Capítulo 28: Fuegos artificiales
Capítulo 28: Fuegos artificiales
Primeros de mayo y diluviaba. En fin. El tiempo cada vez estaba más loco. Miraba por la ventana de mi despacho cómo las gotas se estampaban de lleno contra el cristal y cómo resbalaban por él como si se tratasen de lágrimas frescas.
Mientras tanto, yo era incapaz de concentrarme en mi trabajo. A mi derecha tenía una carpeta descomunal en donde el petardo de Tyler y su secretaria, la señorita rubia teñida, me habían redactado con todo lujo de detalle los beneficios que FosterWords tendría si nos uníamos en una alianza. Eran puras mierdas. No los necesitábamos. Su editorial no estaba a la altura.
Lo decía de manera objetiva. No creáis que lo hacía solo por Elli (que sí, en parte lo hacía, pero no todo). Su sello editorial no era muy bueno en lo que se refería a la calidad que digamos. Quiero decir, las historias podrían ser muy buenas, pero su equipo dejaba mucho que desear, la verdad. La calidad de las portadas no me gustaba y la corrección ortotipográfica y de estilo que se les hacía a las novelas dejaba a la vista más de una errata o error de dedo.
Conclusión: no merecía la pena aliarnos con ellos.
Volví a mirar hacia la ventana y me quedé ahí, perdido en mis pensamientos, hasta que mi secretaria me pasó una llamada.
Ese día me sentía agotado y aburrido. No tenía ganas de hacer nada, pero debía hacerlo. Mi empresa no se dirigiría sola. Así que haciendo acopio de todas mis fuerzas, atendí la llamada como si la persona que estuviera en el otro lado de la línea fuera mi bella flor y no otro de los tantos empresarios aburridos y fofos.
Tras la llamada, tuve una conferencia a través de Skype con el encargado que dirigía una de las tantas sedes de FosterWords en Europa. Compartimos estadísticas de venta, opiniones y reseñas hechas en los blogs sobre los libros de nuestro sello. Nuestras ventas subían como la espuma y los libros eran muy demandados. Sonreí. Eso era bueno, muy bueno. Papá se sentiría orgulloso de oírlo.
Más tarde, sobre la una, tuve que reunirme con la señorita Murray para hablar sobre el diseño web de nuestra plataforma en internet. A pesar de ser a veces como un grano en el culo, aquella mujer era muy eficiente en su puesto de trabajo. Manejaba las redes como ninguna y era capaz de crear un diseño web único y llamativo.
Cuando llegó, le pedí con amabilidad que se sentara en una de las sillas que había detrás de mi escritorio. Ella lo hizo y con su mirada azul grisácea escaneó la habitación con detenimiento. Era guapa, no había que ser muy tonto para no notarlo, pero ninguna mujer podía comparársele a mi bella flor.
—Señorita Murray, ¿cómo van las ventas desde la página web?
Ella se reclinó en la silla y cruzó las piernas que llevaba enfundadas en unas medias.
—De momento, señor Foster, hemos conseguido aumentar las ventas de aquellas novelas cuyos autores aún no son reconocidos. La promoción de ellos a través de Twitter, Facebook e Instagram ha sido todo un éxito. Nos ha costado mucha insistencia, no se lo voy a negar, pero hablo en nombre del equipo al decir que estamos muy satisfechos del resultado que hemos conseguido.
Sonreí. No esperaba menos.
—¿Cómo va el nuevo diseño web? Por lo que he podido ver, se han superado con creces.
Una sonrisa cortés se dibujó en sus rasgos. Debo decir que aquella mujer superaba los treinta años, aunque no lo parecía. Si no hubiese echado un vistazo a su expediente, habría dicho que Elliana y ella tenían la misma edad.
—El equipo está a punto de terminarlo. Estamos puliendo los detalles finales. Esperamos que la información que allí hemos puesto sea lo más clara posible, así como la página de contacto. Hemos cambiado los colores y añadido efectos visuales. Por ejemplo, ahora que estamos en primavera, hemos programado que pequeños pétalos de flores caigan a modo de lluvia por la página. Si quiere, puede verlo.
Eso hice. Tecleé en mi ordenador la url de FosterWords (aunque apenas hizo falta, puesto que la tenía en favoritos) y presioné el botón de buscar. Al abrirla, lo primero que vi fueron esos pétalos y al instante una sonrisa se instaló en mi boca al recordar cómo mi bella flor lanzó los pétalos de rosas que puse sobre la cama la primera noche de nuestra escapada romántica, después de hacer el amor con frenesí. Admito que me gustaba mucho ese efecto, al igual que los colores y las texturas. Revisé todo lo nuevo que habían implantado. Estaba sin palabras.
—Como siempre, señorita Murray, su equipo no deja de sorprenderme. Me gusta. Espero que la versión oficial esté en funcionamiento cuando acabe la semana.
