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Capítulo 5: Conociendo la ciudad

Capítulo 5: Conociendo una ciudad

Esa misma tarde visité el edificio que posteriormente sería la sede que habría allí. Muchos os preguntaréis "¿Por qué este hombre ha elegido esa ciudad?". La respuesta es muy sencilla: Bilbao es una ciudad con mucho potencial y me gustaría poder visitarla más a fondo. Así tendría la excusa perfecta para conocerla.

La construcción era enorme. Tenía como unas veinte plantas y, lo mejor, necesitaba una buena remodelación. Como quería que se asemejara a todas las sedes, contrataría a mi buen amigo Joe Evans. Sus trabajos eran únicos y siempre hacía cosas asombrosas a un precio muy asequible.

Lo peor de un edificio que va a sufrir reformas es que a uno le costaba imaginarse el final de todo ese camino, yo incluido. Había que tener mucha imaginación para recrear en la mente que una estancia que, por ejemplo, en ese momento era un dormitorio en unos meses cambiaría a un despacho.

—Me gusta —me decía él a medida que íbamos visitando el edificio—, tiene muchas posibilidades.

Confiaba en sus capacidades. Era toda una máquina.

—No estaba seguro de lo que se veía en la web, por eso he preferido venir para verlo con mis propios ojos —le confesé.

—Mira, aquí, en este primer piso, podría estar el departamento de diseño gráfico, ¿qué te parece? Ya me imagino cómo sería. Ahí estarían los cubículos, y allí al fondo, el despacho del jefe o jefa de la sección —iba rumiando Joe.

Yo no podía imaginármelo bien, aunque sí que me hacía alguna idea de cómo quedaría en un futuro. A veces me gustaría estar dentro de su mente para saber exactamente cómo quedaría los diseños. Era consciente que en unos días me pasaría un borrador con varias opciones de cómo podría quedar, pero no era lo mismo.

—Estoy seguro que este es el correcto. Me gusta que sea tan amplio.

Cuando llegamos a la planta baja, me reuní con el agente inmobiliario y al final terminé firmado los papeles que certificaban que ese edificio era de mi propiedad o lo sería en cuánto pagase la suma de dinero que los dueños pedían por él.

Cuando regresé al hotel para dejar el maletín y cambiarme de ropa (me había puesto un traje para reunirme tanto con los dueños de las librerías como para visitar la sede). Bueno, la intención era esa, pero no pude resistir la tentación de llamar a mi bella flor.

Tres tonos después me contestó.

—Hombretón, ¿qué tal estás?

Sonreí al escuchar su voz tan dulce y melodiosa.

—Cansado, pero ya me he quitado todo el trabajo.

—¿Eso significa que mañana volverás? —preguntó esperanzada.

Chasqué la lengua.

—No, lo siento, pero voy a aprovechar el viernes para visitar un poco la ciudad y adelantar la lectura del manuscrito. ¿Sabes que ya lo estoy terminando?

—Oh, vaya —dijo con tristeza, pero unos instantes más tarde la volví a oír, esta vez con más energía y alegría—. Eso es fantástico. ¿Qué vas a hacer al final con él? ¿Ya has tomado una decisión al respecto?

Por supuesto que lo había hecho.

—Se supone que debería terminarlo, pero sí, ya lo tengo decidido. Voy a darle una oportunidad. Me gusta su estilo. Creo que puede gustar entre los lectores jóvenes.

—Seguro que lo hace. Yo lo compraría.

Elliana Jones era todo un sol. ¿Sabéis lo que es que una persona confíe en tu criterio, que no dude de ti? Ella tenía una total y plena confianza en que no me equivocaría y para mí eso era muy importante. Se lo agradecería eternamente.

Estaba aliviado por sus palabras. Ella apenas había leído el comienzo y le había cautivado.

—Te adoro. Gracias por apoyarme en esto.

Escuché cómo reía.

—¿Es verdad lo que escuchan mis oídos? ¿El hombre más seguro de todos los tiempos se siente inseguro?

—Ja, ja. Muy graciosa, listilla.

Se instaló un pequeño silencio entre nosotros. Me pregunté qué estaría haciendo en ese momento. Echaba tanto de menos tenerla conmigo, besarla y tocarla... Solo por tenerla a mi lado habría dado miles de dólares.

Desde el otro lado de la línea me llegó un bostezo y me temí lo peor.

—¿Te he despertado?

—No, tranquilo. Ya llevaba un rato en el escritorio dándole vueltas a una idea.

Ummm. Debía de tratarse de una muy buena idea como para que estuviese ya trabajando.

—¿Y de qué trata, si puedo saberlo?

Soltó una risita nerviosa. Apostaba todo lo que tenía a que se había puesto roja.

