Capítulo 6: Vuelta a casa
Capítulo 6: Vuelta a casa
Echaba tanto de menos a Derek que esos días de lejanía habían sido todo un suplicio. El viernes apenas había podido pegar ojo al pensar que esa misma tarde lo tendría conmigo. ¡Qué ganas tenía! Quería besarlo, tocarlo y olerlo. Lo anhelaba.
El sábado por la mañana después de la limpieza semanal del apartamento Landon y yo salimos a patinar un rato. Necesitaba despejarme después de cómo había sido la semana. No podía dejar de pensar en el altercado que había vivido en la empresa. Casi se repitió el viernes. Fue toda una suerte tener a Landon a mi lado como mi guardaespaldas extraoficial. Su sola presencia me daba seguridad.
Como os decía, esa mañana él y yo salimos a patinar. Mientras nos movíamos con nuestra gran maestría (confieso que me caí de culo una vez y que Landon casi hizo lo mismo), charlábamos animadamente.
—¿Qué tal está Derek? —Su pregunta me hizo gracia. Sabía que no era simple curiosidad.
Lo miré divertida.
—¿A qué viene esa pregunta? —Alcé una ceja.
Él se encogió de hombros mientras se deslizaba por el suelo. En un momento dado se tropezó y estuvo a punto de darse de bruces. Aguanté una risita.
—No tiene gracia.
—Eso es porque no te has visto —me burlé. Mi amigo puso los ojos en blanco —. En serio, ¿por qué lo has preguntado?
Paró en seco y se volvió hacia mí con todo su estilo.
—Solo estoy preocupado. Al fin y al cabo, él es mi jefe. Solo espero que le vaya bien al otro lado del gran charco.
Llegué a su altura e hice fuerza para frenar a su lado. Hice un giro de lo más torpe y me senté en el banco que había allí —más bien me dejé caer sobre él—.
Estábamos en el parque que había al lado de mi casa. A Landon le pillaba a solo cinco minutos de distancia puesto que su apartamento estaba en la misma manzana. Cuando Genevieve, Winter y yo lo compramos intentamos hacerlo lo más cerca posible del que Landon también compraría. No queríamos tener que gastar mucha gasolina o hacer trayectos largos en el transporte público. Así que cuando encontramos aquella joya, rápidamente aceptamos.
—Le echo de menos —confesé apoyando mi cabeza en su hombro.
Él me pasó un brazo alrededor de los hombros y me dio un fuerte abrazo.
—Lo sé. —Lo miré perpleja. ¿Tan evidente era?—. Estos días has estado más apagada. En realidad puede que haya ocurrido por todo ese altercado de Ingrid. A todo esto, hablaré con ella para...
Me giré hacia él para quedar cara a cara y lo miré a los ojos. Su iris estaba más oscuro de lo normal, lo que significaba que estaba maquinando un plan de acción. "Oh, Landon. No sabes lo agradecida que estoy de tenerte a mi lado", pensé.
—No, por favor. Solo empeorará las cosas.
De pronto me miró perplejo.
—¡Vamos! ¿Me lo estás diciendo en serio?
Puse los ojos en blanco.
—No, ¡qué va! Te lo digo in sirio.
Ahora fue él el que hizo ese gesto.
—Tenemos que actuar ya. Esto no puede quedar así.
—Seguro que ha sido un hecho aislado —le dije, aunque no sabía si esas palabras eran para él o para mí misma.
Él bufó, pero no dijo nada más.
El resto de la mañana y parte de la tarde la pasamos así, entre ruedas. En total, Landon se cayó una vez y yo otras dos. Esos momentos eran los que me sacaban de mi rutina. Tanto él y yo reíamos e intentábamos imitar a los expertos patinadores que veíamos. Así éramos Landon y yo cuando estábamos juntos, un par de tontos haciendo payasadas.
. . .
Era casi de noche cuando le vi. Llevaba ya casi media hora allí, en el aeropuerto esperando su llegada. Estaba tan guapo como siempre, y sexy. Se había dejado un pequeño rastro de barba y eso le daba un aire aún más irresistible.
