**Gaby**

La vida, a veces, se convierte en un laberinto oscuro, donde cada decisión parece llevarte más lejos de la salida. Allí estaba yo, atrapada en ese laberinto, sintiendo el aliento caliente de Dylan cerca, justo cuando la puerta se abrió y vi a Izar. Su presencia era una chispa de esperanza en medio del caos, un alivio que me atravesó. Sabía que Dylan no se atrevería a tocarme mientras Izar estuviera allí.

—¿A qué viniste, Black? ¿A ver cómo me follo a tu puta?— su voz era burlona, pero había un fuego en sus ojos que me helaba la sangre.

—Vine a proponerte un trato—dijo, manteniendo su mirada fija en mí.

—Habla, Black.

—Te propongo tenerme a mí como rehén en vez de a Gabriela.

—¿Y quitarle la diversión? No, gracias. Además, tu chica y yo nos estábamos a punto de divertir.

—¿Qué es lo que quieres a cambio de soltarla?—pregunté, tratando de mantener la calma mientras la tensión crecía en la habitación.

—Quiero verte destruido, quitarte lo que más quieres, hacerte sufrir—su tono era como un veneno, y las palabras se deslizaban como cuchillos afilados.

—Gabriela no es lo que quiero—replicó Dylan, sin apartar la mirada de mí.

—¿Me crees idiota?—espeté, sintiendo la ira burbujear dentro de mí.

—No, te estoy diciendo la verdad. Ella no significa nada, no es más que un juguete, uno que ya me aburrió—sus palabras eran como un golpe en el estómago, y su risa burlona resonaba en mis oídos.

—¿Ves, cariño? Te lo dije, no eres más que una puta—la humillación se asomaba en su voz, y sabía que estaba intentando romperme.

**Izar**

No podía soportar escuchar esas palabras. Era un veneno que amenazaba con arruinar todo lo que había construido con Gabriela. Sabía que lo que Dylan decía no era cierto; Gabriela no era un juguete. Se había infiltrado en cada rincón de mi ser, y la idea de perderla me consumía. Si para salvar su vida tenía que romperle el corazón a ella, lo haría, aunque eso me desgarrara por dentro.

—¿Estás llorando, puta?—la voz de Angie me sacó de mis pensamientos, y volví a mirar a Gabriela. Su rostro estaba empapado en lágrimas, y cada una de ellas me atravesaba como un dardo.

*"Mierda, mierda, mierda, no llores, cariño. Yo te amo."*

—Angie—dije, tratando de mantener la voz firme.

—Izar—respondió, su mirada desafiante aún en su rostro.

—Dime lo que quieres para dejarla ir.

—Bésame, hazme tu mujer y la dejaré ir—sus palabras eran una amenaza, un desafío que me dejaba sin aliento.

—Está bien, vamos a un lugar más privado.

—No, aquí. Hazme tu mujer aquí, delante de ella, para que vea que ya no la quieres—su risa burlona me hizo hervir la sangre.

*"Matarla es lo que se me antoja."*

—Está bien, cariño—le respondí, sintiendo cómo la rabia y el desespero se entrelazaban en mi pecho.

Doy un paso hacia adelante, tomando su cabello con fuerza mientras me acerco a ella. La repulsión se apodera de mí al rozar sus labios, pero lo hago, pensando en Gabriela, en cada beso que le he dado a ella. En cada susurro, cada caricia, cada promesa que he hecho. Este beso, este acto de traición, lo haré por ella.

Mientras mis labios se encuentran con los de Angie, mi mente se aferra a la imagen de Gabriela, y el odio hacia Dylan crece en mí.

*"¿Qué tan lejos llegarías por amor, Izar? ¿Qué estarías dispuesto a sacrificar?"*

El eco de sus lágrimas resuena en mi corazón, y en ese momento, supe que la batalla apenas comenzaba.