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Capítulo 8: Miedo

Capítulo 8: Miedo

Otra vez no.

Se me cerró la garganta de pronto y el estómago se me revolvió, formándose un nudo. Mi respiración se volvió agitada, como si el oxígeno no me llenara los pulmones. La mano con la que sujetaba el teléfono móvil tembló con fuerza y mis ojos se empañaron por las lágrimas.

Oh, no. ¿Por qué me pasaba aquello cuando todo me iba tan bien en la vida?

—¿Elli? —escuché a lo lejos, como si estuviera distorsionado—. Pequeña, estoy aquí. —Al mirar de nuevo al frente me di cuenta de que Derek no estaba ahí, sino que se había agachado a unos centímetros de mí. Sus facciones estaban cubiertas de una máscara de preocupación—. ¿Qué pasa?

Lo miré y en ese instante supe que había encontrado a un diamante en bruto.

—Es... Es... —La voz me temblaba tanto que tuve que callarme. Tomé varias bocanadas de aire, en busca de la seguridad suficiente como para decírselo sin romper a llorar—. Ha... Ha vuelto. Tyler ha vuelto.

Su rostro fue surcado por el horror.

Tyler fue un hombre que en el pasado me hizo muchísimo daño. Fue mi primer novio, con el que creía que sería feliz. Sin embargo, la vida me enseñó que tipos como él no eran lo que buscaba. Resumiéndolo todo, él me engañó con mi ex mejor amiga. Tras descubrir el engaño, decidí cortar por lo sano. Me alejé de ellos dos y pensé que me había librado de ellos, pero me equivocaba.

Hacía un mes Tyler me había enviado un mensaje de amenaza, aunque mis amigos me aconsejaron que no debería hacerle caso, pues seguramente sería una forma de asustarme. Al parecer, se equivocaban.

—¿Qué? —preguntó mi chico incrédulo.

Volvía a llenar de aire mis pulmones.

—Tyler ha vuelto —repetí en un susurro.

Lo siguiente pasó tan rápido que apenas fui consciente de ello. De pronto me vi envuelta en los brazos de Derek. Dejó que apoyara mi cabeza en su hombro y sin previo aviso, comencé a llorar. Me dolía. ¿Por qué tenía que molestarme de nuevo? ¿No fue suficiente hacerme daño la primera vez? ¿Tenía que joderme la existencia siempre?

Mi teléfono volvió a vibrar en mi mano. Ni siquiera fui consciente que lo tenía ahí. Lo miré y lo que vi me obligó a salir corriendo al baño a vomitar lo poco que había ingerido de desayuno. Derek vino detrás y como todo un caballero, me sujetó la cabellera para que no se manchara con mi propio vómito.

—¿Estás bien, Elli?

Otra arcada me invadió y otra cantidad de vómito fue echada al váter. Cuando creí que mi estómago se había tranquilizado, tiré de la cadena, me lavé la cara y los dientes para quitarme el sabor amargo.

—Míralo por ti mismo.

Le tendí el pequeño aparato electrónico de color blanco y le mostré la fotografía en la que Landon y yo salíamos juntos, riéndonos seguramente de uno de los chistes tan malos que mi amigo me había contado. Esa imagen era de esa mañana, lo que significaba que él nos había seguido.

Me estaba poniendo de los nervios. Joder, me había seguido. ¿Quién en su sano juicio hacía algo así? Nadie, solo un loco.

—Joder, esto se nos está yendo de las manos —me dijo Derek. Se llevó las manos al cabello y lo tiró con fuerza, tenso por la situación. Quizás él tampoco sabría lo que deberíamos hacer. Todo eso era tan descabellado. Arg.

De pronto Derek chasqueó los dedos, como si hubiese tenido la mejor de las ideas.

—Ya sé lo que vamos a hacer.

Él tiró de mí para sacarme de ese espacio y me llevó al salón, decorado con paredes color crema y suelos de madera clara. Los sillones eran de color marfil y los sofás, oscuros. Nos sentamos en el primero.

Se instaló un silencio un tanto tenso por la situación. No sabía qué hacer, pero al parecer Derek sí. Lo miré con una mirada inquisidora. ¿Qué se le habría ocurrido?

—¿Qué tienes en mente? —lo animé.

Él se había reclinado y miraba fijamente un punto de la nada, sopesando la idea, supuse. Se quedó en esa postura bastante tiempo (no sabría decir cuánto). Yo ya me estaba sintiendo histérica y asustada. Tenía el pulso a mil y seguramente toda mi cara estaría enrojecida por el llanto. Me sentía desesperada. ¿Cómo solucionaríamos ese bache?

De repente, volvió en sí y me miró sonriendo como el gato de Alicia en el País de las Maravillas. Mi mirada lo dijo todo: estaba más confusa que un adolescente cuando se ve obligado a elegir una carrera universitaria.

