Capítulo 13: Más
Capítulo 13: Más
Una llamada de teléfono me despertó al día siguiente con sobresalto. Era mi móvil, reconocía la melodía tan pegadiza que le había puesto. Me levanté de la cama de Derek (¿cómo narices había llegado allí? No recordaba haberme quedado dormida), y crucé su apartamento hasta llegar al recibidor. En efecto, allí estaba tirado mi bolso.
Lo cogí y hurgué en él, buscando a tientas mi bien más preciado y cuando lo hallé, atendí la llamada.
—¿Sí? —Ni siquiera había mirado quién era.
—Cariño. —En seguida reconocí la voz tan dulce de mi madre—. ¿Qué tal estás?
Sonreí.
—Muy bien, todo va sobre ruedas.
Para no quedarme de pie como un pasmarote, fui hacia el salón y me senté en el mismo sofá en el que Derek y yo habíamos tenido sexo salvaje.
Derek.
Tenía muchas ganas de que mamá lo conociera. Hacía mucho tiempo que me daba la vara con que tenía que salir más y conocer a mi media naranja. Si supiese realmente de qué manera nos habíamos conocido...
—¿Qué tal va la pastelería?
Mamá y papá dirigían su propia empresa de dulces en Phoenix. Poco a poco se habían hecho un nombre y hasta la gente de otros estados iba a visitarla. Recuerdo haber trabajado en verano allí en mis años de estudiante e incluso los fines de semana.
—Hemos tenido un pequeño contratiempo con uno de los hornos, pero hemos salido del apuro.
—¿Estás segura? ¿No quieres que os envíe algún ingreso extra? No me costaría nada.
—Oh, no cariño. No hace falta.
A lo lejos escuchaba el agua de la ducha. Derek estaba encerrado en el baño e incluso juraría que estaba cantando bajo la ducha. Se me ocurrió una idea pervertida.
—¿Con quién hablas? —escuché que le decía mi padre a lo lejos.
—Con Elli. —Incluso desde la distancia sabía a ciencia cierta que mamá lo miraba con adoración. Siempre había sido así. Aún recuerdo los días en los que, siendo Jay y yo pequeños, mamá y papá se lanzaban miraditas de complicidad. Hasta años después no comprendimos la razón de ello. Y es que aunque ya llevasen más de veinticinco años casados, la llama de su amor aún seguía latiendo con fuerza.
—Oh, ¿le has contado ya la noticia?
—¿Qué noticia? Mamá, ¿hay algo que tengas que contarme? —la acusé achinando los ojos, tal y como hacía siempre que la pillaba con las manos en la masa.
—Papá, Jay y yo iremos a Nueva York dentro de dos semanas. Queremos hacerte una visita, ya que hace ya varios meses que no nos vemos.
No fue una acusación ni un reproche, pero aun así sentí que me clavaban un puñal. En ningún momento de esos meses había pensado en ellos. Me sentía como una mala hija y hermana.
Mi familia vivía en Phoenix, en una pequeña ciudad. Allí era donde mi hermano y yo nos habíamos criado, pero para mí no fue suficiente. Necesitaba ver mundo y por casualidades de la vida acabé en Nueva York, una de mis ciudades favoritas. Jay, en cambio, decidió quedarse allí.
—¡Eso es fantástico! Tengo muchas ganas de presentaros a Derek.
—Y nosotros de conocerle, cariño. Si él te hace feliz, yo lo estaré. No quiero que vuelvas a sufrir.
La conversación entre mamá y yo duró otros largos quince minutos, en los que me narró cómo la señora Leitz, la mujer más cotilla de nuestro barrio, le preguntaba cada día sobre la relación que Derek y yo teníamos. En fin, mal bicho nunca muere.
—Es insoportable esa mujer —decía ella—. Bueno, Elli, debo colgarte. Papá quiere que vayamos a comprar un no-sé-qué para mejorar la conexión a Internet.
Sonreí. Mamá nunca cambiaría. De los dos, era la que peor puesta estaba en las nuevas tecnologías.
—Está bien, mamá. Te quiero.
—Y yo. Un beso enorme de parte de todos.
Ambas colgamos la llamada. Derek aún no había salido del baño. Perfecto. Era hora de efectuar mi plan diabólico.
Me acerqué a esa habitación, situada en frente de su dormitorio. Tomé el pomo de la puerta y lo giré, introduciéndome dentro. Aún no había salido de la ducha, puesto que el agua seguía corriendo. El vapor y el calor inundaban las cuatro paredes. Un olor dulzón se instaló en mis fosas nasales. Umm, olía a él.
Al principio no se dio cuenta, tan concentrado que estaba en la canción que estaba cantando. ¿Os había dicho ya que cantaba bien? Era todo un experto. Unos segundos después se giró para agarrar un poco de champú y en ese momento sus ojos esmeraldas se clavaron en los míos.
—¿Qué haces aq...?
Derek no llegó a terminar la frase, puesto que con una maestría que no me suele caracterizar, me deshice de la prenda que envolvía mi cuerpo, deslizándola hacia el suelo. Me quité las bragas y el sujetador mirándole de manera pervertida y lujuriosa. Una vez lista, me metí bajo el chorro.