En cuanto nuestros ojos se conectaron, sonreí como una boba. Llevaba una maleta de mano y una gran bolsa.
Corrí a su lado y sin más miramientos le di un beso de película. Me puse de puntillas y junté nuestros labios. Él me recibió, gustoso por mi gesto. No se separó; es más, ahondó el beso. El deseo y la pasión eran palpables en el ambiente.
—Vaya, si sé que te vas a poner así, habría viajado más a menudo.
Solté una risita y le di otro beso, esta vez con lengua.
—Mmm... Elli, yo también te he echado de menos, pero puedes esperar al menos hasta que lleguemos a casa.
Ese comentario me hizo separarme de él y esconder la cara a un lado. Madre mía, cada día ese hombre me iba quitando la vergüenza que llevaba impregnada en mi piel.
—Déjame, te ayudo a llevar los bultos —me ofrecí y, antes de que dijera nada, le arrebaté la bolsa de plástico que llevaba en una mano.
—¡Oye!
—La próxima vez se más rápido. —Me encogí de hombros y lo miré con diversión.
Su mirada fue todo un poema, aunque pronto en su rostro se dibujó una sonrisa genuina. Me pasó los brazos alrededor de los hombros y me atrajo a él. Aspiré su aroma varonil y le di un pequeño beso en la mejilla.
Ambos estábamos tan metidos en nuestra burbuja de amor... Sin embargo, en cuanto salimos esa pompa estalló de golpe al ver la cantidad de buitres que había allí plantados, cámara en mano y dispuestos a atacarnos.
En seguida me puse nerviosa. Mi corazón empezó a acelerárseme, al igual que mi pulso. Un sudor frío me recorrió el cuerpo entero y una sensación de pánico se instaló en mi pecho. Lo único que quería era huir de allí mismo.
—Derek —dije en apenas un susurro y me quedé quieta como una estatua en cuanto un flash nos iluminó y me dejó ciega.
Mi hombretón en seguida se dio cuenta de lo que me estaba pasando. Se interpuso entre esos periodistas y yo, y tiró de mí para sortearlos lo antes posible.
—Señor Foster, ¿podría respondernos a unas cuantas preguntas?
Él negó con la cabeza mientras caminábamos precipitadamente. Mientras tanto, yo estaba muda. Tenía un gran nudo en la garganta que no permitía hablar. Al ser consciente de mi inutilidad sentí unas ganas incontrolables de llorar de pura rabia. ¿Por qué para él era tan sencillo hacerlo? ¿Por qué yo no podía hablar con ellos? ¿Qué era aquello que me dejaba sin habla?
—Lo siento, pero no. Vengo de un viaje largo en avión y lo único que quiero es pasar la noche con mi novia. Tengan buena noche.
Oh, mi hombre indomable era tan educado y se ponía tan sexy así.
—Pero...
—¿Acaso a ustedes les gustaría que se les acosara día y noche y que invadieran su intimidad? Porque les digo que no es plato de buen gusto. Y ahora si se nos permite, mi chica y yo tenemos muchas cosas que hacer.
Y así, sin más, se deshizo de ellos. Menuda facilidad tenía y qué desparpajo.
En cuanto salimos de ese gran edificio y nos metimos en su coche (yo había ido hasta allí en transporte público), un silencio se instaló entre nosotros. Yo aún seguía en ese estado shock. Sentía las mejillas calientes y estaba segura que había hecho el mayor de los ridículos.
—Bella flor —su voz rompió el silencio e hizo que mi corazón bombeara con más fuerza—, ¿por qué estás tan callada?
Intenté decirle algo, pero lo único que salió de mis labios fue un ruido parecido a una queja. Aún sentía cómo las lágrimas querían salir. Creo que él captó el mensaje, ya que posó sus preciosos ojos esmeralda en mí en cuanto un semáforo se puso en rojo.
