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Capítulo 16: La gran noche

Capítulo 16: La gran noche

Había llegado el día y estaba acojonada. ¿Cómo debía comportarme? ¿Sería tan torpe como para montar un escándalo? Solo esperaba que no. Era una noche especial para Derek.

Diez minutos antes de venir a recogerme, me mandó un mensaje de texto:

"Estoy de camino, bella flor". Sonreí al leerlo.

Con las manos temblorosas por la emoción, le respondí:

"¡Qué bien! Tengo muchas ganas de verte".

La tarde anterior Emily me había interceptado en la salida y me había llevado a rastras con ella, dejándome con ganas de Derek. Pensaba darle una pequeña sorpresa esa noche, por todo lo atento que era él conmigo. Era un amor de hombre.

—Recuerda, Elli, sé tú misma. Les vas a gustar a esos grandes magnates.

Estaba que me subía por las paredes. Temía meter la pata o llamar demasiado la atención.

—Ojalá. —Me mordisqueé el labio inferior con nerviosismo, quitándome de forma distraída un poco del pintalabios que me había puestos.

—Venga, amiga, piensa en lo bueno de la noche. Tú y ese hombretón sexy y caliente juntos, una cena de gala y mucho sexo desenfrenado de postre.

A) El intento de broma de Winter no le funcionó. Seguía pensando en las posibilidades que tenía de meter la pata:

B) Podría tropezar con los tacones y caerme de culo delante de todos los fotógrafos. Derek vería lo patosa que era y me dejaría.

C) En cuanto un pez gordo del círculo de amigos de Derek me hablase, podría tartamudear o, incluso, decir alguna estupidez conociendo mi historial. Eso sí que no me lo perdonaría.

Cabía la posibilidad de derramar una copa de vino en la prenda de una de las grandes empresarias del país. Eso sí que sería un "Tierra trágame" cósmico.

—Piensa en que esta noche serás la envidia del país por ir del brazo de Derek Foster, el soltero más codiciado de Estados Unidos —intentó animarme Genevieve al mismo tiempo que me retocaba el maquillaje.

El portero sonó de repente. ¿Ya había llegado?

Iba a ir yo a responder, pero Winter se me adelantó.

—¿Sí? —Calló un momento escuchando lo que le decían desde el otro lado de la línea—. Sí, está aquí. Ahora baja. Cuídanosla, Derek. Está muy nerviosa.

—¡Winter! —grité intentando alcanzarla. Ella a modo de respuesta me tiró un beso.

—Ah, otra cosa. Más te vale portarte bien con ella, eh. Que ya nos conocemos. Nada de compartir fluidos hasta las doce.

—¡Winter Bryant, cierra la puta boca!

—Bueno, creo que Elli está insistente hoy, así que no creo que duréis mucho en la fiesta. —La mirada maligna de Winter dejaba muy claro que se estaba divirtiendo de lo lindo poniéndonos en una situación tan vergonzosa—. Tranquilo, ahora mismo baja.

Colgó y empezó a desternillarse de mí.

—No tiene gracia.

—¡Qué aburrida eres! Tendrías que verte la cara. Estás tan iluminada como un pequeño farolillo.

Bufé.

—No te enfades. Diviértete y, recuerda, pórtate mal esta noche.

.   .   .

Estaba flipando. Había una limusina delante de la puerta de mi casa. ¿Estaría soñando o de verdad me estaba pasando todo eso a mí? ¿Cómo era posible que un hombre tan guapo como lo era Derek se fijara en alguien tan común como yo?

—Siento lo de antes —me disculpé en cuanto me senté junto a él en la limusina. Los asientos eran muy cómodos.

—No pasa nada. —Mi sexy y caliente hombretón me dio un beso en los labios a modo de saludo.

—Sí que pasa. Algún día tendré que internar a Winter por demencia.

Él rió. Guió su nariz al hueco de mi cuello y se quedó ahí, tan tranquilo.

—Me gusta cómo hueles.

—Serás bobo. —Reí en cuanto su nariz tocó un punto muy sensible que me provocó una oleada de cosquillas—. Solo es el perfume que uso, Olympea.

