**Gaby**

Sus asquerosas manos se aferraban a mi cuerpo, recorriendo mis senos y mis piernas. Intentó besarme, pero me resistí con todas mis fuerzas.

-No puedes huir de lo inevitable, cariño -susurró, su voz un eco de desprecio.

-¡No me toques, imbécil! -grité, mi corazón latiendo desbocado.

-Oh, vamos, cariño. Sé que lo deseas -me dijo, acercándose, sus labios peligrosamente cerca de los míos.

Sentí su mano descender hacia mi ropa interior y, en un arranque de horror, la rasgué de un tirón.

-¡No, por favor, no! -imploré, la desesperación apoderándose de mí.

-Ahora sí vas a saber lo que es un hombre de verdad -se burló, disfrutando de mi miedo.

La puerta se abrió de golpe.

-¡Aléjate de ella, Dylan! -gritó una voz firme.

-Uy, qué miedo. Dayron Black está hablándome -se rió el desgraciado, su desprecio palpable en el aire.

-Eres un cabrón -replicó Dayron, avanzando con determinación.

-Ya, ya, Dylan. Demasiada charla. Mata a esa perra -intervino Angie, su voz llena de odio.

**Izar**

Tres días habían pasado desde que Gabriela desapareció, y me habían prohibido salir del hospital. Pero ahora, al fin, el médico me dio el alta. No perdería ni un solo segundo.

-¿Estás seguro de lo que vas a hacer? -me preguntó mi madre, con una mezcla de preocupación y miedo en su mirada.

-Sí, más de lo que he estado en toda mi maldita vida -respondí, sintiendo que la rabia y la determinación se entrelazaban en mi interior.

-Izar, puede ser peligroso, hijo. Te lo advierto -dijo, su voz temblorosa.

-No me importa. La traeré de vuelta. Traeré de vuelta a Gabriela, aunque me cueste la vida -declaré, mi voz resonando con fervor.

No podía dejar que el temor me paralizara. Cada minuto sin ella era una agonía, y sabía que el tiempo se estaba agotando. La imagen de su rostro, su risa y su espíritu vibrante se dibujaban en mi mente, dándome la fuerza que necesitaba.

Salí del hospital decidido. No podía fallarle. La idea de que alguien, un monstruo como Dylan, la tuviera en sus garras me llenaba de furia y desesperación. Prometí que lo que sea que tuviera que enfrentar, lo haría. La salvaría, sin importar el costo.

Mientras corría por las calles, mis pensamientos se centraron en ella. Cada paso que daba me acercaba más a Gabriela, y estaba dispuesto a atravesar cualquier oscuridad para encontrarla. La vida sin ella era impensable, y estaba listo para enfrentar a quienes se interpusieran en mi camino.

Gabriela, aguanta. Estoy viniendo por ti.