capitulo 9 (corregido)
Por más que trate de no quemarme en tu infierno, lentamente estoy cayendo y lo peor de todo es que me gusta.
— Gabriela Montes
Gaby
La cara de Izar era un poema; en sus ojos podía ver la ira. Ninguno habló, nos quedamos parados uno frente al otro sin decir nada.
— Bueno, me voy a dormir. Que tengas una linda noche —dije al fin y salí corriendo.
¿Qué m*** le pasaba a Izar?
Izar
Necesito romper algo. Estaba hermosa, se había puesto hermosa para Noah.
— Yo también me voy a dormir.
— Tú no vas a ninguna parte, Noah.
— ¿Qué pasa, hermano?
— No quiero que salgas más con Gabriela, no sin nosotros.
— Disculpa, ¿desde cuándo me dices qué hacer?
— Desde ahora. Sé las interacciones que tienes con la niñata y no me gustan.
— No te tienen que gustar, Izar, ya soy mayorcito.
— Noah.
— Y una m***. Estoy cansado de esto, siento cosas por esa niña y me vale madre si te molesta.
— Pues tenemos un problema.
— Sí que lo tenemos. No puedes ir dando órdenes por el mundo como si tú fueras el rey.
— ¿Pueden dejar de gritar? —interviene Dayron.
— No te metas, Dayron, esto no es tu asunto —digo de mala gana.
— Ambos están sintiendo cosas por nuestra hermanita y lo entiendo, es sexy, pero por favor, deben calmarse. No es la primera vez, ya pasó lo mismo una vez con...
— No te atrevas a mencionar su nombre, no aquí.
— Bueno, el punto es, si todos sentimos algo por ella, solo tenemos que hacer que sienta lo mismo.
— No es tan sencillo, ella nos odia. ¿Cómo vamos a conseguir que acepte?
— Fácil, mostrando quiénes somos en realidad.
— Eso no es tan sencillo y lo sabes. Además, no somos buenos para ella.
— ¿Quién lo dice?
— Ustedes se están escuchando —habla Noah—. Están decidiendo sobre la vida de una chica, una chica que merece a alguien mejor que nosotros.
— Noah, el correcto, por eso la llevaste a una cita. No me jodas.
— No me toques los cojones, Izar. Ya estoy harto de que decidan por mí. Me gusta Gabriela y sé que ella siente lo mismo.
— Adivino, te dicen ahora.
— Al menos a mí no me hicieron creer que me amaban para luego dejarme tirado.
Di un paso hacia Noah, estaba dispuesto a pegarle, pero Dayron se interpuso.
— ¡Basta ya, carajo! No tenemos cinco años. Noah, discúlpame ahora.
— Perdón, no debí decir eso. Es solo que estoy cansado de que me traten como un niño. —Sube a su habitación.
Gaby
La cita con Noah fue maravillosa; hacía tiempo que no me divertía tanto, pero aún no entendía la reacción de Izar. No tenía motivos para estar tan enfadado, ¿o sí?
La puerta se abre causando un estruendo que me hace saltar del susto y caer de culo a la cama. Miro hacia la puerta y ahí estaba Izar con su cara de mala leche.
— ¿Qué quieres?
— ¿Te gusta él?
— No entiendo.
— Noah. ¿Te gusta Noah?
— No es tu problema, pero si así fuera, ¿qué?
— No puede gustarte.
— En serio, ¿quién eres tú para impedirlo? Que yo sepa, tú no puedes darme órdenes sobre con quién salgo o dejo de salir.
— Gabriela, no estoy para juegos. No seas infantil —da un paso hacia mí.
— Juegos. Aquí nadie está jugando. Llegas tú a mi habitación a reclamar con quién salgo. No eres nadie, Izar. Además, ¿qué te importa lo que hago con mi vida? Ya estoy grande.
— Es mi deber, te quiero proteger —da otro paso; yo retrocedo.
— Nadie te lo pidió. ¿Sabes, Izar? Por muy guapo que estés y muy caliente que seas, no puedes venir a mi habitación.
— ¿Te parezco sexy? —me agarro por la cintura.
— Suéltame, Izar.
— No quiero. ¿Sabes lo que quiero, Gabriela?
— No, y no me importa. Aléjate.
Su agarre se fortaleció en mi cadera y yo jadeé.
— Te deseo y lo peor es que tuve que verte con Noah para saberlo. Tuve que emborracharme para darme cuenta de que me muero por follarte.
— Aléjate, Izar.
— Tú también lo deseas, no lo niegues. Tu piel se eriza y tu voz tiembla cuando me tienes cerca.
— Eres un idiota, Izar.
— Sí, lo soy. Lo soy porque estoy aquí diciéndole a mi pequeña y caliente hermanastra que me muero por besarla.
— Cállate y vete.
— Oblígame.
Jesús, dame paciencia. Mi respiración se acelera. Su mano recorrió mi espalda. Sentí que mi corazón se paraba y entonces, Izar Black me besó.
Angie estaba enojada. Había decidido hacerle una visita a Gabriela, bueno, más bien a los Black, con la excusa de visitar a Gabriela. Entonces los escuché; los tres estaban discutiendo nada más y nada menos que por Gabriela. ¿Cómo podía ser posible que otra vez se repitiera la historia? No era justo. Llevo desde pequeña enamorada de los hermanos y lo único que he conseguido es ser su estúpida amiga. Ninguno nunca sintió nada por mí, ni un ápice de deseo, y no entendía la razón. No soy una chica fea; cualquier hombre se moriría por pasar una noche conmigo, menos ellos.
Salí de la casa de los Black sin ser vista. Tomé mi teléfono y llamé a la única persona que podía ayudarme a destruir ese amor que estaba creciendo en ellos.
— Hola.
— Soy yo.
— ¿Qué pasa?
— Se enamoraron de la misma chica.
— Ummm, la historia se repite.
— Sí, al parecer a los hermanos les gusta hacerlo todos juntos; qué novedad.
— Suenas celosa, mi niña.
— Claro que lo estoy. Llevo años esperando que se fijen en mí y nunca sucede.
— Tranquila, cielo. Te prometo que ese amor no llegará muy lejos, eso te lo aseguro.
— Lo sé, gracias por contestar.
— Siempre, cariño. Y no te preocupes, estaré de vuelta pronto.
— Nos vemos
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