—No sólo eso. Es tu esencia mezclada con esa colonia. Me embriagas y me hechizas.

Derek volvió a darme un beso, que terminó en toda una sesión de ellos. Por fortuna, estábamos separados del chófer por un cristal tintado de negro. Revolví el cabello castaño de Derek con las manos y él apoyó las suyas en mis caderas, acariciándolas con sutileza. Me estaba volviendo loca ese simple gesto.

—Me encanta cuando te pintas los labios —me dijo al separarnos—, pero me gusta más borrártelo con un beso.

Uf, la noche pintaba bien. No sé por qué estaba tan nerviosa. Me apoyé en su pecho lo poco que quedaba de trayecto, escuchando el latido de su corazón. Mientras tanto, él empezó a acariciarme el cabello, que me había dejado suelto, con los dedos. Me encantaba que me tocaran el pelo, ¿ya os lo he dicho? Me era tan relajante.

Unos golpecitos en el cristal nos sacaron de nuestra burbuja.

—Señor Foster, ya hemos llegado —habló el chófer, un señor cuarentón, al bajar el cristal que nos separaba.

—Muchas gracias por traernos, Marco. Le llamaré en cuanto lo necesite.

Marco nos abrió la puerta a ambos y en cuanto estuvimos en el frío aire de la noche, inclinó la cabeza con educación.

—Que pasen una buena noche. —Se tocó la gorra con la mano derecha.

—Igualmente. Ha sido un placer conocerlo —le dije con educación, brindándole una sonrisa dulce.

Nos alejamos un poco de la limusina y empezamos a caminar. Arrugué la nariz al darme cuenta de una cosa. Qué extraño. No nos había dejado en la entrada.

—Le he pedido a Marco que nos deje a una distancia considerable de Hotel Plaza Athenee. Así los paparazzis no nos acosarán tanto.

—Chico listo.

A medida que nos íbamos acercando, la maraña de fotógrafos y periodistas se iba a haciendo más visible. Derek me apretó la mano.

—¿Estás lista?

Lo miré. Su iris verde se había oscurecido. El traje le sentaba de miedo. Era tan guapo. ¿Qué no haría yo por él?

—Estoy lista. Confío en ti. Te quiero.

—Señor Foster, una foto más.

—Sonría a cámara.

—Señorita Jones, mire aquí.

Todo era un desmadre en la entrada. Los buitres estaban posicionados allí, a la espera de una buena fotografía. A mí lado, Elliana estaba tensa, lo sentía en su agarre y seriedad. En un momento dado, tiré de ella para captar su atención.

—Eh, mírame a mí. Solo existo yo aquí y ahora, ¿vale? —le susurré al oído.

Sentía que estaba abrumada, y lo veía normal. Una persona tan introvertida como ella no estaba acostumbrada a los flashes de las cámaras ni al ser el centro de atención en un evento tan importante como este.

—Una más, por favor.

Estuvimos diez minutos chupando frío como tontos por culpa de los paparazzis. Por suerte, mi bella flor había sido lista esa vez. A parte del vestido de noche que llevaba de un color azul francio que le resaltaba los ojos, llevaba una chaqueta a juego que le cubría los hombros. Estaba tan guapa y deslumbrante, la envidia de todas las mujeres. Lo mejor de todo era que ella no era consciente de lo bella que era en realidad y eso era lo que más me gustaba.

Cuando entramos en el edificio, uno de los mejores hoteles de lujo del país, la luz del recibidor nos cegó por un momento. Todo estaba decorado con minuciosidad y no había detalle que sobrase.

—¡Hala! —exclamó mi bella flor al ver las enormes columnas que había en la entrada y la decoración.

Era una entrada espaciosa, con el mostrador de atención al cliente a mano derecha. Una lámpara de araña de cristal colgaba del techo y había muchos adornos naturales.

—Sean bienvenidos a Hotel Plaza Athenee. Espero que disfruten de la velada —nos dijo uno de los encargados del hotel en cuanto nos vio entrar.

—Muchas gracias —fue la respuesta de Elliana seguida de una de sus sonrisas tan dulces.

Avanzamos por la estancia contemplándola embelesados hasta llegar al salón en el que se realizaba el evento. Tal y como sospechaba, estaba a tope de gente y al instante la mano de Elli se tensó. Se paró en seco al ver que la mayoría nos miraba.

