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Capítulo 1. El rey de Arendelle

Jack Frost había vuelto a pelear con Conejo –otra vez–.

Estaba tan molesto que no quiso quedarse en el Polo Norte con los demás guardianes, pues tendía a desquitarse con ellos cuando se enojaba y no pensaba de manera objetiva, así que era mejor alejarse.

Era de noche, se fue volando sin dirección establecida; llegó a pensar que ir a la ciudad a ver a los niños le levantaría el animo, pero por la hora que era, dedujo que ninguno estaría despierto para jugar con él; así que no tenía caso.

Se dejó llevar por el viento helado del ocaso y por pura inercia, terminó en el lugar donde todo empezó: el lago en medio del bosque bajo la luz de la luna.

No sabía por qué había ido a ese lugar, le daba nostalgia, algo lo había llevado ahí, un sentimiento instalado en su pecho que se infló más por dentro al contemplar el terreno cubierto de nieve; lucía exactamente igual que la noche en que su segunda vida comenzó: árboles secos cubiertos de esa helada masa blanca y suave sobre las ramas y el suelo, el agua congelada recibiendo el puritano resplandor de la luna llena. Esa noche, aquel lugar se veía especialmente hermoso.

Al mirar el cielo, tuvo la necesidad de intentar hablar con la luna, aunque esperaba que no le respondiera.

— Hey, hombre de la luna— Comenzó. — ¿Por qué Conejo es tan gruñón? ¿De verdad es un guardian que divierte a los niños?

Se reía consigo mismo. Se puso a recordar la broma que intentó gastarle al conejo de pascua, al pensar en ello, terminó por aceptar que no había sido una buena idea.

A veces sentía que no encajaba realmente con sus amigos guardianes; ellos llevaban muchísimo más tiempo haciendo lo que hacen. En repetidas ocasiones se sentía como un niño entre adultos aburridos.

De repente, el resplandor reflejado en la superficie del lago congelado brilló de manera inusual, pero no a causa de la luna, en realidad, era como si estuviese emitiendo su propia luz desde el centro, pero lucía un poco extraña.

Se formó un pequeño remolino de un azulado transparente que se iba agrandando, expandiéndose por el lago.

¿Se estaría derritiendo? No, eso no parecía el agua debajo de la capa de hielo; además, así no debía derretirse, se veía más bien como si fuera magia.

Jack observó esa extraña manifestación de la naturaleza con los ojos agrandados de la impresión. Retrocedió instintivamente por precaución elevándose en el aire, sosteniendo su bastón al frente como protección.

Su cuerpo se agitó del susto cuando sorpresivamente, una mano salió sorpresivamente de aquel portal agarrándose a la orilla del lago.

Jack se ocultó tras un árbol, observando desde su escondite, y ahí contempló una figura emerger de la luminosa distorción magica en el hielo; la figura de un hombre empapado que escurría chorros de agua al sacar el resto de su cuerpo a tierra firme.

Jack contempló con impresión como las gotas que se deslizaban por todo su ser, se congelaron en el aire mientras caían transformándose en pedacitos de cristal que cayeron en la nieve.

Habiéndose despojado misteriosamente de la humedad, pudo contemplar la atrapante apariencia de aquel misterioso hombre. Un hombre alto de rubio cabello peinado hacia atrás, tan claro que podría considerarse albino. Alcanzaba a distinguir su perfecta y blanca piel. Su ropaje era lo más destacante a la vista: un traje exótico y elegante de tela azul brillante semi transparente como el hielo, adherido perfectamente a su atractiva figura.

Aunque estaba de espaldas a Jack, este podía sentir y ver su elegante porte, tan sobresaliente y acojedor.

Cuando el misterioso desconocido giró sobre sus talones, Jack volvió a ocultarse tras el árbol, pensó que había sido descubierto, pero cuando volvió a azomarse discretamente, parecía no haber sido notado por aquel hombre que lucía como alguien de la alta sociedad, una persona de una jerarquía muy opuesta a la que tuvo en su vida antes de ser un guardián.

Lucía como un principe. ¿Era eso posible?

"Qué tontería", pensó mofándose de su propio pensamiento.

Los cuentos de hadas eran para niños precisamente por su falta de realismo, por esa fantasía e inocencia.

No podía existir alguien tan perfecto en el mundo.