—Oh, ya entiendo. —¿Pero realmente lo hacía? ¿Sabía lo tonta que me sentía por no ser capaz de defenderme por mí misma? Como con Ingrid y Lillian. Solo el hecho de pensarlo provocó que todas las lágrimas que tenía retenidas fluyeran—. Elli, lo siento. Siento si he metido la pata. Yo...
—No es tu culpa, Derek. Soy yo. —Hipé.
—¿Me he perdido en algo?
Pensé en todo lo ocurrido en los últimos días.
—Ha pasado tanto en tan poco tiempo —susurré con la voz cansada de repente.
—Escucha, siento que hayan venido esos periodistas. Siendo sincero, no me lo esperaba. De lo contrario, no te habría pedido que vinieras. —Pegué un gran bote al escuchar cómo el conductor de atrás tocaba el claxon con ahínco—. Maldito imbécil —masculló él entre dientes y solo esas palabras me sacaron una risilla.
Derek pisó el acelerador y salió pitando de ahí.
—Lo sé, créeme. Sé que siempre intentas protegerme de ellos, pero seamos sinceros, es imposible si estoy teniendo una relación contigo. Soy yo la que tiene que aprender a hablar en público y quitarse la vergüenza de una vez por todas.
—Yo no quiero que cambies, bella flor. Me gustas tal cual eres.
Una sonrisa se dibujó en mi rostro al escucharlo decir eso.
—Pero ¿y si yo quiero cambiar eso? Es algo de mí que no me gusta. ¡Has tenido mucha suerte al quedarme yo muda! Si hubiese abierto el pico, quién sabe la de barbaridades que habría soltado —hablé de manera exagerada y dramática.
Mi hombretón sexy soltó una serie de carcajadas a las que yo me uní. Así el ambiente se había vuelto más cómodo entre nosotros, dejando a un lado esa atmósfera de tristeza que nos había invadido antes.
Miré por la ventana. Hacía un rato que ya había anochecido y en ese momento Nueva York nos regalaba una de las mejores vistas de la ciudad, con los edificios iluminados y las luces de todos los locales encendidos. La verdad era que hacía buen uso de su sobrenombre. La ciudad de las luces la llamaban y eso le venía como anillo al dedo.
Tardamos un rato en llegar a Brookling, en donde Derek tenía su apartamento de soltero. Dejó el coche en el garage y en cuanto salimos, me abalancé sobre él sin poder evitarlo. Junté nuestros labios en un beso apasionado, moviéndolos con maestría. Él mordisqueó mi labio inferior de manera sensual y yo le respondí con un jadeo.
Cuando nos separamos, ambos respirábamos agitadamente. Él me acarició la mejilla con ternura, pasando sus dedos sobre mis labios. Les di un suave beso y llevé mis manos a su cabello. Lo llevaba un poco largo; sin embargo, me gustaba. Se lo revolví con fuerza, sonriendo.
—Será mejor que subamos. Tengo muchas ganas de estar contigo de todas las formas posibles, y como continuemos así no responderé de mis actos.
Me puse roja como un tomate seguramente al escucharlo decir aquello. Él entrelazó sus dedos con los míos y juntos subimos hasta su apartamento.
. . .
—En serio, adoro cómo cocinas —le dije mientras me metía un pedazo de merluza en la boca y lo degustaba. No mentía al decirlo. Él era un buen cocinero.
—¡Qué se le va a hacer cuando tengo una madre que siempre me ha inculcado buenos valores gastronómicos! Además —añadió mirándome fijamente y guiñándome un ojo con descaro—, es un buen truco para seducir a las mujeres.
Me limpié un poco de salsa que tenía en los labios con una servilleta de papel.
—Uy, entonces, ¿eso quiere decir que soy una más de tus conquistas? —pregunté con diversión siguiéndole el juego.
Él puso una expresión de culpabilidad muy mal interpretada.
—¡Me has pillado!
Continuamos cenando en la pequeña terraza que tenía en su dormitorio. Sí, había sido toda una sorpresa cuando me lo dijo. Hacía una noche fresquita, ideal para la cena que estábamos tomando.
