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Capítulo 13

Si la lujuria es un pequeño paso a la locura, contigo me declaro completamente loca.

Presente.

Unos toques en la puerta me hacen despegar la vista del ordenador y fijarla en ella.

—Adelante —digo dejando la portátil a un lado. Moni se asoma, acomodando un mechón de cabello detrás de su oreja. 

—¿Cómo te fue en tu primer día? —pregunta, emocionada. Suspiro, me dejo caer sobre la cama acostándome—. ¿Tan mal fue? —Inquiere adentrándose más en la habitación. Palmeo el lado vacío en mi cama invitándola a sentarse—. ¡¿Qué te pasó en el rostro?! —chilla al verme mejor. 

—Sebastián se apareció en el estudio y me encontró siendo sujetada por Gideón. —Moni lleva sus manos a su cara—. Ha montado una escena en el edificio y después otra en el Starbucks. Gideón lo ha golpeado cuando Sebastián me abofeteó al reconocerle el porque me gustaban los orgasmos con Gideón. —Ante eso último siento mis mejillas calentarse. Ya he dicho que no soy de sonrojarme. 

—Gideón debió matarlo por atreverse a golpearte. —Me mantengo en silencio, no quiero hablar mal de Sebastián, yo no debí decir lo que le dije, ni debí fallarle como lo hice—. A ver, no estás pensando que fue tu culpa, ¿cierto? —Sigo callada—. Alejandra, no es tu culpa, él no puede obligarte a hacerte sentir cosas por él, el amor no se obliga —argumenta. 

—Lo sé, no le dije que estaba enamorada de Gideón, creo que hubiera sido mejor decirle eso, que decirle que con él los orgasmos eran forzados —intento explicar. Moni bufa.

—Si fuera fácil sentir solo por querer sentir, cualquiera fuera feliz con quién no quiere. Pero no es así, lo emocionante de una relación es que te hagan sentir cosas aún no queriendo sentirlas, que te despierte lo que no sabías que dormía. —Calla, asiento para hacerle ver que estoy entendiendo—. Alejandra, el estar con alguien es para mostrarte la vida de otra manera, agregar colores donde faltaban, ponerle melodía a lo aburrido de la vida, estar con alguien es amarlo antes de darte cuenta que lo haces. Gideón te hizo ver en una semana lo que Sebastián no logró en seis años. 

Abro la boca para objetar, pero me manda a callar levantando la mano.

—Déjame hablar. Puede que tú te sientas mal por lo que hiciste, pero hay que reconocer que tu vida se convirtió en vida con la llegada de Gideón, cada que hablas de los encuentros de ustedes tus ojos cobran vida propia. —Suspiro—. Sexual o no, su relación te hizo bien —termina.

—No estoy enamorada de Gideón —aclaro. Sus palabras son como si estuviera perdidamente enamorada de Gideón y no es el caso—. Tampoco me siento mal por lo que hice, lo disfruté mucho, así que no me siento mal por eso. Quizás solo me sienta mal por haberle ocasionado tanto daño a Sebastián, más nada. —Moni asiente a mi lado—. Tercero, sé que no puedo decidir querer sentir algo por Sebastián, solo quiero que entiendas que no me reconozco. Dije amarlo durante seis años y bastó solo una semana para cambiar todo lo que decía sentir por él. ¿Cómo puedo confiar en mí misma más adelante? —pregunto lo que lleva rondando por mi mente todo el día. Moni suspira.

—No tengo esa respuesta, pero, ¿importa eso ahora? Yo creo que no. Tú misma acabas de admitir que disfrutaste y sigues disfrutando acostarte con Gideón. ¿Para qué darle un título cuándo puedes seguir haciéndolo sin llegar a ningún lado? —Su propuesta sería perfecta si Gideón no mostrara interés en querer quedarse en mi vida definitivamente.

—Gideón no solo quiere sexo casual, no, él tiene la esperanza de tener algo conmigo y no es lo que quiero —explico.