—No, no puedes saberlo. De momento es un secreto —me susurró como si temiera que la escuchasen sus compañeras de piso. Según me había contado en una ocasión, Genevieve y Winter eran tan cotillas que a veces pegan la oreja a su habitación solo para espiarla.

—Oh.

—No te enfades por eso. En cuanto le dé más forma, te la contaré.

—¿Esa idea tiene que ver con uno de tus trabajillos? —pregunté remarcando esa última palabra. Con eso me refería a las novelas que ella había escrito a lo largo de sus años. Ella adoraba escribir—. Por cierto, eso me recuerda que todavía me debes una. Quiero que me dejes leer al menos una de tus historias.

Su respuesta fue un ruidito de lo más mono. Si antes no se había sonrojado, en ese momento estaba seguro de que sí lo habría hecho.

—Buff... No sé qué decirte. ¿Estarás preparado para conocer lo que maquina mi mente?

Una sonrisa se instaló en mis labios. Cuando su lado inseguro salía a la luz me parecía tan adorable y comestible.

—Creo que sí. Además, ya sé lo que se cuece dentro de esa cabecita tuya.

—Y con respecto a lo primero, sí, esto tiene que ver con un futuro proyecto. Pero primero quiero concentrarme en este. Quiero que el final sea perfecto.

Y ahí estaba su lado perfeccionista. Conociéndola tan bien como lo hacía, habría puesto la mano en el fuego si apostara que se estaría mordiendo el labio inferior de esa manera tan sexy y que a mí me volvía tan loco.

—Seguro que te queda perfecto.

Otro silencio nos invadió. Me pareció que mi bella flor quería decirme algo, pero al final no pude preguntárselo. De pronto, exclamó:

—¡Madre mía! ¡Qué tarde es! —Su grito casi me deja sordo, lo juro. Tuve que apartar el aparato de mi oído de golpe—. Tengo que dejarte, hombretón. Me tengo que preparar.

—Seguro que en pijama estás muy sexy, aunque yo te prefiero sin ropa.

—¡No seas cerdo! —Reí a carcajada suelta al escuchar su comentario—. Ahora en serio. Debo irme. Un beso. Te extraño.

—Yo más.

Me tumbé un momento en la cama y sonreí como un bobo al pensarla. Sí, sin lugar a dudas se estaba volviendo una parte fundamental de mí.

. . .

Al final decidí quedarme en el hotel lo que quedaba de tarde. Solo salí de ahí cuando el reloj marcó las ocho. Un buen amigo mío me había recomendado que fuera al Casco Viejo y que allí degustara los mejores pintxos de la ciudad. Y eso hice.

Probé varios locales. He de decir que estaban deliciosos. Una buena cerveza y uno de esos bocaditos por bar. Había mucho ambiente, lo normal supuse. Era viernes y aún la noche era muy joven. Los estudiantes se mezclaban con los que no tan jóvenes y disfrutaban de la bonita noche que había quedado. Hacía ya unas horas que la lluvia había cesado y que el sol nos había regalado unos cuantos de sus rayos que, a pesar de no calentar mucho, se agradecían.

Mi cena se basó en eso, unos cuantos pintxos al más puro estilo vasco.

Al día siguiente me levanté no muy temprano (para mí pronto eran las seis o siete de la mañana). Desayuné en el hotel y tras reponer energías, salí de allí.

El mismo amigo que me había recomendado el Casco Viejo también me había hecho una lista con los sitios que debería visitar de estar unos días en Bilbao o alrededores, y con esa lista en mano salí me dispuse a patearme la ciudad.

Mi primera parada me llevó al Guggenheim, el museo más conocido de la ciudad. En Nueva York teníamos otro, pero no se podía comparar con esa pieza de obra maestra. El exterior era precioso. Estaba junto a la ría. Junto a la entrada estaba Puppy, el famoso perro escultura hecha con flores. En la parte trasera había varias esculturas; la más llamativa de todas ellas era una gran araña por la que los visitantes extranjeros (yo incluido) pasábamos admirados. No entré al museo (tenía muy poco tiempo), pero ya lo que vi por fuera me cautivó. La próxima vez que fuera a esa ciudad iría con tiempo, y quizá una personita muy importante para mí podría acompañarme.

Mi siguiente parada fue el Museo de las Bellas Artes de Bilbao. Por fortuna, entre el primero y el segundo no había apenas distancia, puesto que estaban casi pegados el uno al otro.

En este sí entré y me quedé maravillado. Adoraba el arte y las esculturas, aunque no era un experto. En muchas ocasiones me costaba entender qué querían expresar los diferentes autores con sus obras.

Paseé por los pasillos y me perdí entre las miles de obras de arte allí expuestas, tanto que cuando salí ya era hora de almorzar.

