Capítulo 3: Ingrid vuelve a la carga
Capítulo 3: Ingrid vuelve a la carga
Listo. Capítulo terminado. Solo me quedaba el capítulo final y el epílogo para terminar aquella historia que tanto me había gustado y costado crear.
Sonreí satisfecha con mi trabajo. Abrí el cuaderno por el apartado que decía "Capítulos" y empecé a desarrollar un esquema mientras sonreía pensando en lo bien que estaba quedando. Susan y Alec me lo agradecerían desde lo más profundo de mi mente.
Pasé gran parte de la tarde escribiendo. Os confieso que cuando lo hacía, perdía la noción del tiempo. Y fue eso exactamente lo que me ocurrió. No sé cómo, pero de pronto Genevieve estaba a mi lado y apartaba de manera brusca los auriculares de mis orejas.
—¡Oye! No molestes a un genio trabajando —me quejé mirándola con resentimiento.
Ella simplemente puso los ojos en blanco.
—¿Dónde dices que está? —se burló—. Llevo dos horas llamándote para que vengas a cenar. Ya continuarás con la escritura más tarde. No creo que tus personajes huyan en lo poco que tardas en engullir la cena.
¿Sabéis esa sensación de necesidad de escribir? Yo la tenía. Así que para no perder mucho más tiempo, me levanté y seguí a mi amiga hasta el comedor.
—Por fin nos honras con tu presencia, señorita escritora de best sellers —se burló Winter.
Me senté en mi sitio y antes de probar bocado las miré a ambas con culpabilidad.
—Siento si hoy he estado algo borde, pero es que tengo ganas de terminarla. Estoy en la recta final, lo sabéis.
Winter se metió un trozo de carne en la boca y lo masticó mientras que Genevieve se apartaba un mechón rojizo del rostro.
—No es tu culpa que te guste tanto —habló mi amiga la rubia—. Además, yo también tengo mis días con el diseño.
—No debes sentirte culpable. ¿Quién dice que lo que estás escribiendo no será el próximo best seller? Ya me lo imagino, mi amiga escribiendo un boom de la literatura.
Genevieve puso ojos soñadores. En fin, ¡qué ideas tenía!
—Por cierto —dijo Winter mientras yo masticaba un pedazo de carne—, quiero que me dejes leer los últimos cinco capítulos que has escrito y no acepto un no por respuesta. Necesito saber qué pasa entre esos dos y si hay sexo del duro y salvaje.
Me atraganté y empecé a tener un ataque de tos. Me di varios golpecitos en el pecho con el puño, y al ver que no mejoraba el asunto, bebí un trago de agua.
—¡Winter! No seas tan pervertida.
—Conociéndola, seguro que ha narrado con lujo de detalles su vida sexual con Derek. —Genevieve me lanzó una mirada pícara.
Vaya dos amigas que tenía.
Me puse roja como un tomate, porque si bien no había narrado las veces que Derek y yo nos habíamos acostado, sí que había tomado parte de esa experiencia. Como por ejemplo lo caballeroso que era conmigo incluso en la cama o cómo me calentaba con solo una mirada.
Sonreí como una boba al pensar en él.
—Oh, no. Seguro que ya está en Dereknia —dijo Winter—. Mira la que has liado, amiga.
—Creo que tienes razón. —Genevieve la miraba con culpabilidad—. Creo que se le está cayendo la baba, ¿no crees?
—¡Basta ya! Sois las dos igual de pervertidas y deprabadas.
Terminé de cenar y me encerré en mi dormitorio. Eso sí, mientras me alejaba escuché con claridad las risas de esas dos mujeres que aseguraban ser mis amigas.
. . .
Cuando la alarma sonó, me desperté de golpe. Pero no estaba en mi cama, ¡estaba recostada en mi escritorio! Vaya por Dios, me había vuelto a quedar dormida mientras escribía. Pero ¿cómo no hacerlo cuando estaba tan emocionada y al mismo tiempo un poco triste porque se acercaba el final de esa saga?
Comprobé que todo estaba en orden y tras hacerle una copia de seguridad, me puse en marcha.
En cuanto me levanté, noté que tenía los músculos agarrotados y adoloridos de la mala postura. Me dolía un poco el cuello también.
—Buenos días, dormilona —me saludó Genevieve desde el salón. Tenía una taza de café humeante entre sus manos y una revista de cotilleo en la otra. En el título se podía leer con claridad: "Derek Foster y la señorita Elliana Jones, un romance de película". Puse los ojos en blanco. ¿Qué clase de basura se habría inventado la prensa rosa? Hacía dos semanas aseguraban que Scarlett y yo estábamos luchando por el corazón del soltero de oro. En fin. Ella era su mejor amiga y era lesbiana, aunque la prensa pensaba todo lo contrario.
