fui a la disco con Moni y sus amigos. Esa noche al salir, Gideón estaba esperando que subiera a su auto y lo hice, le pedí que me trajera a casa y cumplió.

No me exigió quedarme con él y tampoco lo invité a quedarse, simplemente nos despedimos con un beso en su auto y se marchó. Si estoy o no desperdiciando una oportunidad, no me detendré a pensarlo ahora. Hasta que no sea oficialmente una mujer soltera no me pondré a planificar nada de mí futuro.

Salgo de la cama colocando música de Bruno Mars para alegrarme y entro al baño dejando la puerta abierta.

Me ducho rápidamente. Ya el moretón ha disminuido considerablemente y solo queda una pequeña mancha que puedo cubrir fácilmente con maquillaje.

Por no tener mi celular encendido, no tengo idea de si aún sigo teniendo empleo, pero por si las moscas, yo iré y que sea lo que Dios quiera. Elijo un pantalón corte alto de color blanco, unos botines también altos hasta las rodillas de color azul rey, un top del mismo tono y cojo un blazers blanco.

Por hoy dejo mi cabello suelto y hago una pequeñas ondas al final, arreglo lo mejor que puedo mi rostro ocultando el moretón y las bolsas negras debajo de mis ojos por mis faltas de horas de sueño, aplico un labial fuerte rosa y salgo de mi habitación para seguir derecho hasta el elevador, no me fijé si Moni estaba en la cocina. No tengo apetito para desayunar forzadamente, tengo un nudo en el estómago que solo se calmará al llegar a la empresa y saber si aún tengo trabajo o no, de verdad necesito trabajar.

El abogado es costoso y mientras Sebastián se niegue a firmar, más dinero debo pagar por su servicio. Suspiro, detengo un taxi y llego al edificio minutos después.

No me detengo a saludar a nadie, ni siquiera a Danfne que me mira mientras mastica su goma de mascar. Deberé hacerme su amiga para explicarle de la mejor manera lo molesto que suena eso.

Suspiro, las puertas del elevador se abren en la segunda planta. Me detengo frente a la puerta de la oficina de José, lo sé porque acá fue donde Gideón me trajo el otro día para hablar con José.

Toco dos veces y segundos después escucho un débil: "pase". Cojo aire llenándome de valentía. Al abrir la puerta, José no se encuentra solo, Gideón está sentado en una de las sillas, sus ojos recorren mi cuerpo entero, saboreo mis labios. Está vestido como si nos hubiéramos puesto de acuerdo, pantalón blanco, camisa azul más clara que la mía y botas blancas. Vuelvo a suspirar.

—Alejandra, qué bueno verte de nuevo, entra —invita educadamente José. Sonrío y lo hago, cerrando la puerta a mis espaldas.

—José, Gideón —saludo a ambos. Gideón sonríe coqueto, José se muestra más normal.

—Me alegra que estés bien y espero que tengas muchas ganas de trabajar, tengo un buen trabajo para ti. —El alma regresa a mi cuerpo al saber que sigue contando conmigo. Sonrío feliz.

—Las tengo —aseguro. José asiente señalando justo el asiento al lado de Gideón, camino decidida. Me siento intentando mantener mi cuerpo alejado del suyo.

—¿Te importaría viajar dos días a Miami junto a Keila, Natasha y Gideón a una sesión en el mar? Es para una revista y el cliente te eligió a ti entre las chicas. —Parpadeo repetidas veces. Entiendo que nombró a dos chicas aparte de mí, pero solo me quedó el hecho de que Gideón también viajará. Necesito alejarme de él, no viajar con él. Muy en contra de mis pensamientos, asiento. El dinero es lo que importa.

—Por supuesto que no me importa —miento.

—Perfecto, solo serán dos días, lo prometo. Imagino que tienes una vida acá y no pienso alejarte de esa vida. —José sonríe amable. Le devuelvo la sonrisa—. Saldrán mañana en la mañana para aprovechar el sol del atardecer y luego el de la mañana siguiente, estarían volviendo el miércoles en la noche. —Asiento a lo que dice. No me importa si serán dos días o un año, si Gideón cambió mi vida en una semana, lo que haga en unos días me tiene sin cuidado.

—Si no quieres ir, no debes hacerlo. —Gideón se detiene a mi lado al terminar de hablar con José y salir de la oficina. Niego con la cabeza.

—Quiero hacerlo, no hay nada de malo en eso. —Trato de convencerme a mí misma de mis palabras.

—No te molestaré —promete. Sonrío.

—¿Cuántas veces has prometido lo mismo? —pregunto burlona, acomodo mi peso en un solo pie mientras sonrío divertida.

—Me gusta verte sonreír —confiesa. Vuelvo a mi posición original. —Estás preciosa, Caperucita. —Sin decir más, da vuelta y se va. El que juegue con los apodos que me puso no hace más que estallarme la cabeza.

El saber el significado de cada uno es lo que me hace trizas el cerebro. Me atonta. Sin saber qué hacer, camino hasta una de las puertas al fondo y doy con un set de grabación, hay personas caminando de lado a lado, me recuerda cuando participé en el evento del modista ese. Ya hasta 

[***]

El día pasa rápido mientras me presento con quiénes serán mis compañeros de trabajo, todos parecen agradables. Conocí a Keila. Natasha estaba en una sesión en no sé dónde, pero todos aseguraron que me caería genial. Sólo asentí, ya falta poco menos de media hora para las cinco de la tarde y me muero de hambre. Me salté el almuerzo por no querer incomodar a mis nuevos compañeros, el no comer nada durante todo el día empieza a pasarme factura y me duele la cabeza. Me despido de todos y bajo para ir a comprar algo al Starbucks y volver a casa. Pido un café acompañado de una rosquilla y me la como mientras veo la lluvia caer.