—No creo que... No creo que pueda hacerlo —dijo con nerviosismo.

Oh, no.

La miré y la atraje hacia mí para pasarle una mano por los hombros. Me acerqué a su oído y le susurré:

—Bella flor, puedes hacerlo. Solo tienes que avanzar. No tengas miedo de lo que pueda pasar, vive el presente y diviértete. No pienses en lo malo.

Pero ella no me escuchaba. Tenía los ojos abiertos de par en par, al igual que la boca. Su pulso se había acelerado y sus mejillas tenían una tonalidad rosa adorable. Estaba hiperventilando.

—No puedo, no puedo —decía. Noté que se le estaban empañando los ojos.

Oh, oh.

La llevé a un lado, lejos de miradas indiscretas. La senté en una de las sillas del recibidor al mismo tiempo que yo me arrodillaba a su lado. Le acaricié la cara con suavidad y esperé a que ese pequeño ataque de pánico pasara.

—Lo estás haciendo muy bien, bella flor. Hemos pasado el primero nivel. Solo nos queda vencer a los mirones de la entrada. Sé que puedes hacerlo.

Su mirada triste se clavó en la mía.

—¿De verdad lo crees? ¿No crees que te estoy estropeando la velada?

La miré incrédulo.

—¿Estropearla? Que vengas conmigo es lo mejor. Te quiero a mi lado en todo momento. —Le guiñé un ojo.

Ella tomó una gran bocanada de aire.

—Gracias. —Sonrió con timidez—. Lo haré.

Se levantó con energías renovadas y empezó a caminar hacia la entrada del gran salón de baile. Ocurrió lo mismo que la primera vez —vieses por donde vieses, todos nos miraban con curiosidad y eso no le gustaba a Elliana—, pero, al contrario que la vez primera, fue capaz de adentrarse en la estancia con paso tímido y tembloroso. La guié, mostrándole todo mi apoyo y diciéndole en todo momento que lo estaba haciendo muy bien.

Lo primero que hice, fue presentarle a uno de mis socios. Lo bueno de mi acompañante era que a pesar de que al principio se mostraba tímida, después adquiría una soltura que al principio dejaba a uno con la palabra en la boca.

Tal y como supuse, les cayó muy bien a mis socios (le presenté a más de a uno). En un momento dado, me llegó un mensaje al teléfono móvil y sonreí al leerlo. Era hora de darle a mi bella flor su merecida sorpresa. Estaba hablando con el señor Williams, uno de lo empresarios más influyentes de la ciudad y el organizador del evento, siempre al lado de ella, cuando ocurrió. Elliana estaba atenta a todo lo que el hombre decía, fascinada. Era una persona curiosa por naturaleza y eso me gustaba mucho de ella.

—Ahora mismo estamos sumergidos en un nuevo proyecto para que los jóvenes que están en riesgo de exclusión social tengan la oportunidad de brillar. La biblioteca y la ludoteca son solo el principio. Es un proyecto muy ambicioso.

—Y muy interesante —le dijo ella—. Dice mucho de usted que quiera ayudarles.

Él le sonrió.

—Le diré un secreto, señorita...

—Jones, aunque puede tutearme, señor. Soy Elliana.

Su sonrisa se amplió y la mirada de ese hombre se posó en la mía.

—Ha hecho una buena elección, Derek. Es toda una joya. No la pierda.

Imité su gesto.

—Créame, me tiene para rato.

—¿Cuál es ese secreto, señor Williams? —le preguntó mi bella flor llena de interés.

Ese cincuentón volvió a centrar toda su atención de ella. Soltó una pequeña carcajada al verla tan impaciente.

—Le contaré. Yo también estuve en riesgo de exclusión social. Vivía en un barrio de mala monta y apenas podía con los estudios. Sin embargo, un día me dije: "Tengo que cambiar esto. No quiero ser un don nadie en esta vida". Mi ambición me ha llevado muy lejos.

—Ya se ve. Ha hecho un gran trabajo.