—Lo estará —dijo con seguridad.
Di por terminada la reunión con ella. Cuando se fue, me estiré y esperé a que Grayson terminara con el papeleo que le había dado para bajar a almorzar. Tanto Elliana como Emily habían quedado para reunirse. Al parecer, Emily también participaría en la pasarela como modelo. Me gustaba la idea. Ya era hora de que se soltara un poco. Era tan tímida como mi bella flor e igual de insegura que ella, por no decir más. Esperaba que aquella experiencia la ayudara a salir del cascarón.
Cuando mi mano derecha terminó, veinte minutos después, fuimos a almorzar y, más adelante, volvimos a sumergirnos de lleno en el trabajo.
. . .
El tiempo fue corriendo con prisa. De pronto ya estábamos a una semana del gran desfile y mi bella flor estaba histérica.
—¡Oh, Dios! Va a ser una locura. ¡Qué de invitados va a haber! ¿Por qué aceptaría? —murmuraba moviéndose de un lado al otro de la sala de estar de mi casa. Se revolvió el pelo por quinta vez en la tarde.
—Elli —intenté llamarla. Pero ella seguía moviéndose. A este paso haría un agujero en el suelo—. Bella flor. —Pero tampoco me hizo caso. Así que me puse en pie y me interpuse en su camino. Ella seguía murmurando cosas ininteligibles—. ¡Elliana! —exclamé y en ese preciso instante parecía volver en sí misma. Me miró con la preocupación ensombreciendo su mirada.
—No voy a poder hacerlo, Derek. Estoy tan nerviosa... No quiero cagarla.
Se cruzó de brazos en un intento de calmar su temblor. Porque temblaba como un flan. Madre mía, estaba asustada de verdad.
La atraje hacia mí y la envolví entre mis brazos. Seguía tiritando.
—Claro que vas a poder hacerlo, bella flor. ¿Sabes por qué? —La separé de mí un momento para que me mirara a los ojos. Negó con la cabeza—. Porque eres muy valiente y eres encantadora. Seguro que les cautivas tanto como a mí.
—Pero, ¿y si me tropiezo y me caigo al suelo? —me preguntó mordiéndose el labio inferior de esa manera tan sensual que me encantaba de ella.
—Si te caes, te levantas y sonríes. No va a pasar nada. No eres una modelo profesional, aunque tengas un cuerpo de una diosa. —Le guiñé un ojo.
Ella se sonrojó. Me regaló una pequeña sonrisita que hizo que mi corazón brincara de alegría.
—Solo no quiero estropear todo —soltó en un suspiro.
Le di un beso en la punta de la nariz.
—¿Quién dice que vas a arruinar el momento? ¿Quién dice que no lo vas a mejorar? Eres preciosa. Solo sé tu misma allí arriba y recuerda que estaré entre el público para animarte a ti y al resto.
Ahora fue ella la que me dio un beso.
—Te quiero, hombretón.
La abracé con fuerza, recargando mi mentón en su cabeza. Aspiré su aroma y disfruté el momento. Parecía que habíamos sido hechos a medida. Su cuerpo y el mío encajaban a la perfección, como si fueran dos piezas perfectas de un mismo puzzle. Ella era el yin y yo el yang. No éramos iguales y eso era lo mejor de todo. Lo que no tenía el uno lo compensaba el otro.
—Yo también te quiero, bella flor. Eres lo más maravilloso que me ha pasado en la vida.
—Y tú eres lo más increíble.
Nos volvimos a besar, esa vez la ternura nos inundaba. No teníamos prisa. Acariciaba su pelo embelesado por su suavidad al mismo tiempo que nuestros labios danzaban y nuestras lenguas jugaban juntas. Las manos de ella reptaron por mi cuello y jugaron con mi pelo, atrayéndome más. Me estaba volviendo loco.
Sus besos se volvieron más salvajes y fogosos. Sentí como una de sus manos descendió hasta mi entrepierna y la tocó. Gruñí de placer, mordisqueando su labio inferior y haciéndola gemir. Sentía el aire caldeado.
—Mmm, veo que la pequeña tigresa se está despertando. ¿Tienes ganas de jugar? —ronroneé en su oreja.
Ella rió en respuesta, pero no apartó su mano de ahí. Es más, empezó a acariciarme.
Fui mordisqueando desde sus labios por su barbilla, el lóbulo de sus orejas hasta llegar al valle de sus pechos. Llevaba una camisa abotonada. Tenía ganas de arrancarle cada botón con los dientes. Me contuve. Besé por encima de la prenda sus pechos al mismo tiempo que su tacto por encima de la tela de mis pantalones me estaba poniendo a mil.