—Buenos días a ti también. —Le sonreí. Miré a mi alrededor en busca de Winter, pero no la encontré. Ni siquiera se oía nada.
—No la busques —dijo mi amiga levantando la mirada de la revista—. Se ha tenido que ir antes para preparar unos diseños. Ya sabes, su jefe quiere que todo marche bien.
—A veces creo que solo se aprovecha de ella. —Eso lo dije sin pensar, aunque era algo que llevaba rondándome la cabeza durante varias semanas ya.
—Y yo.
Vi cómo bufaba en referente a la revista.
—¿Qué dice esa cosa que te tiene tan molesta?
Ella alzó la mirada de la hoja y la posó en mi. Unos segundos después, se puso a mirar la pared, lo que me dejó muy claro que se estaba debatiendo internamente si decírmelo o no.
—Un montón de mentiras.
—¿Ah, sí? —Elevé una ceja.
Suspiró. Se apartó el cabello enmarañado de los ojos.
—Ya sabes, la prensa inventa cualquier historia con tal de vender. Ahora dicen que tú provienes de una familia de nivel económico bajo y que solo quieres conquistar el buen corazón de Derek.
La miré con incredulidad al principio, pero después solté una gran carcajada. Me dejé caer al lado de Genevieve mientras me desternillaba de risa.
—¿En serio? Ya no saben ni qué historias inventarse —dije en cuanto me hube calmado.
—Vaya, te lo has tomado mejor de lo que esperaba.
Me encogí de hombros.
—Poco a poco me estoy acostumbrando a ellos. Eso sí, como me vuelvan a acosar de la misma manera que la primera vez, no sabría qué hacer.
—Esperemos que no se repita, menos ahora que tu caballero de brillante armadura no está.
—Puede que él no esté, pero tengo dos amigas que sé que me defenderían hasta el final. —Le guiñé un ojo con complicidad mientras le sonreía.
Ella me imitó y me dio un beso tierno en la mejilla.
—Te quiero, nena.
—Y yo a ti también.
. . .
Llegué al trabajo a la hora, como siempre. Había optado por el transporte público. Durante el trayecto empecé a hacer los primeros esbozos de un futuro proyecto. Tenía ganas de experimentar con fantasía y el suspense sin dejar de lado el romance.
Al llegar a las puertas de FosterWords me encontré, como siempre, con mi mejor amigo, Landon. Él era una de las personas más importantes de mi vida, a quien consideraba como un hermano. Ambos nos habíamos conocido en la universidad y si bien nuestros comienzos no fueron muy buenos, en ese momento éramos inseparables.
—Mira a quién tenemos aquí. Es la mismísima Elliana Jones deslumbrándonos con su belleza natural —dijo el payaso de mi amigo en cuanto me vio.
Le di un beso en la mejilla y un abrazo al mismo tiempo que reía por su ocurrencia.
—Mira a quién tenemos aquí. Es el mismísimo Landon Brooks, el idiota más grande de todos.
—Touché.
Entre carcajadas entré al edificio. Saludé a Anna en cuanto la intercepté.
—Hola, guapa. ¿Qué tal todo en casa?
—Buenos días, hermosísima. Todo bien. Tengo ganas de salir un día por la noche. Ya sabes, me la debes. Lo habías prometido.
Sí, era cierto. Hacía una semana después de tanta insistencia había aceptado su propuesta de irnos una noche a un karaoke, para mi desgracia.
—Yo me apunto —le dijo Landon—. Luego, en el almuerzo, lo planeamos mejor.
—Está hecho. Ya es hora que esta mujercita muestre todos sus atributos. —Me guiñó un ojo con descaro—. Pasad una buena mañana. Nos vemos. —Y nos tiró un beso.
Ambos nos despedimos de ella y riendo fuimos hacia los ascensores. FosterWords era una de las editoriales más prestigiosas del país. Muchos escritores babeaban solo porque sus historias fuesen publicadas ahí. A mí me gustaría que eso me pasara, pero sabía que era muy difícil. Yo no tenía tanto talento.
Llegué a mi piso y después de despedirme de Landon de forma cariñosa, saludé a Connor y a Luke.
—Dios mío, Elli, ¿has visto la prensa? Esos buitres son realmente asquerosos —me dijo Connor.
—La de patrañas que se han inventado. Tú no eres así. —Luke tenía una expresión de aversión de lo más chistosa.
Me encogí de hombros.
—No pasa nada, chicos. Simplemente lo estoy dejando correr siempre y cuando no me acosen. A palabras necias, oídos sordos.
—¡Bien dicho, chica!
Les di un abrazo de oso y me dirigí a mi cubículo. Coloqué todo en su sitio y me puse manos a la obra. Me concentré de lleno en el texto y traduje del castellano al inglés varias hojas.
