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Capítulo 1: Horas extras

Capítulo 1: Horas extras

Mis ojos estaban cansados de tenerlos posados sobre la pantalla de mi ordenador portátil durante tanto tiempo. Miré la hora en la parte inferior y suspiré con pesadez al pensar en que todavía me quedaba una media hora larga para terminar mi turno.

Reprimí un bostezo. Anoche apenas había pegado ojo por culpa de Derek. Se había dedicado a besarme y a acariciarme de esa manera tan suya que me hacía perder la cordura.

No habían pasado ni cinco minutos cuando la pantalla de mi teléfono se iluminó. Como lo tenía sobre la mesa de mi escritorio pude ver que se trataba de una notificación de Wattpad. Disimuladamente la abrí y al instante una sonrisa se instaló en mis labios.

Debo contaros muchas cosas. Había pasado un mes desde nuestra visita a la casa de los padres de Derek y desde entonces de la nada me había empezado a seguir en la plataforma naranja una persona que había leído de un tirón la novela que estaba subiendo. Todo había sido gracias a la insistencia de mis amigos, los que habían logrado que yo publicara una de mis tantas historias en aquella gran red social.

Tenía un nuevo comentario de ella (o de él, quién sabía de qué género era).

<<¡Oh, Dios mío! Por fin se han declarado amor. Madre mía lo tercos son los dos. Espero que todo les vaya bien. Por cierto, eres una de mis escritoras favoritas>>.

Me sonrojé sin poder evitarlo. Pero cuando alguien te regala unas palabras tan bonitas es imposible no hacerlo, ¿no creéis? Poco a poco iba confiando más en mí y en mis trabajos.

De pronto, alguien tocó una de las paredes de mi cubículo y me sobresalté. Instintivamente guardé con suma rapidez el apartó y posé de nuevo mi mirada en la pantalla, como si hubiese estado aquellos minutos centrada en vez de sumida en mis pensamientos.

—Tengo que hablar con usted, señorita Jones.

¡Cómo no! Últimamente Ingrid Land, mi jefa, estaba más estricta que de costumbre y, por ende, siempre acababa menospreciando mi trabajo.

—Claro. —Sonreí con toda la falsedad del universo.

Me levanté de mi silla y la seguí hasta su despacho, cuatro paredes muy sosas y desnudas que carecían de personalidad. De camino mi mirada se cruzó con la de Connor y Luke, quienes me preguntaron en silencio lo que ocurría. Me encogí de hombros a modo de respuesta y continué mi camino.

Al llegar, la insoportable de Ingrid me pidió que me sentara. La obedecí y esperé pacientemente a que me pidiera otro pequeño favor o trabajito. Había tenido que hacer muchos desde que la relación que tenía con Derek se había hecho pública. ¡Qué raro!

—Adelante, la escucho.

Ingrid, una mujer (había que admitirlo) muy guapa que ya habría entrado en la treintena, me miró con esos preciosos ojos avellana. Se reclinó en su asiento con total autoridad y sonrió con suficiencia.

—Necesito que hoy hagas horas extras. He visto que andas muy atrasada con la traducción y es esencial tenerla cuanto antes.

Abrí los ojos como platos y la miré con incredulidad. Esa sonrisilla ladina me estaba poniendo de los nervios.

¿Qué yo iba atrasada en mi trabajo? ¡Por favor! Si había trabajo durante tres semanas como si no hubiera un mañana en la traducción de esa historia. ¿Me estaba llamando incompetente a mí cuando ella era la más holgazana de todas? Si todos sabían que el cincuenta por ciento del tiempo que estaba en su puesto estaba metida en las redes sociales o acosando a los pobre hombres que tenía a su alrededor, incluido Derek.

Derek.

Sonreí al pensar en él y en lo atento que era conmigo. Había sido una afortunada.

Mi sonrisa se disipó en cuanto Ingrid abrió ese pozo de mierda que tenía por boca.

—Deja de sonreír. Veo que te falta más de un tornillo.