El agua, que antes caía de la alcachofa, empezó a caer del panel que teníamos encima, empapándonos a los dos. En seguida sus manos expertas empezaron a recorrer mi cuerpo con adoración. Mis labios se unieron a los suyos en un beso cargado de sentimiento. Parecía que lleváramos meses sin hacer el amor cuando en realidad anoche lo habíamos hecho con pasión.
Sus labios fueron descendiendo desde mi cuello hasta mis pechos, sin dejar un solo milímetro de piel sin besar. Me sentía desfallecer de placer. Mientras tanto, mis manos se enredaban en su cabello, tironeándolo y jalando de él con fuerza, presa de la pasión que sentía.
Empezó a chuparme un pecho al mismo tiempo que una de sus manos jugaba con el otro pezón, endureciéndolo con cada roce. Mientras él se daba un festín con mis senos, yo jadeaba y gemía con descaro, sintiendo las piernas de gelatina. Sin lugar a dudas, ya estaba lista para abarcarlo.
—Por favor... —supliqué.
—Por favor, ¿qué? —Había un matiz de malicia en su voz.
Estaba tan cachonda en ese momento. Lo necesitaba dentro de mí.
—Más.
Dejó de jugar con mis pechos. Solté un quejido que fue acallado por sus labios sobre los míos. Era un beso salvaje, de esos que te dejan sin aliento y con ganas de más; de esos que te dan una pequeña pista de lo que sucederá a continuación.
Una de sus manos descendió hasta alcanzar mi monte de Venus. Acarició mi entrada con un dedo para instantes después introducirlo. Jadeé sobre su boca y empecé a crear fricción moviendo mis caderas. Un segundo dedo se introdujo en mí y ya ahí me desaté. Eché la cabeza hacia atrás y disfruté de la huella que él estaba dejando en mi interior.
—Más —supliqué fuera de mí.
Estaba a punto de correrme sobre sus dedos, lo sentía. Sus labios, sus dedos acariciando mi sexo, el calor... Todo ayudó para que en unos instantes tuviese mi primer orgasmo. Grité y tironeé de la cabellera de Derek con fuerza.
—Bella flor, ya sé que te gusta mucho mi pelo, pero a este paso me voy a quedar calvo antes de los treinta.
Sonreí por su comentario.
Una sesión de besos junto a un mete saca fue la que precedió a mi orgasmo. Sentía la erección de Derek en mi vientre. Estaba empalmado como nunca, ni siquiera anoche la tenía tan dura y palpitante. En medio de esos besos agarré su miembro con mis manos y empecé a masturbarlo con decisión. Me encantaba tenerlo a mi merced, suplicando. De su glande ya salía un poco de líquido preseminal. Quería que eyaculara sobre mí, pero, al parecer, Derek tenía otros planes.
—Quiero estar dentro de ti —me susurró con la voz ronca alejando mi mano de su sexo.
Colocó su pene en mi entrada resbaladiza y de un solo empujón me metió la mitad de su amiguito. Jadeé fuera de control.
—Más.
Se introdujo más y más en mí hasta que sus testículos chocaron con mi entrada. Empezó un suave mete y saca que desató un pequeño orgasmo en mí.
—Más.
Me cogió en volandas y me colocó contra la pared de la ducha. El vaho empañaba el cristal. Ahí empezó a embestirme con fuerza, teniendo él bajo control la situación. Yo, mientras tanto, gemía y gritaba su nombre con fuerza. Estaba aferrada a él, mordía su hombro con deseo mientras sentía cómo en mi centro se empezaba a formar un orgasmo de los buenos, que no tardó en llegar. Un par de embestidas después, sentí como me partía en dos y como mi sexo se contraía y convulsionaba alrededor del miembro de Derek.
—¡Sí! ¡Te quiero! —grité en ese momento.
Mi hombretón aceleró sus movimientos, buscando así su propia liberación. No tardó en llegar. Con un gruñido se corrió dentro de mí, llenándome con su semen. Nos dejamos caer sobre el suelo de la ducha, aún con el agua corriendo a nuestro alrededor. Seguía dentro de mí. Me salí de él con pesar, aunque continué entre sus piernas.
—Ha sido el mejor sexo mañanero del mundo —dijo él aún jadeando.
Sonreí con orgullo.
Nos levantamos y nos dimos una ducha juntos, aunque pronto sus manos traviesas me provocaron varios orgasmos más. Mi hombre indomable era insaciable.
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Nota de autora:
¡Feliz lunes, mis enredadas!
Derelli está on fire 😏😏🔥🔥. ¿Qué os ha parecido el capítulo? Repasemos:
1. Conversación madre e hija.
2. ¡Pronto recibiremos la visita de los señores Jones y conoceremos a Jay! ¿Cómo os lo imagináis?
3. Fuegos artificiales en la ducha 💥💥.
4. Elli está muy insaciable.
Este capítulo está dedicado a todas las lectoras que me han apoyado tanto desde el comienzo como las que se han sumado poco a poco. Gracias por hacer que los lunes sean especiales para mí, puesto que comparto con vosotras una parte de mí misma. Os quiero.
Esto ha sido todo. Nos vemos el próximo lunes. Un beso.
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