CAPÍTULO XIII
Mohamed ya no encontraba consuelo después de la muerte de su hijo Ibrahim (de la cual habían pasado ya 3 años) veia como poco a poco la posibilidad de que la dinastía Otomana desapareciera con él.
Nunca volvió a llamar a otra mujer a sus aposentos, ni su madre se atrevía a enviarle concubinas, pensaban que había una maldición en la familia que hacia que los hijos del Sultán tuvieran una muerte prematura, así que no querían volver a sufrir el deceso de otro príncipe.
En cuanto a la muchacha que era la madre del Şehzade Ibrahim, se le había perdonado la vida, pero fue expulsada del palacio y la casaron con un mercader de Estambul que recientemente había enviudado.
Mohamed pasaba la mayor parte de su tiempo concentrado en los asuntos del estado y conquistando nuevos territorios en el norte de África y en una ocasión trató de conquistar la isla griega de Rodas, pero esto terminó en un total fracaso y esto frustró mucho al Sultán.
-adelante- dice Mohamed de mala gana cuando tocan la puerta de sus aposentos, su actitud se debia a que acababa de regresar de su fracaso en Rodas
-su majestad- dice Murad Paşha entrando y haciendo una reverencia
-¿Qué es lo que quieres?-
-vera majestad- se asegura de que los guardias no estén escuchando para poder hablar de manera informal con su mejor amigo -Mohamed, se que en estos momentos te debes estar sintiendo frustrado por nuestro fracaso en Rodas-
-pues claro que lo estoy Murad, si hubiéramos tenido éxito en esa conquista, nuestro Imperio Otomano estuviera compitiendo en el comercio con Venecia y Génova-
-eso lo sé, pero creo que de este fracaso puedes aprender algo-
-¿Cómo que?-
-que no siempre vas a ganar, que esta derrota puede que no sea la última que tendrás-
-tienes razón Murad, no siempre saldré victorioso, no soy perfecto, solo Alá lo es-
-es verdad Mohamed-
-sí- derrepente se empieza a sentir débil y comienza a toser
-Mohamed ¿Estás bien?-
-no- vuelve a toser, pero mas fuerte -llama al médico- camina lentamente hacia su cama para sentarse
-está bien-
El médico estaba desde hacia 2 horas revisando al Sultán en sus aposentos, varios de los cercanos a Mohamed estaban expectantes a lo que el doctor tenía que decir.
-espero que lo que tenga mi hermano sea algo pasajero- comenta Handan
-pienso lo mismo hermana- afirma Selma -nuestro hermano aún es un hombre joven con un gran futuro por delante-
-es verdad Selma- dice Fatma y se dirige a Handan -y Handan, no debiste venir, con todo esto sobre la salud de tu hermano, el estrés podría ocasionarte problemas debido a tu condición- y la madre sultana estaba en lo cierto, pues Handan estaba embarazada de su tercer hijo
-su majestad es mi hermano madre- dice Handan -y quiero apoyarlo-
Derrepente, las puertas de los aposentos del Sultán se abren y el médico sale.
-sultanas- dice el médico haciéndole una reverencia a la madre y a las hermanas del Sultán
-¿Cómo está mi hijo?- pregunta Fatma
-le seré sincero sultana, su majestad tiene una enfermedad grave, de seguro la contrajo cuando fue a Rodas-
-¿Y se va a recuperar?-
-me temo que hay pocas posibilidades de que sobreviva, solo un milagro de Alá podría salvarlo-
-no- comienza a llorar y su hija Handan y su hijastra Selma tratan de consolarla -quiero ver a mi hijo-
-no creo que sea conveniente, la enfermedad de su majestad puede ser contagiosa-
-pero tú entraste-
-fue porque soy médico y tuve mis precauciones-
-tal vez, pero yo sobreviví hace años a la viruela cuando ya todos daban por sentado que moriría-
-¿Hace cuanto fue eso?- pregunta Handan
-tú tenías un año de edad Handan-
-está bien sultana, pase- dice el médico y Fatma entra
-hijo mío, mi león-
-madre ¿Qué...haces...aquí?- pregunta Mohamed de forma débil y pausada
-quería ver como estabas-
-está bien madre-
-le rezaré a Alá para que te mejores-
-no creo...que eso...vaya a...pasar-
-claro que sí, vas a recuperarte y a seguir siendo Mohamed Umar "El Grande", Sultán del Imperio Otomano-
-¿Y es grave la condición de su majestad?- le pregunta Alí Shakir Paşha a su hijo Lüfti Bey
-por lo que escuché, así lo es- responde Lüfti -el médico no le da muchas esperanzas-
-si su majestad muere, la dinastía otomana se terminará-
-no del todo padre-
-¿Por qué lo dices?-
-aún estamos los dos ¿Acaso no eres un hijo del difunto Sultán Kasim "El Severo"? ¿Acaso no eres un príncipe otomano?-
-sí, lo soy, pero renuncié a mi título de Şehzade y a mi derecho al trono cuando me convertí en gran visir-
-pero si mi primo el Sultán muere, deberas volver a tener derecho al trono y convertirte en el Sultán Alí Shakir Khan-
-si esa es la única alternativa, tendré que ascender al trono y tu serás el Şehzade Lüfti-
-exactamente padre-
Mohamed estaba agonizando, ya llevaba varios días en esas condiciones y temía morir y dejar solas a su madre y a sus hermanas, pero por sobre todo, temía no volver a ver a Hadassa.