A la que le faltaba todo un grupo de esas piezas metálicas era a esa rubia exasperante.

—Discúlpeme, señorita Land, pero he trabajado muy duro. He invertido todo mi tiempo y energías en ese proyecto.

Ella negó con la cabeza.

—No el necesario. Veo que tiene mucho tiempo libre como para estar enredando con su teléfono en el trabajo. —En sus labios se dibujó una sonrisa lobuna y un "Te he pillado" brillaba en sus ojos—. Así que como recompensa de su actitud tan irresponsable sé quedará unas horas más en su empresa.

"Maldita zorra", pensé para mis adentros al mismo tiempo que apretaba con fuerza los puños.

Abrí la boca para replicar, pero la mirada penetrante de mi jefa hizo que me tragara las palabras. Bufé y al final asentí con la cabeza.

—Está bien, me quedaré hasta terminar el capítulo.

Pero, no, ella torció el gesto.

—Quiero que traduzcas otros dos capítulos más.

Genial, eso solo significaba que mi cita con Derek debía ser aplazada. ¡Con las ganas que tenía yo de ir al cine! Estúpido bicho.

—Como usted mande.

Me levanté y salí de ahí antes de que se le ocurriese otra gran idea.

Cuando llegué a mi cubículo, le envié un rápido correo a Derek.

"Para: Derek.

De: Elliana.

Hombretón sexy y caliente:

Me temo que nuestra cita de esta tarde ha sido cancelada de repente.

Siento dejarte tirado a última hora, pero la estúpida de mi jefa me ha ordenado que acabe un trabajo. Te lo compensaré, lo prometo.

Te quiere,

Elliana.

P.D: ¿Por qué eres tan irresistible?"

Pulsé enviar y me centré de nuevo en mi trabajo. Cuanto antes comenzara antes terminaría. Eso es. Debía mantenerme positiva.

Poco después de que mis compañeros de piso se hubiesen marchado, me llegó la respuesta de él. Abrí el correo y sonreí como una boba al leer sus palabras.

"Para: Elliana.

De: Derek.

Mi bella flor:

¿Otra vez? Es la quinta vez en estas dos semanas. Creo que debería hablar con ella al respecto.

No pasa nada, ya tendremos tiempo de verla. Sé que tenías muchas ganas de ir y yo de acurrucarme a tu lado.

Siempre te esperaré,

Derek."

Oh, no. Lo que menos quería era eso. Odiaba que las personas creyesen que al ser la novia de Derek gozaba de algún privilegio.

Rápidamente, le redacté un mensaje en el que le aclaraba las cosas.

"Para: Derek.

De: Ellina.

Mi dulce hombre:

No hace falta, en serio lo digo. Sé que es mi trabajo. Además, me viene de perlas ese dinero extra.

¿Qué te parece si nos vemos mañana por la tarde? Ahora que empieza el buen tiempo me encantaría probar los smothies de ese local que acaban de abrir. Ya sabes que adoro los dulces.

Fingiendo que trabaja,

Elliana.

P.D: espero que estés pensando en mí ;)"

Después de enviarlo, me puse manos a la obra. Lo que menos quería era que esa zorra me volviera a pillar holgazaneando.

.   .   .

Las puertas metálicas del ascensor se abrieron y de inmediato un grito infantil me sacó de mi nube de ensoñación.

—¡Elli!

En cuanto salí de esa caja metálica, los delgados bracitos de la pequeña Leyre me envolvieron por completo. Su rostro infantil se había iluminado al esbozársele una gran sonrisa de oreja a oreja.

—¡Leyre! —le respondí con el mismo entusiasmo.

—Mami me llevaba a dar un paseo, ¿a que sí? —dijo la pequeña volviéndose hacia Mary.

—¿Tan tarde? —Alcé una ceja. Era extraño. Eran casi las nueve y mañana la niña tenía colegio.

Mary carraspeó y sin soltar a Leyre, ambas la miramos.