Hasta pasada la hora del almuerzo todo fue sobre ruedas. Me dediqué exclusivamente a mi trabajo sin distraerme. En la hora de la comida le mandé un mensaje de texto a Derek, pero después nada más. No quería ganarme más horas extras.
Sin embargo, esa semana Ingrid y Lillian Murray, la odiosa jefa del departamento tecnológico, estaban muy raras. Ya tenían un comportamiento extraño de por sí, pero aquella semana estaban más de lo normal. A veces las pillaba cuchicheando en silencio o lanzándome miradas ponzoñosas.
Todo pasó cuando me levanté de mi lugar de trabajo para ir al baño. Sinceramente, no lo vi venir.
Después de hacer mis necesidades básicas (no debería de haberme tomado ese segundo refresco en el almuerzo), salí de las pequeñas cabinas y me lavé las manos en el lavabo. En un momento dado, cuando estaba retocándome el maquillaje, la puerta de los aseos femeninos se abrió y por ella entraron Lillian e Ingrid. Ambas reían a más no poder y charlaban demasiado alto.
En cuanto me vieron, frente al espejo, sus miradas frías se posaron en mí y un escalofrío me recorrió la espalda.
—Señorita Jones, ¿no debería estar en su puesto de trabajo? —dijo Ingrid lanzándome una miradita de desdén.
—Lo mismo le digo, señorita Land.
Me volví a mirar en el espejo, comprobando que todo estuviese en orden.
—Veo que se toma muchas libertades. Que sea la pareja del señor Foster no quiere decir que pueda tomarse descansos cuando le venga en gana.
Apreté los puños al escuchar la voz chillona de Lillian.
—Solo he ido al baño. Tampoco es que estuviese holgazaneando —me defendí.
Me volví hacia ellas y me asusté. No sabría deciros en qué momento esas dos mujeres habían avanzado tanto hasta colocarse casi a mi altura. Sentía que esas dos mujeres estaban invadiendo mi espacio personal.
—Me parece la excusa más antigua de todas, señorita Jones. Mejor dejémonos los formalismos a un lado. —Ingrid se acercó aún más a mí y yo automáticamente retrocedí hasta que mi trasero dio con una pieza de los lavabos.
—Sabemos que solo estás con Derek por conveniencia —saltó de pronto Lillian—. Seguro que lo único que quieres es su dinero.
En la mirada de la morena había veneno en estado más puro y de sus labios las palabras habían salido disparadas como dagas, que se clavaron en mi piel con fuerza. ¿Cómo alguien podría pensar algo así? ¿Quién en su sano juicio lo haría? ¿A caso no veían lo bueno que era Derek?
—Yo... Yo no...
—¿Tú no qué, bonita? —se burló Ingrid esbozando una mueca horrorosa que hasta hoy en día me pone los pelos de punta.
La cercanía de ambas mujeres me estaba haciendo hiperventilar. Estaba sintiéndome agobiada, como si estuviese atrapada en una habitación cuyas paredes se moviesen la una contra la otra.
Lillian se acercó a mí hasta colocar su rostro junto al mío.
—La verdad es que no sé qué es lo que ha visto él en ti. Eres tan sosa y tan remilgada...
—Y no te olvides de esa carencia de belleza que tienes. ¿Te has mirado al espejo alguna vez? Qué desastre de mujer.
Mi pecho subía y bajaba con rapidez, recibiendo con cada palabra una puñalada. Un nudo se formó en mi garganta. Quería responderles, pero en ese momento no encontré las fuerzas necesarias. Solo quería esconderme en un rincón y llorar. Sí, era un comportamiento de lo más infantil, pero era así cómo me sentía. Mis ojos se estaban cristalizando y mi nariz empezó a dilatarse con fuerza. Intenté controlar las lágrimas, puesto que no quería que esos dos bichos me viesen llorar.
—Y por si eso fuera poco —continuó diciendo el chihuahua parlante—, tu cuerpo no es nada bonito. Deberías hacer más deporte, como nosotras. Es malo estar tan gorda.
¿Gorda? Por favor, tenía una buena figura. Sí, puede que mis piernas fuesen algo rellenitas, pero estaba bien contenta con ellas. Amaba mi cuerpo.
—Uy y ese pelo... —Ingid alargó una mano y me dio un tirón fuerte. Solté una exclamación de dolor. De la fuerza, mi goma de pelo había dado de sí—. Qué asco de mujer. No entiendo cómo siquiera un hombre como Derek puede fijarse en alguien tan minoritario como tú. Seguro que en la escuela fuiste la típica empollona de clase.
Ambas se empezaron a reír. Por fortuna, las dos se alejaron de mí y entre risas se fueron.