-Hadassa...pequeña- comenzó a decir Mohamed -temo morir sin volver a ver tu rostro en algo más que mis recuerdos. Quiero verte de nuevo- derrepente sintió un escalofrío recorrer su espalda que lo hizo sentir mejor. Luego ve que la puerta se abre dejando ver al médico
-su majestad- dice el médico entrando y haciendo una reverencia -vengo a revisarlo-
-está bien-
El médico comienza su labor y al terminar el chequeo, se sorprendió ver una mejoría en el Sultán.
-¡Esto es un milagro!- exclama el médico cuando termina de revisar al Sultán
-¿Qué cosa es un milagro?- pregunta Mohamed algo confundido
-que usted está mejorando-
-¿De veras?-
-así es majestad, de hecho, pienso que en unos pocos días estará totalmente recuperado-
-me alegra recibir esa noticia-
Y así fue, en menos de 5 días, Mohamed estaba con su salud completamente restaurada.
Durante el tiempo en que Mohamed estuvo enfermo, en Estambul se especuló que ya había muerto y una revuelta estuvo a punto de suceder, pero afortunadamente, el Sultán se presentó públicamente para calmar a los ciudadanos de la capital.
-¡Atención! ¡Su majestad el Sultán Mohamed Umar "El Grande"!- dijo un jenizaro anunciando al Sultán
-mi querida gente de Estambul- comenzó a decir Mohamed -me consta que hubo mucha especulación sobre mi estado de salud, pero aquí estoy, completamente sano y dirigiendome a ustedes. Fue por obra y gracia de Alá todopoderoso que pude superar mi enfermedad y ahora podré seguir con mi labor de dirigir al gran Imperio Otomano y hacerlo aún mas grande y glorioso-
-¡Larga vida al Sultán Mohamed Umar! ¡Que Alá guíe su espada! ¡Larga vida al Sultán Mohamed Umar! ¡Que Alá guíe su espada!- comenzaron a gritar a coro las personas de Estambul que se encontraban allí
El Sultán estaba de vuelta en sus aposentos pensando en la reunión que tuvo con el pueblo y por sobre todo, en una persona que vió cuando ya la gente se comenzó a ir a sus hogares: había visto a Bayaceto entre la multitud. Este suceso hizo que tomara la decisión de volver a la cabaña de los dos hermanos, sin que le importara las consecuencias, quería con todo su corazón volver a ver a la pequeña Hadassa.
-adelante- ordena Mohamed cuando tocan la puerta y su madre aparece en su campo de visión
-mi León- dice Fatma acercándose a su hijo para darle un abrazo
-mi querida madre- dice Mohamed tomando la mano de su madre para luego besarla y llevarla a su frente
-te lo dije hijo mío, te dije que ibas a recuperarte-
-y tuviste toda la razón madre-
-así es Mohamed-
-madre, hoy en a multitud ví a alguien que me llamó la atención-
-¿A quién?-
-a Bayaceto-
-¿Bayaceto? ¿Quién es ese tal Bayaceto?-
-Bayaceto madre-
-ahhh, ese Bayaceto, ya lo recuerdo ¿Enserio lo viste?-
-así es-
-¿Y Hadassa estaba con él?-
-no, a ella no la vi, creo- se queda viendo a su madre
-por tu expresión, se que planeas algo ¿Acaso vas a ir a la cabaña en donde viven?-
-por supuesto madre, iré mañana y si de pronto surge algo en el palacio mientras esté allí, quiero que inventes cualquier excusa para decir que no podré ir-
-eso podría tener consecuencias terribles, pero te ayudaré hijo-
-gracias madre-
Después de haber ido a la presentación pública del Sultán Mohamed Umar, Bayaceto fue a su casa para decirle todo a su hermana.