En un momento dado, el señor Williams se puso a hablar con una mujer unos años mayor que nosotros. Nos alejamos de la pintoresca pareja y, en ese instante, mis ojos se fijaron en que mi sorpresa ya había llegado.

Le apreté la mano a mi bella flor y, al captar su atención, le dije en voz baja:

—Quiero presentarte a alguien. Es una persona muy importante en mi vida y quiero que la conozcas.

Ella me miró con extrañeza, arrugando el ceño. No comprendía a qué me refería. Sonreí para mis adentros con maldad. Mejor.

—Claro.

Ellos estaban de espaldas a nosotros, una mujer ya entrada en los treinta años y dos hombres, uno de la edad de ella y el otro, de mi misma edad. Elliana no se esperaba la sorpresa que tenía para ella, un pequeño regalo que sabía que le haría mucha ilusión.

Cuando llegamos a su altura, me aclaré la garganta. Al instante, los tres se volvieron hacia nosotros y, ahí, en ese momento, al reconocerlos, una gran sonrisa se instaló en los labios de mi bella flor.

—¡Derek! —Madison me dio un abrazo de esos que te dejan sin respiración—. Pero qué guapo estás.

Ups, momento embarazoso. Tierra, trágame.

Después de que me soltase, Eric, el marido de Madison, me estrechó las manos, dándome un par de palmaditas en la espalda. Por último, Kevin me dio un abrazo similar al de su hermana.

—Chicos, quiero presentaros a Elliana Jones, mi novia —dije mientras la señalaba. Su sonrisa no se había borrado y sus mejillas habían adquirido una tonalidad rosa intensa. Era adorable.

Maddie la miró y le brindó una cálida sonrisa.

—Encantada de conocerte, muchacha. Ya era hora que este hombecito sentara cabeza. —Me señaló.

—¡Ya era hora de conocerte! Ya pensaba yo que mi amigo no quería presentarte por temor a que cayeras bajo mis encantos —bromeó Kevin.

Los iba a matar. ¿Por qué me ponían en ridículo delante de ella? Si yo no... Ah, vale. Todo tiene sentido ahora. Kevin se estaba vengando de la vez en la que le puse en un aprieto cuando conocía a Carly, su mujer. ¡Pero si solo fue una bromita de nada!

Elliana estaba sospechosamente callada y cuando la miré supe que se estaba conteniendo. Cuando abrió la boca, explotó la bomba:

—Los sueños son el reflejo de nuestros deseos más ocultos.

—¿Qué? —Los tres la miraban con extrañeza.

—El día y la noche están unidos y no serían día y noche si el día no le diera paso a la noche.

Debía callarla ya. Estaba nerviosa. Esto no había sido buena idea.

Le tapé la boca con las manos, en un intento por callarla. Ella mostró resistencia al principio, aunque luego se fue relajando.

—Lo siento, siempre dice tonterías cuando está nerviosa. Os aseguro que os encantará en cuanto se calme un poco. Además —añadí mirando a Madison Price, la estrella de Broadway más cotizada del año—, mi bella flor es una gran fan tuya, ¿verdad?

—Mmm mmm mmm —intentaba decir ella. En un momento dado, sentí una humedad viscosa en la palma.

—Iug. —Aparté la mano y la miré con seriedad—. ¿En serio me has chupado la mano?

Madison, Kevin y Eric se rieron ante tal situación.

—Debía hacerlo para que me dejaras responder. —Se encogió de hombros así, tan tranquila—. Por cierto, soy una gran fan de su trabajo, señorita Price. Es cierto lo que dice el gorila que tengo a mi lado, soy una gran admiradora suya. He ido a todos los musicales en los que ha actuado desde que me he mudado a Nueva York.

Era increíble la facilidad con la que se había relajado. Parecía que al final sí había sido buena idea presentarle a su ídolo después de todo.
Madison le sonrió.

—Qué encanto eres. ¿En qué trabajas?

—Soy traductora en la editorial FosterWords. Llevo casi dos años allí.

Eric Woods, a su lado, la miró maravillado.

—¿Eso quiere decir que dominas muchos idiomas?

Ella rió y yo con ella. Mi bella flor dominaba una cantidad desbordante de lenguas, desde la nuestra hasta el castellano, alemán e, incluso, si mal no recuerdo chapurreaba algo de ruso.