—¿Por qué no quieres intentarlo con él? Entiendo que no ahora porque acabas de salir de una relación y estás en trámites de divorcio, pero ¿y más adelante? —Niego con la cabeza.

—No seré la que dejó al esposo por el amante —zanjo. Cubro mi frente cuando Moni me sorprende dándome un pequeño golpe.

—¡Es que eres demasiado cabezona! —chilla. Río por la situación, me mira mal y luego se ríe—. Un bombón como Gideón no se encuentra a la vuelta de la esquina y tú no lo quieres de por vida. Algo debes tener mal, de seguro te le caíste al doctor al nacer —asegura. Vuelvo a reír.

—Tendré que agendar una cita para que salgas con él. —La mera idea me carcome, pero intento lucir relajada. Moni ríe.

—No, gracias, pero te acepto una cita con algún amigo suyo. Deben estar todos igual de buenos que él. —Muerde su labio y río más fuerte. ¿Qué hicieron con mi Moni?—. Por poco olvido a lo que vine —dice después de un rato en silencio. Me acomodo de lado para verla mejor—. Saldré con unos amigos a tomar algo, uno de ellos se irá de vacaciones y le daremos la despedida. ¿Quieres venir? —Sonrío agradecida.

—Son tus amigos y van a despedir a uno, yo estaría sobrando. Muchas gracias de todas formas —digo sincera. Moni rueda los ojos.

—No seas tonta, sé que les caerás muy bien a todos, además, necesitas más amistades —argumenta. En eso tiene razón, pero dudo mucho que sea bueno conocer a nuevos amigos con la cara amoratada.

—Tal vez luego, cuando ya no se note. —Señalo mi cara. Bufa.

—Nada que el maquillaje no solucione, hagamos algo; si logro cubrirlo con maquillaje sin que parezcas payaso, vamos, ¿sí? —Asiento solo porque dudo que ella sepa hacer algo así. Nunca la he visto maquillada y solo usa labiales en tonos pasteles.

Moni brinca de la cama y corre saliendo de la habitación. Río. Me levanto para buscar que ponerme, solo por si consigue tapar el morado. Dejo dos opciones: un vestido ajustado color plata y un short de jean con un top rojo. Ya veré cual me gusta más.

Moni regresa con un neceser, deja todo en la cama y me pide que me siente. Lo hago. Cierro los ojos dejando que ella me aplique toda clase de cosas en mi cara. Lo que parece una eternidad después, me pide que abra los ojos. Sonríe de oreja a oreja. Me levanto para mirarme en el espejo y no hay rastro de haber sido golpeada hoy. Sonrío.

—Este me gusta más. —En sus manos sostiene el vestido de color plata brillante—. Iré a cambiarme. Salimos a las 22:00 hrs —avisa. Asiento.

—Muchas gracias por todo —hablo antes de que salga. 

Moni sostiene la puerta mientras me sonríe, la cierra y cojo mi celular primero. Falta poco más de media hora para salir y me muero de hambre. Me quito la pijama que cargo puesta y me coloco el vestido, no requiere sostén, puesto que es cuello bobo con la abertura hasta media barriga. Busco un collar largo y unos aretes a juego. No me coloco aún los tacones y salgo en busca de algo de comida. Encuentro pan y leche.

Llevo el pan a la tostadora mientras sirvo la leche, acomodo todo en dos platos y dejo uno en el microondas para Moni. Regreso a mi habitación con el plato y el vaso con leche y busco unos zapatos que ponerme. Me decido por unos no tan altos también plateados. Ya una vez estoy lista y con mi cabello recogido en una trenza de lado, termino de comer mis panes. 

—¡¿Lista?! —Escucho a Moni gritar desde afuera. Esta mujer es muy persistente. Me levanto de la cama, apago la luz y como he hecho durante todo el día: dejo mi celular, ignorándolo por completo. 

—Te dejé unos panes en el micro. —Moni me sonríe alegre y va en busca de su comida. Ella está envuelta en un hermoso vestido negro no tan corto como el mío, pero igual de ajustado. Realza su pequeña figura y sus prominentes caderas. 