-¿Y bien? ¿Qué pasó? ¿Él se recuperó o presentaron a un nuevo Sultán?- pregunta Hadassa con intriga
-tranquila hermana, Mohamed se recuperó y se presentó antes todos los de Estambul- respondió Bayaceto
-gracias a Alá que escuchó mis plegarias-
-¿Acaso rezaste por él?-
-claro que sí Bayaceto, cuando nuestro tío Yahya Ağa vino y nos dijo que el Sultán enfermó gravemente, le empecé a rezar a Alá para que se mejorara. No sé que hubiera hecho si Mohamed moría- empieza a sollozar y su hermano la abraza
-tranquila Hadassa, por fortuna no ocurrió eso-
-yo amo a Mohamed desde que era una niña y me hubiera dolido su muerte-
-soy consciente del cariño y el amor que sientes por él-
-solo espero que algún día nos volvamos a encontrar-
Al día siguiente, Mohamed comenzó a cumplir con su palabra, así que buscó el anillo mágico que le habían regalado y al encontrarlo, se lo puso para después usarlo y aparecer cerca de la cabaña de los dos hermanos, aunque lo suficientemente lejos como para que nadie lo viera.
Bayaceto estaba afuera de la cabaña cortando con su hacha algunos troncos cortos que le iban a servir como leña para cuando el invierno llegara, Hadassa le estaba ayudando con eso, llevando los trozos ya cortados de madera para adentro de la cabaña y almacenarlos en la bodega.
-Bayaceto- dice Mohamed caminando hacia Bayaceto y este último deja de cortar los troncos
-¿Mohamed? ¿Qué haces aquí?- pregunta Bayaceto sorprendido de ver al Sultán
-vengo a ver a la pequeña Hadassa, a esa niña que me cautivó-
-está bien- tira su hacha a un lado -pero hay un pequeño problema-
-¿Cuál?-
-que mi hermana dejó de ser una niña hace ya mucho tiempo-
-¿A que te refieres?-
-hermano, creo que ya hay suficiente...- dice Hadassa saliendo de la cabaña, pero termina de hablar abruptamente cuando ve a Mohamed -¿Mo...Mohamed? ¿Eres tú?-
-sí Hadassa, soy yo-
-¡Mohamed!- corre hacia él para abrazarlo
-Hadassa- dice Mohamed mientras corresponde el abrazo
-te extrañé Mohamed-
-yo también Hadassa- se separa un poco de ella para verla mejor -has crecido mucho-
-pasaron casi 8 años desde la última vez que nos vimos-
-sí lo sé, y en todo ese tiempo nunca me imaginé que crecieras tanto-
-gracias ¿Sabes? Una vez mi hermano Bayaceto me dijo que no iba a verte otra vez-
-es verdad- admite Bayaceto -supuse que como te habias convertido en Sultán, no tendrías tiempo de venir. Tal parece que me equivoqué-
El Sultán se quedó un rato allí afuera con los dos hermanos, recordando, sentados en el tronco de un árbol caido, viejas anécdotas pasadas y contando todo lo que había pasado en los últimos 8 años. Todo el tiempo, Mohamed no dejaba de mirar en todo momento a Hadassa, le impresionaba cuanto había crecido y la gran belleza que la joven tenía. De igual manera, Hadassa no apartaba su vista de Mohamed, se sentía tan feliz de volver a verlo y tenerlo cerca y su amor por él no hizo sino crecer aún más.
-Mohamed- comenzó a decir Bayaceto -si tu hermana la sultana Selma ya tiene 17 años ¿Por qué no le has buscado marido?-
-aún no sé quién sería un buen pretendiente para ella- responde Mohamed -además, no quiero que se case obligada-
-pero tu hermana Handan en un principio se casó obligada con Burak Paşha-
-fue mi padre quien la obligó a hacerlo y hay algunos errores que él cometió que yo no quiero repetir, como el de casar a una hermana mía en contra de su voluntad-
-¿Y ella no te ha dicho con quién se quiere casar?- pregunta Hadassa
-aún no- mira al cielo y nota que que comenzaron a formar algunas nubes -lo siento mucho- se levanta de su asiento -pero creo que ya debería regresar a mi palacio-
-¿Enserio te vas?- se levanta también
-sí Hadassa, recuerda que soy el Sultán y tengo responsabilidades-
-lo sé-
-pero aún así trataré de encontrar un momento para venir- acuna el rostro de Hadassa con sus manos
-te estaré esperando para entonces-
Mohamed sonríe y le besa la frente, quería besarla en los labios, pero no lo hizo por respeto a Bayaceto que estaba allí viendo todo.
-bueno, es hora de irme- dice Mohamed apartándose
-adiós Mohamed- dice Hadassa mientras ve como el Sultán usa el anillo mágico para desaparecer del lugar
Ya en la noche, tanto Mohamed como Hadassa no cabían de la dicha, ambos se volvieron a ver después de tantos años, no dejaban de pensar el uno en el otro, hasta el punto de no haber dormido nada.
Mohamed se propuso cumplir con lo que le había dicho a Hadassa y pensó en esperar el momento adecuado para cumplir con otras promesas que le había hecho cuando ella era niña: la de convertirla en una sultana, hacer que Bayaceto sea un paşha y revocar la ley del Sultán Kasim "El Severo" sobre el exterminio de los Ifrits.
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