—Sé unos cuantos, sí. Deseo profundizar en el hindú y el japonés, pero nunca saco tiempo para ellos.

—Eres amante de los idiomas, entonces —puntualizó Kevin. Después, me miró a mí y añadió—: Me cae bien. ¡Por fin has dado con la indicada!

Elliana se puso roja como un tomate y soltó una pequeña risita. Parecía que la velada no podía ir mejor. Uno de mis mejores amigos había dado su visto bueno a mi bella flor y su hermana y cuñado también habían quedado maravillados bajo su encanto. ¿Cómo no hacerlo cuando era una de las personas con mejor corazón que había conocido?

La conversación siguió así, en ese ambiente tan tranquilo. Pronto Kevin y yo nos tuvimos que separar debido que no estábamos juntos en las mesas. Digamos que en un evento de tanta importancia los invitados y sus acompañantes tenían cierta mesa asignada.

La cena fue deliciosa. Me encantaba pasar mi tiempo en compañía de Elliana. Veía cómo atendía las demás conversaciones y cómo a veces participaba en ellas. En un momento dado, llamé su atención colocando mi mano sobre su rodilla.

—¿Todo bien? —quise saber. No parecía incómoda ni nada, pero por si acaso me sentía en la obligación de preguntarlo.

—Todo está perfecto. —Sonrió de esa manera tan suya que me volvía loco.

Me tenía completamente enamorado. No solo era su belleza exterior, tenía algo en su carácter que la hacía perfecta a mis ojos. Me gustaba que no fuera como el resto de mujeres de su edad. Era distinta y, a veces, un pelín rara; pero, admitámoslo, todos somos raros de alguna forma. Me encantaba cuando se ponía nerviosa y soltaba lo primero que se le pasaba por la cabeza; la sonrisa que se le formaba cuando resolvía un problema; el ceño fruncido cuando estaba concentrada; y las ganas de besarla que siempre me provocaba.

Todo estaba bien entre nosotros, o eso pensaba yo.

La cena transcurrió bien. Todo estuvo tranquilo hasta que ocurrió lo inesperado.

Estaba contándole una anécdota de mi infancia a mi bella flor cuando un hombre se le acercó por la espalda y, al pasar a su lado, le hizo una leve caricia en el cuello, tan sutil que si no hubiese estado frente a ella, no lo habría visto. El hombre, de nuestra edad, le guiñó un ojo al pasar a su lado. ¿Qué cojones estaba...?

Estaba flipando. Más desconcertado me dejó ver cómo los ojos cristalinos de Elliana se llenaban de lágrimas y cómo su labio empezó a temblar. La copa que tenía en la mano se le resbaló de los dedos, cayendo al suelo con un sonido estrepitoso. Hizo un movimiento raro con el que derramó una copa de vino de la mujer que estaba a su lado, bañándola en vino.

—Lo... Lo siento... Yo... Yo...

Elliana estaba fuera de sí. ¿Qué estaba pasando?

—Bella flor, ¿qué ocurre?

Estaba temblando. ¿Por qué se había puesto así de repente? ¿Qué había pasado como para que estuviese tan descompuesta?

Ella me miró. Vi terror en su mirada, tristeza y arrepentimiento. Sus palabras me dejaron helado.

—Ha vuelto, Derek. Tyler ha vuelto.

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Nota de autora:

¡Feliz lunes y feliz año nuevo, mis enredadas!

¿Qué tal ha sido vuestra navidad? ¿Habéis recibido muchos regalos?

Menudo capítulo. Ha estado lleno de emociones. Repasemos:

1. Noche de gala.

2. Los nervios de Elliana.

3. Derek en traje.

4. Conociendo a los socios y a los grandes magnates.

5. ¡Kevin, Maddie y Eric!

6. Problemas.

7. La aparición del imbécil y del gilipollas de Tyler.

Quiero dedicaros este capítulo a vosotras, mis lectoras. Gracias por leer esta historia y esperar con ansias un nuevo capítulo. Espero que la espera haya merecido la pena.

Esto ha sido todo. ¡Nos vemos el lunes! Un beso enorme.

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