Esperé unos segundo antes de venirme a abajo. Me encerré en uno de los cubículos, me hice un ovillo en el suelo, enterré la cabeza entre las piernas y desaté toda la rabia y dolor que sentía.
—Malditas zorras engreídas —sollocé con el rostro surcado de lágrimas.
Las odiaba, las odiaba con todo mi ser.
Hipé y dejé que las lágrimas me bañaran.
En un momento dado, una melodía suave inundó el aseo. Me sobresalté. Me limpié las lágrimas de la cara con brusquedad y saqué aquel aparato de mi bolsillo (sí, me lo había llevado conmigo aun pensando que solo serían unos minutos de ausencia).
—¿Diga? —contesté con la voz temblorosa y rasposa por el llanto.
—¡Elli! Por fin contestas. Pensé que te había pasado algo. No respondías mis mensajes y... —Contuve un sollozo, aunque, al parecer, no lo hice muy bien—. ¿Estás bien, bichillo?
—Estoy perfectamente —dije irónica y sarcástica.
—Elli. —Su tono sonó muy autoritario.
Me mordí el labio con indecisión, pero al final canté como un canario. Le narré todo: desde el encuentro con esas dos perras hasta cómo me sentía en ese momento.
—¿Dónde estás?
Me limpié más lágrimas que brotaban de mis ojos como si fuese un manantial.
—En los baños femeninos de nuestra sección —dije con la respiración agitada—. Landon, te necesito. —Eso último lo dije en apenas un hilillo de voz.
Me sentía tan mal. ¿Por qué no había sido capaz de hacerles frente a esos dos bichos (con perdón a los bichos)? En ocasiones como esas me odiaba a mí misma. Que Ingrid fuese mi jefa no significaba que pudiese hacer conmigo todo lo que quisiera.
Unos pasos fuera me distrajeron de mis pensamientos y, segundos después, alguien tocaba con fuerza la puerta tras la que me ocultaba.
—Elli, pequeña, sé que estás ahí.
La voz enérgica de mi amigo me tranquilizó.
—Landon, ¿qué haces en el servicio de mujeres?
—Me he cambiado de sexo —respondió él con sarcasmo.
Ese simple comentario me sacó una sonrisa. Esa era una de las razones por las que él y yo éramos uña y carne: hasta en los peores momentos podía hacerme sonreír.
Me levanté y quité el pestillo de la puerta metálica blanca, dejándome ver la expresión preocupada de mi amigo.
—He venido lo antes posible, bichillo. ¿Qué tal te encuentras? —En vez de responder como una persona normal, un ruidito extraño salió de mis labios y volví a derrumbarme—. Oh, no. No llores.
Landon me abrazó con fuerza y yo me cobijé bajo sus brazos, dejando salir toda esa congoja y rabia que sentía. Debería haberles hecho frente aunque hubiese perdido mi trabajo. ¡Qué tonta había sido!
—Lo siento —susurré muy bajito.
—No, Elli, no lo sientas. No es tu culpa —intentó tranquilizarme él al mismo tiempo que me pasaba las manos por la espalda. Esa escena me recordaba a una en particular, cuando unas compañeras en la universidad decidieron gastarme una de las peores bromas que jamás haya visto. Me hicieron creer que tenía un admirador secreto. Y me enamoré, normal siendo yo tan romántica. Y mi corazón se rompió cuando descubrí el pastel y ellas me atacaron con insultos mordaces. En ese momento si no hubiese sido por él, si no lo hubiese tenido a mi lado, no habría sabido qué hacer.
—Gracias... Por todo.
—No hay por qué darlas. Para eso están los mejores amigos.
Él me besó la coronilla con ternura y ese momento, a pesar de las circunstancias, me sentí la mujer más afortunada de todas por tenerlo a él.
—En las buenas y en las malas... —empecé a recitar aún bajo su abrazo.
—...siempre estaré a tu lado.
Sonreí.
—Te quiero.
—Y yo.
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Nota de autora:
¡Feliz lunes, mis enredadas!
Este es nuestro último capítulo de la pequeña maratón inicial 😟. Repasemos:
1. Elliana y su pasión por la escritura.
2. ¿Quién no se ha quedado dormido/a escribiendo?
3. Winter y Genevieve, siempre apoyándola.
4. Ingrid y Lillian, menudas zorras.
5. Pobre Elli.
6. Landon llega para ayudarla en un momento tan difícil para ella.
7. Landon está soltero. ¿Quién quiere uno?
¿Qué os ha parecido el capítulo? Espero que os haya gustado.
Quiero dedicar este capítulo a @StarCadence02.
Esto ha sido todo. ¡Nos vemos el lunes! Un beso enorme.
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