**Gaby**

Salí de esa estúpida fiesta sin mirar atrás, el aire frío de la noche me golpeó el rostro y cada paso que daba resonaba como un eco de mi propia decepción. No podía creer que todo hubiera sido un juego. Cada beso, cada caricia, se sintió tan real, tan profundo, pero al final resultó ser solo una ilusión. Me sentía estúpida, sucia, como si me hubiera dejado engañar por un espejismo. Quería gritar, liberar la rabia y la tristeza que me consumían.

—Gaby, espera —llamó Amy detrás de mí.

—Déjame, Amy, por favor —respondí con un hilo de voz, intentando no dejar que mi vulnerabilidad se hiciera evidente.

—No creas nada de lo que dijo Angie —su tono era urgente, casi suplicante.

—¿Y no se supone que te gusta? —preguntó, y su mirada reflejaba la confusión que también sentía.

—Sí, me gusta, y no sabes lo que me duele decir esto, pero que se vaya a la mierda —mi voz se quebró, el dolor era palpable.

—Pero ella tiene razón, soy una mala persona —murmuré, sintiendo que mis palabras eran un eco de mis propios sentimientos de culpa.

—No lo eres, Gaby. Eres una buena persona. El corazón no elige de quién enamorarse, cariño, simplemente pasa. —Amy se acercó, su mano tocó suavemente mi brazo.

—Pero me duele el corazón —admití, las lágrimas amenazando con escapar.

—Lo sé, pero si quieren mi opinión, yo opino que deberías escucharlos. A veces, el silencio duele más que las palabras.

—No, Amy. Esa es mi última palabra. Necesito procesarlo, pensar… —mi voz se desvanecía mientras buscaba un refugio en mis pensamientos.

—Está bien, pero ¿a dónde vas ahora? —su preocupación era evidente.

—No lo sé. América se fue hace una semana y Luka se fue de vacaciones para intentar superar que se fue para siempre.

—Ven conmigo —dijo de repente, sorprendiendo incluso a ella misma.

—¿Eh? —me giré para mirarla, incrédula.

—Mira, mi casa es muy grande y vivo sola. Además, que vengas conmigo calmará un poco a mis primos, que están inquietos.

—Vale, pero no les digas nada —accedí, sintiendo que necesitaba un respiro, un refugio.

—Está bien, lo prometo.

---

**Izar**

La casa se iba quedando vacía. Amanda había llamado diciendo que Gaby estaba con ella, y aunque el impulso de ir tras de ella era fuerte, entendí que necesitaba su espacio. La tensión en la atmósfera era palpable, como un rayo a punto de caer.

—No puedo creer que los tres se metieran con Gabriela —reclamó nuestro padre, su voz cargada de indignación.

—Uno no elige de quién se enamora —respondió Noah, su mirada desafiante se encontró con la de nuestro padre.

—Por favor, Noah, eres mejor que esto —la frustración de papá era evidente.

—Basta, papá. Sí, nos acostamos con ella, pero no queremos jugar. La amamos —las palabras de Noah resonaron en la habitación como un desafío.

—¿Amar? ¿Qué sabes tú lo que es amar? —su voz era un susurro lleno de desprecio.

—Sé mucho más que tú, padre. Tú no supiste amar a mamá, por eso nos abandonó —las palabras de Noah eran dagas, punzantes y dolorosas.

—No te voy a permitir que me hables así —la rabia de papá era palpable.

—Esteban, cariño, no es para tanto —intervino Amanda, intentando calmar los ánimos.

—Se follaron a tu hija —la cruda realidad salió a la luz.

—¿Crees que no lo sé? —respondió mamá, su voz temblorosa. —Pero desde que eso sucedió, Gabriela está más feliz, más sonriente. No le pienso quitar eso a mi hija.

—Como sea —dijo papá, frustrado, saliendo de la habitación.

—No se preocupen, hablaré con él. Ustedes vayan a ver a mi hija —dijo mamá con firmeza.

—Pero…

—No importa lo que ella diga, necesita estar sola un momento, pero ustedes necesitan hablar con ella.

—Tienes razón —respondieron, comprendiendo que el amor no siempre es sencillo, pero que, a veces, es la única salida.