—Ya no aguanto más —dije y empecé a desabrocharle cada botón, dejándole un beso en cada trozo de piel que la tela dejaba expuesta. Notaba los suspiros placenteros de mi pequeña tigresa y cómo se estremecía bajo mi tacto.
Tiré la tela a un lado del sofá y admiré la vista. Su sujetador realzaba sus bonitos pechos. Eran como una invitación a lamerlos.
Elliana se llevó las manos hacia atrás y se quitó el sujetador de una manera sensual y sexy. Empezó a mover las caderas y a pavonearse. Estaba seguro que solo quería provocarme. ¿Acaso no había notado ya mi palpitante erección?
No pude evitarlo, se veía tan deliciosa que la alcé entre mis brazos y nos apoyé contra la pared. Quería que su zona íntima se rozara con la mía y que notara cómo de listo estaba gracias a ella. La besé al mismo tiempo que provocaba el rozamiento de mi entrepierna con la suya.
Ambos jadeamos y gemimos en la boca del otro.
Era tan placentero como estar en el mismísimo cielo.
Elliana hacía que el sexo fuera mágico.
Tuve que bajarla para quitarme la camiseta. Ahora ambos estábamos desnudos de pecho para arriba. Los ojos de mi bella flor estaban empañados por el deseo y las mejillas, coloradas. Sabía que estaba disfrutando y eso era lo primordial para mí, que ella gozara cuando manteníamos relaciones.
Iba a volverla a subir contra la pared, pero ella me sorprendió, como siempre hacía. Me agarró de las manos y me arrastró a través del pasillo.
—Hoy quiero que lo hagamos en tu biblioteca. No sé qué tiene, pero me da mucho morbo.
Sonreí mientras la seguía. En ningún momento solté su agarre. Sentía prietos mis pantalones por la erección. Mi miembro ya estaba anticipando lo que pasaría.
Llegamos a la estancia y, nada más cerrar la puerta, ella se me abalanzó. Una guerra de besos fue seguida por ambos sentados sobre uno de los sillones: yo debajo y ella encima. Se restregaba contra mí sin ningún pudor y gemía de forma salvaje, gozando de cada segundo. Volví a atacar sus pechos, esa vez lamiéndolos y mordisqueándolos, jugando con sus pezones ya erectos. Mis manos los acariciaban y mi lengua los saboreaba.
Mi bella flor era deliciosa.
Besando de nuevo sus labios llevé una mano a sus pantalones y los desabroché. Ella se los quitó e hizo lo mismo conmigo. Agarré sus braguitas de encaje y se las arranqué presa de la pasión. Elliana soltó un quejido, pero no dijo nada.
Volví a besarla. La guié de nuevo al sofá, pero en vez de sentarme yo, le pedí que lo hiciera ella. Me miró con una ceja alzada, curiosa. Sonreí con deseo. Le abrí las piernas y descendí hasta ponerme de rodillas frente a ella.
—¿Qué vas a...?
Pero no terminó la frase, puesto que mis manos empezaron a acariciar sus muslos hasta llegar a su monte de Venus. Empecé a tocarla con suavidad, rozando su sexo con los dedos y metiendo uno dentro. Ella tembló y gimió.
—Derek —susurró con la voz ronca—. Más, qui... quiero más.
Sonreí y continué con mi labor de darle placer. Esa vez lamí sus labios vaginales, ya de por sí húmedos. Estaba lista. Jugueteé con su clítoris al mismo tiempo que succionaba aquella zona. Mientras tanto, los gemidos y las palabras obscenas de ella eran continuos. Continué con un mete-saca.
—Pequeña tigresa, estás ya lista —susurré y soplé en sus labios vaginales. Se estremeció.
Trepé por su cuerpo hasta llegar a su boca. Le di una oleada de besos en los que una de mis manos seguía entrando y saliendo en su zona íntima y la otra, jugaba con uno de sus pezones. En un momento dado, empezó a mover las caderas con más fuerza, buscando su liberación y cuando la halló, gritó con fuerza mi nombre.
Con la respiración entrecortada y las mejillas totalmente rojas, me miró.
—Es mi turno.
Y sin añadir nada más, se levantó y me obligó a sentarme. Empezó a lamer y a mordisquear mi pecho, regando caricias por la piel. Jugó con mi ombligo y siguió descendiendo. Me quitó los calzoncillos con mano experta y con una sonrisa ladina en los labios, empezó a masturbarme utilizando sus manos. Su mirada estaba en la mía. Ese instante robado me pareció de lo más erótico e íntimo que había vivido en mi vida.
—No sabes lo mucho que me está gustando que me toques. ¿Sientes lo duro que estoy? Es por ti, por la diosa que tengo ante mí.
Jadeó e hizo algo que nunca había probado con nadie. Colocó mi miembro entre el valle de los pechos y empezó a darme placer con sus tetas. Unos pocos minutos después ese juego me estaba matando, tanto que tuve que decirle que parara.