—En realidad la llevaba al supermercado. Se me ha olvidado comprar un par de cosas.

—¿Quieres que me quede con ella? —le pregunté mirando a su hija—. Sabes que lo haré encantada.

Ella sonrió. Leyre había heredado de ella la misma sonrisa.

—Sería genial, pero no quiero abusar de ti. Seguro que estás cansada por el trabajo.

—¡Qué va! —mentí—. Déjame las llaves, que ya voy preparando la cena.

Mary era mi vecina. Había tenido a Leyre siendo bien joven, pero no se había dado por vencida en ningún momento. El padre de la niña la había negado, ese idiota con el que la pobre mujer tuvo la desgracia de toparse en el pasado. Ella quería con locura a su hija y en todo momento lo demostraba.

Para mí Mary era un modelo a seguir, alguien que no se había dado por vencido pese a las adversidades. Había sido toda una fortuna conocerla. Ella era todo un diamante en bruto. Además, adoraba a esa pequeña granuja.

—Está bien —dijo dando su brazo a torcer. Leyre dio un grito de júbilo que se escuchó por todo el pasillo debido al eco—. Escúchame, tesoro. Pórtate bien, ¿vale?

La niña no perdió la sonrisa en todo momento. Me abrazó con más fuerza.

—Sí, mami.

En cuanto Mary me tendió las llaves y desapareció, entré en su apartamento. A diferencia del nuestro que estaba al final del pasillo, el de esa mujer estaba nada más salir del ascensor, lo que a veces era todo un puntazo. Por ejemplo, cuando una venía cargada con las bolsas del supermercado.

Entramos y nada más hacerlo, encendí las luces. Me gustaba lo que veía —tampoco es que fuera la primera vez que estaba allí. Ni de lejos. Había estado un millar de veces cuando a su hija—. La casa tenía una cocina abierta al salón, dos habitaciones y un baño. Era acogedora y hogareña, y estaba muy bien decorada.

Dejé el bolso en uno de los sofás grises y suspiré.

—¿Te has bañado ya, Leyre?

La niña me miró con sus grandes ojos marrones.

—No.

—Pues, venga. Eso va a ser lo primero. Voy preparando el agua mientras tú vas a tu habitación a por un pijama, ¿vale?

—Sí, Elli.

Sonreí y me metí en esa estancia llena de baldosa blancas en el suelo y azul cielo en las paredes. Me acerqué a la bañera y la llené con agua caliente mientras vertía un poco de jabón. Sabía por experiencia que a Leyre le encantaban las burbujas.

—¡Ya estoy lista! —gritó la pequeña muy cerca de mí.

Menudo susto me dio.

—Leyre, ¿qué he tengo dicho un millón de veces? —La miré seria.

Ella me sonrió de forma inocente.

—Que no se debe gritar.

La desvestí y la metí en la bañera. Como habréis deducido, acabé igual o más empapada que ella. Pero, ¿qué se le iba a hacer? Entre que habíamos empezado una guerra de espuma y que había empezado a salpicarla a modo de juego... Digamos que seca, lo que se dice seca, no terminé.

Saqué a la niña de la tina y la sequé con su albornoz de gatitos. Era tan mono. Incluso la capucha tenía dos orejas. Después de eso, la ayudé a vestirse y le sequé el pelo. Recuerdo una vez hacía dos años en la que no lo hice y la niña terminó con un resfriado de aúpa. Mary se enfadó muchísimo conmigo, por lo que ahora siempre lo hacía.

—Ya estás lista, preciosa.

—Muchas gracias por ayudarme.

¿Ya os he dicho que Leyre era muy educada? Su madre le estaba inculcando muy buenos modales.

Le di un beso en la mejilla y le ayudé a bajarse del pequeño taburete. Eran tan bajita que de no tenerlo, me haría mucho daño en la espalda por estar tanto tiempo encorvada.