Una vez que hubimos terminado, le ayudé a recoger todo (tuve que aguantar mucho sus quejas, pero al final acabé ganando) y nos fuimos al sofá. Me acurruqué a su lado, dejando que él recorriera con sus dedos mi espalda de una manera relajante.
—He echado de menos estar así contigo —dijo él de pronto.
Lo miré un tanto confusa.
—Así, ¿cómo?
Él se encogió de hombros, pero en ningún momento dejó de lado su labor de acariciarme. En ese instante había cambiado la zona. Sus dedos estaban en recorriendo mi estómago, pasando por mi ombligo y rodeándolo.
—No sé, tan tranquilos, supongo. Me gusta sentirme en casa cuando estoy a tu lado.
Apoyé mi cabeza en su hombro y sonreí.
—Tú también me haces sentir segura.
De un momento a otro se separó de mí un poco. Colocó una mano en mi barbilla y me obligó a mirarlo a los ojos. En su mirada había había una mezcla de emociones: deseo, tranquilidad... pero sobre todo había amor.
Le di un beso en la mejilla que desató una oleada de besos por parte de él en toda mi cara: en la punta de mi nariz, en la barbilla, en los párpados, en la frente y, sobre todo, en los labios. Fue ahí cuando se desarrolló una batalla campal de besos y caricias. Mientras sus labios se movían con maestría sobre los mío, provocando mil y un jadeos y suspiros de mi parte, la mano que me había estado acariciando el vientre fue ascendiendo hasta llegar a mis pechos.
—Vaya, es usted muy travieso, señor Foster —me burlé sobre entre sus labios.
—Es usted tan irresistible que yo no me puedo controlar —fue su respuesta.
Sonreí y volví a besarle de esa manera tan apasionada y tierna que tanto me gustaba. Su lengua invadió mi boca y empezó una pelea por dominar mi territorio.
Me fui reclinando en el sofá a medida que el calor entre nosotros iba aumentando. Derek se acomodó sobre mí. Sus labios empezaron a recorrer cada centímetro de mi cuerpo. Gemía de placer y suspiraba su nombre.
Poco a poco sus manos fueron desabrochando mi camisa, dejando a la vista mi sujetador de algodón. La mirada de él se posó en ellos. Agarró uno con una mano mientras que con la otra desabrochaba la prenda.
Despojada ya de esa barrera que nos separaba, Derek empezó a jugar con mis senos y al instante mis pezones se endurecieron al recibir su contacto cálido. La tortura empezó, entonces. Me vi envuelta en una gran oleada de placer.
—Derek... —gemía con la voz teñida de placer.
En ese momento él posó sus labios en uno de ellos y empezó a lamerlo y a chuparlo con suavidad, como si temiera hacerme daño. Mientras tanto, sus manos atendían mi pecho izquierdo.
Me centré en las sensaciones, en cómo en mi entrepierna se iba formando un cosquilleo que solo significaba una cosa: estaba lista para recibir a Derek dentro de mí.
Cambió de pecho y juro que vi las estrellas cuando unos minutos después sentí cómo mi centro se partía en dos y el placer me inundó por completo.
Se separó un poco de mí y esperó a que mi respiración agitada se normalizara antes de seguir con la labor. Esta vez fue mi turno. Le quité la camisa y repartí besos por todo su musculoso pecho, mordiendo suavemente sus pezones. Jugué un poco con su ombligo antes de centrarme en su amiguito. Aún con el pantalón puesto se le notaba la gran erección que tenía. Sonreí victoriosa al ser sabedora de que yo le había provocado eso y no otra.
Éramos un enredo humano.
Él desabrochó mis pantalones y yo los suyos. Empezó a frotar su sexo contra el mío, provocando oleadas de placer. Gemí en voz alta, sin pudor alguno. Sus labios se volvieron a unir con los míos.
—Estás tan guapa así.
Acaricié su espalda con mis dedos, volviéndolo a besar con vehemencia. Él era mío, solo mío. Yo era la única que lo volvía loco de placer.
—Y tú estás tan sexy.