—Está delicioso —declara con seguridad. Ruedo los ojos. 

—Es solo pan —replico sonriendo. Moni da otro mordisco y cierra los ojos dramatizando.

—Pan tostado que has preparado para mí. —Río, sentándome en el sofá a su lado—. Vendrán por nosotras —cuenta después de tragar. 

—¿Quiénes vendrán? —inquiero, viendo mis uñas.

—Mis amigos, obviamente. —La miro mal. La dejo comer tranquila. Al terminar, se levanta llevando el plato a la cocina y regresa sacudiendo sus manos—. Bajemos de una vez. —Asiento, levantándome del sofá y siguiéndola a la puerta. Apagamos las luces y salimos riendo porque Moni tropezó con los tacones en la alfombra—. No los uso mucho —se defiende cuando estamos dentro del elevador. 

—Es cuestión de práctica —le resto importancia. Moni asiente, salimos a la planta baja y saludamos al vigilante de turno para salir afuera del edificio. No pasa mucho tiempo y dos autos se estacionan frente a nosotras, uno lo reconozco, el otro no. Moni me mira y señala con la mirada el auto de Gideón. Saboreo mis labios. 

—Dame un segundo. —Moni asiente. Dos chicos y una chica bajan del auto y comienzan a saludar a Moni, yo camino hasta estar frente de Gideón, que también ha salido de su auto y me espera con los brazos cruzados. Me odio por disfrutar la vista de los músculos de sus brazos contraídos. Suspiro—. Hola —saludo educada. Gideón me recorre el cuerpo con la vista y como siempre, siento mi cuerpo calentarse a medida que él me mira. 

—¿Saldrás? —Ruedo los ojos. Si no es tonto se la hace—. Es obvio que saldrás, lo siento. —Muerde su labio nervioso. Son pocas las veces que lo he visto así—. Ya no se nota. —Acaricia mi mejilla golpeada y dejo que lo haga, disfruto su tacto. 

—Es maquillaje —confieso. Gideón asiente—. Debo irme, Gideón, me están esperando. —Señalo a Moni con sus amigos que hablan animadamente a metros de nosotros.

—Quiero ir contigo —admite. Muerdo mi labio inferior.

—No puedes, no son mis amigos. Ya Moni me está llevando como intrusa, no puedo llevarte —explico. Gideón chasquea la lengua. 

—Entonces, ven conmigo —pide.

—Quiero ir a la disco —insisto.

—Ven conmigo a la disco. —No se rinde. Cojo aire. Ya está empezando a darme frío y no traje abrigo, que inteligente soy.

—No puedo subir a tu auto —declaro. Gideón alza una ceja confundido—. Si subo, estoy segura que tendremos sexo en él y después en cualquier rincón de la discoteca y necesito mantener mis ideas claras, contigo no es eso posible. —Decido ser sincera. De nada me sirve mentir. 

—¿Por qué no es una buena idea que hagamos el amor en el auto y después en la disco? Yo ya estoy deseándolo, nada más escucharte decirlo, se me puso dura. —Por instinto mis ojos viajan hasta el bulto en sus piernas. Me aguanto el jadeo. 

—No hacemos el amor —le recuerdo. Ahora es él quien rueda los ojos—. Y no podemos seguir teniendo sexo en todas partes. —Estoy desesperándome. Mi parte débil quiere ceder. 

—Solo responde con sí o no —ordena—. ¿Vamos? —Señala su auto y me encuentro recordando la primera vez que subí a ese coche y que él hizo la misma pregunta. 

Suspiro. 

¿Qué hago?

Chan, Chan, Chan, chaaaaaaaan. ¿Qué creen que decida Alejandra?
🥰😘

Con amor, Aixa.
Recuerden votar, escribo un capítulo en más de dos horas, a veces mucho más tiempo dependiendo lo ocupada que me encuentre durante el día, votar no les lleva ni un segundo y lo valoro muchísimo ❤️
L@s amo💖

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