Miami. Nunca he ido a Miami. Nunca he salido de New York, es lo que conozco desde que llegamos a este país, aunque no tengo dudas de que me gustará.

Debo escribirle a mi abogado para que agilice los documentos de divorcio contra Sebastián, si debo emitir una orden al juez para hacerlo firmar, lo haré. Necesito sentirme libre y segura, estando casada aún con él eso no es posible.

Llego a casa y Moni no está por ningún lado, dejo mi bolso sobre la cama y sigo directo al baño mientras me desnudo, entro a la ducha, dejándome relajar totalmente por el agua caliente. El sonido ininterrumpido de mi celular me hace bufar. Envuelvo una toalla a mi alrededor y salgo en busca del cacharro infernal.

—Diga —respondo molesta sin ver la pantalla.

—Señorita Alejandra, ¿llamé en mal momento? —Escuchar la voz de mi abogado me emociona.

—No, dígame, Sr. Méndez. —Ubico con la mirada la silla de mi tocador y me siento cuidando no hacer un desastre con el agua.

—El Sr. Sebastián accedió a darle el divorcio. —Sonrío de oreja a oreja—. Pero con una condición. —La sonrisa es borrada de mi cara, por supuesto que él tenía que pedir algo a cambio—. ¿Sigue escuchando? —inquiere el abogado ante mi silencio. Cojo aire.

—Si. ¿Qué condición puso? —Me miro al espejo, acomodo el celular entre mi oído y mi hombro para empezar a desenredar mi cabello.

—Que se aleje definitivamente del Sr. Gideón. —Dejo el cepillo de vuelta en el tocador.

—Él no puede exigir tal cosa, seré libre de hacer lo que me plazca y estar con quien quiera —recuerdo.

—Eso mismo le he dicho yo, aseguró que la única manera de firmar el divorcio era si usted accedía a eso. —Bufo.

—No es que necesite encarecidamente permanecer cerca de Gideón, pero no pienso dejar de verlo solo porque a Sebastián se le da la gana, si quiere guerra, entonces guerra tendrá. ¿Qué necesita para empezar la orden que lo obligue a firmar? —Mis ojos se han oscurecidos varios tonos y me temo que no es precisamente de excitación.

—Tengo todo lo que necesito, incluiré también la condición que él puso para darle más peso a la denuncia. –Asiento aunque no pueda verme—. ¿Está segura que no quiere pedir lo que por derecho le corresponde? —Suspiro.

—No quiero su dinero, yo fallé, así que solo quiero su firma y ser libre —declaro.

—Como usted diga. La mantendré informada. —Cuelga después de agradecerle.

No puedo creer que Sebastián siga sintiéndose con derecho de prohibirme algo. Creo que él no es consciente de lo que implica el estar divorciados.

No quería llegar a esto, no quería obligarlo a firmar, esperaba que entendiera que no volveremos, pero tampoco puedo esperar a que eso suceda.

Tengo planes y, en mis planes, él no cabe.

Me levanto y busco un blusón de pijama, me gusta dormir sin ropa interior, ve tú a saber por qué.

Me acuesto en la cama y miro mi teléfono, no tengo mensajes de nadie, solo de Gideón y son del fin de semana. Me pongo a leerlos uno por uno. En uno ha enviado una fotografía de las que me tomó. Suspiro.

Recuerdo ese día. Su lengua recorriendo lugares inexplorados de mi cuerpo y mi cuerpo respondiendo muy bien a sus caricias.

De un momento a otro me encuentro sentada en la cama con el blusón a medio enrollar en mi cintura y con mi mano en mi feminidad, cierro los ojos intentando imaginar que mis dedos son los de él, jadeo al introducir uno.

Con la otra mano presiono mis senos, echo la cabeza hacia atrás disfrutando de los sentimientos. Otro jadeo. Todo se va a la mierda al verme descubierta.

—Déjame hacerlo a mí —súplica con voz ronca Gideón con la puerta de mi habitación medio abierta. Jadeo incontrolable. Por algún motivo no puedo alejar mis manos de donde estaban. No digo nada y él toma eso como una invitación. Cierra la puerta colocando seguro y camina como un cazador hacia su presa.

—¿Quién te dejó entrar? —pregunto al recuperar mi voz. No dice nada, al estar frente a la cama coloca su mano sobre la que tengo en mi feminidad y me la retira llevándola hasta sus labios. Cierro los ojos cuando chupa mis dedos probando mi sabor.

—Exquisita —asegura. Saboreo mis labios. Gideón toma mis piernas moviéndome en un segundo y dejando mis piernas por fuera de la cama.

Me apoyo sobre mis hombros para verlo cuando se arrodilla en el medio de mis piernas, me mira a la cara y yo muerdo mis labios. Sonríe lascivo antes de enterrar su rostro en mi feminidad.

Lo primero que siento es una lenguetada que manda corrientes por mi cuerpo. Seguido de sus labios succionando los míos, me remuevo presa del placer que está ocasionando y eso que apenas empieza.


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