¿En serio acababa de pensar eso?

Volvió a fijarse en el desconocido que daba la impresión de estar alterado, parece que estaba perdido.

Jack se preguntó se debía salir para ayudarlo.

¿Por qué no debería? A decir verdad, si lo pensaba, se veía como un tonto ocultándose de alguien que probablemente necesitaba ayuda.

Pero...

¿Podría verlo? ¿O escucharlo? Es decir, se trataba de un adulto joven que había salido de la nada.

Estrujó entre sus manos su bastón con fuerza, decidido a salir de su escondite en un par de pasos para recibir una respuesta acerca de lo que se cuestionaba. Antes de dar el segundo, el crujir de una rama bajo su pie desnudo llamó la atención de aquel hombre rubio, casi albino.

Al girar en su dirección, a Jack lo tomó por sorpresa el resplandor gélido y brillante que salió disparado directamente de la mano del joven, y que al chocar en el troco en el que él se escondía, se transformó en una fina capa de hielo sólido.

— ¡¿Qué de...?!—. Jack se vio obligado a salir presurosamente de un salto, perdiendo el equilibrio y quedando expuesto sobre la nieve, sin darle tiempo a procesar lo que acababa de presenciar.

Ante la proximidad de un segundo ataque, Frost se puso a la defensiva posicionando su arma frente a su cuerpo y se elevó por los cielos sin apartar la vista de su atacante, al que se le abrieron los ojos desorbitados de la sorpresa, mostrándole al guardian el azul celeste de sus ojos, con la luz de la luna dándole a la espalda, resaltándolos aún más.

— ¡Hey, espera!—. Ignorando la demanda, el rubio emitió un segundo ataque, que fue respondido por el peliblanco. Ambas magias colisionaron causando una explosión brillante de viento helado, cuyo estruendo provocó una enorme ráfaga helada que se expandió por todo el bosque.

Ambos chicos, aturdidos por el fuerte azote, contemplaron los restos de la magia en el aire en forma de diminutos copos blancos y chispas de hielo que parecían estrellas cayendo.

— ¡¿Quien eres?!—. Interrogó demandante el atractivo forastero, cuya voz se asemejaba a una melodía glacial que por primera vez, otorgó en Frost un escalofrío al escucharlo.

— No me ataques, no quiero pelear—. Jack agitó sus manos con cautela, como si deseara disipar intenciones hostiles entre ambos, fue entonces que se dio cuenta de algo importante.

— ¿Cómo es que puedes verme?— Descendió con lentitud mientras era contemplado por el hombre que procesaba desconcertado lo vivido.

— ¿Qué?

— Ah, cierto... Olvidé que acabas de salir de una especie de portal mágico y probablemente no sabes sobre mí, como... casi todo el mundo. Pero el punto es que normalmente, la gente no puede verme ni escucharme.

— ¿Cómo? No estoy entendiendo nada de lo que dices —Habló desorientado. — Primero dime: ¿Quién eres? ¿Dónde estoy? Y, ¿cómo llegué aquí?— Al fijarse en sus pies, el rubio contrajo su rostro de la sorpresa. —¡¿Dónde están tus zapatos?! Caminas descalso sobre la nieve.

— Ah, ¿esto? Los zapatos son incómodos. Estamos en el Polo Norte. Cómo llegaste aquí; ni idea, y mi nombre, es Jack Frost— El albino se acercó lentamente al desconocido joven ofreciéndole su mano. —Un placer—. Esperó a que le correspondiera el saludo, pero el hombre no parecía seguro de querer simpatizar con él.

— Vaya, conozco a alguien casi tan huraño como tú—. Desvió la mirada agitándose el cabello por la ambientación incómoda. — Y sobre lo de hace un momento, tus poderes se parecen a los míos.

El más alto puso una expresión anonadada.

— ¿Cómo los obtuviste? Yo caí en un lago congelado.

— Yo... nací con ellos.

Al escucharlo, un click en la cabeza de Jack transformó su semblante y trajo a su mente nostálgicas memorias borrosas y confusas y de repente, la imagen del desconocido que yacía frente a él, ya no era tan desconocido.

— ¿Cuál es tu nombre?

— Soy Exon, el rey de Arendelle.

💠💠💠

Notas: Historia especialmente dedicada a mi mejor amiga y hermana de sangre QueenElsiFrost

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