Nos despojamos de la última prenda que nos tapaba. Él bajó una mano a mi sexo y sonrió al notar lo húmeda que ya estaba.
—Apenas te he tocado y ya estás preparada —dijo él con la voz ronca y sensual.
Puse los ojos en blanco. "Sí, claro. Apenas".
Colocó su miembro en la entrada de mi abertura después de colocarse el preservativo que sacó de uno de los cajones y lo introdujo con suavidad. En seguida noté cómo mis pliegues se amoldaban a su longitud. Gemí en su oído cuando llegó al fondo.
Segundos después empezó a moverse. Primero con lentitud, entrando y saliendo de mí, para luego dar paso a un ritmo que me estaba volviendo loca.
—Derek... —jadeaba yo—... Más.
Y él siempre estaba dispuesto a complacerme.
Cambiamos de posición y esa vez me dejó estar al mando. Me situé encima de él y empecé a cabalgarlo. Me encantaba sentirlo así, a mí merced. Lo veía en lo empañados que estaban sus ojos por la lujuria y el deseo, en su mandíbula desencajada, y en los gemidos y jadeos que soltaba.
No sé qué fue realmente lo que me hizo correrme, si eso, los constantes vaivenes de su miembro en mi interior o las dos cosas. Lo único que sé es que tuve uno de mis mejores orgasmos. Y él tampoco se quedó muy lejos. Varios movimientos después él alcanzó el suyo.
Nos quedamos unos instantes así, yo encima de él mientras aún seguía dentro dentro de mí. Ambos jadeábamos, aunque en nuestros labios había una gran sonrisa. Derek tenía una mano enredada en mi cabello mientras las mías estaban sobre su pecho.
—Ha sido perfecto, aunque no me extraña. Todo lo que tiene que ver contigo es extraordinario.
Sonreí y le planté un gran beso sobre los labios.
—Tú sí que eres extraordinario.
Me levanté y poco a poco él salió de mí. Recogí mis cosas y fui al baño a cambiarme, aunque en el camino me di cuenta que no había traído un pijama para dormir.
—Coge una camisa mía, bella flor —dijo Derek como si me hubiese leído la mente.
Y eso hice. Cogí una de las camisas que le había visto llevar esa semana al trabajo y me encerré en el baño para darme una pequeña ducha pos sexo. Todavía era capaz de sentir la corriente eléctrica que nos había unido a ambos.
Cuando salí, mi hombretón estaba recostado en su cama. Tenía un libro entre las manos y una expresión de concentración de lo más sexy. Su ceño estaba fruncido y tenía una mano en el mentón.
Me colé a su lado y ojeé el libro, curiosa por saber lo que estaría leyendo.
—¿Qué? ¿Te gusta, pequeña cotilla? —preguntó él levantando la vista de él.
—Parece interesante, aunque no es la clase de libro que yo estoy acostumbrada leer —le dije recostándome a su lado y acurrucándome contra su pecho. De repente me sentía muy cansada.
Él se encargó de taparme con las sábanas puesto que en cuanto me puse un poco quito cómoda, mis párpados se cerraron y me quedé profundamente dormida al mismo tiempo que una gran sonrisa se instalaba en mis labios.
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Nota de autora:
¡Feliz lunes, mis enredadas!
¿Qué tal os ha ido la semana? ¿Teníais ganas de leer este capítulo? Ha sido muy intenso jeje. Tengo una noticia que daros: ¡Palabras Enredadas ha llegado a los 80K y Pasiones Enredadas ya ha superado los 4K! Muchas gracias por todo el apoyo que dais.
Repasemos:
1. Momento de amistad entre Landon y Elli.
2. Derek vuelve a Nueva York.
3. Beso al estilo Derelli.
4. ¡Ha habido acción! ¡Esto está que arde! 😏😏🔥🔥
5. ¿Quién quiere más Derelli? 🔥🔥
Quiero dedicar este capítulo a ShaysaTordoyaEspinos por las ganas que le pone a esta novela.
¿Qué os ha parecido el capítulo? Esto ha sido todo. Nos vemos la semana que viene. ¡Un beso!
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