Me gustaba cuidarla. No sabría decir por qué, pero me gustaba. Quizás porque con ella podía ser igual de infantil que ella. Podría ser.

Cuando Mary llegó, Leyre ya había cenado y se había quedado frita en el sofá mientras veíamos una película Disney. Su cabecita estaba sobre mis rodillas; por esa razón no pude levantarme para recibirla. Ella, en cambio, sonrió al ver la escena.

—Deja, ya me encargo yo —dijo al mismo tiempo que dejaba las bolsas sobre la encimera con cuidado de no hacer mucho ruido. Se acercó a nosotras y la cogió entre sus brazos con sumo mimo—. No te muevas.

—Sí, señora. —Sonreí.

Mientras la llevaba a su dormitorio, apagué la televisión y acomodé la estancia lo mejor que pude. Cuando volvió, en su rostro brillaba la mayor de las sonrisas.

Se sentó a mi lado en el sofá y me miró con una mirada de agradecimiento.

—Muchas gracias por cuidarla, Elli. Eres todo un encanto.

Le resté importancia con un gesto de la mano.

—No hay por qué darlas, Mary. Es lo que haría una buena vecina y amiga.

—¿Quieres quedarte a cenar? Huele muy bien. —Olfateó el aire como si fuese un sabueso y eso me hizo mucha gracia, tanta que no pude evitar soltar un par de carcajadas.

—Claro. Había hecho de más de todos modos.

—Es lo mínimo que puedo ofrecerte después de que hayas cuidado de mi pequeño tesoro. ¿Qué tal se ha portado, a todo esto?

—Mejor que nunca. ¿Sabías que ella me ha ayudado a cocinar?

A Mary se le iluminó la mirada.

—Vaya, ¿en serio? —Asentí—. Últimamente también me ayuda en la cocina. Creo que le está cogiendo el gusto.

—Puede ser. Los niños ya desde tan pequeños empiezan a desarrollar sus aficiones y gustos.

Mary me escuchaba con aire pensativo, como si en su cabeza le estuviera dando vueltas a algo.

—Había estado pensado en que este fin de semana quiero cocinar galletas con ella, ya sabes, esas que tanto os gustan a ti y a tus amigas,

Oh, sí. Las famosas galletas de Mary. Era tan suaves y deliciosas, y, lo mejor, ¡eran de chocolate!

—¿Ah, sí? —Intenté no mostrar mucha ilusión.

—Te puedo hacer una cesta si quieres. Sé cuánto os gustan. Tómalo como un pequeño pago por lo de hoy.

La miré.

—No debes preocuparte, tómalo como un favor.

Ella me cogió las manos.

—Sabes que me encanta malcriaros. Además, adoro cocinar dulces. —De pronto, miró la hora en su reloj de muñeca y se levantó del susto. La miré con una mezcla de diversión y extrañeza en la mirada—. Es muy tarde y tú mañana tienes trabajo que hacer. Vayamos a cenar.

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Nota de autora:

¡Feliz lunes y sorpresa, mis enredadas!

Sé que dije que publicaría el 16 de octubre, pero estoy tan contenta que he decidido adelantarme una semana. ¿Por qué estoy feliz? ¡Porque Palabras Enredadas ha llegado a superar los 50K de visitas y Polos Opuestos supera ya el millón! No solo eso. Esta segunda parte, solo teniendo la sinopsis, ha superado las 400 visitas. Muchas gracias por hacer de mi sueño una realidad.

¿Os ha gustado la sorpresa? Repasemos:

1. Elli vs. Ingrid. ¿Quién ganará?

2. Maldita perra sea Ingrid por hacer que Elli pierda una cita con nuestro Derek.

3. Momento Derelli con mensajitos.

4. Leyre y sus travesuras.

5. Conociendo a Mary.

Este primer capítulo está dedicado a todos vosotros, lectores. Hacéis que pueda cumplir mi sueño de ser escritora.

¿Qué os ha parecido este primer capítulo? ¿Os ha gustado?

¡Nos vemos en un rato!

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