Se sentó a horcajadas sobre mí y, como la diosa del sexo que era, colocó mi miembro sobre su entrada. Nuestros ojos estaban conectados, azul contra verde. Estábamos listos. Se metió la punta despacio y, acto seguido, resbaló a lo largo de mí hasta abarcarme en su interior. Los gemidos eran ya notorios. Estábamos tan fuera de sí.
Empecé a movernos, ritmo que ella siguió con maestría. Subía y baja a lo largo de mí, dándome sin darse cuenta una de mis experiencias más satisfactorias de mi vida. Aunque con ella todo era fuegos artificiales.
Continué moviéndonos. En un momento dado, sentí como Elliana se tensaba y cómo su centro se preparaba para un inminente orgasmo. Continué dándole placer, tocando su clítoris con mi mano. Sabía que eso la estaba volviendo loca, por cómo empezó a revolverme el pelo con fuerza. Echó la cabeza hacía atrás y soltó un grito gutural cuando se corrió y fue tanta su intensidad, que el mío vino después.
Ambos jadeábamos. La sentía debajo de mí. Entrelacé nuestros dedos y con la nariz acaricié su cuello. Su pecho se recostaba en el mío. Sentía su respiración entrecortada y su cálido aliento muy cerca de mi oreja. Sonreía, al igual que yo.
—¿Te he dicho alguna vez lo guapa que estás después de hacer el amor?
Me dio un beso casto en los labios, un ligero roce.
—No, qué va. —Soltó una risita traviesa.
—Estás tan guapa. —La besé. Aproveché que estábamos conectados para cargarla y llevarla al cuarto. Ella a mitad de camino envolvió mis caderas con sus piernas para mantener mejor el equilibrio. Nos dejé caer sobre la cama con suavidad, siendo un enredo de besos y extremidades. Empezamos a rodar sobre el colchón.
Comencé a moverme de nuevo sobre ella. Parecía que disfrutaba el momento, puesto que lo único que hacía era pedirme más. Íbamos cambiando posiciones: unas veces ella estaba arriba y otras, yo era el que tenía el poder.
No paramos hasta que de nuevo los dos tuvimos nuestros respectivos orgasmos y caímos exhaustos el uno sobre el otro. Con una mano, acaricié su hombro mientras que con la otra entrelazaba nuestros dedos.
—¿Por qué el sexo contigo es tan bueno? —me preguntó ella con la mirada puesta en la mía.
—Corrección: ¿por qué el sexo es tan bueno contigo? —recalqué esa última palabra.
—Eso es porque soy irresistible —dijo con un tono de vanidad juguetón.
Mmm, yo no la habría llamado así.
—Eres una diosa experta que me vuelve loco y que me tiene cada día más enamorado. No puedo esperar el día en que los dos vivamos juntos. Quiero poder observarte cada noche dormir. Quiero que seas la última persona que vea al dormirme y la primera al despertarme. Eres mi cielo, bella flor. Te quiero mucho.
Le di un suave beso en la coronilla.
Una de sus manos reposaba en mi pecho desnudo y lo acariciaba.
—Yo también te quiero mucho, hombretón. Quiero lo mismo para mí, pero no quiero que nos precipitemos. ¿Y si te cansas tan rápido de mí?
La miré.
—No creo que logre cansarme de ti nunca. Además, si algún día necesitas espacio, solo me lo tienes que decir y te lo daré. Pero, por favor, prométeme que pensarás la idea de mudarte. —Hice un puchero.
Ella rió.
—No seas bobo. —Sonrió—. Está bien, te prometo que lo pensaré.
Y así, como si nada, una chispa de esperanza se encendió en mi pecho. En ese momento vivir con ella era lo que más ansiaba. Ojalá aceptara.
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Nota de autora:
¡Feliz semana, mis enredadas y enredados! ¿Qué tal ha sido el inicio de semana? Qué calor hace, ¿no?
¡Estamos a un capítulo de terminar! No me lo puedo creer. Qué corto se me ha hecho. También quiero disculparme por no haber actualizado ayer. Tuve tantas cosas que hacer que ni tuve tiempo de respirar casi. Pero hoy estoy aquí con un nuevo capítulo que espero que os haya gustado. Repasemos:
1. Derek en modo jefazo.
2. Elliana histérica.
3. Derelli en acción.
4. Derek siendo todo un amor.
5. Los fuegos artificiales.
6. ¡La semana que viene asistiremos a un desfile!
Quiero dedicar este capítulo a Invisible33333 por toda la ilusión que le pone a cada capítulo.
¿Qué os ha parecido? Creo que he incendiado Wattpad con este capítulo 😏🔥. Esto ha sido todo. Nos vemos el lunes que viene. Un beso enorme. Os quiero.
Landon's kiss ❤️.
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