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capitulo 41 (corregido)

Gaby

— No eres capaz.

— ¿Qué no? —me quedé mirándolo, desafiando su afirmación.

— Vamos, Gaby, no hagas tonterías —me susurra, su tono es firme pero hay un matiz de preocupación en su mirada.

— Te dije que podía llamar la atención de cualquier hombre aquí —respondí, sintiendo que la adrenalina comenzaba a recorrer mi cuerpo.

Su mirada se fijó en mí, intensa y casi protectora.

— Estamos seguros de eso, cariño, pero no queremos problemas —alegó, su voz era un susurro que resonaba con una advertencia implícita.

— ¿De qué hablas, Noah? —pregunté, tratando de entender la razón detrás de su inquietud.

— Que si alguien se atreve a tocarte o mirarte... está muerto —dijo con una determinación que me hizo estremecer.

— No es para tanto, por Dios. Son muy protectores, tal parece que me quieren encerrar —respondí, intentando restarle importancia a su preocupación.

— No he pensado eso, tú lo has hecho —replicó, y yo decidí ignorar su comentario, aunque sabía que había algo de verdad en sus palabras.

El ambiente se volvió tenso mientras me dirigía de nuevo hacia la sala de sofás. Odiaba cuando él tenía la última palabra, pero al mismo tiempo, me encantaba cómo lograba ponerme en un estado de nerviosismo y expectativa. Era esa especie de cosquilleo que me invadía, y aunque tenía que aprender a controlar esas mariposas que revoloteaban en mi estómago, era difícil hacerlo cuando él estaba cerca.

Noah me siguió de cerca, pasando sus manos por su cabello de una manera despreocupada, dejando la hoja de papel escondida en una esquina. Se veía tan atractivo en esos momentos, con su sonrisa despreocupada y esa mirada que me atravesaba como un rayo.

— ¡Basta! —me dije a mí misma. No podía dejarme llevar cada vez que hacía algo que mi mente consideraba irresistible. Pero era el chico más atrayente que había visto en toda mi vida.

De repente, Izar me levantó como si fuera un saco de papas, rompiendo mis pensamientos.

— ¡Bájame, Izar! —grité, luchando por liberarme de su agarre.

— No quiero —respondió él, con un tono infantil que me hizo soltar una risa a pesar de mi frustración.

— No seas niño, Izar —le reproché, sintiendo que la situación se tornaba cada vez más absurda.

Los tres, junto a mí, entraron al agua y la risa se convirtió en un grito de sorpresa.

— ¡No, no, por favor, no sé nadar! ¡Izar, no hagas esto! —protesté, sintiendo cómo el pánico comenzaba a apoderarse de mí.

— Tranquila, cariño, sujétate de mí. Además, tienes a tres Hombre, que no dejará que te pase nada —dijo Noah, mientras me miraba con esa confianza que a veces me resultaba reconfortante.

— ¡No, no! —grité, luchando contra la situación.

— Vamos, confía en mí —insistió Izar, mientras poco a poco me iba bajando al agua. Me pegué a él sin soltarme, con el corazón latiendo a mil por hora.

— Prométeme que no me soltarás —le dije, sintiendo que la ansiedad se mezclaba con la emoción.

— Lo prometo —respondió, y la seriedad en su voz me tranquilizó un poco.

— Vale —dije, sintiéndome un poco más segura.

De repente, Noah se hundió y se metió bajo mis piernas, levantándome.

— ¿Qué haces? —pregunté, desconcertada.

— Vamos a jugar —respondió con una sonrisa traviesa.

Dayron, que estaba al lado, levantó a Izar, y antes de que pudiera protestar, ya estaban bromeando sobre algún juego que no entendía del todo.

— ¡Espera, no! ¡Ese juego no! —grité, sintiendo que la diversión se estaba convirtiendo en caos.

— No podemos jugar a otra cosa. *Hago puchero* —dije, intentando que me comprendieran.

— No, juguemos a las batallas. Tú quisiste apostar, pero no dijiste a qué jugábamos, así que jugamos a las batallas —respondió Noah, con una sonrisa desafiante.

— La parte de que no sé nadar... ¿no lo han entendido? —protesté, sintiendo que el miedo comenzaba a hacer eco en mis pensamientos.

— Tranqui, cariño, si caes, te sacamos —me tranquilizó Izar, aunque no estaba segura de que eso me calmara.

— Además, amor, si ganas, consigues lo que quieras —le dijo Noah, con un guiño que me hizo dudar.

— Hecho, juguemos —respondí, con una mezcla de emoción y nerviosismo.

Era un reto, y aunque sabía que tenía que manejar mis miedos, también sabía que estaba dispuesta a arriesgarme en esta locura. Después de todo, estaba rodeada de amigos que cuidarían de mí.

Y así, mientras el agua nos rodeaba, sentí que ese día podría ser el inicio de algo inesperado.

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