—He pensado que... —empezó a hablar él con una nota de temor en la voz—... Bueno, esto a lo mejor no te guste, pero lo veo necesario. Ya sabes, para que ese imbécil no se acerque a ti en el caso de que lo haga. No quiero que te haga daño.

Derek dijo todo eso de corrillo y no me enteré de nada. Lo dio tan rápido que me quedé con solo una décima parte del mensaje. Era tan adorable verlo así de preocupado por mi bienestar.

—Tranquilo, hombretón. Respira y vuélvemelo a decir.

Y eso hizo. En aquel momento lo dijo más lento y yo fui capaz de captar todo.

—Por eso —continuó— he pensado que lo mejor sería ponerte un guardaespaldas.

Oh, no. Eso sí que no. No me sentiría cómoda sintiendo la presencia de una persona en todos lados. Solo de pensarlo, un escalofrío me recorría toda las espina dorsal.

—No quiero que alguien sea mi sombra a todas horas —le dije y le miré de forma seria.

—Pero...

Ni peros ni peras en vinagre.

—Seamos listos —intenté decir con la voz calmada—. Lo que ese bicho repugnante quiere es asustarnos, estoy segura. Probablemente todo esto es solo un juego para tenernos bajo sus redes. Quiere que seamos sus marionetas y no se lo voy a permitir, no de nuevo. He madurado. Ya no soy la niña que se dejaba manipular.

Derek me miraba con una mezcla de sorpresa y embelesamiento. Era cierto lo que decía. Había cambiado, para bien o para mal, pero había cambiado.

—Aun así, quiero protegerte. No estamos seguros de que realmente sea un farol. ¿Y si es cierto lo que dice?

—Me arriesgaré. No quiero vivir una vida llena de miedo por lo que pueda pasar. Además, ya soy lo suficientemente mayorcita como para cuidarme yo sola.

—Pero no lo entiendes. —La mirada de Derek destilaba seriedad y una pizca de enojo. Sus mejillas habían adquirido un matiz rosado—. Quiero protegerte. Se supone que debo hacerlo.

Lo miré con rabia.

—No sabes lo machista que han sonado tus palabras. ¿Acaso las mujeres no podemos valernos solas? ¿Crees que deberíamos vivir en pos a vosotros?

Él chasqueó la lengua y puso los ojos en blanco, perdiendo seguramente toda la paciencia.

—Sabes exactamente que no me refería a eso.

Sí, claro.

—Ah, ya entiendo. Quieres demostrar que eres todo un macho, ¿no?

Bufó.

—Eres increíble —dijo picado.

—No entiendo qué quieres demostrar. Creo que eso debe venir de genética —eso último lo dije para mí—. Sí, los hombres y su instinto neandertal.

Ahora solo estaba pinchándole.

Volvió a bufar y yo reí.

—¡Lo has hecho aposta!

Y se abalanzó sobre mí. De un momento a otro empezó a hacerme cosquillas y yo empecé a suplicarle que parase, por el bien de ambos. No quería hacerme pis encima.

—Para... —decía entre carcajada y carcajada.

Paró y en ese momento éramos un enredo de extremidades. Sus manos estaban enlazadas a las mías y sus piernas, enrolladas con las mías. En ese momento nuestras miradas se conectaron y nuestros labios se fundieron en un beso suave y lento, cargado de sentimiento. Le transmití cuán agradecida estaba de su preocupación por mí e intenté mostrarle lo importante que era en mi vida.

—Te quiero.

Esas dos palabras me llegaron al alma y me sacaron la mayor de las sonrisas. Era la primera vez que me lo decía y sonaba tan musical y maravilloso.

—Yo también te quiero. Mucho, mucho, mucho —dije restregando mi nariz con la suya, a modo de beso esquimal.

En sus labios se instaló una sonrisa grandiosa.

—Ya es oficial entonces.

—¿El qué?

Él volvió a mirarme, verde contra azul, esmeralda y zafiro.

—Estoy perdidamente loco por ti.

Esa confesión me hizo besarlo de nuevo. En medio de nuestro beso, Derek me levantó en bolanda y ambos dimos vueltas. Grité de alegría y felicidad. Era oficial: estaba enamorada de él.

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Nota de autora:

¡Feliz lunes, mis enredadas!

¿Qué tal os ha ido la semana? ¿Se os h hecho tan larga como a mí?

Tengo un notición: ¡Palabras Enredadas ha llegado a ls 100K! No me lo creo. Muchas gracias por hacer posible este sueño y por apoyarme tanto.

Repasemos:

1. El mensaje de Tyler.

2. La reacción de Elliana.

3. La idea de Derek de ponerle un guardaespaldas.

4. Elliana indignada.

5. La confesión de Derek.

¿Qué os ha parecido?

Quiero dedicaros este capítulo a todas vosotras y vosotros (no sé si un chico leerá esto algún día) por todo el apoyo que me habéis dado a lo largo de todo este tiempo. Os quiero mucho.

Esto ha sido todo. ¡Nos vemos el lunes! Un beso enorme.

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