Comí en un restaurante de comida tradicional y degusté unos manjares tan exquisitos. Ojalá hubiese restaurantes de ese tipo. Me quedé prendado del local. Los camareros servían vestidos en el traje tradicional del País Vasco. Según me habían explicado iban vestidos de baserritarras, que eran las personas que en el pasado vivían en los famosos caseríos de la zona. Las chicas iban con una falda larga o gona en euskera hasta el suelo que bien podía ser gris o azul, una camisa blanca y un pañuelo atado en el pelo. Como calzado llevaban unas zapatillas muy curiosas que se llamaban alpargatas. Los hombres, en cambio, llevaban pantalones del mismo color que las faldas y en vez de un pañuelo llevaban la tan característica txapela.

El restaurante era un lugar decorado como un caserío antiguo. La bandera del País Vasco, la Ikurriña, estaba colgada en una de las paredes. De la comida solo diré que estaba deliciosa. Solo lamentaba haber venido solo. La próxima vez traería compañía.

Mi siguiente destino estaba en el Casco Viejo y como estaba a una buena tirada de ahí, decidí coger el metro. Error. Me perdí. En vez de coger el metro de la dirección correcta, cogí el de la opuesta. En fin, esas cosas solo me pasaban a mí.

Tuve que bajarme en cuanto me di cuenta de mi equivocación y esperar casi diez minutos a que el que me llevaría al casco antiguo llegara.

Tardé como una hora en llegar a mi siguiente destino, el Mercado de la Ribera. Era un lugar lleno de tiendas y restaurantes con encanto. Estaba metido en un único edificio. Me gustó. Fue allí, en uno de los escaparates, en donde vi un collar con forma de pluma de escribir. En seguida pensé en ella, mi bella flor. Seguro que le gustaba.

Sonreí al pensarla recibiendo ese regalo.

Lo compré, por supuesto. Aunque me costó bastante, mi chica se merecía todos los lujos. Para algo tenía el dinero, y no para acumularlo.

Estaba seguro que le encantaría.

No solo compré eso, sino que me llevé un montón de souvenirs como la famosa baldosa de Bilbao en formato llavero, una bola de cristal para Emily con las principales maravillas de la ciudad, una taza a papá, un dedal a mamá (ella los coleccionaba)...

Lo último que hice fue un paseo en barca por la ría. Saqué muchas fotos desde allí que a posteriori enviaría a mis amigos y familiares. Las vistas eran espectaculares y la tarde magnífica, con el pelo bailando al son de la brisa.

Cuando llegué al hotel estaba agotado y cargaba con tantas bolsas que no sabría qué hacer con ellas. Pero sonreía. Estaba satisfecho con mi trabajo. Todo había merecido la pena.

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Nota de autora:

¡Feliz lunes, mis enredadas!

Tengo muchas cosas que explicaros. La primera es que este es uno de mis capítulos favoritos porque os cuento un poquito de mi cultura. Como sabréis, soy española y vivo en la provincia llamada País Vasco o Euskal Herria en euskera. La Ikurriña es la bandera de esta provincia. La tenéis a continuación:

Ir de baserritarra es una tradición y tanto los niños como los adultos se visten así cuando son fiestas. Aquí tenéis un ejemplo de cómo es:

Él Guggenheim es el museo más famoso que hay en Bilbao. Tiene muchas esculturas y obras de arte. Así es por fuera.

El mercado de la Ribera es el mercado más antiguo de la ciudad y está situado en el casco antiguo. Aquí tenéis una imagen de él:

Los pintxos (sí, se escriben así) son unos pequeños bocaditos que se utilizan para abrir boca. Tenemos una tradición llamada pintxo-pote, que es salir a tomar algo comiendo estas delicias. No os dejo imagen para que no se os haga la boca agua.

Otra cosa que quería contaros es que !le han hecho una entrevista a Derek! Sí, podemos conocer más a fondo a este hombre tan sexy. Quien se ha encargado de hacer es DanielaRojasRdguez . Podéis verlo en El Rincón de Nova.

Bien, repasemos:

1. Derek terminando de hacer el trabajo.

2. La conversación de Elliana y Derek.

3. Derek pensando en ella.

4. Derek visitando la ciudad como un turista más.

5. ¡Le ha comprado un regalo a Elli!

Este capítulo está dedicado a DanielaRojasRdguez  por mostrarse tan ilusionada con esta historia y ofrecerse a entrevistar no sólo a Derek, sino que también a mí. Muchas gracias por tu confianza y apoyo, guapa.

¿Qué os ha parecido el capítulo? ¿Os ha gustado? Espero que os haya gustado. Prometo que el siguiente os va a gustar mucho. Un beso enorme.

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